La idea de que hubiera universos parecidos, pero diferente, siempre había sido una posibilidad de la que Papyrus era consciente. Cuando uno se ponía a investigar líneas temporales y entendía que había diferentes versiones de sí mismo viviéndolas a cada una de ellas hasta sus últimas consecuencias, la conclusión no se hallaba demasiado lejos de su alcance.
Acorde a todas las teorías disponibles, esos universos no tenían por qué haber tenido un origen común y haberse torcido en algún punto de su historia, incluso si algunos eventos tuvieran tendencia a repetirse. Por supuesto, en realidad no tenía forma de saber cuáles eran esas diferencias o semejanzas concretas. Antes de que el viejo desapareciera, ellos trabajan en viajes por el tiempo, no transporte interdimensional.
Siendo así, ni en un millón de años Papyrus hubiera esperado alguna vez visitar cualquiera de esas versiones. Mucho menos sin haber hecho nada para provocarlo. Por eso, cuando Papyrus abrió sus cuencas y se encontró de pronto apoyado contra una puerta de piedra diferente a la que estaba acostumbrado, su primera idea fue que era uno de esos sueños perturbadoramente realistas que a veces tenía. Pero la ilusión pronto se vio rota; su cuerpo todavía sentía la humedad de la nieve debajo de él y el viento soplaba a través de sus mandíbulas en una familiaridad que reconocía, pero que nunca había conseguido replicar del todo en su memoria. Era una sensación demasiado distintiva.
La puerta era tan grande y ancha como siempre lo había sido para él, sólo que en lugar de morado y blanco los colores eran de negro y rojo. También había más grietas y marcas por la superficie, como si alguien se hubiera entretenido atacándola. A juzgar porque la mayoría se concentraban en la parte inferior, monstruos pequeños o niños se habían encargado de eso hacía tiempo. Un vago sentido de curiosidad empezó a picarle al fondo de su cráneo.
¿Qué más había salido diferente? Si tocaba la puerta ahora, ¿alguna versión de Asgore respondería? ¿Le gustarían los chistes? Si estaba en un universo alterno, esa iba a ser la manera más rápida de aseverar hasta qué grado variaban sus características. Levantó el puño y estaba a punto de tocar cuando una voz le hizo pegar un respingo.
-¡Hey! –Unos pasos rompieron una gruesa rama-. ¿Qué estás haciendo? ¿No sabes que esta zona está pro…?
Era un esqueleto bajo. Tan bajo como su hermano pero ahí se acababa cualquier semejanza. No sólo su ropa era algo que a su Sans jamás se le ocurriría ponerse, rojo y negro siendo sus colores principales, sino que sus dientes estaban afilados y en medio de los cuales resaltaba un intimidante colmillo dorado. Gotas de sudor rojizo se deslizaban por su cráneo y este estaba marcado por una tortura en un costado, junto a otras pequeñas marcas que le hicieron tener un revoltijo en su alma. Parecía salido de un campo de batalla. Si esa era la pinta usual en ese mundo, su trasero huesudo podía estar en muchos problemas.
En vez de los puntos de turquesa alegres, unos puntos rojos iluminaban desde sus cuencas, que se agrandaron cuando él se dio la vuelta. Una expresión de reconocimiento sorprendido pasó por su rostro antes de que la confusión se asentara. Embolsándole las dos manos en su chaqueta negra, el otro Sans se acercó examinándole de arriba abajo.
-¿Papyrus? –preguntó.
-Sí y no –respondió el susodicho, llevándose las manos al bolsillo frontal de su suéter. No parecía que estuviera en peligro inmediato por ahora-. Soy un Papyrus, al menos. Tú eres el Sans de aquí.
-Sí –dijo el esqueleto, acercándose todavía más. Papyrus notó que en su cuello colgaba un collar con tachas doradas y una argolla plateada en el centro, como esperando que alguien la enganchara en una correa, pero trató de no ponerle más atención de la necesaria. No era su asunto-. Así que… ¿vas a decir cómo diablos acabaste aquí o qué? Porque si viniste aquí de paseo, déjame decirte que la has jodido en serio.
-¿Es así? –dijo Papyrus, manteniendo el tono ligero incluso si ya empezaba a creer lo que le decía-. Pues bien, no fue precisamente voluntario, ¿sabes? Simplemente fui a tomarme una siesta y desperté en el suelo. Algún error me puso aquí, probablemente luego de uno de los… -Cerró la boca.
Se dio cuenta de que tal vez no era una conversación que debería tener con Sans, no sin saber si este estaba al tanto de los reinicios a manos del humano. Debería esperar a hablar con el Papyrus de ese mundo, asumiendo que este tenía sus mismos conocimientos. Hizo un sonido como si se aclarara la garganta, a punto de cambiar el tema, cuando el Sans frente sí emitió una breve risa grave.
-Relájate, sé todo acerca de eso –dijo y sus cuencas se curvaron en un gesto nervioso-. Tanto como puedo saber al menos. Pero yo te diría que evites ese tema cerca de mi hermano. Tú entiendes, ¿no?
Papyrus asintió. Así que no eran sólo los colores distintos, sino que los roles parecían estar invertidos ahí. De modo que ese Sans era su versión para ese mundo.
-Bueno, si viniste aquí de casualidad, supongo que no tienes idea de cómo volver, ¿no? –continuó Sans con una sonrisa tensa. Daba la impresión que era la única que podía esbozar-. Porque no te mentiré, amigo, sería estupendo si pudieras regresar de inmediato.
Sí, sólo con verle y el estado de su cráneo Papyrus estaba inclinado a concordar con él.
-Me temo que no tengo idea –dijo, encogiéndose de hombros-. Y creo que es seguro asumir que tú no tienes una máquina para abrir un portal o algo así tirada por ahí, ¿no?
El otro Sans negó con la cabeza. Papyrus apretó el puño dentro de su suéter. Su hermano podía sobrevivir por su cuenta por un tiempo, de eso estaba seguro. Era la idea de no estar ahí cuando el humano apareciera de vuelta lo no le entusiasmaba tanto. Incluso si todos sus otros intentos por impedir lo peor habían acabado en fracaso en el pasado, al menos tenía esa posibilidad, la opción. Atascado en ese universo no le quedaba ni siquiera eso.
-Tienes una pésima suerte, viejo –dijo el Sans rojo, riéndose por lo bajo. Papyrus se dio cuenta de que no era tanto por malicia como por los nervios, si es que las nuevas gotas deslizándose por su cráneo no le aclaraban lo bastante-. ¿Sabes por qué o no es un dicho que tengan muy asimilado de donde vienes?
El Sans rojo dio un paso al frente. Sin saber bien por qué, Papyrus dio uno hacia atrás y sintió el contacto frío de la puerta de piedra.
-¿Cuál dicho? –inquirió, sin perder la calma.
-Oh, viejo, es un clásico –dijo el otro Sans, irguiéndose un poco. Tenía las dos cuencas cerradas, lo que para otros monstruos podría significar que estaba con la guardia baja pero Papyrus sabía mejor que eso-. Incluso los niños lo aprenden pronto aquí. No es que tengan mucha opción tampoco. Pero déjame ponerte al tanto como una especie de regalo de bienvenida. En este mundo, amigo… es matar o morir.
Cuando una ola de huesos salió del suelo, Papyrus ya se había transportado fuera del camino y aterrizado a un par de metros detrás del esqueleto. Los huesos se deshicieron en contra de la puerta de piedra, generándole nuevas marcas sobre la superficie.
-¿No te parece un poco extremo eso? –dijo Papyrus-. No quiero molestarlos a ninguno de ustedes. Preferiría sólo volver a casa.
-Lo siento, amigo –respondió el otro Sans, volviéndose. Ahora sólo la pupila de una de sus cuencas estaba iluminada y el intenso color rojo parecía titilar entre rojo y dorado. La sonrisa que tenía en el rostro no tenía nada de tensa o incómoda-. Pero ya aclaramos que eso no va a ser posible, ¿verdad? ¿Y qué clase de anfitrión sería yo si no te ilustrara en cómo las cosas son aquí?
Envió otra sucesión de huesos, que Papyrus evitó transportándose en la dirección opuesta.
-No quiero hacer esto, viejo –dijo. El otro Sans envió una sucesión de huesos rojos como proyectiles verticales. No tenía ni idea de qué hacía la magia roja que los formaba, pero su curiosidad no era tanta para averiguarlo-. Si eres algo como yo, ya debes saber que pelear contigo mismo no es una buena idea.
Extendió la mano en frente de sí y activó el comando de chequeo. Un mensaje de letras blancas sobre fondo negro se extendió sólo para sus ojos. Estaba a salvo mientras durara su propio turno. Como se imaginaba, ese Sans era definitivamente su equivalente para ese mundo, contando con solo un punto de vida. La única diferencia era que su nivel de violencia era mucho superior al suyo y no costaba mucho imaginar el motivo. El mensaje de descripción decía "La vida no es fácil para este esqueleto." Gran ayuda.
-Ya es un poco tarde para eso, amigo –dijo el otro Sans, apuntando un dedo hacia él.
Papyrus había usado ese mismo gesto cientos de veces y así no se sorprendió cuando un par de Gasters Blasters surgieron a espaldas del esqueleto, sus mandíbulas esqueléticas abriéndose mientras unas potentes luces blancas comenzaron a formarse en su interior. Papyrus se quedó en su lugar, listo para transportarse lejos el momento justo en que los rayos fueran expulsados. Los Gasters Blasters necesitaban un tiempo para recargarse después de cada ataque y con suerte eso le otorgaría unos segundos extra para perder de vista a aquel sujeto.
Sin embargo, el ataque fue interrumpido y las dos amenazantes figuras se disolvieron en el aire luego de que una voz penetrara sus sentidos como uñas sobre una pizarra.
-¡SANS! ¿QUÉ DIABLOS CREES QUE ESTÁS HACIENDO?
Papyrus apenas pudo mover un pie con la intención de vislumbrar quién había gritado, cuando de pronto un aura azul envolvió su alma y se vio enviado de golpe contra el suelo. No podía usar su propia magia mientras el modo azul estuviera activado. Estaba en problemas.
Unos pasos sonaron con fuerza sobre el camino de tierra. Papyrus ni siquiera podía levantar la cabeza, de modo que lo primero que vio fue a un par de botas negras con tacón pasándole por al lado. En cuanto el dueño se alejó de él, en dirección al otro Sans, recién entonces pudo apreciar al Sans (su Sans) de ese mundo.
Como sucedía con el otro esqueleto, parecía que lo único que tenía en común era la altura, enfatizada todavía más por su elección de calzado. El resto de sus vestimentas eran algo que no creía nadie que conociera usaría fuera de una fiesta de disfraces y probablemente ni entonces. Sólo le estaba viendo la espalda, pero la especie de armadura que llevaba con sus amplias hombreras claramente no eran para dar una impresión agradable.
El Sans rojo pareció encogerse en su chaqueta, volviendo a la sonrisa tensa de antes.
-Heh, hola, jefe.
-No me digas "hola jefe" a mí –dijo el otro Papyrus y señaló con su mano cubierta por un guante negro hacia su posición-. ¿Quién diablos es ese? ¿Y quién te dio autorización para llevar a cabo un exterminio a plena luz del día? ¡Sabes que ese es trabajo de la Guardia! ¿Cometió algún crimen acaso? ¡Ni siquiera parecía que él te atacaba!
-¿Puedo decir algo? –intentó Papyrus, levantando la cabeza un poco-. El asunto es muy si…
-¡Calla, extraño! –dijo el otro y, para nada sorprendido, Papyrus sintió su cabeza dando contra el camino con dureza. Al menos no había estado tan lejos para que el golpe doliera demasiado. Había valido la pena el esfuerzo. Ahora tenía una idea más clara de cómo era ese monstruo y cómo estaba a años luz de su hermano-. ¡Sans! ¡Responde de inmediato!
No parecía que el otro Sans estuviera en ningún apuro por hacerlo. Aunque no podía verlos ahora, Papyrus sentía su duda en el aire como un aroma opresivo.
-No es nadie, jefe –dijo finalmente el otro Sans-. Sólo es un idiota de la capital buscando problemas. Tiene sólo uno de vida así que pensé "qué bien, más experiencia." Mencionó que no tiene familia ni nadie que lo espere en casa, así que no es tampoco como si alguien fuera a aparecer buscándolo.
Papyrus apretó su mandíbula con fuerza. Maldito mentiroso, pedazo de mierda…
-Incluso si así es –dijo el otro Papyrus-, escogiste un lugar demasiado abierto para hacerlo. ¿Y qué si otro monstruo pasaba por aquí? ¡Lo habrías matado en el acto con esas cosas y luego yo tendría que reportarle a Undyne que el idiota de mi hermano realizó dos ejecuciones no autorizadas en un día! ¡No puedo seguir justificándolo todo como defensa propia!
Los tacones volvieron a acercarse a él y esta vez Papyrus se sintió mucho más ligero, como si volara. Pero en realidad el otro Papyrus sólo le estaba haciendo elevar en el aire para quedar a la altura de sus ojos. Fue así como pudo ver de cerca cómo sería su cara si tuviera que pelear durante gran parte de su vida y pensara que los dientes afilados era una moda que valía la pena seguir. Lo que más le impresionó, sin embargo, era el hueco que había por encima de la cuenca izquierda y cuya rotura se extendía más allá de la coronilla. El sólo ver esa herida era como si le picaran su propia cuenca. A ese Papyrus casi le habían partido la cabeza, literalmente.
Tras un parpadeo de sorpresa, el otro Papyrus, llevándose una mano al mentón en gesto de sospecha, habló.
-Eres sospechosamente familiar, extraño. ¿Nos hemos visto en alguna otra parte?
Así que era tan observador como su hermano. Eso era un alivio… ¿pero qué se suponía que estaba haciendo el otro Sans? Una ventaja de no tener pupilas en lo absoluto era que la gente nunca sabría adónde era que estaba mirando siempre y cuando no lo indicara moviendo la cabeza. Era por eso que pudo ver al esqueleto más bajo más allá del otro Papyrus, haciéndole gestos frenéticos de que cerrara la boca. Llegó incluso a formar en el aire la palabra CÁLLATE en brillantes huesos rojos, señalándola con su dedo.
El problema era que el otro Papyrus ya se estaba cruzando de brazos y Papyrus conocía demasiado bien esa postura para no saber que no iba a estar contento sin recibir una respuesta. Así que al parecer nadie le estaba dejando ninguna otra opción más que improvisar.
-Eh, sí –dijo. La cuenca de Sans volvió a iluminarse con una intenso rojo-. Quiero decir… he escuchado tanto acerca de ti que bien podría haberte conocido antes. Tu… eh, trabajo se ha hecho escuchar hasta la capital y vine aquí buscando precisamente al… -¿Qué adjetivo usaba éste con su nombre? ¿Importaba la diferencia?- ¿Fantástico? Papyrus para que me ayudara a corregir mis malas formas.
Sans formó ahora QUÉ ESTÁS HACIENDO y a Papyrus le hubiera gustado poder enviarle un encogimiento de hombros en respuesta, pero todavía no podía despegar su atención del esqueleto más alto. Si este era siquiera un poco parecido a su hermano, aunque fuera una pizca, entonces la adulación era la manera de estar en buenos términos con él.
-He sido un ciudadano menos que ejemplar –continuó hablando-. Así que pensé que si había alguna forma de volverme un monstruo de provecho debía ser buscando al monstruo de más provecho en todo el mundo subterráneo.
-Nyeh –replicó el otro Papyrus, elevando un costado de sus dientes como en un gesto de escepticismo. De no haber estado tan cerca, Papyrus podría haberse preocupado. Pero estaba a la distancia ideal para ver un súbito color rosa surgir en las mejillas esqueléticas-. Bueno, extraño, sin duda que no puedo discutir con esa lógica. ¡Es impecable! Sí, me puedo imaginar fácilmente cómo mi fama y dedicación a mi trabajo podría inspirar a aquellos menos disciplinados para querer hacer mejor –De pronto el efecto de la magia azul fue eliminado y Papyrus se encontró de golpe sobre sus pies, aterrizando en el suelo. El otro Papyrus todavía resultaba ser un poco más alto gracias a esos malditos tacones que llevaba-. ¡Casi te compadezco, patético extraño! El venir hasta acá desde la capital y no encontrar la corrección que tan obviamente necesitas debe haber sido decepcionante. ¡Pero no temas! ¡El Terrible Papyrus no dejará pasar la oportunidad de impartir sus valiosas lecciones!
Llegados a ese punto las dos cuencas del otro Sans eran nada más que unos pozos oscuros. No entendía esa reacción. El sujeto se estaba creyendo su historia, ¿no debería ser eso algo para aliviarse?
-Oh, genial –dijo Papyrus y se dio cuenta de que lo había dicho con el entusiasmo de un pez muerto. Esta vez trató de imprimirle una sonrisa a sus palabras-. Quiero decir, fantástico. Por fin mi largo viaje pagará sus frutos.
-Y desde luego –dijo el otro Papyrus poniendo un brazo sobre sus hombros. En otras circunstancias el gesto no le habría importado, se trataba sólo de otra versión de su hermano después de todo, pero ese otro esqueleto tenía un agarre de hierro que se le clavó en los huesos a través del suéter. A Papyrus no le costó imaginar que sólo era una advertencia para que no hiciera una estupidez. Incluso si en la superficie estaba haciendo lo que quería, ese otro Papyrus aún no bajaba su guardia del todo. Así que no, definitivamente no era su hermano-, dado la elección de tus ropas, sólo puedo suponer que eres un vagabundo sin ninguna posesión de valor ni dinero, así que el Terrible Papyrus, para poder corregir tu camino, será inusualmente caritativo y te abrirá las puertas de su hogar.
-¿Qué? –dijo Sans. El esqueleto se adelantó hacia ellos, nuevas gotas de sudor empapándole la coronilla-. Jefe, no puedes estar hablando en serio. No conoces a este tipo.
-Este pobre imbécil necesita mi ayuda, Sans –Papyrus se preguntó si se daba cuenta de que lo estaba insultando o sólo era su manera de hablar de todo el mundo en general -. ¿Qué clase de Guardia Real sería si hiciera oídos sordos a los desesperados, necesitados e inútiles?
-¿Uno normal? –replicó Sans, elevando las manos.
-¡Exacto! ¿Quién querría ser como ese montón de comunes mercenarios? ¡Yo seré superior a todos ellos! ¡Ese es el Terrible Papyrus! ¡Reformar a este bueno para nada será un logro de lo que ninguno de esos incompetentes podrá presumir! ¡Claramente no hay nadie más apto para el trabajo! –De pronto el Terrible Papyrus hizo realizó un rápido giro, llevándose a Papyrus firmemente agarrando a su lado para darle la espalda a la puerta y de frente al camino que llevaría al pueblo-. ¡Vamos, bastardo sudoroso, tenemos que preparar el sofá para nuestro infortunado invitado!
Papyrus casi dejó escuchar una risa ante el sobrenombre cariñoso de ese otro Sans, pero entonces vio a este apuntándole su cuenca iluminada y reprimió el impulso. No sabía todavía cuál era el problema de este y no tenía mucho interés en preocuparse por eso ahora, cuando gran parte de su mente estaba más bien aliviada de estar bajo el ala protectora del Terrible Papyrus. Incluso si era otro monstruo, había algo reconfortante en estar cerca de alguien que se parecía a sí mismo y al mismo tiempo le recordaba a su hermano.
Su recuerdo le apretó un poco en el alma. Todavía tenía tiempo. Suponiendo que no hubieran pasado días desde que hubiera desaparecido de su propio universo, el humano no iba a aparecer en el mundo subterráneo en ninguna fecha pronta. Trató de usar ese pensamiento para calmarse. Sans era el responsable de la casa y sin tener que pagar su deuda en Muffet, podría arreglárselas con su sueldo de vigilante hasta que pudiera remediarlo todo. Su hermano iba a estar bien. No le cabía duda de que encontraría la manera de volver a casa y recibir su buen regaño.
Tenía que hacerlo.
