¡Hola! Este es mi primer fic largo de la serie y quieran o no, estoy un poco emocionada ante el proyecto que urdí.

Anime: Osomatsu-san.

Pareja relativa: KaraIchi y otras más que se irán revelando al inicio de la historia.

Advertencia en las entrañas de la historia:

-Bueno, este mundo es totalmente ajeno al universo de Osomatsu-san, por lo no creo necesario mantener la relación de hermandad entre Kara e Ichi, me gusta el incesto, pero no lo vi necesario en mi historia. Si buscas sabroso incesto, esta es la historia equivocada.

-Relaciones homosexuales durante los episodios, dos hombres copulando como animales encima de un lecho hecho para amarse.

-La personalidad de los personajes pueden salirse fuera del contexto.

-Y más advertencias a medida que vaya entrando en los capítulos

Sin más, disfruten la lectura.

Prefacio a la nada

Nuestras almas se conectaron, volviéndose cenizas inherentes de lo que pudo ser nuestra existencia junta.

«El espacio no existe, éste se detiene en pedazos rotos para ser fiel escudero de una compañera inasible, la soledad»

¿Dónde estaba?

En ningún lugar

¿Cómo había llegado ahí?

Esa era una cuestión en la que la respuesta se volvía tan lejana, tan distante e incomprendida.

¿Desde hace cuándo estaba flotando en la nada?

Eso, si tenía respuesta. Esa tortura había empezado hace unas horas atrás, en su lecho de sufrimiento.

«Quiero regresar a la luz, quiero volver a ser la estrella»

Karamatsu Matsuno se encontraba pululando en la abstracta sensación bizarra e inalcanzable de ese descomunal campo del cual se podría premeditar que ahora mismo le aterraba hasta el último rincón de su valiente consciencia.

«Le tengo miedo a la oscuridad, dónde la misma muerte tiene miedo de entrar por ese añejo umbral.»

¿Dónde estaba? Se volvía a repetir para mantenerse despierto, no se podía permitir engullir en las entrañas de aquel rincón olvidable.

A simple vista no podía describirse el ambiente, ni el lugar, las palabras no se articulaban en ese sitio dónde su cuerpo flotaba de forma lenta y perezosa. No había cualidad o adjetivos que pudieran calificar esta sensación extraña que hasta hace unos segundos lo estaba envenenado sobre sí mismo, causando sentimientos y estragos que jamás experimentó en sí.

«Las manecillas se habían detenido, inclusive el mismo segundero dejó de girar malicioso en su contra. Todo se delataba por el soberano silencio.»

Quería salir rápido de ahí, como sea, pero primero quería desaparecer esas clases de sensaciones que lo estaban agobiando, dejándolo estancado, dejándolo en la nada.

«Oscuridad.»

Sólo eso existía, sólo ella era tu compañera.

Una pútrida y muy escalofriante oscuridad.

La vida se pudría, alejada cobardemente de la muerte.

No existía nada más que un inmenso sendero horrido que no dejaba filtrar ni un rastro de luz. Karamatsu quería ver, pero inclusive no sabía si sus ojos estaban cerrados o se quedaron ciegos debido a la eterna oscuridad que tenía para otorgarle, tampoco había que decir que cualquier sonido que se hubiese atrevido a romper el ambiente perecía entre los colosales espacios infinitos. El padre Matsuno estaba sumergido en la nada, se hallaba hundido en el horripilante sentimiento lúgubre de la dispensación de una cortina oscura impenetrable.

¿Se encontraba bien?

Bueno, él era Karamatsu Matsuno. Por supuesto que se encontraba en el estado más pulcro posible, debía estarlo para sus Karamatsugirls.

¿Estaría muerto? Probablemente, su cuerpo dejó de responder hace mucho, éste se mantenía estático y tambaleándose sin prisa, cómo si tuviera el conocimiento de que ese mundo estaba en el olvido.

Estaba en un lugar abstracto, lejos de cualquier pensamiento humano, lejos de cualquier civilización, lejos de él mismo. Estaba en un sitio en dónde el espacio no existía, el tiempo se detenía, la vida no resurgía y la muerte, la misma muerte te había abandonado.

Quería regresar a casa.

«Sus manecillas han dejado de girar, no puedes evitarlo, hermano»

¿Qué fue esa voz? Lo que sea, en medio de ese lugar, ese sonido llegaba a ser lo más embellecido que sus oídos pudieran advertir.

«Lo que haces está prohibido»

¿Prohibido? No hay nada prohibido para un lobo solitario como lo era él.

«Los preceptos han sido establecidos, no puedes evadir a la muerte»

¿De qué están hablando? ¿Qué es lo que esas voces cuchicheaban a sus espaldas?

«Oh vamos, será divertido ver cómo Ichimatsu se las arregla para mantener vivo a un humano, yo opino que dejémoslo hacerlo»

Ichimatsu...

Y de pronto, todo volvió a tener estrepitosos colores libertinos, alejando esa ominosa oscuridad fría y monótona.

Lánguidos rayos de amaneceres llegaron a escurrirse a través de los marcos de la madera de aquella habitación añosa. Karamatsu abrió los ojos de súbito, pero, lentamente comenzaba a espabilar, primero perturbado por aquella molestia matutina antes de se comenzarán esclarecer los objetos que habían dentro de su recinto. No estaba de nuevo en ese mórbido sitio, tenía fundamentos que podían validarlo: Incoando que ahora yacía sobre la cama ataviada con algunas sábanas blancas. Segundo, estaba su siempre fiel mesita de caoba dónde el vaso de agua nocturno emergía orgulloso, y, tercero, aliviando su alterado corazón se encontraba Ichimatsu, vestido con ese habito negro y su pomposo velo sobre su cabeza, manteniendo la misma expresión aburrida cómo cuándo lo había acogido en su maravilloso regazo.

— ¿Ichimatsu? —exclamó al levantarse, haciendo crujir la cama de forma procelosa. Quizá, todo había sido una pesadilla.

— Ah, eres tú —Saludó, con su voz monótona —, por segundos me alegré ante la idea de que hayas muerto.

— ¿Qué haces aquí, my Little nun of god? —habló en ese abominable ingles que a pasos diminutos destruía los oídos de Ichimatsu, el inquilino de la habitación de Karamatsu frunció el ceño.

—¡Oh! ¡ya sé! ¿acaso no puedes vivir sin mi presencia?

Se escuchó el ruido de la silla arrastrarse de forma estridente.

—¿Necesitas que te lea un cuento? De acuerdo, lo acepto —con una mano de sus manos, domeñó hacia atrás su opulento pelo negro.

Pequeños zapatos rechinaban contra la madera vieja y dirigiéndose a una salida inevitable.

—¿Con qué debería empezar? ¿una cuna? ¿una canción de amor?

Y la puerta se fustigó con fuerza, dejando a Karamatsu hundirse en el silencio de su recamara.

Karamatsu miró hacia el umbral por dónde Ichimatsu había escapado, después, bajo la zona de sus labios una rápida sonrisa logró transfigurarse.

Sí, quizá todo había sido una pesadilla.

Notas de la autora

Hace mucho que había prometido escribir un fic largo de esta pareja, me decidí hacerlo, no obstante, fue muy difícil la decisión de que temática utilizaría, por lo que decidí por usar el cliché de los padrecitos y la religión 3 Espero les guste.

Sin más que agregar quiero agradecerles a todos aquellos que quieran darle una vueltecita a mi fic y en este momento me quieran dejar algún comentario, se agradece todo tipo de comentarios 3

¡Felices vísperas homosexuales a todos!

Peace and love.