UNA BODA EN EL CAPITOLIO

-Acepto- dijo la joven. Sus oídos zumbaban pero sabía exactamente lo que debía decir así que fue una respuesta automática. No estaba segura de si la sala estaba tan en silencio como ella pensaba, ó, es que verdaderamente el zumbido en sus oídos no la dejaba escuchar nada más que el propio latido de su corazón. Observó al chico que estaba frete a ella, seguía aturdida pero notó que dijo algo, acepto, era lo que debía decir. Una serie de fuegos artificiales resplandecieron en el cielo, así supo que él lo había dicho. Volteó a ver a la multitud que celebraba su unión, sonrió tan naturalmente como pudo, no tenía la sonrisa más hermosa pero tenía que hacerlo; esperaba que sus ojos no delataran la confusión en la que se encontraba.

Sintió que apretaban su mano y de nuevo observó al joven frente a ella, tenía una mirada triste y resignada, en ese momento salió de su trance y escuchó lo que clamaba la multitud.

Beso!- gritaban entusiasmados. La joven observó a su alrededor, su dedo anular izquierdo palpitaba suavemente, ahora portaba un anillo de matrimonio.

-No tienes que hacerlo, Katniss- dijo el muchacho un poco avergonzado y con la misma mirada triste. La joven comenzaba a creer que había sido un martirio para él casarse.

-Está bien- le dedicó una rápida mirada antes de besarlo. Ahora era oficialmente la esposa de Peeta Mellark. Ella misma había sugerido esa idea, pero no esperaba que todo se llevara a cabo con tanta rapidez, sólo dos semanas más tarde, estaba ahí parada, casándose con su trágico amante del Distrito doce. Hubiera podido arrepentirse, tenía más de una excusa para hacerlo, pero decidió dejarse llevar por la corriente.

-¿Quieres bailar?- preguntó tímidamente Peeta. Llevaban horas sentados, recibiendo felicitaciones y buenos deseos, tenía la boca cansada de tanto sonreír y si fingía un poco más terminaría por volverse loco.

-Claro- contestó su esposa, parecía agradecida por la invitación. Se levantaron con otra sonrisa fingida y se acercaron a la pista de baile, la multitud completa se apartó para verlos bailar. Enseguida la música cambió, sonó un vals lento y armonioso que parecía estar sonando especialmente para ellos dos, para el nuevo matrimonio. Peeta tomó la cintura y la mano de Katniss y la guió por toda la pista.

-Luces hermosa- tenía que decirlo, era la verdad, portaba un vestido blanco un poco extravagante, con diamantes y joyas, pero ella lucía hermosa siempre, con cualquier cosa –Aunque prefiero a la verdadera Katniss- no era su intención ofenderla, no quería que sonara como un insulto, pero le gustaba más cuando era ella, sin tanto maquillaje o diamantes encima. La amaba de todas formas.

-Tú también luces bien- él rió. Ciertamente que, su ahora esposa, nunca había sido buena con las palabras, pero verla intentarlo siempre era algo que lo hacía reír. Él sólo vestía un esmoquin negro, se había negado rotundamente a algo más, y, aunque de mala gana, Effie había accedido. Así que el contraste entre ambos no podía ser más notorio, de alguna forma él quería que ella fuera la encargada de atraer las miradas, si lo veían a él, notarían lo mucho que le costaba fingir que estaba feliz –Te queda bien el esmoquin- dijo ella sacándolo de ensimismamiento. Él sólo le devolvió la sonrisa y siguió bailando.

Katniss apoyó su rostro sobre el hombro de su esposo, se dejó guiar por él durante todo el baile, soltó su mano y se acunó en sus brazos. Peeta la atrajo aún más cerca y besó su cabellera, seguían bailando pero más lentamente, apenas sentía mover sus pies. La joven cerró los ojos y por largos minutos pensó solamente en el hombre con el que bailaba, pero la realidad la golpeó de pronto, cuando abrió los ojos y se dio cuenta de que una multitud de extraños los observaba, era su boda y apenas conocía a unos cuantos, estaba rodeada de una farsa. Su mirada por fin pudo encontrar a su familia, su madre y hermana le sonreían con cierta ternura, dándole aliento o resignación. Volvió a cerrar los ojos, quería seguir bailando, dejar de pensar que eran un espectáculo pero la música se detuvo y todos aplaudieron.

-¿Estas bien?- preguntó Peeta cuando notó que ella aún se aferraba a él. La veía con la mirada más triste que jamás le vio, eso le encogió el corazón, realmente parecía desdichado.

-Mejor que tú- él pareció realmente sorprendido pero la tomó de la mano y con una sonrisa fingida la llevó de vuelta a sus asientos. Todo en medio de aplausos y pequeños gritos.

-Quisiera ver a Prim- dijo después de un rato sentados y en silencio. Necesitaba ver una cara conocida. Él asintió, tomó su mano y la besó.

Katniss paseó por los jardines llenos de rosas blancas, antes de hablar con su familia tenía que aclarar sus propios pensamientos. Desde ese lugar era posible ver cómo se desarrollaba todo el espectáculo, se sintió más abrumada que nunca. Cayó en cuenta de que no importaban las razones que hubiera tenido para casarse, no importaba que Peeta y ella supieran la verdad, ahora ella estaba casada, nada cambiaba ni cambiaría ese hecho. Pudo ver que Peeta seguía sentado en el mismo lugar, con la mirada fija, ahora él era su esposo.

-Katniss- escuchó que alguien la llamó. Se dio vuelta.

-¡Gale!- exclamó sorprendida, era la última persona que esperaba ver en ese lugar. Caminó hacia él, iba a abrazarlo como siempre lo hacía, pero se detuvo.

-¿Qué pasa?- preguntó él cuando la vio detenerse. Ella se quedó en silencio, era más que evidente, Gale lo entendió y rió amargamente –Claro, ahora estas casada- asintió ligeramente y retrocedió, no podía estar ahí con él -¡Todo es una farsa! Creo que puedes darme un abrazo, me has besado cuando se suponía que estabas con Peeta- se acercó de nuevo pero ella siguió retrocediendo.

-Es diferente- intentó explicar.

-¿Por qué?, Él sabe que no lo amas, que todo forma parte de un espectáculo-

-Peeta es mi esposo…- esas palabras la llenaron de sorpresa, por primera vez las decía en voz alta –Tengo que respetarlo- se encogió de hombros, quería dar por finalizada esa conversación pero Gale no se movió ni un centímetro.

-¡¿Respetar una farsa?! No estarás pensando en vivir con él, fingir que son un verdadero matrimonio y vivir felices para siempre… - su tono era casi de burla y eso la hizo enfurecer.

-¿Y por qué no?- esa frase salió sin pensar y se sorprendió de que realmente pensaba eso, por qué no podía ser feliz con él. Durante todos los preparativos jamás pensó en cancelar la boda y era porque sabía que era Peeta quien la esperaría en el altar. No le molestaba estar con él.

-Katniss- dijo una voz a su espalda que la hizo sobresaltar, era precisamente él, parecía incómodo de estar ahí, de interrumpir –Quieren que partamos el pastel de bodas- la veía tímidamente y evitaba ver a Gale. ¿Cuánto habría escuchado?

-Vamos- observó rápidamente a Gale y se dirigió con su esposo. Tomó su mano y trató de dedicarle una sonrisa serena.

-Tú eres panadero Peeta- gritó Gale a sus espaldas –Imagino que le diste la aprobación final- Katniss no podía creer lo que escuchaba. Apretó más la mano de él y se alejó de ese lugar.

-Lo lamento, Peeta. Gale…- intentó hablar pero él la interrumpió.

-No tienes que hacerlo, Katniss – otra vez esa sonrisa triste –Soy yo quien debería disculparse con él –la joven se paró en seco –Le robé a la única chica que ha amado- estaba estupefacta pero reanudó sus pasos. No podía creer que el contraste entre ambos fuera tan grande, que Peeta se estuviera disculpando cuando ella fue la de la idea, que a pesar del amor que sentía por ella compadeciera a su rival, mientras Gale no disimulaba en absoluto sus celos y rabia, él se disculpaba y hasta lucía avergonzado.

Peeta intentó relajarse un poco, tenía que prepararse para lucir como el hombre más dichoso del mundo entero, era difícil cuando estaba cansado. No era el día más feliz de su vida, por el contrario, estaba cerca de ser el peor de todos, y la razón era simple: amaba a Katniss, pero estaba seguro de que ella no lo amaba, la tenía a su lado como parte del espectáculo y eso era lo más doloroso, que por más que se esforzara no podría hacerla feliz, ella tenía en su mente a alguien más, todas las sonrisas, los besos y las miradas eran mentira, ella tenía que fingir ser feliz junto a él y eso lo mataba porque él de verdad hubiera querido casarse con ella, formar una familia. Hubiera querido ganarle la partida a Gale, sí, pero legalmente, conquistar a Katniss de la forma correcta.

Partieron el pastel con una gran sonrisa, frente a todos, luciendo como una pareja joven y feliz, ansiosos de comenzar una vida juntos. Él sonrió todo el tiempo y ella lo besó hasta que el público pensó que era hora de dejarlos solos.

Se despidieron deseándoles una larga y dichosa vida juntos, los veían tan felices. Peeta observó cómo Katniss se despedía de su familia, de su pequeña hermana que le susurraba algo y de su madre a la que siempre le faltaban las palabras, como a la propia Katniss. No vio a Gale por ningún lado, lo más probable era que se hubiera ido. Su propia familia apenas se despidió, no lo sorprendía en absoluto, pero era desolador saber que él, que nunca había tenido una verdadera familia, estaba destinado a no tenerla nunca, no con un matrimonio arreglado.

-Hola Prim- saludó a la pequeña –No te preocupes, volverá apenas nos permitan salir- les habían preparado una hermosa casa dentro del Capitolio como regalo de bodas, tenían que permanecer ahí por un par de días.

-Felicidades Peeta- no sabía de dónde provenían esas palabras, pero aún así las aceptó junto a un cariñoso abrazo. Desde que había vuelto de los Huegos del Hambre, la pequeña se había acostumbrado a su presencia, lo trataba como uno de la familia y él lo agradecía –Cuídala mucho- le pidió.

-Por supuesto- terminaron de despedirse y le dieron el último adiós a la multitud que aún los acompañaba. La última sonrisa a las cámaras y entraron. Peeta suspiró, pensó que estarían solos pero no. Haymich y Effie estaban ahí.

-¿Qué hacen aquí?- preguntó Katniss sorprendida.

-Tengo que hablar contigo, preciosa- aseguró Haymich y la guió hasta un cuarto dónde cerró la puerta. La joven se movió inquieta, pensó que serían más problemas –Fue una hermosa ceremonia- dijo con su típico tono.

-¿Qué quieres?- preguntó desganada. No tenía ánimos, nunca lo había tenido.

-Quiero que asimiles lo que acaba de pasar- su voz pasó a ser más seria, así que Katniss le prestó atención –Acabas de ganar tiempo, le diste al Capitolio lo que pedía, una distracción. Pero ahora estas casada-

-Lo sé-

-Ya sé que lo sabes, preciosa- dijo él pidiéndole que lo dejara continuar –Mi consejo, Katniss, es que lo disfrutes, no dejes que el Capitolio arruine todo. Sé que quieres a Peeta y es bastante evidente lo que él siente, no es tan malo como piensas, no tienes que ser difícil, ya hay muchas cosas difíciles allá afuera- Katniss asintió pero no estaba segura de entender el consejo. Era la primera vez que alguien mencionaba el amor que le tenía a él, ella misma no era capaz de decirlo en voz alta.

Cuando volvieron, Effie hablaba en voz baja con Peeta, pero en cuanto advirtió su presencia guardó silencio.

-Creo que es mejor que nos vayamos- dijo Haymich. Les dedicó una sonrisa y salió junto a Effie, oficialmente estaban solos.

-Ha sido un día largo, tomaré una ducha- Peeta le dedicó una mirada confundida y se dirigió hasta su cuarto. Katniss se quedó parada, no sabía muy bien qué hacer, era una casa bastante grande, tenía más de una habitación. Se quedó ahí un par de minutos hasta que logró reaccionar, se encerró en una habitación, batalló con el vestido de bodas hasta que consiguió sacarlo y se metió en la ducha más tiempo del necesario. Se sentía diferente y no lograba comprender la razón. Para cuando se metió en la cama, con una piyama cualquiera, ya era bastante tarde. Se movió inquieta en la cama, no podría dormir aunque lo intentara.

Pensó en Gale, no le gustaba verlo de esa forma, pero ahora no había nada que ella pudiera hacer. Sabía que la quería, pero jamás podría entenderla, por más que se esforzara y dijera que sabía por lo que había pasado, mentía, ni siquiera podría imaginarlo. Peeta era el único que podría hacerlo, ambos estuvieron juntos en ese infierno, cuando el miedo los inundó, cuando la desesperación los sobrepasó, la incertidumbre de no saber si sobrevivirían, la esperanza cuando los proclamaron los ganadores, él había estado allí, en lo bueno y lo malo. Le creía a él y sólo a él, a Peeta que nunca se había creído un héroe, que no pretendía salvar al mundo entero, sólo a ella, que sentía miedo y no se avergonzaba de ello, era tan humano como ella. Sabía que en esos Juegos de Hambre se había aferrado a ese hombre, no había muchas cosas que infundieran valor, pero cuando estuvo entre sus brazos sentía un poco más de esperanza, no de salvar al mundo sino de sobrevivir, no había sentido eso en los brazos de alguien más. Observó su mano izquierda, a pesar de la oscuridad, un brillante diamante resplandecía en su dedo anular, se tomó unos minutos para llenarse de valor y luego salió de su habitación. Vagó por todos lo cuartos antes de encontrar uno que parecía iluminado por una luz, debía ser el de él.

Peeta se movía inquieto en la cama, no había sido un día fácil. Apenas asimilaba que se acababa de casar con una mujer a la que tenía que sacarle las palabras pero la amaba, sí, con todo el corazón. Se frotó el rostro con ambas manos, estaba un poco frustrado, quería tenerla junto a él, como cuando ella tenía pesadillas y le pedía que se quedara, pero sospechaba que después de su boda ella no volvería a pedirle tal cosa, ahora lo veía de forma diferente y él sólo deseaba que no lo odiara por el rumbo que había tomado todo, sus vidas que no les pertenecían en absoluto. Antes de irse, Effie, le había asegurado que Katniss lo quería, pero él no podía creerlo, nadie podía amar con tan poca libertad alrededor, con tantas mentiras y política mezcladas. Seguramente le tenía cierto cariño, por todo lo que habían pasado juntos, pero nunca lo amaría, no era un héroe, como Gale que parecía ser el salvador de todo Panem, seguro e inteligente, él no tenía ninguno de esos atributos, sólo era un simple panadero.

Katniss abrió la puerta y encontró a Peeta acostado sobre su cama, tenía una lámpara prendida y, como siempre, la ventana abierta, no sabía si estaba dormido así que se quedó parada, indecisa.

-¿Tienes pesadillas, Katniss?- preguntó él, estaba despierto.

-No- no estaba segura de cómo decirle que no podía dormir si no estaba con él, si no estaba en sus brazos.

-Ven aquí- era la invitación que estaba esperando. La joven no lo dudó ni un instante y se metió en la cama con él, se recostó sobre su pecho e inmediatamente sintió esa tranquilidad que Peeta irradiaba. No quería que el capitolio arruinara esa conexión que tenían, el lazo que se había formado en la Arena, la oportunidad de amar a alguien. Levantó la vista y se encontró con el rostro de Peeta, tenía los ojos cerrados pero no estaba dormido, era inevitable no notar lo atractivo que era, por lo menos para ella. Cuando estaba juntos nada parecía tan complicado, Katniss podía sentir que había una vida simple esperándola, quizás todo se solucionaría pero ella se mantendría lejos de todo eso, de la revolución y guerra, no quería estar envuelta en ese futuro, quería estar con su pequeña familia y con él.

-¿Peeta?- susurró inquieta del futuro, de que realmente hubiera una rebelión.

-Me quedaré contigo- afirmó él, parecía ser la respuesta que esperaba porque se relajó involuntariamente –Siempre- reiteró él viéndola a los ojos. La joven se acercó y terminó por besarlo, Peeta correspondió tímidamente a su beso como siempre lo hacía, pero ésta vez, cuando ella comenzaba a separarse, él colocó su mano en su rostro y le impidió hacerlo, la besó de nuevo. Sus labios eran suaves y estaban tibios, era muy tierno y delicado con ella, siempre lo había sido. El beso se extendió por largos minutos e involuntariamente su corazón comenzó a acelerarse, empezaba a disfrutar de ese cálido contacto, de las manos de Peeta sobre ella, de la sensación tan desconocida que se formaba en su pecho y que bloqueaba cualquier pensamiento que no fuera él. Por primera vez se entregó a un beso, sin restricciones o miedos, sintió cómo él la acunaba bajo su cuerpo, cómo se colocaba tímidamente sobre ella, sus brazos sosteniendo su peso pero seguía besándola sin pausa, Katniss no quería que se detuviera, se sentía bien estar con él, con su cuerpo protegiéndola y sus labios sobre ella, era una sensación embriagante. La joven se sintió ligeramente asustada cuando Peeta besó su cuello, era una sensación tan nueva que la sorprendió, pero él la besó con tanta gentileza que pronto olvidó la incertidumbre de estar en los brazos de un hombre por primera vez, sus labios pronto fueron sustituidos por la punta de su lengua, un escalofrío placentero la sacudió y una sensación cálida se formó en su vientre. Enredó sus manos en el rubio cabello del que ahora era su esposo y lo atrajo más, invitándolo a continuar y él así lo hizo, sus besos fueron más seguros y apasionados, cerró los ojos y disfrutó de ese contacto tan íntimo que le erizaba cada vello del cuerpo.

Después de varios minutos de besar esa suave piel, Peeta comenzó a subir su blusa, estaba totalmente loco por esa mujer, había perdido mucho más que la cabeza, había perdido el corazón. Estaba disfrutando de ese momento, sentir el cuerpo de una mujer por primera vez, pero de pronto su conciencia lo hizo detenerse, apoyó el rostro en el pecho de Katniss y suspiró intentando pensar con claridad. Estaba logrando calmarse cuando sintió las tibias manos de ella llegar hasta su espalda, lo acariciaba placenteramente y siguió bajando hasta que se encontró con el borde de su camisa, la cual comenzó a subir. Peeta no podía creer lo que estaba pasando, su mente y el deseo que experimentaba se debatían entre ellas, entre detenerse o continuar, era la primera vez que sentía algo así.

-Katniss…- susurró a forma de súplica, si continuaba con tan suaves caricias no habría forma de que se detuviera.

-Está bien, Peeta- él la observó largamente, tenía los ojos brillosos, sus mejillas estaban sonrojadas y sus labios ligeramente abiertos.

-Eres la mujer más hermosa que he visto y que alguna vez veré- Katniss se quedó sin palabras, regularmente era algo normal, pero esta vez, aunque realmente deseó poder responder a ese cumplido no pudo hacerlo, era el halago más tierno que alguna vez alguien le hubiera dicho. Le ofreció una tímida sonrisa y lo trajo para besarlo, sus labios se reconocieron. Comenzaba a acostumbrarse a esas sensaciones, a él y su calor, a su cuerpo sobre el suyo. Siguió los instintos que la había llevado hasta esa situación y subió la camisa de Peeta, él se separó y terminó de sacar parte de su pijama. Su abdomen y pecho quedaron al descubierto, inconscientemente se puso nerviosa, sintió su rostro arder de vergüenza y sus manos sudar; no estaba segura de qué era lo que debía hacer, jamás había estado en una situación igual, para su fortuna fue él quien dio el siguiente paso, se inclinó y la besó.

Peeta apenas podía creer lo que estaba pasando, que tuviera a Katniss entre sus brazos, que estuvieran compartiendo un momento tan íntimo, sus pensamientos estaban totalmente revueltos y parecía que sólo era capaz de concentrarse en ella, en las manos que acariciaban su espalda delicada y tímidamente, era la primera vez para ambos. Peeta bajó hasta el cuello de su esposa, primero depositó pequeños y cortos besos, pero después siguiendo el impulso de sus deseos, la besó con firmeza, rozando con su lengua esa delicada piel. No estaba seguro de estarlo haciendo bien, pero cuando escuchó que Katniss suspiró entrecortadamente y que sus manos se aferraban con más fuerza a su espalda, supo que no estaba tan perdido. Siguió bajando hasta que el borde la blusa se lo impidió, estaba nervioso y no estaba seguro de cómo debía continuar, así que siguió su intuición y con cierta timidez levantó su blusa, pero como ella estaba recostada no salía por completo, la joven se dio cuenta de ese detalle y se sentó sobre la cama, quedando de frente a su esposo. Peeta besó su frente y sacó su blusa, se quedó sin aliento, apretó la mandíbula intentando no perder el control, sus manos temblaban ligeramente cuando la tomó de la cintura, eran sensaciones tan nuevas que apenas podía controlarlas. Cuando pensó que el deseo que sentía no podía aumentar, Katniss desabrochó el ligero sostén que la cubría y que terminó de caer con un poco de ayuda. Peeta suspiró fuertemente, no quería parecer demasiado obvio e incomodarla, pero no podía apartar la vista de cuerpo, memorizaba cada detalle y lunar, cada seña, no quería olvidar nada. La abrazó y sintió que su cuerpo ardía de placer y deseo, la besó con tanta suavidad como pudo. Llegó hasta el borde del pantaloncillo de su pijama y con las manos titubeantes lo bajó, una sensación de alivio lo embargó pero de pronto sintió una necesidad casi insoportable de tocarla, de sentirla entre su piel. Notó que ella lo imitaba, bajó hasta el borde de su pijama y la bajó con la mirada esquiva.

-No tenemos que hacerlo, Katniss, podemos detenernos- tomó su rosto entre sus manos. Por más que estuviera disfrutando de tenerla entre sus brazos, no soportaría saber que al día siguiente ella se arrepintiera, que se avergonzara de su primera noche juntos.

-¿No es lo quieres?- su rostro estaba totalmente sonrojado, las palabras se tropezaban en su boca.

-Sí, quiero hacerte el amor, Katniss, pero…-

-Sshhh- susurró ella con gran calma, con una sonrisa serena y una mirada brillosa. Ambos estaban nerviosos por lo que se acercaba.

Peeta se recostó sobre ella, con sumo cuidado, la besó y acarició suavemente, tratando de relajarse y disfrutar de lo que estaba sucediendo. Cuando estuvo seguro de que ella estaba cómoda y acostumbrada a sentirlo tan cerca, comenzó entrar en ella, una descarga de placer lo recorrió por completo, su cuerpo entero parecía haber estado esperando por eso.

-¿Estas bien, Katniss?- preguntó preocupado, ella parecía un poco incómoda y una lágrima solitaria resbalaba por su mejilla.

-Estoy bien- declaró besándolo. Peeta se tranquilizó, no estaba muy seguro de lo que debía hacer, pero su cuerpo y deseo parecían guiarlo. Se movía lento pero rítmicamente, no había segundo en el que apartara la vista del rostro de Katniss, no quería perderse ni un solo gesto, la besó con frecuencia, en los labios, en las mejillas, frente y nariz. Ella jadeaba entrecortadamente y se aferraba a su espalda, parecía estarlo disfrutando tanto como él. Peeta esperaba que su esposa pudiera sentir el gran amor que sentía por ella, la incondicional forma de quererla, se había entregado completamente y sin reservas. Al final sintió su cuerpo y el de Katniss sacudirse ligeramente, su mente quedó un blanco y una descarga de placer lo recorrió de pies a cabeza, ella se aferró más a él, a sus brazos y le dio un suave y húmedo beso en los labios. Ahora era su mujer.

Katniss estaba exhausta, su cuerpo estaba cansado pero una sensación cálida se había formado en su vientre, se sentía segura y aunque aún estaba un poco avergonzada una sonrisa placentera e involuntaria se había formado en su rostro.

-¿Peeta?- sintió que el cuerpo de él se tensaba, quizá le preocupaba la reacción que ella tendría después de lo que había sucedido –No creo que pueda volver a dormir sin ti- declaró aferrándose al pecho desnudo de su esposo.

-Ni yo creo que pueda dejarte ir- se encontraron en una larga mirada. Los ojos de él eran tan intensos, parecían decir: sí, haré lo que sea por ti. Peeta observó largamente a Katniss, ella era clase de mujer que traía esperanza consigo, y, algunas veces, también revoluciones.