De confusiones y otras emociones.


La mayoría de los ambientes, nombres y personajes mencionados en la historia que suenen conocidos pertenecen a la grandiosa mente de JKR. El resto es de mi invención. Por favor, no copiar, adaptar, ni basarse en la historia sin mi permiso.

Disfruten.


Las cuatro mesas del Gran Comedor estaban llenas a más no poder. Tanto alumnos como profesores se encontraban presentes. Los alumnos se encontraban hablando amenamente con sus compañeros de Casa. En la mesa de Gryffindor podía notarse a simple vista un pequeño grupo reconocido por todos en el castillo, los cabellos pelirrojos, rubios o negros los delataban. La familia Weasley.

Rose estaba sirviéndose una porción de tarta de melaza, su favorita, a su derecha se encontraba su hermano Hugo discutiendo con su prima Lily, sentada frente a él. A su izquierda estaba Albus jugando distraídamente con una carta entre sus manos mientras oía la conversación entre sus amigos, añadiendo algún comentario cada tanto. Frente a ella estaba su prima Dominique, con el cabello rubio cenizo, rizado y suelto.

Aquella cena parecía ser como cualquier otra, cada tanto se producían miradas furtivas, amenazadoras y cargadas de odio infantil entre una Casa y otra. En especial, entre Gryffindor y Slytherin. A pesar de eso era una noche tranquila. Albus se mantenía con la carta entre sus manos aún sin siquiera mirar el nombre del remitente.

¿Tú qué opinas, Al? —cuestionó su prima, sacándolo de su ensimismamiento.

El pelinegro sólo se encogió de hombros y tomó un sorbo de jugo de calabaza que había en su vaso. Rose puso los ojos en blanco y siguió hablando con sus compañeros.

Mamá dijo que las cosas se estaban yendo de las manos en el Ministerio —comentó Hugo introduciéndose a la conversación tras haber sido ignorado por Lily—. En realidad estaba hablando con tía Ginny, pero había bajado a buscar comida, porque ustedes saben que siempre…

Sí, bien —lo interrumpió la menor de los Potter, haciendo una pequeña mueca al mover su brazo enyesado, para luego indagar más allá—. ¿Has… ya sabes… dijeron algo más?

El adolescente abrió la boca para seguir contando lo que había oído hacía algunos días, pero fue interrumpido por el sonido de las puertas abriéndose. El silencio llenó el lugar en menos de un segundo, ni un solo ruido se oía excepto por el ligero chirrido que producían las bisagras de las puertas, tan antiguas como el mismísimo castillo. En el umbral se observaba a un avejentado Filch y junto a él su inseparable e inmortal gata. Algunos, los que se encontraban más cerca, pudieron notar algunos cortes en el rostro del squib mientras se encaminaba hacia la mesa de los profesores. A mitad del camino se detuvo frente a la Directora McGonagall quien había ido a su encuentro.

La mujer llevaba el semblante tranquilo, sus ojos escondían las emociones de la antigua profesora tras una máscara de plena sobriedad casi irrompible. Casi.

Están en el castillo.

Septiembre de 2023.

Las clases ya habían comenzado hacía algunas semanas, el calor se iba desvaneciendo de manera gradual y casi imperceptible. Los alumnos ya se encontraban adaptados a los horarios habituales tras haber sido quebrantados durante el verano, tanto así como a los menores del colegio, los de primer año.

En las frías mazmorras se encontraba una joven de cabello castaño, piel blanquecina y grandes ojos azules. El asiento continuo era ocupado por un adolescente de cabello rubio y ojos de un azul casi celeste y piel ligeramente más tostada que la de su compañera.

—Las orquídeas son subestimadas por los muggles en cuanto a sus propiedades. Aunque suelen ser admiradas por su belleza han perdido su importancia con el avance de la tecnología de su… mundo. Pero eso ya entra en terrenos del profesor Hareton —se interrumpió el profesor en su propia explicación, para luego proseguir—. Según estos muggles, las orquídeas han comenzado a ser cultivadas en el continente asiático en un principio pero los archivos del Ministerio aseguran que han comenzado a reproducirse en España…

El profesor Holmes era reconocido por su afán de introducir la historia en sus clases incluso impartiendo Pociones y eso era algo que hacía a los alumnos desear que esa materia en particular fuera eliminada del programa escolar. La castaña jugaba con su amigo a una guerra de pulgares. Sus manos entrelazadas debajo de la mesa se estrechaban con fuerza en un intento de desconcentrar al otro con el fin de ganar la batalla. Ella ganó.

— ¡Demonios!

La clase quedó en silencio. El primero en callar había sido el profesor quien de espaldas a sus alumnos había volteado hacia ellos para descubrir al insolente. Algunas risas se oían al fondo del aula ante la expresión enojada del profesor dirigida hacia cierto rubio.

— ¿Tiene algo que añadir, señor Scamander? ¿Las propiedades de las orquídeas y su utilidad, tal vez? —indagó el profesor Holmes con la voz sumamente suave y tranquila, escalofriante.

Lorcan Scamander se tragó sus ganas de carcajearse con libertad como lo hacían algunos de sus compañeros de curso y tras un ligero carraspeo se limitó a responder.

—Las orquídeas son sumamente importantes para las pociones, aún más en aquellas que se utilizan para el cuidado y mantenimiento de la belleza exterior.

El profesor entrecerró sus pequeños ojos negros y se volteó para seguir con su clase. Lorcan suspiró. No había sumado puntos para su casa pero al menos no le habían descontado tampoco. La chica junto a él reía en silencio con una sonrisa extensa y gran expresión burlona en su rostro.

—Eres una jodida, Lilianne —volvió a quejarse Lorcan, esta vez en un susurro para que sólo la castaña pudiera oírlo.

Algunos minutos más tarde se encontraban caminando entre los pasillos del castillo para dirigirse al almuerzo. Muchas personas seguían creyendo que Lily Potter y Lorcan Scamander eran novios pero ellos sólo respondían con una mueca de asco alegando que no les atraía el incesto. Aun así, no era fácil para los alumnos tragarse esa respuesta cuando todo el tiempo estaban juntos y se trataban con una complicidad que sólo ellos poseían entre sí, pero ya estaban acostumbrados y no les prestaban atención.

Al llegar al Gran Comedor Lily se sentó junto a su hermano Albus, le dio un sonoro beso en la mejilla a lo que el pelinegro respondió limpiándose con una mueca de enfado. Lorcan se sentó al otro lado de Albus decidido a devorar todo lo que cupiera en su estómago mientras iniciaba una conversación con sus compañeros de casa. Las lechuzas comenzaron a entrar una tras otra sorprendiendo a los estudiantes que se hallaban en el lugar, pocos habían notado que el correo no había sido entregado aquella mañana. La lechuza de los Potter dejó una serie de cartas amarradas junto al plato de Lily que unos segundos después le entregó a su hermano la carta que le pertenecía.

—Dice papá que hay mucho trabajo en el Ministerio pero que se encuentra todo en orden —informó el león Potter en voz alta—. Y que Jamie nos envía saludos.

—A James que le den, luego le responderé a papá —respondió la menor con tono ofuscado y luego le arrojó el resto de las cartas encima. Tres en total—. Allí no hay nada importante, no para mí.

La castaña se levantó de su lugar y comenzó a alejarse pero su amigo la detuvo por un segundo.

—No has comido nada, Lils…

La adolescente se dio vuelta, lo miró con una mueca y se encogió de hombros para volver a voltear y seguir su camino. Albus y Lorcan negaron con la cabeza al mismo tiempo antes de volver a enfrascarse en sus cosas.

oOoOoOoOo

Rose Weasley era conocida por el gran parecido físico con su padre. Cabello pelirrojo, piel blanca y pecosa y unos hermosos ojos azules. Toda una Weasley. Sin embargo por dentro era igual a su madre: carácter fuerte, orgullosa, sabionda y con un gran corazón. Y, claro, odiaba la clase de Adivinación. Tal vez no tanto como lo hacía su madre a su edad, pero, sinceramente, no le agradaba ni un poco la sarta de estupideces que salían de la boca de su profesora. Mientras la mujer de cabello castaño oscuro y alborotado hablaba sobre lo mucho que podía debelar una taza de té o café, la pelirroja se sumió en sus propios pensamientos.

Ya era su séptimo año. Su último año. Tenía muy claro lo que haría al terminar el colegio, trabajaría en el Ministerio, en el Departamento de Regulación y Control de las Criaturas Mágicas. Era algo increíble su fascinación por las criaturas mágicas, razón por la que se llevaba excelente con el bonachón de Hagrid. A menudo rompía las reglas al visitar al gigante en las noches para acompañarlo a sus excursiones por el Bosque Prohibido. Rose Weasley era, al contrario de lo que muchos creían de ella, una persona normal, común y corriente que, cada tanto, le gustaba jugar algunas bromas con sus primos a los demás alumnos del colegio. En especial a los Slytherin. En especial a cierto Slytherin…

—Ptss… ¡Rose!

Un susurro la sacó de sus pensamientos y se volteó hacia la voz. Detrás de ella estaba su primo Albus y junto a él justo en quién estaba pensando.

— ¿Qué sucede Al? —Preguntó ignorando por completo al rubio que la observaba de manera escrutadora.

—Nos juntaremos esta noche en la Torre con el resto, ¿vienes? —invitó su primo con voz emocionada.

Rose lo pensó unos segundos antes de asentir hacia el castaño y finalmente voltear.

oOoOoOoOo

La Torre de Astronomía se encontraba llena de adolescentes bebiendo alguna bebida de las que habían logrado ingresar de contrabando. Los alumnos del sexto y séptimo año se encontraban en el lugar que había sido expandido con un hechizo. Algunos de quinto y muy pocos de cuarto, en su mayoría mujeres, habían sido invitados también.

Rose se hallaba en una esquina, apoyada contra la pared y con un vaso de tequila infernal, ligeramente más fuerte que el tequila muggle. Por 'encuentro' la pelirroja había comprendido una pequeña reunión familiar y con algunos amigos de la familia, lo típico de todos los años desde que ingresaron a la escuela. Cuando llegó a la Torre se había encontrado con el descontrol del que ahora formaba parte y de alguna peculiar manera había logrado ser engañada por su primo y sus amigos para que formara parte de aquello y ahora allí se encontraba, mareada y probablemente ebria.

— ¿Qué hay, pelirroja?

Volteó ligeramente su rostro hacia un lado para sonreírle a un desaliñado Scorpius Malfoy. Quizás muy ebria.

— ¿Qué hay, rubio? —Contestó Weasley de la misma manera mientras volvía su rostro hacia delante para seguir observando a los estudiantes que bailaban indecorosamente en el centro de la improvisada pista.

El joven Malfoy, a comparación de su compañera de curso y antigua mejor amiga, se encontraba mucho más sobrio que ella. Durante las casi dos horas que habían transcurrido desde que vio a la colorada entrar había pasado el tiempo viéndola detenidamente ser ignorado por ella. Como nunca, había rechazado la propuesta de varias chiquillas hormonales que se le echaban encima como moscas en la miel, sólo por estar viendo a Rose Weasley. La jodida, maldita y hermosa Rose Weasley.

Sabía que si la pelirroja comenzaba a hablar con él y la mañana siguiente lo recordaba todo perdería cualquier oportunidad de avance en la relación que se había quebrado entre ellos. Pero debía intentarlo.

—¿Qué tal la fiesta?

Rose se encogió de hombros volviendo a voltear su rostro hacia el rubio.

—Da igual. Me han hecho creer que sería algo íntimo entre la familia y es… esto.

La voz de la joven sonó pastosa y ligeramente ronca, arrastrando las palabras al hablar y aquello fue suficiente para que el joven se arrepintiera. No podía hablar con ella en aquel estado. Incluso si no lo recordaba.

—Deberías ir a descansar, Rosie —le aconsejó su ex confidente, intentando quitar el vaso de entre las manos de la chica—. Creo que has bebido bastante por hoy.

Rose tardó sólo unos momentos en reaccionar, relativamente. Frunció los labios y el ceño al mismo tiempo, sus mejillas se enrojecieron y en un segundo su mano había ido a parar a la mejilla del rubio. Se acercó hacia él y a pesar de tener la voz patosa, se concentró lo suficiente para sonar amenazadora.

—No intentes tomarte la molestia de preocuparte por mí —comenzó con la voz un poco más grave de lo que había sonado momentos atrás—, no intentes decirme que es lo que debo o no debo hacer.

—Rosie, yo sólo quería…

—Y no me llames Rosie —finalizó antes de comenzar a caminar entre los estudiantes y perderse a la vista del rubio.

Scorpius maldijo.

oOoOoOoOoOo

05:23 a.m.

Entre las escaleras de la Torre de Astronomía iban bajando tres adolescentes. Una castaña iba tomada del brazo de dos rubios físicamente similares. Eran los últimos en bajar, la fiesta había terminado hacía casi una hora pero se habían quedado a ayudar al anfitrión de la fiesta. Al menos ese era su propósito al comienzo antes de que uno de los gemelos vomitara todo el alcohol que había consumido en medio de la habitación. Albus los había sacado de allí a base de amenazas y unos cuantos hechizos inofensivos pero que había logrado su objetivo.

Ahora se encontraban allí, cantando una canción que habían oído en el verano y ya tenía sus varios años de antigüedad, mientras se balanceaban de un lado a otro. Según tenían entendido pertenecía a la famosa banda americana Red Hot Chili Peppers, o eso era lo que decía el disco que le habían robado a James.

—Rollercoaster, of love! Rollercoaster, ooh, ooh, ooh, ooh!

Las voces de los tres resonaban por todo el lugar, produciendo un pequeño eco debido al silencio de la noche y al hecho de que el lugar estaba prácticamente vacío. Los sonidos desafinados que salían de sus gargantas no hacían más que provocar carcajadas entre los jóvenes. Cuando reanudaron su canto uno de los gemelos perdió el equilibrio cayendo por las escaleras unos cuatro o cinco escalones hacia el suelo, arrastrando a su hermano con él. La caída fue dura pero no lo suficiente para hacerse un daño notable. Por otro lado la castaña los observó a ambos cruzada de brazos mientras seguía su camino a la sala común de su casa.

— ¡Oye, Lily, ayúdanos! —alcanzó a oír la pequeña Potter pero aun así ni siquiera volteó a verlos.

Minutos más tarde estaba a mitad de camino hacia la Torre de Gryffindor, sus pasos eran lentos y cada tanto su cuerpo se tambaleaba hacia los costados por lo que iba pegada a una de las paredes. Había bebido muchísimo aquella noche y su peor error había sido mezclar los distintos tipos de alcohol. Su mente estaba obnubilada y su cuerpo comenzaba a pesar, al igual que sus párpados, pero ya lo había hecho antes con sus amigos y también con sus hermanos y primos. Sólo debía llegar a la sala común y luego ya no importaría dónde cayera rendida. Aunque sería genial llegar a mi cama, pensó.

Pero al doblar la esquina se encontró con un problema. O mejor dicho, dos.

Erik van der Horst y Thomas Flint estaban yendo en sentido contrario a la castaña, posiblemente volviendo a las mazmorras aunque se encontraran lejos de allí. En cuanto la vieron pasar junto a ellos detuvieron sus pasos para voltear a verla.

— ¡Eh, Potter! ¿Qué haces tan sola a estas horas? —habló Flint intentando llamar la atención de la adolescente pero, como era usual en ella, sólo los ignoró.

Erik y Thomas se encontraban en el último año, eran conocidos por ser unos patanes, por salirse casi siempre con la suya y, por sobre todo, por ser Slytherins de la vieja escuela. Eso incluía lo malo también. Erik se colocó detrás de la castaña, posó una de sus grandes manos en el hombro de ella y la volteó de forma brusca. Lily, quien se encontraba bastante inestable por el alcohol, perdió el equilibrio viéndose obligada a aferrarse del brazo del rubio. Las serpientes rieron en son de burla ante la evidente debilidad de la joven y, tras una mirada cómplice, ambos chicos la tomaron uno de cada brazo comenzando a guiarla hacia donde se dirigían anteriormente Erik y Thomas.

Lily perdió la consciencia segundos después.

oOoOoOoOoOo

05:56 a.m.

El lugar estaba vacío a excepción de tres personas. Albus se felicitó por su gran trabajo cuando echó un vistazo a la habitación. El suelo estaba limpio pero no lustrado, de esa manera los directivos no se darían cuenta de lo que había sucedido en la noche, los pocos muebles que solían haber allí junto con algún que otro aparato de estudio habían regresado a su sitio habitual y toda la porquería que habían utilizado había sido removida a base de hechizos y encantamientos básicos de limpieza. Agradeció mentalmente a la abuela Molly por todos los veranos en los que le hacía limpiar la Madriguera junto a sus primos.

— ¡Arriba dormilones! Es hora de regresar a las habitaciones —habló el pelinegro en voz alta y dando dos palmadas para despertar a sus primos.

Contra una de las paredes se encontraba sentado Louis Weasley, con los cabellos usualmente rubios teñidos de un tono rojizo por los rayos del sol que comenzaba a hacer acto de presencia lentamente. A su derecha estaba Molly con la cabeza recargada en el hombro de su primo y los labios entreabiertos. Ambos se sobresaltaron ante el ruido que provocó Potter más se limitaron a ponerse de pie y dirigirse a la entrada donde los esperaba su primo.

Al bajar las escaleras se encontraron con los gemelos Scamander. Molly les hizo una seña a sus primos para que siguieran su camino mientras observaba a los hermanos con una sonrisa pequeña en el rostro. Después de todo Lysander y ella debían tomar el mismo camino hasta la sala común de los tejones.

—Lys… Despierta…

Su voz salía en un pequeño susurro no queriendo sobresaltar a ninguno al mismo tiempo que una de sus manos lo sacudía ligeramente por el hombro. Al no obtener resultados intentó con Lorcan, quién abrió los ojos sólo para acomodarse en el escalón y seguir durmiendo. Volvió la vista al otro gemelo mientras veía como Louis y Albus doblaban la esquina hasta perderlos de vista. Volvió a sacudirlo, ésta vez llamándolo más alto, sin embargo no obtuvo resultados.

Decidió que era hora de marcharse y al pasar junto al cuerpo inconsciente de Lysander aprovechó a darle una patada en el estómago. El rubio simplemente recostó su cabeza en la pared en busca de una posición más cómoda.

Cerca de diez minutos más tarde estaba cerca de su sala común. Se topó con algún que otro retrato que la amenazaban de acusarla con la directora, más la pelirroja sólo los ignoraba. Al doblar en la esquina para tomar el pasillo que llevaba a su casa algo la detuvo. A lo lejos creyó ver a su prima Lily aunque no estaba segura. No recordaba cómo había ido vestida aquella noche, pero por la complexión física y su cabello castaño probablemente se tratara de ella. Pero eso no fue lo que la extrañó, sino el hecho de que era arrastrada por dos chicos con las túnicas de Slytherin y…

— ¿Ahora también eres espía? —preguntó una voz detrás suyo sobresaltándola y haciendo que soltara un jadeo ahogado.

Con una mano en el pecho se volteó para encontrarse con Lysander que llevaba una sonrisa en sus labios y dejaba escapar una risa entre dientes.

— ¿Tú no estabas dormido? —cuestionó la rojiza entre confundida y enojada.

—Lo estaba, pero alguien me despertó de una patada —respondió ligeramente enojado, utilizando un tono casi sarcástico—. ¿Qué tanto mirabas?

Molly pareció recordar lo que hacía pero al voltear nuevamente no vio a nadie. Frunció el ceño aún más confundida que antes y se volteó una vez más para encarar al gemelo.

—Yo sólo…

No había nadie allí. Bien, quizás había bebido más de lo normal. No podía haber otra explicación. Sin detenerse por nada volvió a encaminarse rápidamente hacia su sala común en busca de la comodidad de su cama. Sólo quería dormir. Sólo eso necesitaba.