Disclaimer: Desde luego, Himaruya, una micronación com Vaticano, ¡Italiana! y sin 291738 dibujos tuyos... decepcionadas nos hayamos.


Vaticano

—¡Papapapapapapapapapapapapáaaaaaaa! —una chavalilla de unos siete años se sube de un salto en la cama que comparten España y Romano, aterrizando encima del español, con una enorme sonrisa. Se acerca a su cara—. ¡Papáaaa!

Stronzo... di... —protesta Romano, pensando que España quizás prendió la televisión. Le da un golpe en las costillas y se pone boca abajo, tapándose la cabeza con la almohada.

España, que estaba dormidamente dormido se revuelve un poco y parpadea sin saber qué ocurre.

—Tengo haaaambre —unos pequeños y un poco regordetes dedos índice y pulgar abren el ojo izquierdo de España.

—Uh... ¿uh? —pregunta aun medio dormido.

—Mmmm... Cállate —protesta Romano casi completamente dormido.

—Papáaaa, ya es horaaaa —saltitos.

—¡Uh! ¡Uh! Basta, basta —protesta y bosteza intentando que deje de saltar... como hacia Romano de pequeño.

—Estoy aburrida, no pusiste a cargar mi iPod en la noche y no hay nada en la tele. ¡Despiertaaaaa! —más saltitos.

—Pero... uhm... que... ¿qué? —abre los ojos como platos al ver que hay una niña ahí... que no conoce de nada.

—Tengo hambre —le sonríe hundiéndole las manitas en el pelo y despeinándole.

—¿Q-quién eres tú?

—¡Papáaa! —protestita escondiéndosele en el cuello y se ríe.

—Si no te callas, voy a arrancarte los huevos —amenaza una voz de ultratumba desde debajo de las almohadas.

—¿P-Papá? ¿Dónde está tu mamá? —pregunta el español tomando a la niña de la cintura con naturalidad.

—¡No le digas mamá que se enoja, papá! —risas.

—Pero es que... ¿cómo has entrado? —se incorpora un poco, mirándola ¿sería la niña de algún vecino? No le suena.

—Pues por la puertaaa —voz de "duh!".

—¿Está abierta? —levanta las cejas pensando en la de la calle, ella se ríe otra vez, abrazándole del cuello.

—Pues siiii. Tengo hambre.

Spagna, en serio, si no te callas... —advierte Romano levantando un poco la almohada de su cabeza y mirándole con la vista medio borrosa aun de lo zombi que está. Levanta una ceja al ver a una niña.

—Pero... tus padres deben... estar buscándote —mira a Romano de reojo. La chiquilla se separa un poquito y le mira sin que haga sentido.

—¿Cómo que buscándome, papá? —pregunta extrañada. Romano se sienta en la cama, tallándose los ojos.

—Sí, tu papá... —asiente el español—. ¿Dónde está?

—Ehh... ¿hablas de papá Romano? —se gira a mirar al italiano. España levanta las cejas y le mira también. La cara de confusión de Romano es bastante épica.

—¿Estás llevando la perversión hasta cruzar todos los límites posibles? —pregunta Romano—. ¿Quién demonios es esta niña?

—¿Tienes una... hija?

—Yaaa, dejen de jugaaar —la chiquilla hace los ojos en blanco de manera muy parecida a Romano en realidad y se ríe... como España—. Vamos a desayunar —brinquitos.

—¿Yo? ¡No! ¿De dónde sacaste a esta niña? —pregunta Romano mirándola, descolocadísimo.

—¡De ningún sitio, ha aparecido saltando sobre la cama, dice que la puerta estaba abierta!

—Pues claro que estaba abierta... o qué, ¿estaban haciendo... esas cositaaaaas? —se ríe un poquito. Sí, es hereditaria la curiosidad sobre eeeeeeesas cosas España, no te sorprendas. Se remueve un poco bajándose de la cama.

—Ehm... ¿c-cariño, por qué no vas un momento a la cocina y ahora vemos qué desayunamos?

Ella asiente dándole un beso en la mejilla antes de escurrirse del todo al suelo, mira a Romano.

—Voy a preparar yo el desayuno entonces —asegura antes de salir dando saltitos.

—Ve con cuidado, no te hagas daño —pide España antes de volverse a Romano con cara de "¿qué cojones?"

—Sí, papá, siiiii —grita desde el pasillo.

—Pero qué... ¡¿te has robado una niña?! —acusa el italiano.

—¿YO? ¡Dice que es tu hija! —se defiende el español.

—¡A ti te llama papá! ¿De dónde salió? —se levanta de la cama.

—¡No tengo ni idea, me despertó saltando sobre mí como hacías tú de pequeño y diciendo todas esas cosas!

—¿Es esto una especie de... broma o algo así? —le mira con una ceja levantada.

—Pues qué voy a saber yo... ¿te suena de algún vecino?

—No me suena... ¡qué va a sonarme! —se pasa una mano por el pelo haciendo los ojos en blanco y yendo hacia el baño—. Dile que se vaya a su casa y ya.

—¡No puedo mandarla a su casa así tan pequeña como es ella sola!

—¡Pues entonces llévala tú con lo buen samaritano que eres! —grita desde el baño, meando. Cuando va a lavarse las manos nota que hay un jabón de "mi pequeño pony" en su lavamanos... jabón que ayer en la noche no estaba.

España suspira y... se viste con algo antes de bajar. Romano sale del baño con el bote de jabón en la mano.

—¿Tú pusiste esto aquí? —pregunta antes de que el español salga del baño.

—¿Eh?

—Esto. Vino la niña con su jabón al parecer... —se lo muestra y el español levanta las cejas mirándolo—. Vamos abajo a resolver el misterio... —le pone la botella en la mano—. Quizás son tus amigotes los que intentan hacerte una broma.

—Ellos no me harían algo como esto...

—¿Ni para ver tu cara de tonto cuando te digan que te creíste que era tu hija? —pregunta levantando las cejas—, ¡no me lo creo!

—Pues es que no me creo que sea mi hija, creo que es la niña de algún vecino que está jugando.

—Bueno, al menos no te lo crees. Ya es ganancia con lo tonto que eres —sonríe malignillo poniéndose la camisa del pijama que acaba de recoger del suelo—. Venga, vamos abajo.

—¡Pues cómo me lo voy a creer, si tuviera una niña contigo lo sabría!

El italiano se sonroja con esto, pasándose una mano por el pelo.

—¡Claro que no tienes una niña conmigo! —responde yendo a las escaleras delante de él.

Si se fijan bien, empezarán a notar que sí hay ciertos cambios en la casa y anormalidades leves: Una reja en las escaleras, abierta ahora y visiblemente usada, para evitar que la niña se cayera cuando era más pequeña, una toalla de hello kitty colgada en el barandal secándose al lado de las toallas grises de algodón Egipcio que ocupan ellos, unos patines rosas tirados al pie de las escaleras.

España mira alrededor notando esas cosas y levantando una ceja porque una niña tan pequeña no podría poner todas esas cosas.

—Paaaapáaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa —grita la chiquilla desde la cocina.

Romano también nota las cosas, frunciendo el ceño porque además son pequeñas, pero abundantes. ¿Quién sería capaz de tomarse tanto tiempo en hacerles una broma? La respuesta es simple y evidente: Prusia y Francia, diga lo que diga España. Para ser tan estúpidos parecen haber pensado bastante claramente lo que hacían, concluye mientras salta los patines y escucha el grito.

—Asumo que te habla a ti...

—O a ti... —vacila.

—No me jodas, Spagna, esto es obvio que es una broma de tus amigos idiotas... —entra a la cocina y levanta las cejas al ver a la chiquilla de pie sobre el mármol intentando bajar algo de los anaqueles de arriba.

España entra detrás y levanta las cejas yendo a tomarla de la cintura, no sea que se caiga, sin pensar. La niña le mira de reojo.

—No alcanzo, ¿me lo bajas? —pregunta señalando un vaso de Rosita Fresita.

—¿Qué quieres? ¿El vaso? —pregunta y levanta las cejas al ver el vaso.

—Sip, el de Rosita Fresita... Leche. Saqué los platos —sonríe orgullosa y se los señala en la barra. España se lo baja y se lo da mirando a Romano de reojo.

—¿Tú lo compraste? —aun con la niña en brazos.

—No sé ni qué es "rosita... esacosaquedijo". Ya está bueno, ¿donde están tus amigos idiotas? —pregunta aun empeñado en ignorar a la niña en un 90%.

—Quiero tortilla con huevo y tomate del que hace papá Romano —le señala, sonriendo.

—A ver, a ver... espera... —la hace sentarse en una silla de la mesa de la cocina yendo a por la leche a la nevera y notando los dibujos de colores pegados ahí...

Romano se cruza de brazos mirándola como si fuera un pulpo a mitad de la cocina, mientras ella balancea los pies adelante y atrás en la silla y le sonríe.

—¡Con muuuuucho tomate!

Romano hace cara de desagrado y mira a España en el refrigerador.

—¿V-Vaticano? —lee España plantado frente a la puerta de la nevera en uno de esos dibujos tipo guardería "papá" "papá" "yo" "sol" "árbol" "casita con chimenea aunque si tuviéramos una papá Romano querría morirse del calor" "poni que no me han comprado pero que me he pedido a los reyes".

—Puedes decirles que paren, empieza a ser una broma realmente estúpida —pide Romano mirando a su alrededor y preguntándose si hay cámaras o algo así.

—¿Quéeee? —pregunta la chica volteando hacia España con ese tono de "yo no hice nada" que ocupan los niños cuando sus padres les dicen por el nombre que ocupan para regañarles.

España la mira y parpadea. Romano, que no ha oído el nombre por estar protestando, se acerca a España en el refrigerador.

—¿Quée? —un poquito más agudo—, ¡yo no hice nada!

—Eres... pero... es un hombre, un hombre viejo —explica España abriendo la puerta de la nevera y sacando la leche.

—¿Quién es un hombre viejo? —pregunta Romano sacando el jugo de naranja y mirando a España.

—¡Vaticano!

—¿Quée? —pregunta levantándose en su silla, con carita de angustias.

—¡Ves! ¡Ella! ¡Pero es un hombre mayor! —le explica España a Romano mientras le pone leche.

—Vaticano es... —mira a España, y luego a la niña y levanta las cejas—. No.

—¿Cual hombre mayor? —pregunta la pequeña.

—¡Mira el dibujo de la nevera!

—Cual dibujo de la... ¡ohhh! —Romano levanta las cejas hasta el techo.

—Hice otros ayer en la escuela, se los enseñé a papa Romano, pero tú no los viste... papa, ¿se los enseñaste a papá España?

—No, no, no, no... No entiendo. Vaticano... no, es que no puede ser, Vaticano no es ella.

—Espera... es que esto... es un poco complicado. Tómate la leche y ve a buscar esos dibujos, ¿vale? —le pide España y se vuelve a Romano—. Nada de esto tiene sentido.

—¿Qué es complicado? —pregunta ella tomando su vaso y bebiendo un poco de leche.

—¡No entiendo qué hace la niña aquí, anoche no estaba! Anoche... anoche fuimos a dormir y ya, no había niña, ni patines, ni vaso de fresita cosita esa...

—Rosita fresita —corrige Vaticano.

—Eso ya lo sé —responde el español y la mira de reojo.

—Pues ya sé que lo sabes pero es que... ¿por qué nos dice papás?

—Pues si ella CREE ser... Vaticano.

—Es que cómo va a creer... ¿de dónde conoce siquiera al Vaticano? ¡Si es minúscula!

—Y yo qué sé, responde a ese nombre, ¿no? Y toda la casa está llena de cosas... rosas.

—Papá... ¿dónde está mi mochila? —pregunta tirando de los pantalones de Romano. Este da un saltito y a España se le ocurre algo.

—Quizás está en tu cuarto...

—¡Oh! ¡En mi cuarto! ¡Vale! —sale corriendo hacia el pasillo. España mira a Romano de reojo.

—¡¿Tiene un cuarto?! —la sigue.

—¡¿Cómo va a tener un cuarto?! —sale tras España.

La niña brincotea en las escaleras taaan tranquila y se mete en el cuarto donde está el armario de Romano. España se va detrás pensando que como eso sea un cuarto rooooosa ahora a Romano le va a dar algo. ES un cuarto ROOOOOOOOOSA con cenefas de Dora la Exploradora, HORTEEERA.

Romano casi se cae de espaldas, sin poderse creer lo que ve, mientras nota que la camita, deshecha, tiene cobijas de Barbie... además la niña parece tremendamente propensa a ese tipo de cosas rosas jodemelapupila...

—Pe-Pero... Pero... p... —no tiene más que decir... España lo mira de reojo y le toma de la mano—. ¿D-Dónde está mi ropa? —pregunta en pánico mirando a España de reojo, apretándole la mano.

Vaticano tan mona, sí que encontró su mochila y revolvió un poco las cosas sentándose en el suelo antes de hacer un "ajajáaa!" muy contenta y levantarse con su cuaderno, volviendo a España.

—¡Dibujé un toro también, mira papá!

—No estoy seguro... —susurra el español agobiado con Romano ahora, sin hacer mucho caso a la niña.

—Creo... que tengo que... —Romano traga saliva y da unos pasos para sentarse en la cama, bastante perturbado. España se va tras él, sentándose a su lado. La chiquilla se acerca a ellos y los mira un poco preocupada.

—¿Están... enfadados conmigo? —pregunta al ver que no le hacen caso.

—No... No, bonita. Sabes... ¿sabes donde guarda... él su ropa? —pregunta y vacila antes de llamarle "papá".

—En el cuarto grande del techo —explica abrazándole las piernas a Romano, mirándole con la cara medio inclinada—. ¿Estás triste, paparino?

—Oh... —España sonríe y abraza un poco a Romano—. ¿Quieres ir a ver?

Romano traga saliva, mirando a la niña fijamente y con toda su atención por primera vez. Está abrazada de sus piernas, medio agachada al frente moviendo el culo un poco de un lado al otro. Le mira hacia arriba con unos intensos ojos verdes de pobladas pestañas oscuras. Es morenita, y tiene una enorme sonrisa muy parecida a la de España. Tiene el pelo rizado y largo, bastante revuelto y, eso sí, un mechón de pelo rebelde, aun pequeñito pero se separa claramente del resto. Y le ha llamado paparino. Nadie. Nunca. Le ha llamado paparino antes.

—E-Es... —descubre que no le salen las palabras aunque quiera. España le abraza un poco más pensando que debe estar aun preocupado por la broma o por su ropa—. T-Tiene... por... ¿por qué me llamas papá? —pregunta Romano suavemente hacia la chiquita.

—¿Eh? —pregunta ella porque es estúpida la pregunta a su parecer.

S-Spagnaaa... —susurra temblando un poquito, a nada de entrar en pánico. Le mira de reojo.

—Yo tampoco entiendo lo que está pasando —asegura el español.

—¿Por qué no quieren ver mis dibujos? —pregunta ella sin saber qué les pasa, poniéndose un poquito más seria—. ¿Se dijeron cosas feas?

—No... No, escucha, ¿sabes de... tus tíos? —suelta España al aire.

—¿Cuales tíos? Zio Veneziaaano o Zio Germania o Zio Francia? ¿O Prupru? —echa la cabeza atrás, moviéndose aun, mirando ahora a España.

—El que quieras, ve y llámales por teléfono, ¿sabes?

—Ehh... —se lo piensa unos segundos.

—Francia. Dile que estamos flipando y pásamelo luego, por favor —pide España. Vaticano sonríe otra vez y asiente antes de salir corriendito—. Va a tardar un rato en despertarle... y creo que yo necesito una copa de vino. A poder ser que no sea rosa.

—No... No entiendo —niega Romano con la cabeza mirándola salir, en efecto, FLIPAAAANDO, ninguna mentira la que ha dicho España —. ¿Le has visto los ojos? ¿Y la cara? Y tiene un... Y... Y...

—No entiendo nada —asiente a eso.

—Quiero tres copas de vino y que alguien me explique La... ¿La has visto? Es pequeña... Y... Y...

—La he visto, pero no... Es que no puedo recordar nada de todo esto —señala el cuarto.

—¡Yo tampoco! Si hay cosas suyas por todos lados y ella nos llama... ¡Así! ¡Y, sí! Mi ropa sí estaba aquí, ¡ayer saque mi corbata verde de aquí!

—Eso me hace sentir menos loco, pero sigo completamente desconcertado. Esto no podrían haber montado los chicos...

—Tú sigues diciendo eso, pero son los principales sospechosos de esta especie de broma o lo que sea. ¿O es tuya? ¿Tú lo planeaste?

—¿Crees que yo podía montar todo esto en... una noche?

—¡Yo que sé! ¡¿Qué es si no?! ¿Nos volvimos locos?

—N-No lo sé... Mira todo esto tan... rosa…

—¡Seguramente eso es tu culpa! Mira que horrible es eso tan... ¡Rosa! ¡Y mi ropa que quien sabe donde está! Y... me llamó paparinoooo.

—Dijo que estaba arriba... y...

—¡Es que ella piensa que es nuestra hija! Spagna... En serio... Si esto es una broma tuya —le mira a los ojos, muy serio.

—¡Qué va a ser una broma mía!

—Es que no se me ocurre otra explicación. Quizás es una... ¡Actriz! ¡Eso es! ¡Tus amigos imbéciles la contrataron!

—¿Pero cómo? ¡Es muy pequeña!

—Y es... linda —confiesa mordiéndose el labio.

—En realidad es muy mona... ¿has visto que preocupada estaba por si nos habíamos enfadado?

—Y tiene ojos verdes y un... —se señala su rulito.

—Sí... —asiente y se pasa una mano por el pelo porque está empezando a creérselo.

—¿Y si de verdad somos...? Fuéramos... Es decir, ¿qué pasaría si en serio todo esto estuviera pasando?

—Pues... no tengo ni idea —le mira.

—Quizás nos golpeamos la cabeza o algo...

—Papaaaaá —llega corriendo con el teléfono en la oreja.

—Podemos hablar con... los demás, Francia debe saber si es... —se gira a mirarla.

Zio Fraaaaan! Quiere hablar contigo —le deja el teléfono en las piernas y se gira con Romano—. ¿Juegas conmigo?

—¿Jugar contigo? ¿Jugar a qué? —Romano arruga un poco la nariz, pero no le dice que no, lo cual ya es bastante. España se lleva el teléfono al oído.

—¿Hola?

Mon dieu, Spagne... ¿Ya viste la hora? —protesta Francia al teléfono mientras la chica toma de la mano a Romanito y lo sienta en el suelo.

—No, tío... no. Estoy viendo... no estoy seguro de lo que estoy viendo.

La chica trae con algunos esfuerzos una cajita en la que tiene un montón de juguetes.

—¿Cómo que no sabes qué estás viendo? —pregunta el francés.

—¿Una niña de como... seis años?

—Ajá...

—¿Te suena?

Oui, tu hija que lleva quince minutos dándome por culo al teléfono hasta que contesté.

—¿Hija? ¿En serio? ¿Desde cuándo?

Francia hace los ojos en blanco y suelta un bufidito.

Espagne, ¿qué quieres?

—Francia, tío, nos hemos despertado esta mañana, ni Romanito ni yo nos acordamos de ella, ¿qué está pasando?

—Habrán tomado mucho vinito anoche, Mon amour... No seas cruel.

Vaticano empieza a sacar un montón de muñecas de la caja.

—Tú llevas a Paty como siempre, y yo a Rubí —sonríe—. Voy a ponerle el vestidito rosa (qué raro).

—No, tío, es que... en serio, no. Ayer... Vi a romano meterse ayer a este cuarto a ponerse una corbata limpia, ya sabes que yo no entro aquí a no ser que me empujéis entre los dos... y ahora es una especia de monumento al rosa...

Francia hace los ojos en blanco otra vez, pero sonríe.

—¿Por los viejos tiempos? Oui... Ese cuarto empeoró, ya te lo he dicho mil veces... ¡Pero como le gusta! ¡Oh! ¡No te he contado que conseguí a la Cabbage Patch que le estaba buscando!

—Oh... Espera, Francia, en serio necesito un poco más de explicaciones sobre esto...

—¿Qué explicaciones? —pregunta notando el tono de voz con cierta urgencia.

—Cuanto hace que...

Oui?

Romano, con toda la impaciencia que tiene, empieza a jugar un poco con la niña, que se le sienta encima e inventa un cuento simple de que los dos son mamás que están arrullando a los niños.

—¿En serio es hija mía y de Romano? ¿Hace cuanto? —está empezando a creérselo y a sonreír idiotamente, le da un poco la espalda a ambos.

—Pues claro que es hija suya, cher. ¿Te sientes bien?

—Sí, es sólo que... no recuerdo nada. ¿Crees que deberíamos ir al médico? No será una broma tuya y de Prusia, ¿verdad?

—¿No recuerdas nada de que, cher? ¿Cuál broma? ¿Que tengas una hija? ¡Mon amour si eso mismo te pregunté yo hace unos años cuando me dijiste tú!

—¡No recuerdo nada de ella, Francia!

Cheeeeer —le riñe un poco —, ¡no se juega con esas cosas!

—¡No juego, por eso te he llamado, Romano tampoco se acuerda!

—¿De nada? ¡¿No te acuerdas de ella en serio?!

—En serio, me desperté pensando que era la niña de un vecino o algo...

—¡Pero si es la luz de tus ojos y todas esas cosas! ¡La adoras! ¡ADORAS! ¡Y Romano ni se diga, jamás los he visto tan cariñosos con alguien!

—¿En serio? —la mira de reojo—. En realidad es muy bonita y muy tierna pero... ¿y qué pasó con Vaticano el señor aquel tan mayor y respetuoso?

—¿Pues no te acuerdas que no sabemos qué paso con él? No sabemos si desapareció por olvido o qué, nadie lo ha vuelto a ver desde que encontraron a Vati de pequeñita.

—¿Vati?

—Pues Vaticano, Mon amour, ¡quién va a ser!

—Oh... vale. Esto sigue siendo raro...

—Pues no sé qué decirte, habla con ella y abrázala mucho y dale un beso de mi parte... ¿De verdad Romano TAMPOCO se acuerda?

—En serio...

—¿Quieres que vaya para allá y los acompañe al médico?

—Sí, creo que sí. Quizás puedas contarnos más cuando llegues.

—Bien, voy para allá... Vean fotos y tómense una vitamina... Debe ser resaca —las soluciones de Francia.

—Hasta ahora... —se despide aun alucinando un poco, volviendo a mirar a Romano, que se está riendo un poco, con el ceño fruncido, cambiándole ropa a la muñequita porque Vaticano insiste que está mal vestida. Cuelga el teléfono y se acerca ellos.

—¿Pero que sólo tienes ropa rosa? ¡Cómo es posible, esto debe ser culpa de Spagna! —protesta sonriendo, poniéndole un vestido blanco con bordes rosas.

—Ehm... Vati, ¿te has bañado ya? —pregunta España sin estar muy seguro.

—Nop —niega con la cabeza—. Siempre me baño contigo o con papá Romano. ¿Hoy me tengo que bañar sola?

—No, cariño, te bañarás conmigo hoy, porque en un rato va a venir tío Francia a vernos...

—¡Síiii! ¡Tío Francia trae regaloooos!

—¿Tío? ¿Qué te dijo Francia? —Romano levanta una ceja mirando a España.

—Que... debemos estar resacosos si no nos acordamos, que el viejito desapareció y que seguramente deberíamos ir al médico.

—Espérame... Me dices que él sabe quien... —mira a la niña y le pasa una mano por el pelo—. Ehm...

—¿Tú me sacas la ropa, papá? —pregunta ella mirando a Romano hacia arriba.

—¿Tu ropa? ¿Yo? —levanta las cejas aún incómodo con que le llame papá.

—Sí, supongo que nos explicará más cuando venga y hasta entonces...

—¡Sí, mi vestido favorito para Zio Francia! —asiente encantada, levantándose. Romano suspira, mirando a España un segundo antes de levantarse.

—No sé qué decirte, no parecía estar bromeando... quizás deberías hablar con tu hermano tú a ver qué dice él mientras la baño.

El italiano asiente un poquito, pasándose una mano por el pelo y le echa una mirada intensa, INTENSA... No agresiva, pero es TODA una mirada. En realidad, es una mirada de que no cree lo que está pasando y no se atreve a decir que en realidad le GUSTA mucho, de hecho debe ser una mirada de corazoncitos. En realidad, también es una mirada de temorcillo. Es como un conjunto de cosas. "No me jodas con lo que pasa" y a la vez... "WOW con lo que pasa".

La niña se quita en dos movimientos el pijama y le salta a España para que le cargue. España la levanta y le sonríe al italiano. Romano inclina la cabeza mientras la niña abraza a España y le devuelve la sonrisa.

—¡Vamos a quedar MUY limpios!

—Ahora volvemos —le guiña el ojo, llevándosela de ahí.

"¡Se ven tan monoooooooos!", piensa para sí pasándose las dos manos por el pelo, aún incrédulo. Sólo unos minutitos más tarde, suena el teléfono de Italia, que seguro ya está despierto en el cazzo entrenamiento di merda. Cualquier excusa es buena para huir de las garras de un alemán madrugador así que... "ups, suena mi telefonio, ciaooo!"

*Toda la siguiente conversación ha sido puesta en cámara lenta para el buen entendimiento de los lectores*

Fratello!

Ah, buon giorno!

—¡Fratello, algo va mal! —dramático desde aquí.

—¿Eh? ¿El qué?

—¡Mi ropa no está donde la dejé ayer!

—¿Ah? ¿Y dónde está?

—Arriba. Al menos eso dice... Ehm... Fratello

—Quizás Spagna la haya puesto a lavar...

—¡No! ¡TODA mi ropa!

—Oh... ya has mirado toda la casa supongo... ¿qué vas a hacer? ¿Qué dice Spagna?

—No, no es que mira, verás... Es que no sé si lo sabes, seguramente sí, o quizás no... No sé qué decirte de hecho, porque sucede que despertamos hoy en la mañana, con una NIÑA en la casa. ¿Sabes algo de eso? ¿No? Pues yo tampoco.

—¿Una niña? ¿Vaticano llevó a una amiguita?

Fratello, cazzo! ¿Qué pasa con esta niña que dice llamarse Vaticano?

—¿Pues qué pasa con ella? No sé, ¿está enferma o algo? No me digas eso, tan pequeñita... —se preocupa, yendo a hacer café.

—¡¿Quién es?! ¿Qué hace aquí? ¡Nunca la he visto! ¿Por qué me llama...? ¡¿Sabes cómo me ha llamado?!

Babino? Es tan mona cuando te llama así, me hace mucha gracia.

—¡¿Por qué me llama así?! Fratello. ¿Quién es? ¡¿De dónde salió?!

—¿Cómo que quién es? Te llama así porque... creo que Spagna la enseñó porque tú decías que era un nombre ridículo. No te lo dice a menudo, te llama de la otra forma...

—¿Tengo una hija?

—Vee~ pues claro, ¿qué pasa?

Porca miseeeeria! —grita apasionadamente—. ¿CÓMO? ¿Con quién? ¡¿Che cosa absurda es esta?!

—Pues con Spagna, ¿con quién va a ser?

Sono pazzo! Bugia! —que quiere decir "estoy loco" y "mientes".

Fratello, cálmate... ella es tuya y Spagna la adoptó y la cuidáis entre los dos... ¿Qué pasa?

—¡Qué no puede ser CIERTO! ¡YO NUNCA LA HE VISTO! —está todo menos calmado.

—¡Cómo vas a no verla si vive con vosotros!

—¡Vive en un cuarto ROSA horrible que está en MI VESTIDOR! Fratelloooo! —está casi llorando.

—Ah, sí, es vuestra princesa, no sé porque le gusta tanto el rosa, creo que es por los cuentos de Spagna... tu ropa está en la buhardilla porque es más grande que ese cuarto aunque esté menos accesible, además así ella no sube, porque le gusta mucho tu ropa.

Romano hiperventila un poco.

Fratello... —susurra.

Vee~?

—¡Estoy enfermo, voy a morirme!

Che cazzo!?

—¡Voy a morirme! ¡No me encierres en un manicomio! —lloriquea.

—No te voy a encerrar en ningún lado, ¿qué te pasa?

Io sono pazzo, fratello...

—¿Por?

—No me acuerdo de nada, no me acuerdo de ella, no me acuerdo de haber puesto mi ropa en ningún lado... ayer saqué de este cuarto una corbata, ¿te acuerdas esa, la que compramos en Milano cuando fuimos el año pasado a la pasarela con Louis?

—¿El año pasado?

—Sí, hombre... fuimos el fin de semana entero. Le compraste a tu macho patatas idiota una gabardina azul pálido.

—Eso no fue el año pasado.

—¿Pues cuando habrá sido si no? ¿El antepasado? Nooo... porque se usaban aún las solapas delgadas.

Che? No! Fratello... ¿de qué hablas?, hace más de ocho años de eso.

Romano parpadea.

—¡No! ¡Fue el año pasado! Hace ocho años... ¡ni siquiera recuerdo qué se usaba hace tanto, pero esto acaba de ser! ¡Si ayer me puse esa corbata que aun sigue con la moda de hoy!

—¿En esta temporada? No, claro que no. Fratello, ¿de verdad estás bien? Metete a .

—No, no estoy bien... hay una niña aquí a la que no recuerdo y que me llama paparino, y me estás diciendo cosas extrañas de la moda —da vueltas sobre sí mismo pensando en dónde puede estar su teléfono.

—Ha escrito esa mujer horrible que no me gusta un artículo en Vanity fair, quizás para el próximo verano, pero lo dudo, sinceramente.

—Cómo vas a dudar en lo que te digo, se usa esa corbata con saco largo con abertura en el centro y tres botones al frente. Sigue usándose desde el año pasado.

—¡Hablo en serio! ¡No habrás salido así a la calle!

—¡Pues claro que salí ayer a la calle así! ¡Y no tiene nada de malo, estaba perfectamente a la moda!

Mamma mía! ¡Dime que no te vio nadie! —¿de verdad este es el drama mayor chicos? ¿Podéis concentraros?

—¡Pero sí me vio todo el mundo, fui a bailar con Spagna! —sigue, a gritos.

—¡No puedo creer que me hagas esto! —oh, sí, ahora es un asunto personal—. ¡Tú! ¡De todos!

—¿Yo? ¡Tú! ¡No puedo creer que ahora me saltes con que no está "in", cuando claro que lo está! ¡Es la tendencia lógica, la siguiente temporada estará de moda el traje cruzado, ya lo discutimos en la semana!

—¡Signiore Italia Romano, no pienso seguir discutiendo esto con usted hasta que no muestre una pizca de cordura!

—¿Yo que te haga eso a ti, Veneciano? ¿A ti? Tú has cambiado la moda en un sólo día... —se lo piensa un instante—, ¿cómo lo has hecho?

—¡No he hecho nada! ¡Sólo ponte al día o voy a venir yo mismo a ponerte al día esta tarde!

—Pues ya podría venir todo el mundo a explicarnos qué demonios pasa que ni Spagna ni yo nos acordamos siquiera de tener una niña, menos aún de si cambió o no cambió la moda. ¡ME DA LO MISMO LA MODA!

—No entiendo cómo puedes no acor... —se queda helado con ese grito, manos a la boca y todo.

La tierra ruge y tiembla y está a punto de partirse en dos. Hay una perturbación en la fuerza. Veneciano sigue al teléfono unos segundos en completo silencio.

Madonna... —susurra él mismo impresionado con su grito, dejándose caer sobre la cama.

—Estoy viniendo —le cuelga.

Romanito solloza un par de veces apretando con un puño las sabanitas de Dora la exploradora, haciéndose bolita en la cama de una niña que no conoce. Son redramáticos, chingaos italianos. Mientras tanto, Vaticanito está haciendo pompas de jabón con España en la ducha, tan feliz.

—Oye, Vati... —empieza España sonriendo mientras le lava la cabeza—. ¿Todo va bien en el cole?

Ella levanta la cabeza y le mira. Sonríe.

—Sí, ya no me molestan tanto.

—¿Te molestaban? —frunce un poco el ceño.

—Sí, pero ya no —toma un poco de espuma de su pelo y la sopla al aire antes de dar unos brinquitos.

—¿Qué pasó?

—Hice lo que papa me dijo que hiciera —asegura dando una vueltecita, tan tranquila.

—¿Qué te dijo? —inclina la cabeza.

—Que imaginara que hay una pared aaaaaaaaalta alta en donde todas las cosas feas que dijeran de ustedes iban a rebotar... —explica. España suspira y sin poderlo evitar la abraza, no sabe ni por qué—. También fue a hablar a la escuela... —y casualmente desde entonces la maestra palidece un poco a mí alrededor y los niños ya me dicen puras cosas bonitas...

—¿Te puedo hacer una pregunta un poco rara? —sonríe mirándola y cambiando de tema. Ella se ríe.

—No quiero hablar de la caca —asegura negando con la cabeza.

—¿De la caca?

—Me preguntaste de la caca ayer —no preguntes España, sólo tú sabes.

—Eh... ¿Qué te pregunté? —empieza a aclararle el pelo echándole la cabeza atrás y poniendo una mano en su frente para que no vaya el agua jabonosa a los ojos.

—Algo asqueroso, y papa te castigó —se ríe más dejándose con pleeena confianza.

—Vale, vale, no más preguntas de caca... ¿Papá me castiga?

—Pues siiii... —se ríe—. No más tomates para papá, o a lavar los platos, a recoger mis coooosas. Te castiga toooodo el tiempo. Tú siempre dices que es culpa del nonno.

—¿Y a ti te da besos y te dice que te quiere todo el tiempo?

—Me da besos y me da dulces y me dice que no me parezco a ti, pero yo creo que eso no es cierto.

—¿Culpa del abuelo? —inclina la cabeza de nuevo. La niña asiente y se ríe.

—Dice que él los castigaba a todos... a mí también me castiga.

—El abuelo... espera, ¿quién es el abuelo?

—Papaaaa, ¿cómo que quién es el abuelo? —se muere de la risa con esa pregunta.

—Pues... —se le pega la risa—. ¡No te rías y dimeee! —protesta.

—Le voy a decir y te va a castigar... —se ríe abrazándole de la pierna y dando vueltas alrededor de él.

—¡No! ¡Todos castigan a papá España! —protesta y parpadea al oírse a sí mismo decir eso. Vaticano se ríe, dándole una palmadita inocente en el culo.

Il nono te va a castigar más que tooodos.

—¡Nooo! —se ríe y se agacha para hacerle cosquillas.

Uy... se ríe, y se ríe... y se ríe hasta que casi se ahoga. Y España acaba muerto de risa con ella, mientras Romanito llora, España… eh, ¡eh!

Noooooo, papaaaa! —gritos, hipo, medio tos, más risas. El español acaba abrazándola para que respire, mojándolo todo, además. Y se abre la puerta del baño.

—Ya, veo que te diviertes... —protesta Romano aún con voz de draaama.

—¡Ah! —España se detiene a un medio muerto de risa, volviéndose a mirarle.

Romano le mira con cara extraña, a él y a la niña. Tiene aun los ojos llorositos *ojosenblanco*.

—Qué... ¿estás bien? ¿Qué ha dicho tu hermano? —pregunta España mientras apaga el agua y toma una toalla para envolver a la niña.

—Que no sé nada de moda —murmura pasándose una mano por el pelo y cerrando los ojos—, y que la niña es nuestra. De hecho es mía y tú la adoptaste.

—¡Oh! Francia me ha dicho lo mismo —asiente sacándola del baño, él desnudo todavía.

La niña se le abraza más fuerte al cuello a España con la palabra "adoptaste", dejando de reírse.

—Francia te ha dicho lo mismo... fantástico —abre los ojos y le mira, levantando las cejas—. ¡¿La bañaste desnudo?!

—¿Pues cómo la iba a bañar? ¡Es una niña pequeña! —le acaricia la espalda en el abrazo.

—¡Te podrías haber dejado los calzoncillos! A ver, dámela, que no podrías ser más pervertido —protesta Romano, extendiendo los brazos hacia él, no muy seguro.

—¡No es pervertido! ¡Es pequeña! —se la tiende. Ella se le abraza al cuello con más fuerza, romanotejuroquenoespersonal. España levanta las cejas—.¿Qué pasa?

Romano levanta las cejas también.

—Papá no se va a ir, ¿verdad?

—¿Quién?

—Ninguno.

—No, claro que no —le sonríe España.

—¿Me vistes tú? —pregunta para más inri.

—¿No crees que papá Romano hace eso mejor? —pregunta el español. Romano hace los ojos en blanco, aunque, querido mío, ni siquiera le has elegido la ropa.

—Sí pero... —se le recarga en el hombro.

—Mira... —España la mira de reojo y se acerca a Romano, que trae cara de pocos amigos, la verdad.

—¿Sabes qué no has hecho hoy? —pregunta España a Romano sonriendo, poniéndole una mano en el hombro.

—¿Qué no he hecho hoy? —pregunta frunciendo el ceño—. Además de todas las cosas normales que no he hecho hoy... y desayunar. Ni tomar vino como prometiste.

España sostiene a la niña en su otra mano, se acerca y le da un beso. La niña sonríe otra vez y Romano se SONROOOOOOOOJA apretando los ojos y dándole un golpecito en las costillas.

Spagnaaa! —chillidito.

Entonces España... se ríe. Y Vaticano se le echa encima a Romano, de esas que el niño se mueve de manera tal que o lo cargas o se cae. Romano le carga, claro, bastante torpecito.

España se la pasa y le da un besito a ella en la frente, dándose la vuelta para ir por su toalla. La niña se le abraza a Romano con fuerza del cuello, sonriendo un poquito. Empieza a tararear una canción infantil italiana que... ¿quién creen que le enseñó?

Romano la mira de reojo, porque además tiene bonita voz, claro está... *ojos en blanco*, bastante angelical. Le acaricia un poco la espalda y la baja al suelo en la puerta del armario, notando que tiene un montonaaaaaaal de ropa, el 95% en rosa.

—Vaya... te gusta el rosa —es lo único que atina a decir, impresionado, mordiéndose el labio y parpadeando. Mueve un poco la ropa.

—¡Es mi color favorito! —asegura sonriendo y asintiendo.

—Nomedigas... —susurra el romano rebuscando por ahí antes de conseguir un vestido blanco con bordes rosa pálido que SEGURO le compró él porque además es como un vestido de princesa, con bordados y todo.

España se afeita y se viste. Cuando vuelve, ooooootra vez están Romanito y la chiquilla llevándose bastante mejor de lo esperado, cantando otra canción (está en castellano, de cuando él era pequeño). Romano está sentado en la cama y ella está vestida de princesa siendo peinada por papá Romano.

Y España, que lo ha estado pensando, les saca una foto a escondidas y debe saber que cuando la niña está con Romano, ocurre el mismo fenómeno que cuando él está con Romano... que es que no PAAAAAAAARA de hablar y Romano la escucha tan atentamente como le escucha a él, haciéndole preguntitas, que si de la escuela, que si los demás niños, que si la molestan por los papás gays, que si quiere un pony de reyes, que las barbies, que Dora la exploradora...

Latinos maravillosos, en quince minutos tienen un resumen completo de toooooooooda la vida. Después de sacar unas cuantas fotos abre un poquiiiito más la puerta espiando, riéndose por lo bajini.

—... fue cuando papá se subió a la silla y se cayó al árbol y por eso no hay árbol este año, pero no importa porque hay otras cosas y yo ya hice la carta y entonces... —sigue la niña hablando sin parar.

—Romano el príncipe azuuuuuul.

Romano, que se estaba riendo un poco, levanta las cejas y suelta a la niña subiendo los pies a la cama, sonrojadito y con carilla de culpable. España se ríe en la puerta con cara de malo.

—¿Príncipe azul? ¡A mí me gusta el rosa! —declara la niña sonriendo con la mitad del pelo ya peinado y la otra mitad no del todo.

—¡Ningún príncipe azul! Eres un idiota —protesta Romano aun sonrojado mirando a la chiquilla de reojo.

—Pero no va a ser un príncipe rosa —se apoya en el marco de la puerta—, la princesa es rosa y el príncipe azul.

—Puede ser príncipe rosa, ¿por qué no? —pregunta ella frunciendo el ceño y cruzándose de brazos.

—Porque a él le queda mejor el azul, ¿no? —pregunta el español.

—Papá se viste de todos los colores, pero en bonito...

—Ya me imagino quien se viste de todos los colores en horrible... —comenta Romano huyendo de la niña en presencia de España, bajándose del otro lado de la cama.

—¡Oh! ¡Qué cruel! —protesta España riéndose—. Mira, ¿quieres oír algo divertido? ¡Háblale del abuelo!

—¿Cual abuelo? —pregunta Romano levantando una ceja y mirándola... porque en todo el rato sí que no le ha hablado de él.

Il nonno castiga si tocas sus cosas —sentencia ella frunciendo el ceño.

Il nonno... ¿castiga? —Romano mira a España de reojo.

—Creo que no habla de papá, si no de Austria... y no me imagino para NADA que deje que le llame nonno.

—Sí, cuando tocas su piano sin permiso —y con permiso, seguramente.

Che cosaaa? —pregunta Romano levantando las cejas—, caz... ehm... le llamas nonno a il sign... ¿a Austria?

—¿Y de verdad te deja que le llames nonno?

Zio France dice que tengo que llamarle así y que si no se lo llamo de todos modos me va a reñir —asegura ella y sonríe un poco malignilla, de lado, como lo hacía Romano de pequeño.

—Oh... y apuesto que zío Prusia debe MORIRSE del descojone cada vez que te oye —asegura España-

—¡Esa es mi niña! —declara Romano riendo un poco. Sin pensar, claro... Se sonroja un poco al oírse a sí mismo decirlo.

—¿También llamas nonno a Suiza? A él debes conocerlo más, porque te cuida mucho, verdad —España sonríe mirando a Romano de reojo.

Il nono Svizzera es muuuuuy monooo —ella se ríe.

Cazzo! —Romano se lleva las manos al pelo, sorprendido de todo esto—. ¿De verdad?

—Yo lo digo porque supongo que debe seguir teniendo la guardia suiza —explica el español.

—Sí, él tiene a unos soldaditos con unos uniformes de colooooores.

—Esos trajes que diseño Buonarroti en el renacimiento y que nunca ha querido cambiar...

—Tus... nonni... Austria e Svizzera. Es —se aprieta el puente de la nariz —, es que no puedo creer que te deje decirle NONNO.

—Yo tampoco —asegura España y se acerca a ella para acabar de peinarla—. Es que le imagino perfecto diciéndote que le llames Señor o algo así.

—Papá le llama il signignore, pero yo le digo nonno.

—Creo que papá le va a empezar a llamar nonno Austria de ahora en adelante —asegura Romano malignillo yendo hacia el baño para ducharse él.

—Uuuuh, papá Romano busca peleaaa —se ríe España.

—Papá España le tiene mieeeedo —responde Romano mirándole por encima del hombro... y mira qué rápido se acostumbraron a ser papá España y papá Romano.

—¡No le tengo miedo!

—Le tienes PÁNICO, ¿verdad, Vaticano? —pregunta Romano sonriendo de lado.

—¡No es verdad! ¡NO metas a la niña en esto! —la abraza posesivamente.

—Sí es verdad, incluso ella debe haberse dado cuenta —Romano frunce el ceño. La niña se hunde en España un poquito y... bueno, vamos a decir que no culpa a su padre de tener miedo, ella también se lo tiene—. Además... ¡tú no la pongas de tu lado!

España la abraza levantando la barbilla, sonriendo.

—¡Yo sólo le pregunté algo, ahora parece que tú la usas en mi contra! —protesta Romano.

—Anda, ve a ducharte y no chilles.

—No me agradas, bastardo —suelta igual que siempre, frunciendo el ceño y yendo a meterse al baño con un portazo. Naaaaada novedoso.

—¿Lo ves? Está enamorado de mí.

Ella se ríe un poquito, porque en realidad no es como que no esté habituada. Y si lo pensamos bien, esto debe ser dramático... España y Vaticanoquienodejadehablar juntos. Deben producir más palabras por segundo que todas las emisoras de tele juntas. Además deben terminar hablando... Ok, de caca por ejemplo, que ya es bastante dafaq.

—Papá... —empieza ella cuando la acaba de peinar.

—Dime, cariño.

—¿Es verdad que los niños vienen de París?

—¿Francia te ha dicho eso? —sonríe y ella asiente.

—Me dijo la semana pasada que me quedé en su casa —explica—. Me contó muuuuchas cosas.

—¿Ah, sí? ¿Qué más te contó?

—Cosas de cuando papá y papá se quieren... Y que hacen un abrazo especial...

—Ajá...

—Y me dijo que te preguntara qué hacías tú con papá en las noches.

—Pues uno de esos abrazos especiales de papás que se quiere mucho... si se deja, claro.

—¿Por qué no se iba a dejar?

—Porque Papá Romano es un poco vergonzoso y como papá España le gusta mucho, mucho, mucho, a veces se pone toooodo colorado y dice que no quiere.

—¿Pero sí quiere?

—¡Claro que sí!

—¿Entonces Prupru quiere al nonno aunque diga que no?

—¿Le llamas Prupru? —se le ponen los ojos en forma de corazón.

—¿A Prupru? Síiii.

—Eres la niña más mona en todo el mundoooooo —la abraza.

Ella se ríe un poquito, aunque no entiende por qué pero es bonito ser la niña más mona de todo el mundo. El español la suelta un poco para mirarla aun riéndose porque está muy contento.

—Te quiero papá —asegura dándole un beso en la mejilla... dios con estos pegajosos.

—Waaaaaaaaaaaaaaaaaah! ¡ROMANITOOOOOOO MIRA LO QUE ME HA DICHOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO! —lo siento, de verdad... en el fondo es un buen chico. La niña se ríe, además.

—Cheeeeeeeee? —pregunta Romano.

—¡Dile lo que me has dicho! —se mete al baño con ella.

—No, no... Salgan.

—¿Que... los niños vienen de París? —no puede ser MUUUY brillante esta niña.

—¡No! ¡Eso no te lo creas, Francia es un tonto cuando dice eso! —no salen, lo siento Romano.

—¡No! ¡Salgan! —sigue chillando Romano.

—¿Entonces qué?

—¡Que me quieres! Yo también te quiero —la achucha.

—¡Te quiero muuuucho! —ojos en blanco.

—Ah! ¡Y yo a tiiiii! —siguen en el baño además, haciendo el imbécil, básicamente, muertos de risa. Al menos de España SÍ estamos seguros de quien es hija.

—A ver par de imbé... —Romano carraspea—, ¡imberbes! —saca la cabeza por la cortinilla y les fulmina a ambos—. ¡Fuera! ¡FUERA! —este es un histérico.

El español mira a Romano.

—¿Eh?

—¿Qué te he dicho de meterte al baño mientras me ducho?

—¿Que no puedo si no voy desnudo?

—¡NO! —protesta sonrojándose. Adivina que hace España, ¡exacto! reírse como un imbécil—. ¡Vaticano!

La chica se asusta un poco y deja de reírse. Romano, aunque nos le vea se pone las manos en la cintura.

—Tú y tu padre salgan del baño AHORA MISMO —voz de mafioso creepy. Vaticano asiente temerosa.

—Pero Romaaaa... —pero me lo fulminan.

—¡Me estoy duchando y es una NIÑAAAAA!

—Ala, ve a jugar un rato que papá quiere unos besos —España la deja en el suelo, fuera del baño. Vaticano se ríe un poquito.

Cheee? Noo! ¡Spagna no le digas eso!

—¿Qué tiene de malo? Papá nos decía cosas así continuamente a nosotros —y así has salido, querido... así has salido.

—Pero... ¡no! ¡Eres idiota, venga, es pequeñita e inocente! —protesta Romano—. ¡Salte del baño!

Con la puerta del baño cerrada y la niña del lado adecuado, se acerca a la ducha.

—No.

—¿No qué? ¡No te acerques! ¡Te veo las negras intenciones!

—Lo que pasa es que papá Romano me pone muchísimo.

—¡No digas idioteces!

—No es una idiotez, es verdad.

—¿Qué es lo que te pone?

—Pues que seas papá... se te ve tan maduro e interesante —se quita la camiseta y el italiano mira la sombra nada más a través de la cortina medio traslúcida.

—No soy... ehm... Spagnaaa! —no, naaaaada que ver con que a ti SÍ que te ponga España de papá.

—Y se te ve tan dulce y tan tierno con ella... —pantalones fuera... Romano cierra la llave del agua.

—Está la niña afuera, no voy a hacer NADA contigo.

—Pero Romanoooo.

—¡Va a oírnos!

—Claro que no —sonríe.

—¿Por qué no habría de oírnos?

—Porque sólo voy a besarte.

—Pues tampoco —el romano se sonroja, porque CLARO que no sólo quiere beso. España abre la cortina y le mira—. ¡Nooo! —protesta tapándose las regiones vitales. El español sonríe y se mete dentro—. Ni creas que haciendo esa cara de imbécil...

—Tú me vuelves imbécil —manos a los lados de su cabeza. Romano le pone las dos manos en el pecho y traga saliva.

—Dije que no.

—Mira que preocupado estás por ella —sonríe y se acerca más.

—¡No estoy preocupado por ella, estoy asqueado de tu perversión!

España le besa y el italiano le besa de vuelta con muuuuchas ganas, abrazándole del cuello. Vale, lo posible para que este sea uno rapidito... aunque está toda la emoción de "tengo una niña contigo y es preciosa y te quierooooo".

Romano no opone resistencia en lo absoluto, ni se reprime para hacerlo más lento. Créanme, seguro ellos consiguen un rapidito mejor que el resto, con lo extremadamente latinos que son. Secretamente les digo que Romano le susurra más veces de lo habitual a España que le quiere.

Así que cuando acabaaaaan, chan chan chaaaaan, España todavía le está abrazando y Romano resopla.

—Romano... tienes una hija conmigo... —agitado. Romanito le mira con el corazón acelerado y no es por lo que acaba de pasar—. Es tan increíble... y tan hermoso.

—No sabía... —traga saliva y su voz le suena a el mismo demasiado grave para ser suya—, que quería... tener una hija contigo. Es... Preciosa.

—Sí que lo es... y me da tanto terror a la vez...

—Tú no puedes decirme eso —suelta frunciendo un poco el ceño.

—¿Por qué no?

—Yo no sé... Yo no... —se le atoran las palabras en la garganta y le mira angustiado. Traga saliva y niega con la cabeza—. Yo no sé hacer esto.

—Yo tampoco... —asegura y le busca la mano, entrecruzando los dedos con él—. Por eso da terror... pero me alegro de aprender contigo.

—¡Pero tú sí sabes! —se la aprieta.

—¡Qué voy a saber!

—Lo hiciste muchas veces...

—¿Cuando?

—Conmigo y con tus colonias... Yo no cuido ni de mí mismo.

—No... En realidad... no. Ya lo sabes, yo siempre estaba fuera cuando tú eras pequeño y... las colonias... siempre iba de un lado a otro.

—Yo no sé hacer esto —insiste, preocupadillo.

—Tú has cuidado de mí toda la vida... es lo mismo, sólo que ella es más pequeñita.

—¿Y si lo hago mal?

—No creo que puedas permitirte ese lujo, con lo que vas a quererla.

—Quisiera... Quisiera recordarla —susurra—. ¿Cómo es que todos la recuerdan menos tú y yo?

—No tengo ni idea, creo que deberíamos ir al médico.

—¡Papaaaaaaaa! —grita la niña y Romano aprieta los ojos.

—Voy yo —sonríe España y le suelta saliendo de la bañera medio mojado, limpiándose con papel higiénico y volviendo a vestirse—. ¿Qué pasa, Vati?

—¡Voy a fueraaaa!

—¿A fuera dónde? —acaba de vestirse.

—¡Al jardiiiiiiiin!

España mira a Romano y este sonríe... Porque España es MUY mono con una niña. Toma una toalla, secándose.

—Voy a buscar mi ropa... Ahora les alcanzo y creo que si habrá que ir al médico —asiente.

—Espera, voy contigo —avisa a la niña sonriendo al italiano—. Saca la pelota.

—Es una niña, las niñas rosas no juegan al fútbol, amore —se permite decirle, burlón.

—¡Si es hija mía juega al fútbol, por mis cojones! —exclama MUY en serio, pero sonriendo.

—¿Quieres apostar a que no le gusta? —se pasa una mano por el pelo, organizándose el rulito.

—Mira, puede ser todo lo rosa que quiera, puede tener unos pantalones cortos y unas bambas rosas... y una pelota rosa, pero va a jugar al futbol y va a saber bailar.

—Bailar sabe...

—Pues veras como esto también —le sonríe—. Y cuando sea bastante grande para llegar a los trastes, le enseñaré a tocar la guitarra.

Romano sonríe sinceramente. España se ríe, se acerca, le da un beso en la mejilla y se va corriendo con ella. Romano suspira con maripositas en el estómago y ojos genuinamente de corazón.

Así que baja las escaleras un rato más tarde, más tranquilo por haber encontrado su ropa... Trae un balón... Rosa. Sonríe genuinamente contento al entrar a la cocina, abre la puerta para salir al jardín, y en el instante en que pone un pie en él, esperando ver a España y a su hija correteando y riendo... Abre los ojos y mira al techo. El techo de su cuarto.


Normalmente el recurso del sueño suele ser el final de una historia... en este caso pensamos que era más interesante el concepto como principio. Un besito a Romano y un abrazo para Agua, que hoy es su cumpleaños! Por cierto, ¡Gracias a Josita por la edición!