Title: Perversa maldición
Category: Books » Harry Potter
Author: Alemar107
Language: Spanish, Rating: Rated: M
Genre: Romance/General
Published: 05-06-08, Updated: 05-31-08
Chapters: 18, Words: 62,850

Chapter 1: cap 1 autosatisfacción

Hola: Esta es una historia totalmente descabellada. Al principio dirán ¡Hermione!, después tal vez ¡Qué romántico! Y luego se retuerce perversamente, aún no entiendo que me pasó. Intento explorar el lime y el lemon, espero sus críticas y que la disfruten.

Besos

Alejandra

Perversa maldición.

Cap. 1 Autosatisfacción

Hermione se despertó sobresaltada.

Otra vez ese sueño.

No era una pesadilla, todo lo contrario, mientras su respiración se calmaba lo recordó nuevamente.

Ella estaba en la biblioteca. ¿Dónde más? Absolutamente sola, sentada frente a una mesa repleta de libros y pergaminos. Leía y tomaba anotaciones, súbitamente la pluma cae de sus manos, la ve tirada en el piso al costado de su pie y cuando se dispone a tomarla, una mano lo hace por ella.

La figura no tiene rostro, es etérea, pero intuye que es un hombre, sólo visualiza nítidamente su mano, fuerte, ancha, masculina, que comienza a subir, sólo que, en lugar de hacerlo directamente, va delineando con la pluma sus zapatos, sus medias, sus rodillas; sus dedos se estiran al llegar al muslo, siente su cálida y electrizante caricia, su corazón comienza a palpitar, su cuerpo a temblar, mientras mira como esa poderosa mano continúa su recorrido por debajo de la falda y roza su ropa interior.

Allí se despierta, sudorosa, agitada, húmeda y en cierta medida adolorida.

Pero no sabe, podría confirmar por primera vez en su vida, como hacer para que ese dolor acabe.

Obviamente no es idiota, entiende que es algo completamente sexual, y no se escandaliza, por el contrario, es absolutamente normal a sus dieciséis años.

Se siente frustrada, cansada, no entiende como sus compañeras no lo padecen, las ve tan tranquilas durante el día, mientras que ella está cada vez más nerviosa, supone que ya tienen una solución, pero aún no comprende cual es.

Lavander salía con Ron. ¡Con SU Ron! Que ya no lo parecía tanto, menos aún cuando los veía compenetrados en una lucha de brazos, piernas y lenguas, sacudió la cabeza, eran muy dolorosos y aún más odiosos los recuerdos de esas batallas hormonales de sus compañeros de casa, que la llevaban a sacar lo peor de ella.

Las demás chicas no salían con nadie, o sí lo hacían, incluso ella había tenido un acercamiento con Cormac McLaggen, con la total intención de hacer rabiar a Ron y que aparentemente de nada sirvió, sólo para dejarla más alborotada.

¿Cómo hacían sus compañeras? ¿Estarían en su misma situación? ¿Lo que sentía era normal? ¿O no?

A la mañana siguiente decidió ir a la biblioteca, para buscar un remedio a su problema, algún libro debía darle una solución, una poción, un hechizo, pero por primera vez no encontró la solución allí.

Algo no le quedaba claro y la exasperaba.

¿Por qué Hogwarts no impartía clases de educación sexual? Muchas escuelas muggles lo hacían,

¿Acaso los magos no tenían deseos sexuales?

¡Claro que si! La familia Weasley era sólo uno de los tantos ejemplos que podía enumerar.

Y si eran tan renuentes a dar una materia de ese tipo, porque no disponían de una unidad en la clase de estudios muggles.

¡Pero no! ¡Expliquémosle a los chicos como realizar una maldición imperdonable! ¡Pero NUNCA a sofocar sus naturales instintos sexuales! ¡Que lo averigüen por sí solos! ¡Pero al menos podrían ayudarlos dejando algún material en la biblioteca referente al tema! ¡Pero no! ¿De que le iba a servir ahora la Historia de Hogwarts! ¡De nada! Excepto que en algún momento Rowena Ravenclaw hubiese tenido su misma urgencia, pero sabía, con absoluta seguridad, puesto que sabía el libro de memoria que eso no era explicado allí.

Sabía que una guerra estaba tocando a la puerta, que no había tiempo para el romance, pero no era lo que buscaba exactamente.

¡O tal vez si! Máxime cuando unos preciosos azules ojos impactaban en los suyos, pidiéndole algún favor, haciéndole olvidar por completo lo enojada que estaba con él, pero ella sabía que su enojo era por la insensibilidad de su amigo que no se daba cuenta del amor que le profesaba, aunque ella evitaba que se diera cuenta de sus sentimientos. ¡Cómo se podía ser tan ambivalente!

Es más, recapacitó, la presencia de la lucha con Voldemort, hacía aún más imperiosa la necesidad de acercamiento con aquellos seres que amábamos.

Y ella realmente amaba a Ronald Billius Weasley, con toda su alma y su corazón.

Pero en ese momento no sentía ese amor idílico de los cuentos infantiles que solía leer, donde los enamorados se dan un casto beso, él la alza en brazos y parten al horizonte viviendo felices para siempre; nada más lejos de ello; sentía un arrebatamiento pasional, sus hormonas gritaban por un desahogo que no sabía como sofocar.

Le daba vergüenza preguntar, no sólo por lo delicado del tema, sino que no tenía suficiente confianza con ninguna chica para hacerlo.

De seguro se reirían de ella, por ser tan tonta, y lo que ella menos quería era que se la tache de tal. Había luchado mucho por ser la mejor de toda su clase, incluso mejor que otros alumnos de años superiores.

¡Ella había realizado una poción multijugos en segundo año, cuando se enseña precisamente en sexto! ¡Cómo no iba a saber de esas cosas! Pero esas cosas, le eran totalmente desconocidas.

Definitivamente no se veía preguntándole a Harry como solucionar su pequeño dilema, se imaginaba la situación

Le diría "Dime Harry ¿Cuando estás caliente? ¿Cómo lo solucionas?" Con el tono más analítico que pudiese poner y en ese preciso momento Harry caería moribundo o peor aún muerto al suelo y con su deceso se perdería la insipiente guerra, Voldemort saltaría de alegría y ni pensar en los titulares del Profeta. "El niño que vivió, muerto por la confesión de necesidad de desahogo sexual de su mejor amiga Hermione Jane Granger". Definitivamente no era la manera en la cual quería hacerse famosa, bastante le había molestado cuando la mentirosa arpía de Rita Skeeter había insinuado que ella y Harry eran novios en el torneo de los magos. Ella confiaba en Harry, incluso le confesó su más personal secreto y era su amor por Ron, sabiendo que él nunca la traicionaría, pero eso era demasiado íntimo, porque notó que Harry no se sorprendió en lo absoluto ante la confesión de su amor, por lo contrario, parecía ya intuirlo, la felicitó y le dio a entender que estaba contento de que sus dos mejores amigos en el futuro logren formar una pareja. Pero esto era totalmente diferente.

Ginny era muy pequeña aún, aunque pensándolo bien con una familia tan prolífera su madre le hubiese explicado algo respecto a ello, o tal vez no. No podía preguntar, aún siendo ella su mejor amiga.

Descartada totalmente estaba su mamá, que la habían asistido, lo más profesionalmente posible y con visibles síntomas de vergüenza, cuando por primera vez se convirtió en señorita, como le decía su progenitora. ¿No era mejor explicarle que el ciclo menstrual era un indicio de su capacidad futura de procrear y que era lo más lógico del mundo? Definitivamente no se la imaginaba explicándole como solucionar su enardecimiento. ¿Habría su madre sufrido alguna vez de este padecimiento? Sacudió la cabeza, no podía sumarse un nuevo problema psicológico, ya tenía bastantes.

Podría hablar con Molly, le tenía más confianza que a su propia madre y de seguro sabría aconsejarla, pero luego cruzó por su mente que era la madre de cierto pelirrojo y desistió de la idea.

Ni siquiera se le cruzaba por la mente Ron, el que, con seguridad, era el causante de todo ello. Aunque tal vez, si se atreviera a confesarle sus problemas sexuales, en un rapto de piedad, casi fraternal, le ofrecería una ayuda, de seguro Lavander ya lo habría instruido en esos menesteres.

Lo mejor era intentar serenarse lo más posible y esperar las próximas vacaciones navideñas y cuando estuviese con sus padres compraría un libro en una tienda muggle.

Pero faltaban dos meses, sesenta largos días, bueno, en realidad eternas noches. ¿Aguantaría?

Debía estudiar el doble de tiempo, le costaba concentrarse, todo el día sus pensamientos se veían sumidos en cualquier situación sexual.

En la biblioteca, cuando veía a Ron realizar sus deberes, en tan pocas ocasiones, y colocaba su pluma en la boca. ¡Esa era SU boca! No de Lavander, pensaba las maravillas que podría hacer con ella.

En la clase de pociones, cuando lo observaba manipular los objetos, concentrado en las medidas y cantidades, deseaba arrojar los calderos al piso y acostarlo sobre el mostrador y ¡Oh Merlín!

O a la hora del almuerzo o la cena ver a Ron con la comida en su boca, le parecía lo más sensual que había visto en su vida. ¡Realmente estaba mal! Ahora que lo pensaba más fríamente Ron tragaba el alimento como un cavernícola. ¿Qué había de sensual en eso? ¡Todo! Y suspiró profundamente, mirando al cielo y entornando los ojos.

Era una situación caótica, la falta de sueño, las rondas y obligaciones de prefecta, eso sumado a la tensión de los escapes de Askabán, que Voldemort estaba presente, que Harry la necesitaba más que nunca, y ella, en ese momento era totalmente inútil.

La maldición Crucio sería una tortura menos dolorosa, no lo dudaba. Pero internamente sabía que estaba muy equivocada.

Pensando en todo esto estaba en el baño común, ella podría usar el de prefectos pero allí le era más cómodo.

Cuando iba a salir de su cubículo distinguió a Lavander secretear con Parvati y retrocedió escondiéndose nuevamente en él. No quería enfrentarse a la muchacha, desde hacía un tiempo la trataba mal, agresivamente, no sabía bien porque. Ella precisamente no era demasiado amable tampoco, pero era igual con todos, excepto con sus dos mejores amigos. Y allí se quedó pensando si irse o entrar.

Pero la rubia la había visto y decidió hacerla sufrir. Lavander sabía que Ron no la quería, que para el pelirrojo ella no era nada más que un entretenimiento; al principio no le interesaba demasiado, debía reconocer que su actual novio era muy habilidoso para ciertos menesteres, pero a ella no le gustaba ser el chivo expiatorio de ningún chico, era ella la que los utilizaba; esa actitud de Ron la llevó a desearlo más que a ninguno otro. Y se empecinó en intentar enamorarlo, lo había intentado todo, absolutamente todo, pero fue rechazada, eso significaba una ruptura inminente con él.

Cuando un chico te rechaza, cuando huye ante la entrega directa y abierta de una chica, es porque está enamorado de otra persona, y esa otra era Granger. No cabía ninguna duda.

Entonces decidió herirla, darle una estocada en su corazón de remilgada, ya que ella sabía que Hermione amaba a Ron, la había escuchado por las noches suspirar su nombre. ¡Se vengaría!

Entonces notorio, pero a la vez intentando sonar reservada exclamó

-¡Tú no sabes! ¡Lo maravilloso que es Ro-Ro! Hermione se congeló, estaba decidida a irse pero algo superior la estacó en el suelo.

-¡Cuéntame! Le decía Parvati.

- Bueno, es muy íntimo Hizo una pausa Ayer nos encontramos en la sala multipropósito.

-¿Y?

-No puedo explicarte con palabras lo intenso que fue ese momento Suspiró mirando de reojo a los sanitarios, deseando poder ver el rostro de la insípida sabelotodo.

-¡Amiga, que suerte! Ya no tienes que solucionar tus necesidades sola La chica llevó una mano a la boca - ¡Perdón¡ Eso fue muy impertinente.

- Esta bien, tienes razón ya no tengo que autosatisfacerme, tengo quien lo haga.

- ¡Cuéntame más detalles!

- ¡Sí que eres indiscreta! - Y ambas salieron riendo.

Hermione lloraba en silencio, las lágrimas caían por sus mejillas, cuando oyó la puerta cerrarse, se dejó caer, apoyada la espalda en la pared, hasta quedar sentada en el piso y soltó el angustioso llanto.

Siempre creyó y deseó ser la primera y única mujer de Ron.

¡Qué idiota! ¿Qué pensaba? Si ella tenía esas necesidades, de seguro él también y no iba a esperar que ella se decidiera.

¿Se decidiera a qué? Él nunca se le insinuó.

¿Y si Ron la veía sólo como una amiga?

¿Y si lo que a ella le parecían celos por Víctor eran sólo sentimientos protectores fraternales?

Siempre creyó sentir una reciprocidad en sus sentimientos.

¿Qué reciprocidad? Ella sólo era su amiga, sólo eso y nada más. Y ahora él tenía quien lo amara, lo acariciara, lo tocara

Tocar.

A pesar de ese desasosiego que sentía había escuchado una información sumamente importante.

Autosatisfacción.

Esa era la clave y solución a su problema. Ya había intentado ella misma aliviar esa necesidad de estímulo sexual, pero temió lastimarse.

¿Cómo podía ser tan estúpida?

¡No, no era estúpida! ¡Estaba todo el santo día tras dos inútiles! ¡Que no hacían sus deberes, sólo se metían en problemas y la arrastraban a ella en ellos! Aunque, debía reconocer que con el correr de los años su sentido de respeto a las normas iba decreciendo. ¡Por culpa de ellos!

¡Y además uno de los causantes se dignaba a sosegar los deseos sexuales de Lavander y no los de ella! ¡Cómo se atrevía!

Tomó una decisión, debía dejarse llevar por sus instintos la próxima vez, intentar solventar esos deseos cuando reaparecieran, pero la verdad era que necesitaba declarar lo que sentía por Ron, sólo de esa forma rompería el círculo pasional que la embargaba en sus sueños.

Liberarse de esos sentimientos, para bien o para mal la harían libre.

Fue esa misma noche que volvió a soñar, y otra vez, agitación, sudor, humedad y esa presión en sus partes privadas.

Con cierta timidez, propia de la inexperiencia, temerosa aún de hacerse daño deslizó su mano por sobre la prenda íntima y comenzó a pasar sus dedos por la zona donde sentía dolor.

Pronto comenzó a sentir un cosquilleo, intensificó el movimiento, se atrevió a cruzar la barrera de la tela, tensó el cuerpo y encontró un punto donde el placer era mayor, allí se concentró.

Debió morder la almohada para no lanzar un gemido y sintió que todo su cuerpo se tensó aún más, sintió cosquillas, sintió calor, sintió más humedad, sintió placer y un alivio tan grande que se durmió placidamente.

¡Por fin había encontrado la solución!

Ya parecía otra persona, estaba más alegre y vivaz, despreocupada. Había hallado la forma de sosegar sus bajos instintos. Aunque sabía que no era la forma más natural, que había otra más idónea y completa, que siempre soñó alcanzar junto al amor de su vida. Pero por el momento eso era suficiente, además con todos los acontecimientos, tal vez nunca llegaría a experimentar más que eso pensaba afligida.

Lo único que realmente lamentaba era que esos instintos libidinosos que surgían en ella no fueran solventados por cierto pelirrojo que en ese momento se le acercaba.