Las nubes cubrían todo el cielo en esa tarde de sábado. El príncipe acostado sobre su cama recordaba las palabras de su padre anunciándole que tenía una oportunidad de triunfar en el tenis en América, que si la aceptaba, al terminar ese año de escuela regresarían a su antigua vida. Una oportunidad, una única oportunidad , puede que pase mucho tiempo antes de otra… Ryoma debería pensarlo mucho; antes hubiera aceptado sin pensarlo dos veces, pero ahora había otros factores de por medio, eran esos lazos que había formado en el último tiempo, aunque no quisiera admitirlo, les había tomado algo así como un cariño. Sí, se había encariñado con sus Senpais, con su entrenadora, a esa loca que se le lanzaba y que le rompía los oídos con sus gritos no le quería, pero de algún modo apreciaba sus porras en los partidos; con esos que siempre están juntos y quienes se asombraban con sus habilidades en el tenis ya los había aprendido a entender.

A quienes extrañaría más sin duda era a su capitán, a su entrenadora, a Momo y Eiji, a ellos debía de cierta forma agradecerles, sino fuese por ellos él nunca se habría dado cuenta de ese sentimiento… eso que sentía por la nieta de la entrenadora, ese que no quería aceptar, ese por el cual ahora observarla se había vuelto un pasatiempo, ese por el cual, por primera vez en su vida se podía poner nervioso, ese sentimiento que le enseño que la vida era más que sólo tenis; ese que le hacía ser menos frío con las personas, en especial con ella, ese sentimiento que le daba la principal razón de no querer irse de allí…

-Sakuno ¿puedes ir a la tienda a comprar unas cosas? Yo iré a visitar a una amiga que está enferma, lo más probable es que regrese tarde así que no me esperes ¿Si?

-Claro abuela, no te preocupes, dime ¿Qué debo comprar?

-En el comedor está la lista.

La obediente tomó la lista y salió rumbo a la tienda. El día seguía nublado, pereciera que en cualquier momento comenzarían a caer las gotas de agua, y como ya sabemos que nuestra Sakuno es muy despistada, está de más decir que no se le pasó por la mente llevar un paraguas por si acaso. Llegó a la tienda y se dispuso a cumplir su misión lo más pronto posible para que la lluvia no la pillara. Salió de la tienda y paró en una esquina a esperar que el semáforo cambiara, justo en ese momento las gotas de lluvia comenzaron a caer.

Esa dichosa lluvia caía cada vez más fuerte y no tardó en empapar a Sakuno; sus ropas se ajustaron a su cuerpo dejando ver sus delineadas curvas. Ella seguía caminando hacia su casa, pero los semáforos la hacían detenerse en cada esquina, la cantidad de gente fue disminuyendo y la chica comenzaba a sentir el frío; se frotó los brazos intentando inútilmente calentarse con ese gesto y alzó la vista observando las nubes y las gotas que caían de ellas, en ese instante un paraguas rojo apareció sobre ella, bajo la mirada para ver quien era y se encontró con quién menos lo esperaba.

-Ryoma-kun… ¿Qué… haces aquí? –preguntó la chica sorprendida.

-Solo salí a pensar. –Respondió -¿Por qué no traes paraguas? Era obvio que llovería.

Ese comentario la hizo sentir tonta y se reflejó en su rostro mojado –bueno… es que yo… -Ryoma interrumpió

-Lo siento, no quise tratarte como… -esta vez Sakuno lo hizo callar posando un dedo sobre sus labios y negando con la cabeza para luego dedicarle una de sus sonrisas.

-Tu casa queda lejos ¿no? ¿Te gustaría pasar a la mía? Por lo menos hasta que la lluvia se calme un poco–Preguntó Sakuno muy animada, escondiendo su nerviosismo; y el príncipe sin saber la razón, aceptó.

Camino a la casa, Ryoma la acercó a él para así compartir su chaqueta. Sakuno al principio se sorprendió ante la acción, pero se acostumbro a ese refugio tan cálido. Ryoma había llegado justo a tiempo, primero la cubrió de la lluvia, luego la abrazaba con su chaqueta y por último la acompañaba hacia su casa; sin dudas para ella era el mejor día de su vida. En el camino no se hablaron, pero no hacía falta, después de todo, las palabras sobran cuando hay sentimientos…

Pronto llegaron a la casa de la castaña. Desarmaron el "abrazo" para que Sakuno pudiera abrir la puerta y así ambos entraron.

-No te preocupes, mi abuela salió y dijo que no llegaría pronto.

-"Quizá este sea el momento para decirle." –pensó Ryoma, pero se quedó totalmente paralizado al ver a la chica con sus ropas pegadas a su cuerpo; nunca lo había notado, pero ahora que la veía así podía decir que ella era realmente hermosa, tanto por dentro como por fuera. ¿Qué era o que tanto le gustaba de ella? Nunca se lo había preguntado, pero ese no era el momento, ya que la empapada le preguntaba algo.

-Ryoma aún no has cenado ¿verdad? ¿Quieres que te prepare algo? –dijo una muy sonrojada Sakuno mientras lo miraba a los ojos algo ruborizada y se estrujaba su playera.

-Claro… -respondió el chico lo suficientemente alto para que escuchara su respuesta. En lo único que podía pensar la mente del príncipe era en esa chica tan hermosa que estaba frente a él. ¿Desde cuando pensaba que ella era hermosa?

La chica dio media vuelta para dirigirse a la cocina, pero el ojos ámbar la detuvo -¿No crees que sería mejor que te vayas a cambiar de ropa primero? – No podría soportar mirarla con esa ropa mojada por mucho tiempo más.

Ella rió nerviosa –tienes razón "¿Cómo pude ser tan tonta?" pensó la chica caminando hacia su habitación.

Ryoma sonrió divertido "¿Cómo pude enamorarme de una chica tan despistada?" se preguntó y sin darle más vueltas al asunto fue hacia la cocina para adelantar algo de la cena.

La lluvia seguía cayendo fuerte, la noche ya había caído sobre la ciudad. Sakuno se duchó y cambió lo más rápido que pudo, ya que en la casa no hacía frío se vistió con un short beige y una polera que caía delicadamente por su torso; dejó su cabello suelto. Luego se dirigió al living donde había dejado a Ryoma, pero este ya no estaba, por un momento pensó que se había aburrido de esperar y se había ido, se entristeció ante la idea.

-¿A caso no vas a venir a ayudarme? –dijo el príncipe que se encontraba detrás de ella. Ryuzaki volteó sonriente "después de todo no se había ido."

Ryoma al ver su sonrisa se sonrojó, pero escondió su rostro bajo su fiel gorra –Dime ¿Qué piensas cocinar? No tienes mucha comida.

-No te preocupes, algo se nos ocurrirá. –ante la respuesta el peliverde levantó la vista mirando con unos ojos que decían: "¿a que te refieres con se nos ocurrirá?"

Ambos se miraban sonriendo, cada uno a su manera. En ese momento un fuerte rayo se escuchó caer a lo lejos, la pequeña se escondió en el pecho de Ryoma y luego la luz se fue quedando totalmente a oscuras, otro rayo cayó y Sakuno se aferró aún más fuerte al pecho de Ryoma; de verdad que los rayos le aterraban y no pensaba que estaba abrazada a Ryoma hasta que sintió como sus brazos la cubrieron. –No tienes a qué temerle, yo estoy aquí. –las palabras de su príncipe la calmaron lo suficiente como para despegarse un poco de ese refugio y poder mirarlo a los ojos. Esos ojos ámbar la miraban con dulzura, ella no lo podía creer, no creía que Ryoma pudiera ver a alguien de esa manera y se sorprendió aún más cuando Ryoma le beso la frente con ternura, le tomo la mano y la condujo hasta el sofá.

Allí se encontraban otra vez, abrazados. Cada vez que un rayo o un trueno se dejaba caer Sakuno arrugaba la playera de Ryoma, pero se escuchó un sonido diferente, fue un gruñido del estomago de la castaña, Ryoma rió y la hambrienta escondió su rostro rojo en el pecho del otro.

-Yo también tengo hambre –dijo Ryoma –Vallamos a la cocina a preparar algo.

-Pero…

-No te preocupes, estaremos juntos. –dijo Ryoma tomándola de la mano y con voz "protectora".

El protector se puso de pié y jaló de la mano de Ryuzaki para que se parara, pero la jaló muy fuerte; sus cuerpos quedaron muy juntos, pegados; sus ojos se miraban, los de ella sorprendidos y los de él seguros de lo que hacía; sus manos permanecían juntas; sus respiraciones chocaban y comenzaban a acelerarse de a poco y sus labios, a centímetros de tocarse.

Ryoma la abrazó por la cintura y colocó su rostro en la curvatura del cuello de Sakuno; ella posó sus manos en el pecho del chico. ¿Hace cuánto ambos deseaban estar así? ¿Cuántas veces se habían imaginado ese momento? Y ahora ya no era una ilusión, estaba ocurriendo.

-Puede que pronto regrese a América. –le dijo muy suave al oído y con voz dulce. Y dicho esto Ryoma se alejó para ver la expresión en el rostro de su amada.

-No… -fue lo que salió de sus labios, sus ojos se cristalizaron y una lágrima se deslizó por sus mejillas. El mayor temor que tenía era que él se fuera lejos de nuevo y ahora parecía convertirse en realidad

-Por favor no llores. –suplicó el ambarino limpiando con delicadeza aquella lágrima con su dedo pulgar, acariciando a la vez su mejilla. –Yo tampoco quisiera irme –le confesó.

-Entonces no lo hagas… quédate aquí… con…mi…go. –Sakuno dijo entrecortado las últimas palabras ya que Ryoma se acercaba lenta pero peligrosamente a su boca, Ryoma se detuvo a escasos centímetros de ella, estaba dudoso, miraba cada detalle del rostro de la chica; entre más la observaba más convencido estaba de que la amaba. Al igual que él, la castaña examinaba cada detalle del rostro masculino, sus miradas se detenían en los labios del otro y luego en sus ojos.

Los labios de Sakuno lo tentaban, quería probar su sabor, querían sentir su calidez. Sakuno deseaba con toda su alma poder besarlo, moría por hacerlo. ¿Qué sacaban con esconderlo por más tiempo? Ambos lo pueden sentir, se quieren, pero ambos son lo suficientemente despistados para no darse cuenta de eso al menos que el otro lo admita. Ambos jóvenes con el corazón latiendo a mil por hora permanecían de pie, quietos, sin decir nada; ya se les había olvidado la lluvia que desde hace poco había dejado de caer, las nubes le habían hecho un pequeño espacio a la luna para que pudiera alumbrar a esos dos.

–Me gustas… desde hace mucho tiempo. –dijo por fin el ambarino mirándole a los ojos con algo de pena.

Las lágrimas que estaban guardadas en los ojos de Sakuno escaparon al escuchar esas palabras. El chico esperaba respuesta ¿Por qué no la besaba y ¡ya!? Aún la sostenía por la cintura y la castaña tenía sus manos sobre el pecho de su príncipe.

-Ryoma…yo… -La del cabello largo no sabía qué decir. No le salían palabras, su mente parecía haber hecho cortocircuito. Pero no importaba… Ryoma la entendía a la perfección.

Ya estaba todo dicho, aquel amor que por mucho tiempo Sakuno sentía por Ryoma al fin era correspondido.

Con una pequeña sonrisa en los labios Ryoma los acercó a los de ella. La volvió a mirar a los ojos antes de besarla.

Aquel beso… puro y tierno era el primero para ambos y como primer beso lo disfrutaron todo lo que pudieron, convirtiéndolo de a poco en un beso profundo, pero aún inexperto y torpe. Ella detuvo el beso, su oxígeno ya se había acabado, no tenía la misma resistencia que el jugador, pero eso no impediría que su "sueño hecho realidad" acabara. –No te dejaré ir tan fácil. –dijo de forma burlesca para luego ella besarlo a él, no pudo aguantarlo, tanto tiempo esperando que eso ocurriera que no dejaría que terminara tan pronto.

Las luces parpadearon un par de veces y luego se encendieron por completo. Los chicos se separaron y sonrieron, la tormenta ya había acabado, pero sus estómagos seguían con hambre. Se tomaron de la mano y se dispusieron ir a cocinar, después de todo hacia allá se dirigían en un principio. Ya en la cocina sus manos se separaron, Sakuno le pidió a Ryoma que sacara las cosas de la bolsa y las dejara sobre la mesa mientras ella revisaría el refrigerador para ver qué encontraba. Ryoma se alegró al ver que la chica haya comprado Ponta de Uva, sin dudas la amaba.

¿FIN?

¿Qué crees? ¿Sigo otro poquito o no?