Había todo un mar de diferencias , de opiniones y críticas; formas de vestir, de andar , de beber , de pasar los fines de semana. Un guardaropa que podía apostar era en su totalidad diferente, el un apartamento y el otro una muy bien residencia en un lugar céntrico y exclusivo de la ciudad. Pero había algo que únicamente compartían y era ella.
Ella era la más hermosa, era única, de buenas proporciones. Luchona , valiente y dispuesta a todo. Resistia todo tipo de guerras, ella era importante en su vida y era su amada; suya a su manera y el el a su manera.
Francis y Rafaelle Bonnefoy eran dos sujetos totalmente diferentes pero compartían ese amor por la bella París.
Rafaelle daría la vida por ella, y justamente era la única que le mantenía relativamente en el mundo actual ; de hecho adoraba visitarla en sus fines de semana y platicarle sobre el recuento de su semana.
Ella le escuchaba, siempre atenta y sin interrumpirlo jamás. Sus aires eran los más graciles y sus luces uno de sus mayores atractivos. Rafaelle sentía profundo amor por ella y estaba seguro de ser correspondido, puesto que todos los días ella le regalaba un nuevo día y una nueva esperanza.
