Para todas las personas que me tienen en alerta, siento decirles que éste no es un fic de Harry Potter, he decidido escribir mi primer fic de los juegos del hambre, como muchos ya sabrán adoro a Peeta y ésta historia la escribí pensando básicamente en él, ya vendrá Katniss a su encuentro.

Gracias a todos los lectores de los Juegos del Hambre por darme la oportunidad de compartir éste fic con ustedes.

Los personajes de la historia son creaciones de Susanne Collins, solo que yo los cambié un poquito.


Era el día de la cosecha, otro año más en donde el capitolio se lleva a otra chica y chico de la veta para divertirse con ellos y verlos matarse mutuamente. Peeta Mellark, un chico de 16 años, hijo del panadero, sabía que él como cualquier otro chico de entre 12 y 17 años, podría salir sorteado, pero ese no era su más grande temor, sino que aquella chica de su edad, Katniss Everdeen, lo fuera. Desde que la conoció en la escuela a la edad de 11 años, le pareció la niña más hermosa en todo el Distrito 12, pero jamás se atrevió a hablar con ella. Siempre la veía de lejos acompañada de su mejor amigo Gale, o de su hermanita Prim o su madre.

Cada año le pasaba lo mismo, sentir que el corazón le latía tan rápido al ver aquella mujer de cabello rosa sacar el nombre de la chica que sería el tributo durante ese año. Respiró profundo frente al espejo y se abrochó el último botón de su camisa que algún día fue blanca.

Al salir de su casa la vio caminar de la mano de su hermana, sabía que estaba preocupada por ella, era el primer año de Prim en la cosecha. Quería abrazarla y darle ánimo, decirle que no tenia de qué preocuparse, qué él iba a estar con ella siempre. Pero jamás tuvo el suficiente coraje para hacerlo y menos al ver que su amigo Gale corría detrás de ella y la abrazaba como él deseaba hacerlo.

Sacó de su bolsillo del pantalón la foto de la escuela del año pasado, donde estaba Katniss sonriendo a la cámara y él al otro extremo viéndola a ella.

-Estarás bien, Katniss – susurró a la foto y la volvió a guardar en su pantalón.

Esperó con paciencia a que llegaran todos los niños y jóvenes, como siempre, temerosos de ser nombrados por la misma mujer que cada año venía a leer el nombre de quien sería enviado a la muerte. Vio a lo lejos a Katniss que cuidaba a su hermanita Prim con la mirada y después volteaba hacia donde estaba él, pero no precisamente buscándolo, porque ni siquiera sabía que él existía, buscaba a su amigo Gale y le sonreía.

Effie Trinket, la mujer de cabello rosa, saludó a todos los presentes en la plaza del Distrito 12, dio su discurso y procedió a caminar hacia la urna de los nombres de las chicas. Peeta sentía como su corazón latía cada vez más fuerte, volteó a ver a Katniss que tenía la misma expresión que él, aunque estaba seguro que no era por ella, sino por su hermana.

-Rue Stenberg.

Tanto Peeta como Katniss pudieron continuar con su respiración normal. Peeta sonrió un poco y levantó la vista para ver quién era Rue. Se le deshizo el corazón al ver que era la amiga de Prim, aquella niña de 12 años, morena y cabello rizo, que siempre estaba con la hermana de Katniss.

Se hizo un silencio total en la plaza, solo se escuchaban los gritos de desesperación de la madre de la niña, sus hermanas y Prim. Effie la subió al estrado y continuó con lo indicado: el nombre del tributo varón.

Peeta se quedó más preocupado por Katniss, su hermana y la familia de Rue, que no puso atención a lo que pasaba, hasta que notó que todos voltearon a verlo.

-Peeta Mellark ¿Dónde estás, cariño? – volvió a nombrarlo Effie.

Levantó la mirada y comprendió lo que pasaba. Era él el tributo varón. Caminó lentamente hacia el estrado y volteó a ver a Katniss, ella lo miró por primera vez, o al menos Peeta eso pensaba. Muy dentro de él, eso lo hizo feliz, pero hubiera sido aun más feliz si hubiera sido en otras circunstancias.

Sentía que todo le daba vueltas, estar parado frente a todo el Distrito 12 siendo presentado como el tributo de los 74° juegos del hambre, era como una pesadilla hecha realidad.

Justo antes de entrar al palacio de justicia, donde se despediría de su familia, quiso hacerlo de Katniss, verla por última vez, pero ella corría a brazos de Gale, felices de que ninguno de los dos fueron los seleccionados.

Se despidió de sus padres y sus dos hermanos mayores, con quien no tenía mucha relación, con excepción de su padre, que era un hombre mayor y con una autoestima por los suelos, gracias a su madre. Sus hermanos trabajaban en la mina, cada uno tenía ya sus respectivas familias, fue por eso que ya no se frecuentaban tanto. Pero aun así, acudieron a despedirse de él y prometerle que lo apoyarían.

Una vez que estaban en el tren, rumbo al capitolio, Peeta y Rue se conocieron por primera vez. A Peeta le pareció una niña muy valiente para su edad, no había llorado y a pesar de que expresaba miedo en su cara, jamás se doblegó ante nada.

-Vaya, vaya – entró Haymitch tambaleándose de lado a lado del tren – mis nuevos alumnos – volteó a ver a Rue – odio cuando vienen niños – resopló.

-Tenemos que planear que estrategias…

-¿Estrategias? – Interrumpió Haymitch a Peeta - ¿Cuáles estrategias?

-Tú eres nuestro mentor, tienes que aconsejarnos, enseñarnos tácticas de supervivencia…

-Manténganse con vida – se encogió de hombros Haymitch sirviéndose otro trago – para que yo pueda ayudarlos necesito dinero, mucho dinero, patrocinadores y el Distrito 12 jamás lo ha tenido.

-¿Cómo ganaste tu? – preguntó Rue captando la atención de Haymitch.

-Con agallas, peleando, con ira, sin esperar ayuda de nadie.

-Mis hermanos, tengo amigos, estoy seguro que algo harán para conseguir dinero – dijo Peeta.

-El Distrito 12 nos apoyará – sonrió Rue.

-Mi primer consejo – dijo Haymitch, tanto Peeta como Rue se pusieron alertas – no se hagan muchas esperanzas.

Y sin más, salió del compartimento del tren tambaleándose al igual que como entró.

Durante las entrevistas y los entrenamientos, Cinna, su estilista, y Effie, se unieron al equipo de Haymitch, Peeta y Rue. Peeta notaba como Haymitch veía a Rue pensando que nadie lo estaba viendo, era una mezcla de tristeza y coraje. No entendía bien porque la veía así, a él se dedicaba a darle consejos cuando no estaba ebrio, como que en cierta manera tenia esperanza en él.

Una noche antes de empezar los juegos, Peeta subió a la azotea del edificio de entrenamientos, sacó la foto de Katniss porque pensó que tal vez esa sería la última vez que la vería aunque fuera en foto.

-Es la hermana de Prim.

-¿Qué haces aquí? – se sorprendió Peeta al ver a Rue parada atrás de él con una sonrisa burlona.

-Te gusta Katniss – Rue se sentó a un lado de él aun sonriendo - ¿Por qué no le pediste que sea tu novia?

-No creo que hubiera aceptado.

-¿Por qué? Eres muy guapo.

-Prim, por favor.

-Es la verdad, si tú me hubieras pedido que fuera tu novia, yo hubiera dicho que si de inmediato – Peeta sonrió negando con la cabeza – Prim la adora.

-Sí, se llevan muy bien.

-Katniss es una gran ayuda para su madre, ella es quien lleva la comida a su casa, sale a cazar al bosque – le dijo susurrándole, como contándole un secreto.

-¿Sola? – frunció el ceño Peeta.

-No, con Gale.

-Ah.

-No estés celoso, Katniss solo lo ve como un amigo.

-¿Cómo sabes?

-Porque Prim me lo dijo. Katniss no se quiere casar ni tener hijos, pero tal vez contigo si – le dijo Rue sonriendo.

-Rue, deja de burlarte.

-Cuando regreses al Distrito 12 como vencedor…

-¿Cómo puedes estar tan segura de que yo vaya a ganar?

-Porque tienes que hacerlo, por Katniss, tienes que regresar y casarte con ella.

-Eso no va a pasar, Haymitch ha dicho que es muy difícil sin dinero y patrocinadores.

-Mi mamá me dijo que haría colectas en la plaza para tener dinero, estoy segura que todos van a cooperar para salvarnos – le dijo Rue con brillo en los ojos.

-Rue ¿ya viste a los tributos profesionales? – Rue se encogió de hombros no dándole importancia – los regalos en la arena son carísimos.

-Pero al menos para un pan si alcanza – Peeta soltó una risa al ver que Rue jamás se daría por vencida.

-Me gustaría tener esa esperanza que tú tienes al regresar a la veta.

-Yo no digo que yo vaya a regresar – Peeta frunció el ceño – vas a ser tu quien regrese.

-No voy a permitir que te pase nada malo.

-Lo sé, por eso me quiero casar contigo.

-Rue, contigo no se puede – Peeta abrazó a Rue por el hombro y le dio un beso en la frente.

-Prométeme que ganarás los juegos, Peeta – le dijo Rue viendo hacia la plaza del Capitolio, donde muchos bebían felices de que al día siguiente iniciaran los juegos.

-Te lo prometo.

-Y que te casarás con Katniss.

-Eso no depende de mí.

-Cierto – Rue se quedó callada unos segundos – bueno, entonces prométeme que tendrán muchos hijos.

-De acuerdo – le dijo Peeta sonriendo - ¿seis?

-No, unos siete.

-Me gustan los números pares.

-Bueno, entonces ocho.

-Decidido.

Durante toda la noche estuvieron bromeando sobre cómo sería la vida de Peeta cuando se casara con Katniss. Rue le contó muchas cosas de ella que Peeta desconocía, como: que odiaba al gato de Prim, que fue Katniss quien le regaló la cabra a su hermana, cómo murió su padre en la mina, la relación que llevaba con su madre después de aquel accidente de su padre, etc. Fue así como decidieron pasar la última noche, hablando de todo menos de los juegos.

Haymitch le dio los últimos consejos a Peeta y a Rue y se despidió de ellos, así como Cinna y Effie, quienes habían congeniado muy bien con ellos.

En la arena, durante unos días Peeta no supo nada de Rue, habían corrido por caminos separados en el bosque. Sabía que seguía con vida porque no había aparecido su foto en el cielo falso lleno de estrellas por la noche, pero cada vez que sonaba un cañón, rezaba porque no fuera ella.

Durante esos días no había recibido ningún paracaídas de Haymitch, Rue lo había convencido de que el Distrito 12 los iba a apoyar, así que supuso que tal vez Haymitch le haya enviado algo a ella al verla peor que él. Tenía sed y hambre, pero al menos no estaba herido.

Caminando por el río, después de que los tributos profesionales se alejaran hacia la cornucopia, Peeta escucho un quejido de dolor. Al comienzo se puso alerta y desconfiado, pero al notar que era un quejido muy suave, se fue acercando hacia atrás de unos árboles.

-Peeta.

-Rue.

Rue se encontraba en un pozo sumamente herida, había caído en una trampa que había diseñado el capitolio. No había salida, pero aun así Peeta se dejó caer para salvarla.

-Rue, aguanta, vas a estar bien.

-Vete, aquí hay insectos venenosos.

-No te voy a dejar.

Peeta se las ingenió con ramas y unas cuerdas que tenia para sacar a Rue del pozo. Con mucho esfuerzo y varias horas, logró sacarla sumamente herida.

-No te preocupes, ahora Haymitch nos va a enviar un antídoto para el veneno.

-Llevo dos días ahí – dijo Rue muy despacio, Peeta solo trago saliva nervioso – tengo sed.

-Yo también, pero el agua del río está contaminada, no podemos tomarla.

Peeta levantaba la vista hacia las cámaras esperando una respuesta de Haymitch, pero pasaban las horas y no llegaba. Rue ardía en fiebre y empezaba a delirar, cosa que ponía a Peeta aun más desesperado.

-No me dejes, Rue – le rogaba Peeta cargando entre sus manos a Rue que estaba casi inconsciente - ¡Haymitch, utiliza el dinero del Distrito 12 para Rue! – Le gritaba a las cámaras - ¡Hagan algo! Rue, despierta – Peeta movía a la niña para que despertara empezando a llorar - ¡Distrito 12, se está muriendo! ¡Hagan algo!

-Peeta.

-Vas a estar bien, Rue, no tardan en enviar el paracaídas ¿recuerdas que me dijiste que tu mamá haría una colecta en la plaza? Seguro que Haymitch ya la está recibiendo y comprando tu medicina, solo aguanta un poco más.

-Peeta, lo prometiste – le dijo Rue en un susurro – me prometiste que ganarías.

-No te rindas, vas a estar bien.

-Lo prometiste, Peeta – Rue, con las pocas fuerzas que le quedaban, apretó el brazo de Peeta – tienes que ganar. Prométeme que lucharas como dijo Haymitch que lo había hecho él.

-Nos van a ayudar, Rue.

-No, ya es muy tarde, tienes que pelear, tienes que ganar – Peeta se le quedo viendo aterrado – prométeme que regresaras sano y salvo al Distrito 12.

-Te lo prometo.

Rue, con una sonrisa, cerró sus ojos, suspiró y se relajó lentamente. Peeta la abrazó hasta que vio la mano de la niña caer a su lado. Sin dejar de llorar, le dio un beso en la frente y la acostó en el piso. Cortó flores y las colocó alrededor de ella, en su cabello y le hizo un pequeño ramo para ponerlo en sus manos, era como decorar un bello pastel en la panadería.

-Te lo prometo, Rue.

Volteó hacia las cámaras con el ceño fruncido, lleno de coraje por no recibir a tiempo la medicina para salvar a esa pequeña indefensa niña. Sintió como algo dentro de él se rompía, y provocaba que rápidamente la ira llenara todo su cuerpo. Era algo que no podía evitar, sentía odio hacia todo, incluso hacia sí mismo por no haber llegado antes para salvar a Rue y así evitar que sufriera tantas picaduras de insectos venenosos. Y ni que decir del Distrito 12, de Haymitch, ellos pudieron salvarla, Rue había pasado dos días en aquel pozo y nadie había hecho nada. Odiaba a todos.

Sin una pizca de compasión, mató a cada uno de los tributos restantes. Pasó hambre, sed, frio y sufrió un sinfín de heridas, pero eso no lo detuvo. Había hecho una promesa y tenía que cumplirla.

Cuando todo terminó, cuando por fin pudo derrotar al último tributo profesional, se dejó caer lanzando aquella espada que había sido su compañera hasta el final. Solo fue consciente de que algo volaba por encima de él y ya no supo nada más.

Cuando despertó estaba en un cuarto completamente blanco, acostado sobre una camilla cómoda y suave. Se movió un poco y de inmediato Haymitch apareció frente a él.

-No te muevas, tienes heridas en las piernas, tuvieron que operarte para que no perdieras una.

-¿Cuánto tiempo llevo aquí?

-Una semana. El capitolio ya estaba preocupado porque no despertara su nuevo vencedor – sonrió Haymitch de lado.

Peeta se tomó la cabeza notando que llevaba una venda alrededor de ésta y volteó hacia la mesa que estaba al final del cuarto.

-Effie las cambia a diario – le dijo Haymitch apuntando hacia las flores que se encontraban en la pequeña mesa al final del cuarto – ella y Cinna vienen a verte todos los días.

-¿Y mi familia?

-No sé – dijo Haymitch bajando la mirada – Effie dijo que mandaría por ellos pero al parecer no podían dejar a sus familias y sus trabajos, además tu padre esta delicado de salud.

-¿Por qué no salvaste a Rue?

-Peeta…

-Debiste salvarla, era una niña, tu deber era salvarla y…

-No tenía dinero.

-El Distrito 12…

-El Distrito 12 no envió nada. Cuando vi que Rue cayó al pozo, le hablé al alcalde y me dijo que nadie… nadie quiso cooperar con la mamá de Rue, nadie tuvo fe en que alguno de ustedes pudiera salvarse.

-Mis hermanos…

-Peeta… nadie.

Peeta parpadeó un par de veces sin poder creerlo, los habían dejado solos, nadie había hecho ni el más mínimo esfuerzo por enviarles algo. Nadie había tenido fe ni en él, ni en Rue. Los habían dado por muertos incluso desde antes de entrar a la arena.

-Cuando quedaste en los cuatro finalistas, pude conseguir uno que otro patrocinador y lo que te envié fue lo más económico que pude comprar.

-Me sirvió de mucho el agua que me enviaste.

-Todos apostaban por Cato.

-Lo sé.

Un par de tacones en el pasillo exterior hicieron que voltearan hacia la puerta. Effie entró con una sonrisa radiante al ver a Peeta despierto, seguida de Cinna.

-Por fin despertaste – dijo emocionada Effie.

-Peeta, que alegría – lo abrazó Cinna - ¿Cómo te sientes?

-Cansado.

-Pues tendrás que recuperarte rápido porque nos espera un sinfín de festejos ¡Eres el vencedor de los 74° juegos del hambre!

-Effie dale un respiro, acaba de despertar.

-Estoy feliz de tener aquí conmigo a los dos únicos vencedores del Distrito 12 – abrazó Effie a un mal humorado Haymitch.

Tal como le había dicho Effie, Peeta tuvo muchos compromisos a los cuales asistir, ni Cinna, ni Haymitch, ni mucho menos, Effie, se separaron de él, eran como los cuatro mosqueteros, aunque la única que sonreía era Effie.

Cuando llegaron al Distrito 12, todos esperaban a su vencedor, sabían que recibirían comida por el simple hecho de que Peeta fuera ganador de los juegos y querían agradecerle por eso. Pero Peeta fue frío con todos, jamás sonrió, al contrario, los veía con odio. Quería gritarles, reclamarles porque no hicieron nada por él ni por Rue cuando más los necesitaban, sin embargo, ahí estaban con su sonrisa, contentos de que Peeta haya sido el vencedor.

-Sonríe, Peeta – le dijo Effie – es tu Distrito.

-No tengo porque sonreírles, yo soy el vencedor porque luche solo, sin la ayuda de todos ellos, así que no tengo nada que deberles – le dijo lleno de rabia - ¿ya terminamos?

-El alcalde va a dar una cena en tu honor.

-De acuerdo, pero terminando quiero que todos me dejen en paz.

Al día siguiente, Peeta se levantó muy temprano, las pesadillas cada vez eran más constantes y se despertaba gritando y completamente sudado. Después de ver a su padre y rechazado cualquier tipo de felicitación y muestra de cariño por parte de su madre y hermanos, se fue a su casa en la aldea de los vencedores. Era lo único que le agradecía al Capitolio, y no precisamente aquella casa hermosa, sino que estaba alejada de todos los habitantes del Distrito, su único vecino era Haymitch, pero pasaba gran parte del día tomando o dormido.

Durante su estancia en el Capitolio, después de ganar los juegos, se había comprado pinceles y lienzos para pintar cuadros. Sentía que eso lo iba a ayudar para relajarse y no pensar en el pasado.

Tomó su primer pincel sin poder pintar nada, recordaba a Rue. Dejó el pincel y se fue al cementerio donde le había dicho Haymitch que enterraban a todos los tributos que habían muerto en juegos anteriores.

Cortó flores de su jardín, que sin duda era hermoso, y se dedicó a decorar la tumba de Rue, tal y como lo había hecho cuando murió. Se sentó en el césped en silencio hasta que escuchó pasos acercándose. Volteó para ver quién era y sintió como su corazón empezaba a palpitar emocionado.

-Hola – dijo Prim con un ramito de flores algo marchitadas.

Peeta solo tenía ojos para Katniss, no la había visto desde el día de la cosecha, desde el día en que él se iba a los juegos y ella a los brazos de Gale con una sonrisa. De la emoción paso al coraje, a la rabia.

-Adornaste muy bonito – continuó Prim sonriéndole.

-Era lo mínimo que podía hacer ¿no creen? ¿O acaso ustedes hicieron algo más? – les reclamó.

-No tienes porque hablarle así a mi hermana – le dijo Katniss frunciendo el ceño molesta.

-Es la verdad. Era tu amiga ¿no? – Prim asintió llenándose los ojos de lágrimas - ¿y dónde estaba su amiga cuando cayó al pozo?

-Nosotros no pudimos hacer nada – le dijo Katniss.

-Claro, salir a cazar con tu amigo Gale era más importante – Katniss abrió los ojos sorprendida de que él supiera eso – pero qué bueno que ahora le traen esas hermosas flores – Prim abrazó sus flores, sabía que no se comparaban con las que le había puesto Peeta.

-Mi hermana compró esas flores vendiendo queso de su cabra.

-Ese dinero hubiera sido más efectivo cuando ella estaba viva y no muerta. Hipócritas.

Sin más, Peeta se alejó dejando a las dos hermanas confundidas y molestas por la actitud de su nuevo vencedor.

Llegó a su casa y aventó la puerta ¿Qué había hecho? ¿Qué le pasaba? Tanto tiempo que anhelaba hablar con Katniss, las muchas noches en que soñaba como sería su primer encuentro, lo que le diría, lo feliz que se sentiría. En cambio, fue más grande su coraje, esa rabia que lo dominaba desde el día en que había muerto Rue, y que se había hecho más grande cuando Haymitch, le dijo que nadie del Distrito 12 había hecho algo por ayudarlos. No quería hablar con nadie porque sentía que quería herirlos, hacerlos sufrir como él lo estaba haciendo. Ahora entendía a Haymitch, el porqué vivía solo y casi no salía de su casa. Tal vez eso debería hacer él también.