Saint Seiya no me pertenece. Es propiedad de Masami Kurumada y la Toei. Danae es toda mía

Lágrimas y lluvia

No paraba de llover. Desde hacía días que estaba así. Todo desde la batalla que hubo en el Santuario de Atenea estaba diferente. Se había descubierto que el Patriarca del Santuario en realidad era un impostor: Saga de Géminis. Que este Santo, al verse descubierto y, arrepintiéndose de lo que hizo por estos trece años, había terminado con su vida. En la batalla no solamente había muerto él; también otros Santos Dorados habían fallecido. Era tiempo de luto.

En la casa de Tauro se encontraba uno de los Santos sobrevivientes: Aldebarán. Él tenía una escudera de su edad, llamada Danae. Esta escudera normalmente era un tanto excéntrica y sonreía, pero últimamente se sentía demasiado triste. Lo peor de todo era que no era capaz de compartir su pesar, ya que pensaba que no era una cosa por la que debía preocupar a su señor.

Pero este día lluvioso, la joven guiaba sus pasos hacia Cabo Sunión, con la guardia baja. El ánimo estaba como su guardia. Sin darse cuenta, sus pasos la llevaron a uno de los acantilados. Sus ojos estaban llenos de lágrimas y sus pensamientos estaban concentrados en la muerte de Saga y en morir ella misma. No quería vivir.

Sentía el viento correr; la lluvia empapaba su vestido de color azul marino. Sus anteojos no le servían de nada, ya que estaban empañados, por las lágrimas y las gotas de lluvia. Se los quitó. El océano le pareció un hermoso lugar para ser su tumba. Estaba decidida a arrojarse de ese acantilado, cuando detrás de ella apareció alguien, tomándola de la muñeca.

—Danae, no lo hagas, por favor. Lucha contra tu tristeza. Eres más fuerte de lo que crees.

La escudera reconoció la voz. Era Mu de Aries, el mejor amigo de su señor Aldebarán. Danae volteó hacia él y lo enfrentó con los ojos llorosos.

—No tengo fuerzas, señor Mu. Déjeme morir…—rogaba la joven, zafándose del agarre, y volteándose de nuevo hacia el mar. Estaba a punto de dar el paso que la llevaría a morir, cuando Mu, la tomó fuertemente de la cintura. No iba a dejarla despeñarse del acantilado.

—No lo hagas, ya que no estás sola. Piensa en nosotros. Tu muerte sería un golpe demasiado duro para soportarlo. Comprendo que estés triste, no es para menos. Pero lucha. Te repito que cuentas con Aldebarán, con Kiki y conmigo.

Danae dio la vuelta otra vez hacia donde estaba el lemuriano y se arrojó a sus brazos, sollozando. Se sentía rota.

—Está muerto… Saga esta muerto…

—Él eligió morir. No quiero que tú elijas el mismo camino. Necesitas ayuda, ¿verdad? Encontraremos la manera para que salgas de esta. Primero hablaremos con Aldebarán y con la señorita Atenea, para ver que podemos hacer por ti. No te preocupes, todo tiene solución. Pronto estarás bien— el joven Santo la consolaba como mejor podía, pero lo que decía era en serio. Danae necesitaba ayuda. El intento de suicidio no era una cosa que debiera tomarse a broma.

La escudera siguió sollozando, mientras Mu encendía su cosmos y la llevaba hacia su casa, teletranportándose, para que se cambiara de ropa. Mañana sería otro día e irían a hablar con Aldebarán acerca de lo que estaba sucediendo.

Como habrán notado, esta es la explicación del por qué Danae toma antidepresivos. Por suerte, Mu estaba allí para salvarle la vida, porque pudo haber ocurrido una desgracia. Bueno, de antemano gracias por leer estas historias y agradezco a todos los que me dejan comentarios.