Si acostumbras a echarle sal a la comida, lee este fic con Moonlight sonata de fondo (.com/watch?v=vQVeaIHWWck). Si esas cosas te dan igual, adelante. No es lo mismo, pero igual de digerible.
DE TODO LO APOLÍNEO Y DIONISIACO
A veces, Lily lo observaba en la biblioteca. En un rincón apartado, al lado de una ventana. Como si procurara pasar desapercibido, pero aún así no quisiera perderse nada de lo que había ahí afuera. Lo veía pasar las páginas de los libros con tranquilidad, sin que nada lo perturbara. Completamente iluminado por la luz del sol, siempre con esa mesura ética, esa belleza que podría llegar a ser andrógina si no fuera por las cicatrices y los moratones.
Un día, comenzaron a hablar. A Lily le atraía esa fuerza, ese pluralidad que había en cada gesto, cada palabra no formulada. Racional, científico, lógico.
Entonces, empezó a descubrir más sobre él.
Halló
cosas que hacían que esa apariencia apolínea no desapareciese, pero
sí que quedara subyugada a un pobre segundo plano. De menor a mayor
importancia, habían tres:
La música, esencia verdadera de todas
las cosas. De entre todas las artes, la única capaz de abrirnos el
sentido más secreto de los acontecimientos del mundo. Y cuando
Beethoven se reencarnó en un Remus demolido por la sangre maldita
que recorría sus venas, a Lily no le hizo falta que le explicaran
nada más. Un aula vacía de estudios muggles con un piano,
desapariciones mensuales, ojeras en los ojos,
y claro de luna en la mirada.
Y esa, esa es la segunda cosa que transformaba a Remus. El caos, la desmesura. Los poderes de la naturaleza en pleno apogeo, lo instintivo, los sentimientos, el lobo.
Si a Lily le daba miedo, nunca lo dijo.
Pero
hubo una noche en la que definitivamente quedó de manifiesto esa
tercera fuerza que descontrola a Remus. Una noche en los jardines de
Hogwarts, celebrando cualquier vicisitud que mereciera la pena en un
tiempo que ya empezaba a ser oscuro y maquiavélico. Una noche de
mucho alcohol y demasiado humo, de espaldas sobre el césped, de pies
descalzos y corazones descubiertos.
Una noche en la que el tiempo
se contrajo, destruyendo todo lo finito y aparente. Una noche en la
que no brillaba ninguna estrella en el cielo, pero sí una en la
tierra. En la que el placer el y dolor se mezclaron en el cuerpo de
esa única estrella al sacar al lobo a mordiscos. Una noche en la que
Sirius brilló como nunca, entre los árboles y el lago, al amparo de
los muros del castillo.
Una noche, en la que todo lo dionisiaco ganó a lo apolíneo. En la que Remus fue Lupin, terriblemente caótico e indudablemente Lunático. En la que Sirius fue música y naturaleza a la vez.
Una noche en la que vivieron juntos, el pájaro y el pez.
