Miaka Seguchi. Las palabras que la definen son glamour, elegancia y belleza. Se mueve entre los más importantes círculos del espectáculo de Japón. Esposa de uno de los hombres más conocidos del país.

Sin embargo, ¿alguien alguna vez se ha preguntado si ella es feliz? ¿Se han preguntado, acaso, qué es lo que siente cuando su propio esposo –Tohma Seguchi –la deja de lado para atender otros asuntos de mayor relevancia?

La máscara de aparente frialdad se resquebraja por un momento, dejando entrever sus ojos castaños llenos de tristeza.

Personas desconocidas caminan a su alrededor, y su mirada se encuentra clavada en el hombre con quien comparte apellido. El hombre que, a pesar de haberla desposado, no le presta más atención a ella que a un desconocido.

- En este momento, Eiri es lo más importante para mí –dice Tohma firmemente.

Miaka se limita a asentir antes de verlo partir entre los pasillos del aeropuerto.

Ni una sonrisa, ni un beso, ni un "te quiero".

Y justo cuando pierde de vista a Tohma, algo se rompe dentro de ella.

¿Dónde quedo yo, Tohma? ¿En qué lugar quedo yo...?

Las lágrimas afloran, desobedientes ante las órdenes de su dueña de controlarse. En su confusión, los pies avanzan sin previa orden del cerebro.

Quiero salir de aquí. Que nadie vea a Miaka Seguchi con lágrimas en los ojos.

- Señorita Seguchi, ¿dónde...? – la pregunta ni siquiera es escuchada.

Los pasos se aceleran, y sin previo aviso, se encuentra a mitad de la calle.

Escuchó un grito. El chirrido de un auto tratando de frenar. Y súbitamente, todo se volvió negro.

¿Qué lugar tengo yo en tu corazón, Tohma?

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