From Paris with love
Capítulo 1.
Yuri Plisetsky, a su corta edad de 16, ya conocía más países que cualquier chico normal conocería en ese poco tiempo. Había competido ya en varias ciudades por fuera de su querida Rusia, y aunque sólo hayan sido pocos días en cada una, eso no quitaba que se tomara algunas horas para hacer turismo. Pero aquél viaje era particular, no sólo porque no iba precisamente a competir, sino porque podía quedarse más tiempo del que solía hacerlo, ¡y con todo pago!, le emocionaba por demás.
Por eso cuando Yakov le comentó el hecho de que lo habían invitado a participar en un programa de entretenimiento en Paris, que aproximadamente duraría un mes, y que tendría MUCHO tiempo libre, dijo que sí sin dudarlo. Nunca había estado allí antes, ¿cómo negarse? El problema apareció cuando se dio cuenta que tenía 16 años, que el adulto que lo acompañara no tendría los gastos pagos, y que justamente ni Yakov ni nadie quería correr con ese gasto, o contaba con el tiempo necesario.
"¿Para qué demonios el viejo me dice que me invitaron si ya desde siempre supo que no podría ir? ¿Le pone feliz hacer esas cosas? Ojala se le termine por caer el poco pelo le queda de una vez, a ver quién ríe último."
"No creo que lo haya hecho con mala intención. Seguro a él le hubiese encantado ir también, ¿no? Es París, cualquiera quisiera ir."
"Pero…" "Es que…" "Tú no entiend-…"
—¡Ahh…! —exclamó dándose por vencido. Por más que tratara de escribir una respuesta convincente bien sabía que su amigo kazajo tenía razón, y eso le molestaba más: no podía seguir enojado con el viejo por mucho tiempo. "¿Por qué no vas tú conmigo entonces? ¿No que cualquiera quisiera ir?", acabó por contestarle, y aunque a simple vista sonara rudo, en realidad no eran más que formas de pelear con lo molesto que se sentía en ese momento por ser aún un niño para el mundo.
"Ja, claro."
"Mm… ¿De verdad lo dices?"
—¿Ah? —¡Claro que no lo decía de verdad! ¿Por qué lo pensaría? No era tan egoísta como para pedirle eso, si fuera el caso hubiera obligado al viejo que lo haga, pero no. Aun así, aunque quería decirle que era sólo una expresión, que no iba en serio, escribió precisamente lo contrario…
"Claro. ¿No quieres? Imagina, tú y yo en Paris, jaja. No debería ser tan malo, creo que un mes podríamos sobrevivir. Tengo mis ahorros."
Intentó sonar lo más natural posible, y sentía que lo había logrado bastante bien al releer el mensaje. Bendita tecnología. Si el kazajo supiera que en realidad su corazón se había acelerado de la nada al escribir aquello seguro pensaría que es un poco raro. Yuri se sentía emocionado, no entendía bien el por qué, pero tampoco le dio tantas vueltas al asunto. Seguro era la emoción de poder hacer un viaje solo con un amigo, sin el control de un adulto aburrido y autoritario. ¿Sino qué otra cosa sería?
"¿Puedo confirmarte luego?"
Y si antes el corazón se había acelerado, ahora simplemente se había frenado en seco, dejándole prácticamente sin aliento. ¿Estaba bromeando, verdad? ¿O hablaba en serio? Poco le importaba, ya que en un impulso agregó: "Tendría que confirmarlo el viernes, así que aún te quedan unos días…".
Ok. Yuri no entendía exactamente cómo de estar completamente frustrado había pasado a sentir esa repentina alegría, pero le gustaba, era una sensación agradable en su estómago, como si se comiera un pirozhki de su abuelo, pero incluso mejor. Mucho mejor.
Bajó corriendo por las escaleras hasta llegar a la sala una vez más, donde aún Yakov y Lilia parecían conversar, y sin mucho preámbulo le preguntó ruso: —Viejo, si consigo a alguien mayor de edad, responsable, con dinero, que me acompañe a Paris, ¿puedo ir? ¿O tienes otra excusa para no dejarme? ¿Eh? —Vale, en su mente había planeado una manera más educada de preguntarlo, pero no le salió tan bien.
El mayor le miró confuso, pero se tomó su tiempo para pensarlo. Conocía a Yuri y podía notar que estaba hablando en serio, ¿en qué estaba pensando? O mas bien, ¿en quién? ¿Viktor? —A menos que sea alguien que acabas de conocer en línea, un delincuente, un amigo imaginario, y principalmente si tu abuelo lo acepta y aprueba que te acompañe, no veo por qué no.
El rubio asintió y en apenas unos segundos dio media vuelta y desapareció por el mismo lugar por el que vino. Ahora sólo quedaba esperar que su amigo le confirme. ¿Cuándo lo haría? ¿Sería esa noche, mañana?
Fue tanta la emoción repentina, así como un atracón de azúcar que te deja volando en las nubes por un rato y luego cuando desaparece no puedes mantenerte en pie, que ni bien su cuerpo se relajó sobre la cama, por más que se tratara de entretener con su móvil esperando algún mensaje, acabó por dormirse profundamente al cabo de unos minutos. Una pena la verdad porque a eso de medianoche, la pantalla del aparato volvió a iluminarse.
"Voy. Avísame en qué fecha salimos."
