Primavera en París.

Summary: Xanxus, un príncipe mafioso adolescente. Squalo, una mercancía de elevado precio en un burdel parisino que Xanxus pisa por casualidad. XS, ligero AU.

Disclaimer: Katekyo Hitman Reborn! pertenece a sus respectivos autores y propietarios de derechos: Akira Amano, Shonen Jump, Artland, TV Tokyo. Solamente lo utilizo con fines de entretenimiento, sin lucro alguno

Notas: Este relato se sitúa en un ligero Universo Alterno. Los Vongola existen tal y como los conocemos; sin embargo Squalo no tiene relación alguna con la mafia ni con Xanxus, además de que manejo un cambio de edades: Xanxus tiene dieciséis años y Squalo veintidós.

Dedicado a la pequeña musa que siempre está ahí para mí y nunca deja de apoyarme en cualquier proyecto de escritor que se me venga a la mente: Sachiko, mi princesa personal ~


Al joven Xanxus no le gustaba Francia para nada. El vecino país de su natal Italia le sabía a una mezcla folklórica de nacionalismo y pedantería gala. Le disgustaba rotundamente aquella tierra y sus amanerados habitantes que hacían presunción de su civilizadas costumbres y diplomacia, la más avanzada de Europa según ellos. ¡Y después venía la desagradable e impertinente lengua francesa! Tan hermana del italiano que Xanxus bien podía haberse ahorrado todas aquellas odiosas horas que su padre le había obligado a estudiarlo, Xanxus detestaba cómo sonaba y mucho peor cómo sonaba él hablándolo, pese a que muchas veces lo habían alabado de hacerlo muy bien.

Había decidido escapar de juerga con un puñado de ineptos con los que únicamente compartía la igualdad de edades, dieciséis o diecisiete años, cuyos padres eran colegas de negocios sucios de los Vongola. El destino elegido al azar fue París, la eterna inspiración de los artistas. Era verano, y aquel sofocante calor muy típico de la estación no podía ser peor.

¿Qué otra suerte buscarían un grupo de adolescentes italianos llenos de hormonas incontrolables y carnes deseosas de enfriarse, aún más ardientes que el mismo e inclemente sol veraniego de París, si no el Barrio Rojo de la ciudad de la luz?

Le Quartier Pigalle, el corredor sexual turístico más famoso de toda la legendaria ciudad. Xanxus resopló, completamente molesto, ¿acostarse con francesas?, ¡y una mierda! Era preferible haberse quedado en Italia, haberse tirado a una de las tantas sirvientas que no podían controlar la inmensa atracción sexual que sentían por él y estaban más que dispuestas a aplacar a las fieras llamas de la sexualidad adolescente que Xanxus sufría día a día, no, mejor aún, prefería utilizar su propia mano a pagar por yacer con una escandalosa y maloliente francesa, porque los desgraciados olían igual a mierda.


La panda de febriles italianos se había dispersado a lo largo de todo el corredor, alumbrado por adormecedoras luces de neón y el titilante sonido de la música proveniente de los muy diversos burdeles de la calle. Ninguno llamaba la atención del moreno quien lucía notablemente molesto debido a la insufrible pérdida de tiempo de todo aquel viaje sin sentido, a punto de llegar al final del corredor, solamente una casa de delicias llamó su atención repentinamente.

Estaba diseñada como un antiguo burdel japonés de la era Edo en Japón. Parecía una exótica joya perteneciente a un resplandeciente Yukaku perdida en pleno siglo XX en la ciudad de París. La construcción, lo más semejante posible a una machiya tradicional, estaba construida con resistentes maderas barnizadas primorosamente. El burdel contaba con dos niveles, al final de cada uno sobresalía un tejado típicamente nipón. En cada uno de los extremos del techo, sobresalían un par de peces dorados con las colas señalando al cielo, esculpidos del mismo material que las tejas. En el pórtico del lugar colgaban varios farolillos de papel blanco sobre los cuales estaban trazados cuidadosamente kanjis que llamaban a la abundancia.

Xanxus caminó hacia aquel burdel, único en todo aquel barrio de placer. Se plantó frente a las celosías de madera, detrás de las cuales se exhibían muchas de las delicias que se podían adquirir por unas horas o incluso una noche completa. La mayor atracción de todas ellas era que casi todas eran de procedencia oriental y vestían coloridos y ligeros yukatas con el nudo del obi hacia adelante (1).

- Mi joven señor –

Un tendero del burdel, con rasgos absolutamente franceses, notó el interés que el huraño joven había puesto en la mercancía. Xanxus no le dirigió la mirada para nada.

- Si lo desea puede entrar a refrescarse. Ahora mismo algunas de nuestras queridas niñas bailan para deleite de nuestros clientes –

Bien, tenían el interés del príncipe mafioso, pero el pelinegro se hizo de oídos sordos mientras terminaba de convencerse de que esta selección sí que le atraía. A los pocos minutos se dispuso a entrar.

- Oh, Monsieur, si es usted tan amable, por favor, deje cualquier clase de arma en la entrada –

- ¿Por qué debería, basura? – contestó hosco el moreno.

- Nos gusta mantener las tradiciones intactas –

Xanxus entonces recordó haber leído en algún momento de su vida la regla de oro en los antiguos burdeles de la era Edo. Incluso los samuráis se desprendían de lo que simbolizaba su alma materializada en acero. El joven desenfundó un par revólveres gemelos estratégicamente ocultos en sus ropas y los entregó mientras torcía el labio.


Los Vongola sentían una completa fascinación por lo japonés. Eso había quedado muy claro desde los tiempos de Primo Vongola, pues incluso había desposado a una hermosa japonesa y el glorioso fundador había decidido pasar sus últimos años en aquel país de enmudecedora belleza. Aquel amor por la tierra del sol naciente había sido heredado de generación en generación. Como consecuencia de esto, Xanxus hablaba fluidamente japonés, había leído muchos libros de historia nipona y al final sentía alguna clase de inclinación por aquel país oriental.

Por tal motivo, aquella noche, mientras cenaba copiosamente y bebía sake, sentado en el suelo de tatamis con su garbo característico delante de una mesa baja de bambú, el príncipe mafioso podía declararse plenamente satisfecho, y eso era un cumplido de monstruosas dimensiones para los encargados del establecimiento dada la característica volubilidad del adolescente.

Poco a poco comenzaron a presentarse distintas muchachas delante de él, quien había sido dispuesto en una estancia privada, cada una haciendo alguna clase de gracia artística para que a Xanxus le apeteciera alguna, pero todas terminaba molestando al apático Xanxus y al final terminó corriéndolas a todas en medio de gritos, blasfemias y empujones agresivos. El pelinegro sólo quería comer y beber en paz y todas esas molestas mujeres habían destruido su momento de tranquilidad.


En alguna habitación de aquel mismo peculiar burdel, un par de jóvenes gemelas orientales lloraban delante de un soberbio joven europeo y una voluptuosa mujer de sangre latina y atrayente madurez.

- Ya, ya, queridas mías. Son gajes del oficio – calmaba la mayor, las tres vestían los distintivos yukatas de vívidas formas y caprichosos colores. Las jovencitas, que recientemente habían adquirido la mayoría de edad, sufrían debido a su primer rechazo obrado por un apuesto joven moreno, pero con un carácter del demonio similar al mismo Lucifer encabritado, según ellas.

- ¡Voooi! ¿Pero quién se cree ese bastardo para tratarlas así? –

El hombre presente poseía una abrumadora belleza feroz. Su nívea piel estaba vestida con un yukata de varón color azul marino, la prenda dejaba al descubierto su bien trabajado torso y sus torneadas piernas color mármol. Lo más excitante de aquella atractiva persona era su larga, lacia y sedosa melena de tono plateado. La misma estaba completamente suelta sobre su espalda y prometía una textura espléndida al tacto.

- Mis niñas, no sólo las rechazó a ustedes, tengo entendido que a todas las que le presentaron. Es uno de esos clientes difíciles –

- ¡Es uno de esos desgraciados qué se cree jodidamente especial, el muy bastardo! Son las mierdas más grandes esa clase de imbéciles –

- ¡Squalo, por favor, no uses ese vocabulario delante de ellas! – sentenció la mujer de piel bronceada.

- ¡Baaah! –

- ¿Y ya le llevaron a algún muchacho? Probablemente tenga otros gustos, cosa no muy rara últimamente – quiso saber la amorosa latina.

- Tengo entendido que sí, señorita Lucía, ¡pero ese hombre es imposible de agradar!, no creo que ni siquiera el mismo Squalo pueda atraerle – contestó una gemela, rompiendo varias veces un nudo en la garganta que no le dejaba hilar fluidamente las palabras.

- ¡HYE! – Chilló su gemela debido a tal atrevimiento.

Squalo soltó un bufido divertido y alzó una ceja con altivez. Lucía intentó desviar el tema de inmediato mientras terminaba de consolar a las primerizas.


Xanxus yacía sentado apaciblemente sobre una columna de madera. Frente a él se desplegaba un espacioso jardín típicamente japonés iluminado por los farolillos de papel de la buena suerte. Era el único presente en aquel confortador y silencioso sitio. Únicamente acompañado por el sonido que producía esporádicamente alguno de los peces dorados en el estanque sobre la superficie del agua y el rítmico sonido que producía la fuente de bambú al llenarse por completo.

Súbitamente unos firmes pasos comenzaron a aproximarse con apremio hacia aquella plácida terraza. En unos pocos segundos una esbelta figura masculina se situó a un lado de él, recargándose en la columna más próxima a Xanxus.

El moreno frunció el seño completamente fastidiado por la interrupción de su apacible soledad.

- ¿Qué clase de papanatas llega a un burdel y no se acuesta con nadie? –

Xanxus no tenía ninguna clase de intención de darle razones a aquel insoportable recién llegado que le había hablado en francés; sin embargo después de unos largos minutos de silencio le dirigió la mirada.

Era Squalo, aquel atractivo y altanero joven de salvaje belleza ataviado en un yukata masculino de color azul oscuro. Calzaba unas cómodas sandalias Zori hechas de paja de arroz. Xanxus detestó completamente no poder apartar enseguida sus escarlatas ojos de aquel intruso. No, sus instintos desearon estudiarlo rápidamente, examinando cada línea, detalle, tono y sombra de todo aquel deseable cuerpo masculino.

- ¿Me lo viene a decir alguna clase de fenómeno que tiene cabello de mujer? – resopló el pelinegro, visiblemente turbado por la impresión que le acababa de dar aquel otro hombre.

- ¡Vooooi, bastardo! ¿Quién es más fenómeno aquí, bicho impotente? –

Peligro, el tiburón pudo apreciar claramente como la vena de la sien de Xanxus comenzó a palpitar visiblemente. El príncipe mafioso tenía la frente arrugada en un gesto de completo incordio.

- ¿Quién eres tú, pedazo de basura, eres una puta de este maldito lugar? –

- ¡Voooi! No me llames puta, idiota –

- ¿Entonces si no eres una, qué eres? Luces como una, gusano –

- Soy un cortesano de alto nivel, bastardo –

Xanxus repentinamente soltó una serie de despiadadas carcajadas cargadas de auténtica diversión.

- Para mí es exactamente lo mismo, pedazo de basura, ¿qué pasa si te quiero contratar justo ahora? –

Squalo lucía completamente iracundo, el joven de mirada escarlata no dejaba de ofender su orgullo constantemente.

- Sucede, idiota, que no puedes contratarme de la nada. No estoy a tu nivel, no te alcanzaría una vida para pagar una noche conmigo, imbécil. –

Enseguida de haber escupido esto al moreno, Squalo se dio la media vuelta con gracia, haciendo que su cabello causara una ligera brisa que golpeó de lleno al adolescente mafioso. El pelilargo regresó sobre sus pasos con premura.

Xanxus levantó la tradicional copa plana de sake de la cual estaba bebiendo. Al apurarla sobre sus labios un brillo de demencia apareció sobre sus peligrosos iris color sangre.

- Inalcanzable, ¿ah? –


Xanxus se encontraba en la oficina del dueño de aquella casa del placer. El susodicho era un viejo francés que pasaba de los sesenta años, estaba casi calvo y lleno de manchas de senectud sobre toda su arrugada y marchita piel. Poseía fieros y vivarachos ojos color zafiro. Su gala y vieja persona estaba vestida con un kamishimo de tonos beiges, lo cual resultaba muy bizzarro a la vista dada su evidente procedencia completamente europea.

- ¡Señor Xanxus! ¡No tenía idea de que teníamos a un distinguido invitado el día de hoy, por favor acepte … -

- ¡Cierra la boca, imbécil! –

El adolescente había sido agasajado por el dueño desde el segundo en que el mismo reconoció al moreno como el auténtico heredero de la mafia más poderosa del planeta. El pelinegro bebía dulce Midori en un pequeño vaso transparente.

- ¡Joven Xanxus, por favor, permítame … ¡

- Ya te he dicho lo que deseo, escoria, deja de colmarme la paciencia con tus alaridos –

El galo calvo comenzó a tronarse los dedos de impaciencia.

- Señor, Xanxus, compréndame. Entiendo que haya podido quedar abrumado por la belleza de Squalo, pero él es una mercancía muy peculiar y solicitada. Hoy mismo él va a recibir a una señora de gran peso en la diplomacia de Francia y… -

- Si esta noche ese gusano pelilargo no me atiende a mí me voy a encargar personalmente de que esta casa de putas se pudra en unas cuantas semanas y que de sus cenizas no quede más que fango y sangre –

A pesar de que el viejo cuadriplicaba la edad del adolescente, el dueño quedó petrificado al escuchar tan helada y seria amenaza. Comenzó a sudar frío copiosamente y su garganta se resecó aún más de lo que ya era normalmente. El dinosaurio galo comenzó a lamerse los labios con desasosiego sin atreverse a mirar aquellos ojos de asesino auténtico.

- Los Vongola… - comenzó inseguro. – Ayudaron a que esta casa de placer se erigiera hace muchos años y aún sus inversiones sostienen estos muros. – luego, su vetusta mirada alcanzó la del menor. – Será un placer complacer plenamente al heredero del linaje al que tanto le deben los cimientos de este establecimiento. –


(1) Durante la era Edo, la prostitución era legal en Japón y su ejercicio estaba confinado a los distritos designados para dicha práctica. Las prostitutas debían utilizar el nudo/moño del obi hacia adelante como signo de su oficio.

(2) Kamishimo: Conjunto tradicionalmente usado por samuráis y cortesanos durante la era Edo de Japón. Consiste en un una especie de Kimono masculino, hakama (pantalones), y una chaqueta sin mangas con hombreras exageradas llamada Kataginu.

Últimamente recibí el apoyo de varios lectores míos en esta página, así que me animé a publicar este relato corto que ya tenía dándome vueltas en la cabeza desde hace un tiempo. La historia será presentada en un total de cinco capítulos de estructura sencilla.

¡Gracias por leer! Y a un autor nunca le viene mal un review que contenga su más sincera opinión del relato en cuestión.