¡Hola! Siento el retraso u.u.

Aquí dejo dos one-shot como regalo de navidad (si, muyyy atrasada yoXD) para dos amigas muy especiales. Este va dedicado a Dani-chan. n.n. Espero le guste n.n.


One-shot:Dulce navidad, Ryoma.

autora:Chia-uchia o pervert-chan.

El frio viento golpeó contra su garganta, la cual se vió obligado a cubrir con el cuello de su chaqueta. Pestañeó, sintiendo el frio en sus ojos dorados y una rojiza mano, helada por el frio, cubrió sus mechones verdosos con un simple gesto. No podía creerse que realmente se encontrara en aquel lugar, enguantado en su traje de armani y cubierto por una simple capa. Navidad. Definitivamente podría llegar a odiarla. Sin embargo, existía una razón clara para que él se encontrara ahí.

-¡Ryoma!

La voz jadeante de una mujer llegó hasta sus oidos, suave y algo temblorosa. Miró el reloj sobre aquella pantalla enorme de felicitación de el recien cumplido día de navidad, o mejor dicho, noche. Las doce y media. Llegaba con media hora de tardanza. Si no la hubiera conocido, se habría enfadado realmente, pero era tan común esa falta en ella.

-Llego tarde, perdona-. Se disculpó la chica.

-No importa.

Dejó que se colgara de su brazo y en silencio, caminaron entre las calles. La gente pasaba a su al rededor, mayormente parejas, sonrientes, besándose. Aquello provocó cierta rojez en las mejillas femeninas, escondiendo su rostro en el fuerte brazo masculino. Aquel horrible traje picaba en su cuerpo, no es que fuera alérgico, es que lo odiaba. Pero por ella, no le importaba.

Hacía mucho tiempo que se conocían, desde los doce años. Eran unos crios. Él, la verdad, no se dió cuenta de la existencia que podía ejercer una fémina en su vida, las cosas que cambiaba en su mundo. Especialmente, ella. Sakuno Ryuzaki. Era la única mujer que le espero, que le siguió hasta el final. Sin preguntar. ¿Cuántas veces lloraría por él? Seguramente demasiadas. Pero ahora, se esforzarla por hacerla llorar, de felicidad, claro.

No lograba entenderlo. Él, que era serio, cortante, liberal, ahora estaba atado. Sonreía cuando miraba aquellos ojos. Su corazón latía de sobremanera cuando estaba con ella, más que cuando jugaba un partido de tenis. Sin embargo, en sus cinco años de noviazgo, Sakuno parecía estar esperando algo de él. ¿Qué podría ser¿Qué deseaba que le entregara?

-Ryoma-. Llamó cansada la voz de la jovencita.

-Dime-. Dijo volviéndose hacia ella sorprendido. Era tan fácil perderse en recuerdos-. ¿Qué?

-¿Qué vamos a... hacer...?-. Preguntó en un tartamudeo-. Este... lugar...

Alzó su cabeza. Sus ojos dorados brillaron en sorpresa. Sin darse cuenta y guiados por las grandes luces de navidad, terminaron en una zona bastante conocida por muchas de las parejas.

-Hote...-. Comenzó ella.

-Hoteles de amor...-. Terminó irónico. Tragó saliva, mirándola de reojo-. ¿Quieres...?

-¿Tu?-. Preguntó a respuesta.

Volteó el rostro, serio. Ella se aferró con fuerza a su brazo y estiró de su cuerpo, adentrándose con firmeza a uno de ellos. Asombrado, vió como ella misma pagó la habitación y cuando pestañeó, despertando, ya se encontraba en la habitación, como un pasmarote. Mientras, ella dejaba sobre una de las sillas cercanas su abrigo, permitiéndole ver claramente aquel escotado vestido, de espalda y busto. Se frotó los verdosos cabellos, incrédulo. No habían estado juntos en la misma fiesta de navidad y ahora, maldecía a aquel vestido por ser demasiado provocador y a su estupidez por no estar con ella. Aunque claro, seguian siendo novios informarles... No podía presentarse en ciertos sitios sin más. Y ahora, sentía deseos de estrangular a todo aquel que la hubiera visto con aquel excitante atuendo.

Miró a su al rededor. La habitación era de lo más sencilla. Sin embargo, parecía acogedora, o eso estaría pensando el tenista, si no fuerza por la curvatura de aquella desnudez de espalda. ¡Demonios! Nunca se había sentido más atraido que ahora. Y no se refería al amor. Sí, la amaba, pero hasta ahora, no se había atrevido a tocarla. Esa, seguramente, era la parte que desencajaba en todo ese tiempo. Había escuchado conversaciones envidiosas hacia ellos. De lo buena pareja que hacían y la suerte que tenían ambos. Especialmente, muchos de los hombres le envidiaban por algo conocido entre ellos: "La suerte de tirarse a una mujer tan... ¿Potente? ". Sin embargo, "aquello" no había sido ejercido.

No es que la chica no le despertara esos sentimientos, no. Es que se controlaba. Millones de veces había soñado que entre ellos había algo más que simples besos, despertando empapado en hormonas frustadas. Pero se prometió a sí mismo que no volvería a hacerle daño. ¿Volver? Sí. Lo recordaba como si fuera ayer. El tenis. Era su mayor afición, Hobby e incluso trabajo. Le gustaba de sobremanera y por ello, tuvo que estar fuera demasiado tiempo. Ella lloró, se enfadó terriblemente, incluso llegó a golpearle. Fue la primera vez que logró descubrir que Sakuno Ryuzaki tenía más caracter de el que parecía, especialmente, si tocabas a alguien que le importaba.

-¿Ryoma?-. Pregunto, al parecer, por tercera vez la castaña.

Se apartó, chocando aún más su espalda contra la puerta de madera. Rozando esta con sus uñas. Era peligrosa su inocencia. Le miraba asustada, con su rojiza boca entre abierta, con aquel "canal" tan pronunciado, siguiendo hasta sus finas caderas y terminando por enseñar una de las suaves piernas. El perfume llegó hasta él, embriagándolo aún más, atontando cada célula de su cuerpo, obligándole a ladear la cabeza en negación. Sintió las finas malos colocarse sobre su brazo izquierdo, reteniéndole.

-¿Te encuentras bien?-. Pregunto preocupada.

-Sí-. Respondió seco.

Ella suspiró, rozando con su aliento su mejilla izquierda. La miró, serio.

-Sakuno-. Murmuró en un susurró-. Debería irme.

Sorpresa. Eso fue lo que marcó el rostro de la chica, que se apartó varios pasos, incrédula, negando con la cabeza.

-Me lo temía-. Murmuró esta vez la voz femenina-. Sabía que algo fallaba. No te atraigo.

La miró incrédulo. Ella volteó, caminando sobre sí misma, dando vueltas en un mismo punto. Pestañeó, confuso, hasta que finalmente reaccionó. ¿Qué no le atraía¡Por dios¡Qué le dispararan en ese momento si realmente no le atraía¡Se moría de ganas por lanzarse!

-Si ya decía yo que ni con este vestido te atraería-. Bufó la muchacha sentándose pesadamente sobre la cama-. No ha servido de nada ir a mi casa y cambiarme.

-¿Cómo?-. Preguntó confuso.

Ella le miró sin comprender, pestañeando confusa y señalando su ropa con ambas manos. Los dorados ojos perfilaron la sensual figura.

-He llegado tarde porque... bueno... me he ido a cambiar de ropa para... ti...

-¿Para mi?

-Sí...

Se frotó el rostro, caminando hasta ella y dejándose caer a su lado. Aquel abrigo era realmente molesto, seguido de la chaqueta de el traje. Tosió, llamando así la atención de la muchacha, la cual volvió a crear su pestañeo de confusión.

-Ryoma, estás acalorado-. Indicó-. Quítate la ropa... ¡Quiero decir¡La chaqueta!

Sonrió, agradecido por primera vez a aquellos tartamudeos. Tomó sensualmente el mentón de el sonrojado rostro. Sin permitir que su sonrisa escapara de sus labios, la acercó.

-Sé lo que querías decir-. terminó apoderándose de los labios a su merced.

Sakuno se aferró a la colcha con su mano izquierda y la diestra, en su pesado abrigo. Demasiado pesado para lo que tenía que llegar. Con paciencia, se lo quito, asombrándose al ser ayudado por ella. No solo el gran abrigo terminó sobre una de las grandes butacas, si no que su chaqueta igual. Observó las caderas femeninas, balanceándose en cada movimiento creado por la dueña al dejar correctamente ambas prendas. Arrancó el nudo de la cobarta, abriéndola con fuerza e hiriéndose el cuello al lanzarla contra otra silla cercana, abriendo de forma más cómoda el cuello de su camisa. Sakuno se volteó hacia él, bufando por dejar la corbata incorrectamente, sin embargo, sus brazo inquierdo se lo impidió. La aferró con fuerza de aquellas sensuales caderas, colocándola frente a él, entre sus piernas y mirándola atentamente.

Sin apartar los ambarines ojos de los carmesí, sus manos rodaron lentamente de su cintura por las suaves piernas. Las averturas de la falda, permitieron que sus dedos no tardaran en rozar aquellas piernas hasta las rodillas, por las cuales, volvió a subir, alzando la tela esta vez. Su boca, se acercó hasta el plano vientre, besándolo con delicadeza. Sintió los delgados brazos aferrarse a su cuello, apremiando a más besos en su vientre, deliszándose hasta el comienzo de su sexo, cubierto por tanta ropa aún. Sus dedos, rozaron la finura de aquellas braguitas y sonrió, al sentir como tembló tenuamente. La volteó, de forma en sorpresa para la chica, que exclamó asustada, pero rió, al sentir las cosquillas producidas por sus dedos, al intentar encontrar el cierre de la cremallera.

-Ryoma-. Le llamó entre risas-. Está aquí.

Extrañamente, el cierre se encontraba debajo de la axila izquierda. Gruñó. Era vergonzoso. Casi la arrancó al deslizarla y finalmente, alzó la tela. Sakuno rió, al dejarse caer sobre la cama. La observó atentamente.Jadeante por la risa, mirándole atentamente, pero sin poder borrar aquella rojez bajo sus ojos. Y sus labios rosados. Sonrió, altenero. Lentamente, desabrochó los botones de su camisa blanca, quitándola finalmente. Sakuno se alzó, acercándose a él. Le miró interrogativa, extendiendo su mano izquierda en señal de querer tocarle.

Afirmó con la cabeza, estirando de aquella mano y colocándola sobre su formado vientre. La otra, se colocó por mera inercia propia, palpando sus pectorales y fuertes brazos. Cerró los dorados ojos, suspirando, para mirarla. Extasiada en su rostro. Sonrió. Creándose un camino con sus propios brazos, buscando aquella rosada boca, encontrándola a su merced. Degustó un tierno beso, que creó más fogoso al sentir los labios entre abierto. No podía detenerse. Necesitaba más. Su lengua invadió aquella cavidad con extraño deseo, recalcando cada lugar accesible y placentero. Se extremeció ante la respuesta.

Tumbó el cuerpo femenino, colocándose sobre él sin fuerza. Ambas manos a cada lado de los hombros femeninos y sus piernas, a cada lado de las caderas. Si Sakuno alzara las rodillas, podría jurar que quedaría capado para toda su vida. Pero no tenía tiempo para pensar en algo como eso. Tenía "cosas" mejores en mente.

Sentía las manos femeninas en sus caderas, bajo la camisa arrugada y entre abierta. Los delgados dedos comenzaron a buscar rincones en su espalda, apremiándole a acercarse más. Su plano y fuerte pecho, sintió dos formas redondas y suaves chocar, en un claro sentimiento agradable. Sonrió sobre la boca femenina.

-¿De qué.. te ries?-. Preguntó ella sonrojada.

-Betsuni-. Respondió.

Mordió, juguetonamente el labio inferior femenino, obligando que se tensara en una sonrisa. Le encantaba verla sonreir. Su mano izquierda, bordeó aquellos atrayentes labios, formando sus curvas. Sakuno los entreabrio, cerrando los ojos, dejándose llevar por aquel gesto. Los dedos crearon un delicioso camino lleno de cosquillas excitantes, desde estos, hasta su mentón, deslizándose por su cuello. En completo silencio, las orbes castañas se clavaron en los dorados, preocupados en seguir el camino que marcaba sus dedos. Finalmente, llegó hasta la clavícula, deslizándose más, hasta llegar a la cinta rosada de aquel sujetador de encaje, que más que esconder, sugería demasiado. Su mano izquierda, siguió el mismo camino, bajando la otra. Dos rosadas aureolas comenzaron a quedar ante su visión.

Sin poderlo remediar, lamió sus labios sensualmente. No dejaría escapar el placer de probarlos. Y no se contuvo. Los dedos de la mano izquierda de la joven, se enredaron en sus cabellos, apremiándole a administrar atención a los deseosos senos. Sonrió. Pero no tardó en degustar el sabor de aquella piel. ¡Demonios¡No tardó en engancharle! Aquellas perlas rosadas no tardaron en responder a sus besos, a los juegos de su lengua y sus dientes. Rió. Ella también. Se detuvo, mirándola.

-¿Qué ocurre?-. Preguntó ella extrañada-. Ryoma...-. Susurró en su oido-. Sigue, por favor.

Bien. Algo que deseaba oir y surgió solo con detenerse. Aunque no lo dijera, no quería herirla. Por supuesto, estaba claro que Sakuno no esperaría recibir preguntas tiernas, ni palabras de amor. Continuaba siendo Ryoma Echizen hasta en la cama. De nuevo, abordó aquellos erectos pezones, en repuesta de el gran placer que sentían. Su mano izquierda, esta vez, surcó una de las largas piernas, estremeciendo aquella piel. Sus dedos llegaron hasta las finas braguitas, de nuevo, sintiendo aquellas finas tiras, deslizándola lentamente y permitiendo que sus dedos se adentraran en aquella zona. Sakuno dió un respingo.

-¿Qué?-. Preguntó apartándose.

-Nada... me sorprendí-. Confesó en un sonrojo-. Solo... eso.

-Hm...-. Sonrió. Extrañamente amable-. Sigamos.

-Yo...-. Interrumpió deteniéndole por los hombros-. Seguramente... te sentiré al completo... ¿verdad?-. Él afirmó-. Y tu... ¿a mí?-. De nuevo una afirmación. Esta vez, sonrió ella-. Sé que no me explicarás nada. Que ni siquiera en este momento serás capaz de decir algo. Tu orgullo supera las barreras de la vergüenza, pero, yo sí quiero decirte algo-. Tragó saliva, besándole tiernamente-. Puedo leerte por completo. Cada gesto, cada beso, cada caricia, cada mirada... Tu cuerpo expone más de lo que los demás creen y...-. Jugó con uno de sus dedos sobre el masculino torso-. Me encanta que solo me lo muestres a mi.

Sonrió orgulloso. No podía evitarlo. Definitivamente, ella era la única mujer en el mundo que reconocería cualquiera de sus miradas, gestos, o lo que hiciera. Y por ello, para agradecerle tanto, tan solo se le ocurría una forma mejor que dárselo a entender. Con su cuerpo.

Alzó su torso, quitando aquella, ya, molesta camisa y tirándolo sobre el mueble cercano. Sakuno gimió en protesta, pero era fácil disuadirla de su placer por el orden. Su boca se encargaría de ello. Abordó de nuevo aquellas excitadas aureolas, jugando con ambos pulgares sobre ella, mientras su lengua degustaba aquella boca de gusto a champán. Sonrió sobre esta. Seguramente, estaría borracho. Borracho de sus labios.

Ahogó los gemidos femeninos en su boca y lentamente, sin el menor de los esfuerzos, buscó un rincón entre las caderas femeninas. Su pelvis y la contraria no tardaron en encontrarse.

-¡Ah!-. Exclamó ella aferrándose con fuerza de sus hombros.

¿Acaso creía que él también estaba impune¡Por dios¡Eso nunca! No era un pervertido. No pensaba en esas cosas siempre, pero cuando llegaba el momento, claro que sentía. No era una máquina. Su miembro había reaccionado al calor corporal de ambos, al olor, sabor y tacto de la joven. Y aquel roce no sería para menos.

Arrancó el sujetador, tirándolo junto a la camisa. Ya no sería un estorbo inútil. Sus labios ocuparon ahora aquellas dos montañas erógenas, pasando hambriento de una a otra. Sus manos volvieron a crear caricias hasta las caderas y alzándose, permitiéndole juntar sus piernas, retiró finalmente la última prenda. Y se permitió observarla.

Jadeante. Su pecho se alzaba, creando movimientos suaves en sus senos erectos, aplástándolos y volviéndolos más sinuosos. Su boca, rojiza de tantos besos, entreabierta, expectante. Sus rojizos ojos, entrecerrados y brillosos. Con las manos a cada lado de su cuerpo, una alzada en la cabeza y la contraria, cerca de su cadera izquierda. Su vientre, con pequeñas arruguitas de lo conocido como "chicha", hacían ganas de morderlas. Aquella pequeña mata de cabellos castaños cubriendo el lugar más excitante de todo aquel cuerpo. Y las piernas, largas y suaves.

Se mordió el labio inferior. Sin aviso, sin necesidad de pedir permiso, llevó sus dedos hasta la zona más íntima de una mujer. Sonrió. Orgullo, altanero. Estaba claramente excitada. Sin dejar de sonreir, acarició lentamente, creando pequeños círculos.

"El botón más erógeno de las mujeres es difícil de encontrar.

Yo tardé lo mio en encontrar el de Ann".

El pobre Momoshiro...

Sakuno se arqueó. Llevó sus manos hasta su boca, mordiendo sus dedos, los cuales fueron arrebatados por él, sin cesar aquella fricción tan deliciosa, repletas de sonidos sensuales y excitantes. La castaña le miró, entre reproche y una nube de placer que quería culminar, más esta no llegó.

-Ry... Ryo...

-Shu-. Susurró seco.

Llevó su mano hasta sus labios, lamiendo la creación de sus caricias, mientras la contraria, se entretuvo en abrir la hebilla de su cinturón, seguido de la cremallera y botón. Sin dejarla mover, besándola, quitó la ropa. Los boxers dejaban ver notoriamente su excitación y embriagado, llevó una de las manos femeninas hasta él, obligandola a sentirle y cerrando los ojos al sentir aquellos largos dedos. Aferrando la nuca con su otra mano, la besó, gimiendo sobre sus labios.

Y logró lo que deseaba.

Sakuno descendió los boxers, deseosa, demandante, besándole, entregándose en una batalla campal con su lengua. Sus rojizos ojos parecían batallar en querer desviar la mirada hasta esa nueva zona masculina, pero se negaban en la verguenza. Sonrió, malicioso. La tomó con delicadeza de las mejillas, depositando un tierno beso en sus labios y acomodando de nuevo su cuerpo entre las femeninas piernas. Aquel rincón sería su lugar de placer total. Y ya había comenzado.

En lentos movimientos, aumentando la ansiedad de ambos, su miembro jugó con el expectante sexo femenino, cual dueña terminó por gruñir al sentir un leve movimiento que creaba la penetración. Él sonrió. Definitivamente, le deseaba. Guiándolo con su mano diestra, la punta se adentró en aquella húmedad cavidad y sin más, embistió. Un grito de sorpresa escapó de el jadeante cuerpo femenino, deteniéndose, permitiéndole recuperarse, mientras que su miembro se acoplaba a las suaves paredes interiores, estrujándolo con densidad justa, y, placentera.

-Ah... espera-. Rogó ella aferrándole con las manos sus brazos-. Despacio... por favor...

La miró algo molesto. No era por tener que detenerse, ni mucho menos. ¡Es que él se estaba matando por hacerla feliz! Y no era fácil... Escondió su rostro en el cuello femenino, esperando pacientemente, lo más que podía, el permiso de la chica. Cerró y abrió los ojos.

"Según dicen, muchas mujeres pierden su virginidad la primera vez que tienen sexo.

No hay que hacerles daño".

Vendito profesor de sexualidad por aparecer en ese momento.

Sintió como la castaña se movía debajo de su cuerpo y apresaba sus caderas con ambas piernas, besándole la mejilla. La miró.

-Está bien... Ryoma-. Apremió con una dulce sonrisa-. No... no te detengas más.

Recibido y cumplido. Apremiado por las largas piernas, creo leves embestidas, besando con ternura el rostro femenino, los labios que se entreabrian expectantes de placer. Los rojizos ojos no se perdían ni un solo detalle de su rostro y sonreía cuando sus miradas se encontraban, perdiéndose en ella.

-Hm...-. Gimió.

Apresó ambas piernas con su manos, liberando su cintura. Ahora, ya no podía ir lento y tranquilamente. Necesitaba más. Y ella también.

-Ryoma... más..-. Rogó entreabriendo la boca-. Por favor...

Y él tenía que obedecer. Seguramente, fuera haría un frio interminable, las luces de navidad brillarían incesantemente y las personas, estarían totalmente hébrias de alcohol para soportar el ritmo de su acompañante, sin embargo, él podría jurar que estaba en el momento exacto y perfecto. Dando placer a la persona que amaba y recibiendo por igual. No es de extrañar, que de tanto, ambos compartieran la explosión de calidez.

Jadeante, se dejó caer a su lado.

-Ry... Ryoma-. Llamó entre suspiros la chica. Él la miró atentamente-. Esto... si es una dulce navidad.

Acarició sus verdosos cabellos, encontrando un hueco entre sus fuertes brazos. Completamente desnudos, sobre la colcha de aquella cama de matrimonio, con la única luz dada por el letrero de "merry christmas" de el hotel y de fondo los sonidos de los coches, tan solo una voz rompió aquello. Una voz jadeante, sastifecha.

-Sí, una dulce navidad, Sakuno.


Notas autora:

Pues espero le gustara n.n.

No tengo mucho más que decir, nada más que no vemos en el otroxD.

Chia:4-1-08