Incursionando en el romance en el fandom de Saint Seiya, con una pareja que me habían pedido bastante mientras escribía Antarsía: Fler & Hyoga. Esta historia está basada en la mitología nórdica, tomando como referencia los poemas de la Edda poética y la Edda prosaica. Los relatos mitológicos, como es usual, serán modificados por mí para adaptarse a la trama, para que no se sorprendan si leen algo que no cuadra mucho con lo que cuentan los mitos.
Sin más por el momento, los dejo con el prólogo de Edda poética: el manuscrito perdido.
Prólogo
Edda poética. Dos simples palabras que no necesitan explicación, porque hablan por sí mismas. Colección de poemas que se remontan a tiempos inmemoriales y narran la historia de dioses y héroes. Los registros aquí dejados nos permiten acercarnos un poco más a estos seres de luz y oscuridad, que conformaron una de las civilizaciones más grandes e impresionantes. Muchos de los secretos mejor guardados del mundo nórdico se agrupan en los poemas, que se transmitían típicamente por medio de canciones, reunidos en manuscritos importantísimos, guardados con recelo.
Sin embargo, cuenta la leyenda que hace ya bastante tiempo, tanto que ningún trovador o poeta se atreve a dar una fecha exacta, un personaje desconocido dejó un manuscrito más. Un manuscrito inédito para los eruditos del mundo. Un manuscrito que reúne leyendas que no hacen más que mostrar la "humanidad" de las divinidades. O, al menos, esa es la mejor manera que se ha encontrado para describir el contenido de aquel manuscrito, salvado de perecer bajo las llamas abrasantes del fuego.
Nada se conoce del autor o de aquellos quienes lo tradujeron al alto alemán. No se conoce con exactitud la fecha en que fue escrito o por qué alguien, de quien tampoco se conoce la identidad, quiso alguna vez destruirlo. Lo que sí quedaron fueron las leyendas que actualmente sólo algunos pocos estudiosos conocen. Así pues es como empieza el manuscrito perdido de la Edda poética:
No se había concebido jamás en el Fólkvangr a criatura tan brillante como aquella. Y es que siendo hija de Njörðr, el de hebras azabaches y astutos ojos verdes; y Skaði, la de bellas hebras de oro y rubíes por ojos, era de esperarse. Había sido bautizada como Freyja, la excelsa, la dama de luz. El astro rey había dado vida a sus cabellos, ondulados como si siguieran el flujo del agua. Sus ojos parecían dos preciosas joyas que cualquier bandido habría codiciado. Su resplandor vaticinaba que aquella recién nacida lograría grandes cosas en la vida. Y es que su simple nacimiento vaticinaba ya una "revolución".
Levantó entonces Njörðr la mítica capa hecha de plumas de halcón, Valshamr, aquella fabricada de las plumas de la misma ave con la cual se confeccionó también la capa de la honorable Frigg.
—Valshamr, el primer regalo del Fólkvangr para quien ha nacido en el seno de esta familia, después del valeroso guerrero Frey —el rey acarició la cabeza de una durmiente Freyja —Que a nadie le queden dudas de que esta niña logrará grandes hazañas.
Y todas las criaturas vivientes se regocijaron.
Aquel mismo día, día que nadie nunca olvidó jamás, otro nacimiento se gestó. En el pueblo que rodeaba el Fólkvangr, allá donde vivían los valerosos guerreros de Njörðr, quienes eran conocidos por el nombre de "Vikingos", habitaba el General Ragnarok. Este hombre tenía una apariencia joven, sí, lucía mucho más joven de lo que en verdad era, con los cabellos de un tono negro azulado místico y una mirada azul, fría como el hielo. Estaba casado con una vidente de nombre Volva, la hermosa adivina de hebras doradas.
—Eres Volva, la que nunca se equivoca —pronunció Ragnarok, con el dolor marcado en su voz mientras sostenía la mano de su esposa, que agonizaba postrada en su lecho —Mas esta vez deseo con todo mi ser que erres.
—Bien lo has dicho, jamás me he equivocado —Volva cerró los ojos, al tiempo que su respiración se iba apagando —y claramente tampoco lo haré esta vez —entró entonces una doncella de apariencia joven sosteniendo al primogénito de la pareja. Se lo entregó a la vidente —Hyoga. Ese será tu nombre, un nombre que resonará hasta en el lúgubre Helheim.
Ragnarok tomó en brazos a su hijo Hyoga, al tiempo que Volva espiraba. Aquella fatídica noche, la llama de una vida se apagaba para dar luz a otra. El general, hombre de mil batallas, perdió su primer combate ese día. Contra la tristeza y las lágrimas. Y juró allí mismo, en el lecho de su mujer, que aquel sería el primer y último combate que perdería.
Aquel era un mundo de opuestos. Y en un mundo de contradicciones como este es que se gesta la historia de amor de dos seres que nacen el mismo día, en circunstancias distintas, con destinos diferentes que, eventualmente, terminarían enlazándose a la perfección.
Tengo el capítulo I casi terminado, pero me iré a terminar el capítulo III de Amor de Leyenda, así que publicaré la próxima semana. ¡Gracias por el apoyo y la paciencia!
