CAPÍTULO 1

Derek Hale entró en Echon House por la puerta principal.

Caminó por los pasillos que ya había recorrido un millón de veces, generalmente corriendo para salvar su vida, sin bajar el ritmo y sin dar la sensación de que no debería estar allí, haciendo lo que estaba a punto de hacer.

Al llegar al ascensor que había al final del pasillo pulsó la planta del sótano. Dejó la vista clavada en las puertas de metal y en su propio rostro distorsionado por el reflejo, intentando no pensar en la última vez que estuvo en esa misma situación, acompañado de una persona que le engañó demasiado bien… Mucho había llovido desde entonces y no era plan de pararse ahora a recordar cada error del pasado cometido, o cada vez que estuvo a punto de morir por bajar la guardia. Si hacía eso se volvería más loco de lo que ya estaba.

Y su vida no dejaba de haber dado un giro de 180 grados desde aquella vez, con lo que más le valía empezar a acostumbrarse al cambio.

El ascensor llegó a la planta inferior y las puertas se abrieron con un ding. Derek apretó los puños y levantó la vista del suelo para contemplar el amplio espacio que se abría ante él. Salió del ascensor con el mismo ritmo que había mantenido hasta ahora y moviéndose en el más absoluto silencio. Pasó incluso al lado de varios médicos que esperaban junto a una ambulancia el aviso de alguna emergencia, sin que ninguno de ellos se percatara de que había alguien más a su lado.

Derek sonrió para sí cuando les dejó atrás sin bajar el ritmo de sus pasos silenciosos. Sentaba bien volver a ser el hombre lobo capaz de moverse a su antojo, por donde quisiera, y sin que absolutamente nadie se enterara de su presencia. Poder comportarse así, después de meses siendo humano, era algo que jamás pensó que echaría tanto de menos. Y menos cuando llegó a odiar su propia naturaleza animal, causante de tantas desgracias.

Por otro lado, esa misma naturaleza era la que había conseguido que siguiera respirando y con más fuerza de la que jamás había tenido, incluso cuando era un Alpha. Aquello era algo de lo que jamás se arrepentiría.

Cuando llegó a uno de los extremos de la última planta abrió la puerta que ponía "solo personal autorizado" con un leve giro de su muñeca y una garra afilada en la cerradura. La puerta se abrió sin problemas y continuó avanzando.

Peter Hale terminó la última página del libro y lo dejó apilado junto al montón que ya había en su celda. Una celda que resultaba pequeña con el escaso mobiliario que había en su interior (una cama), pero que se antojaba minúscula con las pilas de libros que había leído desde que llegó y que ya alcanzaban el centenar.

No podía evitarlo. Siempre le había interesado la lectura y más ahora que no tenía nada mejor que hacer para pasar el rato. Su compañero de celda duró poco tiempo con él, lo que cortó de raíz la posibilidad de entablar largas conversaciones. Por otro lado, los delirios de aquel espécimen no eran del interés del mayor de los Hale, muchas gracias.

Peter contempló el montón de libros pendientes por leer y deseó una vez más tener un ebook con él. Ello solucionaría los problemas de espacio, además de que siempre había sido una persona del siglo XXI. En serio, ¿quién leía libros hoy en día?

Su querido sobrino. Él sí lo hacía.

Y hablando del diablo.

Peter Hale se levantó de la cama nada más captar la esencia familiar. Era muy débil a causa de la pared de cristal que le aislaba del mundo exterior, pero lo suficientemente potente para saber que no se trataba de su imaginación. Afortunadamente los problemas de locura ya habían sido solucionados gracias a una apacible temporada de descanso y relax. Y aunque las vistas no eran de lo más interesantes: tres paredes de ladrillos y un pasillo del que no podía ver su final, debía reconocer que se respiraba paz… Y hacía mucho que Peter Hale no tenía de eso.

El hombre lobo se acercó a la pared de cristal en el mismo momento que una sombra apareció frente a él. La iluminación del pasillo seguía siendo insuficiente, con lo que la mísera bombilla que había en su celda era lo único que daba un poco de luz al lugar. Solo cuando su visita se pegó al cristal desde el otro lado, Peter pudo verle la cara.

- Qué agradable sorpresa – dijo Peter a modo de saludo – Veo que ya se me permite recibir visitas.

Derek contempló a su tío en silencio, siendo sus pupilas lo único que se movían, para asegurarse de que no hacía ningún movimiento extraño. Deaton le había asegurado que aquel lugar era el más seguro de Beacon Hills para retener a un hombre lobo, pero Peter Hale no era un hombre lobo cualquiera.

Estaba mucho mejor que la última vez que le vio. Ya no se le veía demacrado y con el cuerpo aún sufriendo los efectos del potente wolfsbane que le habían inoculado. Su piel estaba más pálida de lo normal, aunque supuso que ello era más consecuencia de la falta de luz natural. Si bien el hecho de que llevara su vestuario habitual: botas, pantalones desgastados y camisas de cuello en V, era el mejor indicativo de que ya estaba mejor.

Pero a Derek Hale el aspecto de su tío le importaba poco, ya que aquella no era una visita social.

- No me han dejado entrar – respondió con voz grave, clavando la mirada en los ojos azules de su tío.

- Oh – torció un poco el cuello, en el perfecto gesto de lástima mal fingida – Y yo que creía que había conseguido puntos por buena conducta. Aunque he de decir que nunca pensé que fueras tú quien quisiera visitarme.

- No es una visita cordial.

- ¿No me digas? Jamás lo habría imaginado por tu expresión tan risueña – sonrió de medio lado - ¿Vienes a asegurarte de que sigo encerrado como un buen perro?

Derek no mostró ninguna reacción ante la sonrisa tan típica de Peter, aunque en el fondo le alegró verle así, recuperando su viejo buen humor.

Después de todo no dejaban de ser familia.

- Vengo a asegurarme de que sigues donde deberías estar – replicó, cruzando los brazos en torno al pecho – Y que no has convencido a nadie para que te saque de aquí.

- Bien… – Peter extendió los brazos, señalando la minúscula celda – Ya ves que todo está en orden. ¿Algo más?

- Ya lo sabes – apretó un poco los labios, si bien lo que quería era apretar los dientes… Preferiblemente en torno a la garganta de Peter.

Peter, por su parte, amplió un poco más la sonrisa espeluznante, consiguiendo que pareciera sincera y todo.

- Pero no estaría de más que lo preguntaras – dijo con cierto tono reprobatorio – Y si lo pides por favor, mejor que mejor.

- ¿Sabes dónde está, si o no?

- No.

- Mientes.

- Derek… – negó levemente y a Derek le vinieron a la mente recuerdos de tiempos pasados, cuando su tío le amonestaba cada vez que perdía la paciencia antes de tiempo – Piénsalo bien… Ella fue la única mujer que estuvo interesada en mí y a la que no le asustaba mi increíble inteligencia pero que todos vosotros os empeñáis en llamar locura y ejemplo de conducta psicópata – torció un poco el cuello - ¿Realmente crees que no estaría ahora mismo con ella si supiera donde se encuentra la madre de mi hija?

- Lo harías si pudieras salir de aquí.

- ¿Quién te ha dicho que no puedo?

Derek apretó los puños de manera instintiva y descruzó los brazos. Agudizó sus sentidos, buscando captar el ritmo del corazón de su tío y la posible mentira que había encerrada en sus palabras.

Es un farol, se dijo a sí mismo, pese a que el latido de Peter era tranquilo y sincero.

- ¿Entonces por qué le dijiste a Malía que sabías dónde estaba?

- Oh, ¿eso? Veamos – se llevó una mano a los labios en gesto pensativo – Tal vez fue porque quería ganar unos cuantos puntos con mi hija, que por vuestra culpa solo era capaz de verme como un demonio con buen gusto en la moda. Gracias – sonrió con ironía – O tal vez porque realmente estaba interesado en encontrar a la madre de mi hija, ahora que por fin recordaba que existía – se encogió de hombros – O simplemente puede ser que, ya sabes, mentí.

- ¿Por qué?

- ¿Por qué miento? – preguntó, sorprendido – No lo sé. Supongo que está en mi naturaleza. ¿Por qué te gusta ir con jovencitos y mover tanto las cejas, Derek? Cada uno tiene sus propios placeres secretos.

Derek Hale gruñó por lo bajo, dejando que sus ojos azul turquesa se iluminaran. Por un instante deseó que no hubiera una pared de cristal entre medias y pudiera darle a Peter una paliza, ahora que podía. Nunca tuvo ocasión de hacerlo mientras fue un Alpha y a raíz de ser un Beta sabía que la victoria no estaría precisamente de su lado en una lucha cuerpo a cuerpo… Respecto al detalle de que fue él quien le seccionó la garganta para convertirse en el Alpha, dejó de tener sentido cuando Peter volvió a la vida.

Inspiró hondo tratando de calmarse. Uno de los motivos por los que había ido a verle, además de preguntar por la Desert Wolf, era para demostrarle a Peter que ya no era ese crío impulsivo al que utilizó y engañó toda su vida. Así que no era plan de ponerse en modo macho Alpha… Sobre todo porque ya no era un Alpha.

Sí un hombre lobo evolucionado que podía convertirse en un lobo completo y era capaz de acabar con Berserkers con un simple chasquear de dedos, pero no un Alpha.

Contempló a su tío de arriba abajo con descaro y asintió para hacerle ver que esta vez le creía…

De momento.

A continuación sacó algo del bolsillo interior de su chaqueta y se lo enseñó a Peter, colocándolo frente al cristal. Peter lo observó con asombro y luego sonrió.

- Por algo siempre serás mi sobrino favorito.

- Soy el único sobrino que tienes – replicó colocando el objeto en la portezuela por donde los guardias metían la comida de los presos. Sin esperar a que Peter recogiera el regalo dio media vuelta para alejarse por donde había venido – Te tendré vigilado, Peter. No lo olvides – advirtió sin mirar atrás.

- ¡No espero menos de ti! – gritó el mayor de los Hale al tiempo que recogía el ebook que Derek acababa de regalarle. Lo acarició con cuidado, siendo consciente de que era lo primero que le regalaban desde el incendio. Desde su otra vida – No espero menos de ti – susurró para sí, sabiendo que Derek ya no podía oírle.