;;Buenas, este es el primer escrito que hago sobre RenMasa, una de mis OTPs. No creo que sea muy largo, pero aquí dejo el prólogo, que, digamos que es un flashback de la infancia de los dos.


Sentados en lo más alto de una colina, los dos pequeños compartían una hermosa puesta de sol. Por alguna desconocida razón para ellos —probablemente negocios—, sus familias se habían reunido, dejando que los dos niños fuesen a jugar juntos. Hacía unos minutos que se habían parado a descansar puesto que llevaban más de media hora corriendo y haciendo travesuras infantiles. Era muy divertido pasar el tiempo el uno con el otro, sin preocupaciones. Yacían tumbados sobre la hierba, cuando uno de ellos, Ren, elevó la parte superior de su cuerpo para quedarse observando al contrario.

¿Qué es eso que tienes ahí? —preguntó el de cabellos anaranjados, acercándose un poco más al rostro ajeno.

¿Ahí, dónde...?

En la cara, bajo tu ojo derecho. ¿Qué es?

¿Acaso eres tonto...? —Masato, incrédulo, rodó la mirada con desinterés—. Es un lunar.

¿Un lunar?

Sí, todo el mundo tiene lunares.

¿De verdad?

O-oi, Jinguji, deja de tomarme el pelo —pidió, ligeramente molesto por sus comentarios absurdos acerca del asunto.

¡Anda ya! ¡Te he dicho montones de veces que me llames Ren! —exclamó—. ¿Y eso de los lunares...?

Jinguji está bien —dijo—. Y lo de los lunares no tiene misterio alguno; salen en cualquier parte del cuerpo, como este que tienes aquí, en el brazo.

Dispuesto a sujetarle del brazo para enseñárselo, el peliazul terminó cogiendo la mano ajena, cosa que hizo que las mejillas de ambos muchachos se sonrojaran al instante.

¡Lo siento! ¡N-no ha sido mi intención! —se disculpó Masato, azorado. A decir verdad, coger de la mano a alguien no era nada del otro mundo, pero él siempre había sido muy conservador en ese aspecto y siempre lo sería.

Es igual... —murmuró Ren—. ¿Qué decías? No veo ninguno —afirmó, mirándose con nerviosismo el brazo del que habían hablado previamente.

Aquí, es muy pequeñito, pero se nota —señaló el peliazul, cuidándose de no rozar por casualidad su mano de nuevo.

¡El de tu rostro se nota mucho más! —rió.

No es algo por lo que burlarse, idiota —replicó, no habiéndoselo tomado demasiado bien.

No me estaba burlando —explicó el rubio—. ¡Es muy lindo! —inconscientemente, esbozó una sonrisa amplia y gentil, capaz de cautivar a cualquiera.

Cállate... —murmuró Masato, desviando la mirada hacia el suelo—. Ese tipo de cosas son desagradables.

Entonces, ¿tienes más lunares? —preguntó con entusiasmo Ren, restándole importancia a sus anteriores palabras.

Un repentino silencio se manifestó entre ellos. El peliazul no contestó a la pregunta.

¿Uh? ¿Tienes? —insistió.

Bueno, sí, claro que tengo —cedió finalmente Masato. Sabía que no podía mantenerse con la boca cerrada con alguien tan insistente como Jinguji al lado.

¿En serio? ¿Dónde?

¡Idiota! ¿Qué más te da? —se sonrojó. Realmente no quería responder a la pregunta.

Vamos, enséñamelo~ —pidió el rubio, intentando hacer pucheros para convencerlo.

¡Ni en sueños! —exclamó el peliazul, claramente molesto.

¿Pero por qué no?

¡Porque es un secreto!

Está bien... —Ren exhaló un suspiro lastimero con el único fin de llamar su atención y conseguir que respondiese a la pregunta, mas sólo consiguió que su amigo también suspirase, así que decidió no rendirse—. No, en serio, ¿dónde?

No es de tu incumbencia —se levantó con toda la prisa del mundo y empezó a caminar.

¡Eres un estirado!


;;Hasta ahí el prólogo, no es gran cosa, pero sirve como referencia para lo que viene después. Iré actualizando c: