Disclaimer: Todo lo que reconozcan le pertenece a J. K. Rowling
En un suspiro
La casa no es vieja, la casa es antigua, la casa es su casa. Una mansión destartalada con recovecos y salas obscuras, con muebles viejos de gusto recargado y libros, libros por todos lados, en las paredes, las sillas y las mesas; en pilas junto a las puertas, junto a los jarrones de flores marchitas que hace mucho tiempo murieron sin que nadie reparara en ellas.
Camina entre las pilas un niño vestido de azul y gris, con los cabellos lisos y el andar elegante, camina moviendo la cabeza de un lado a otro con la mirada infantil perdida. Un libro cae al suelo, el niño lo mira y se acerca, lleno de tierra, el libro desde el piso; lo observa.
El niño con una mueca pone un dedo sobre él, sabe que no debe tocar los libros, no todos los libros son buenos, algunos muerden o envenenan, otros hechizan y algunos más matan, su padre se lo ha dicho, los libros son peligrosos, pero se ha caído y debe levantarlo un libro nunca debe estar sólo en el piso, por más sucio que este.
Recorre con su dedo pequeño la tapa, el polvo se adhiere a él y deja entrever el rojo desvaído de la pasta, sonríe, el rojo le gusta. El rojo es el color de la sangre, el rojo lo mantiene vivo, aunque los hijos de otros digan que quieren sangre azul, a él le gusta el rojo que le corre por las venas.
Sonríe y lo toma entre sus manos delgadas, sopla sobre la pasta y lee "Navidades Pasadas" hace una mueca, navidad. Pero no parece ofensivo, es sólo un libro, un cuento, su madre se lo ha contado antes. Su padre dice que su madre delira, que ya no es la mujer que era, que se acaba, que muere.
Él le cree, pero no dice nada, con la manga de la túnica limpia por completo la pasta, su nombre aparece en letras doradas en la parte baja, ese libro no es suyo aunque tenga su nombre, debe ser de su padre, o su abuelo, o su bisabuelo o de algún hombre que haya tenido el mismo nombre antes que él.
Después de todo su familia no es vieja. Su familia es antigua. Acerca con cuidado el tomo a su pecho y siente el calor que emana el libro, le gusta, es como el chocolate caliente recorriendo su garganta y haciéndolo sentir calientito y confortable, decide llevar el libro a su madre, tal vez leerlo le haga bien, a ella siempre le gusto la Navidad.
Lo toma entre sus manitas y sale corriendo entre las pilas de libros y levanta polvo cuando salta sobre un sillón, no sonríe, no grita, no debe, no puede. Observa a su abuela en la cocina dando instrucciones y se para derechito, deja de correr, sube la cabeza y endereza la espalda, sus pasos se moderan y agarran un ritmo pausado y elegante, es todo un pequeño señor con un libro contra su pecho. Su abuela lo mira y lo ignora.
Sube uno a uno, los peldaños de la vieja escalera, la alfombra verde levanta pequeñas motas de polvo, hoy como muchas veces se pregunta si no será tanta tierra lo que mata a su madre, pero descarta la idea, es una bruja, un poco de tierra no mata a una bruja. Al llegar al rellano, se detiene a tomar aliento, la carrera le cobra factura y las escaleras también, no le gusta el ejercicio, no sabe porque corrió, un impulso, un impulso de un mago vulgar, sabe que no debe volver a hacerlo, no lo hará.
Esboza una media sonrisa, nunca una sonrisa completa, espalda firme, mirada elevada y sonrisas escondidas le dijo alguna vez su madre, y como el hijo que es la obedecerá siempre. Suspira y sigue avanzando hasta ese pasillo largo lleno de cuadros y ventanas, lleno de flores marchitas y pintura desconchada. Cuando aun era pequeñísimo e imprudente pregunto a su padre porque no pagan para que limpien la casa o se conseguían algún elfo, solo obtuvo silencio.
Al final se acostumbró, como se acostumbró también a tocar solo tres veces, tres ligeros golpes a la puerta de cedro de su madre para avisar que va a entrar, si no lo hacia sabia que su madre no le hablaría, por faltar a las normas de etiqueta. Abrió la puerta lentamente con la cabeza en alto y la espalda recta y el libro rojo y aterrado bajo el brazo.
Su padre estaba ahí observando el bosque por una ventana, le dirigió una mirada y se volvió de nuevo hacia la luz del atardecer. Su madre sonrió al verle, una sonrisa de porcelana, el pequeño se acercó hasta la cama y subió a ella para sentarse junto a su madre. Le dio el libro en silencio y su madre lo miro suspicaz. No pregunto de donde lo había sacado, su padre al escuchar el crujir de la tapa abrirse, se volvió.
Una sombra cruzo el rosto de su padre y un suspiro salió de los labios de su madre al leer en un susurro "Feliz Navidad..."
La muerte, es elegante y pulcra sí se hace bien, sólo los torpes y los incultos pueden decir que es abominable, sólo los débiles le temen y vomitan cobardía ante su presencia. Él lo sabe, él no la teme. Su padre pone una mano sobre su hombro húmedo, siente la presión de sus dedos y su aliento en su oído, "Somos noche"
Un accidente, pudo haber sido la causa que se estampara en el reporte del Ministerio, pero no, nadie acudió, se aviso, vino la comitiva; un cortejo corto y ataviado de negro y los restos de su madre fueron dejados en el lugar donde reposarían hasta hacerse polvo.
Su padre no pudo hacer nada, su padre le advirtió no todos los libros son buenos, algunos muerden o envenenan, otros hechizan y algunos más matan, su madre lo olvido.
No sonríe, no llora, no correr, Theodore se comporta.
Aun aprieta el tomo rojo contra se pecho, está cálido, más cálido que en ese momento que lo tomo del suelo, el libro tiene a su madre. Ya no reza "Navidades Pasadas" en la portada, sus letras han mutado "Feliz Navidad, Noche ..." se lee en letras doradas.
La nieve cae derritiéndose sobre sus hombros, pero el libro se equivoca, a no habrá más navidad, pero acierta, él es noche.
Nota: Noche y Nott un juego de palabras, después de todo en el diccionario dice que Nott es relacionado a la noche, o era en la Wikia.. bueno en algún lado lo leí.
