Manejaba mirando un punto fijo en la carretera, podría haber sido más fácil aparecer en el lugar; pero no tenía la concentración ni el apuro necesario. Quería retrasar el momento cuanto más fuese posible porque no estaba lista. Y quizá nunca lo estaría.

No había tenido tiempo de detenerse a pensar en lo que estaba pasando, solo sabía que sentía las rodillas débiles a medida que se acercaba al límite de la ciudad. Sin medir sus consecuencias, dobló bruscamente el volante y se estacionó en el bosque.

Afirmó su cabeza en el volante y contuvo un sollozo. Esta no era una elección, no era su elección. Simplemente lo hacía como impulsada por una fuerza mayor. Era lo correcto, era el bien.

Había arreglado todo lo necesario para el viaje, para enviarle lejos. Hizo los contactos, buscó dinero, le dio mapa con indicaciones y una lista de consejos básicos sobre lo que tenían que hacer al llegar al pueblo cercano. Le estaba dejando salir de su vida sin colocar oposición. Le estaba obligando a salir de su vida.

Ahora solo quedaba despedirse.

Entonces se dio cuenta de que no podía hacerlo. No podía pararse ahí y verle abrazar a su esposa y tomar a su hijo en brazos para comenzar una nueva vida lejos de ella. No podía permitir que el ladrón que había tomado su corazón se llevara lejos su vida.

¿Qué podía hacer?

Nada.

Tomó la imagen de ellos, del pasado que nunca fue, y la afirmó en el volante, pasó un dedo por encima. Una lágrima se deslizó por su cara mientras intentaba recordar el calor que le abrigó el corazón cuando él le dijo 'Te escojo a ti'. Necesitaba recordar que ella era amada, aunque eso ahora solo fuese una tortura, al final de cuentas de nada servía si la abandonarían de todas formas…

¿Por qué no entró en aquella taberna?

¿Qué hubiese pasado si lo hubiese hecho?

No tendría a Henry.

Él no tendría a Roland.

Pero se tendrían. Ellos.

Era un pensamiento realmente egoísta, pero ella solo quería saber qué era ser feliz. Parece que además de aquellas horas discontinuas en su vida, nunca conseguiría mantener una sonrisa en su rostro.

No era la suficientemente buena. Para nadie.

Debería estar acostumbrada, pero todas las veces dolía de la misma forma. La gente no permanecía a su alrededor, la gente no se rodea de oscuridad… Y ella es la oscuridad.

Golpeó el volante y el ruido de la bocina resonó en el bosque.

Se odiaba. Odiaba la línea de la ciudad. Le odiaba a él… Odiaba el amor.

Dobló la imagen de sus esperanzas y la metió en su bolsillo.

Encendió el motor.

Era hora.

El fin de la historia.

El ladrón debía partir.

Los villanos no consiguen finales felices.


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