El juez, tras haberlo meditado unos breves instantes, miró a la defensa, después a la acusación, y emitió su veredicto. "CULPABLE". El ruido de su maza de oyó por todo el tribunal y se dió por finalizado el juicio.
El abogado, tras no haber podido defender a su cliente, recojió sus cosas y salió de la sala, cabizbajo y otro lado salió otra figura, de un hombre alto, con un traje rojo y una camisa blanca con volantes. Sus rasgos eran finos. Su mirada, fría y punzante, de color gris, como su cabello, que caía a ambos lados de su pálido rostro.
Apenas hubo pisado el exterior de la sala, los periodistas se echaron sobre él, curiosos, bombardeándole a preguntas.
"Sr. Edgeworth, ¿algo que añadir sobre el caso de hoy?"
"¿Qué opina del acusado, sr. Edgeworth?"
"¿Preparó adecuadamente el abogado su defensa?"
El fiscal los miró y suspiró para si. Hasta que no dijese algo no se irían.
"El acusado es culpable, y su abogado no ha podido defenderlo. La acusación no tiene más que añadir."
Dicho esto, se abrió paso para llegar a su coche (un mercedes, por si tenéis curiosidad)y salir de allí. Cuando hubo dejado atrás a los periodistas,suspiró, aliviado. Aquel caso no había sido difícil. El acusado, Jonh Leclair, era claramente culpable del asesinato de su padre, agente del Interpol,víctima de un disparo en el pecho. Solo un poco de lógica le había bastado para resolver aquello. No hubo ningún testigo, pero había demasiadas pruebas en su contra. A pesar de todo, Miles no quedó satisfecho del todo. Cierto, aquel hombre era culpable, debía serlo, pero una extraña sensación de trabajo sin acabar lo llenaba por dentro. Por tanto, aquel había sido un caso sencillo, ¿qué le perturbaba tanto?
Sumido en sus pensamientos, se sorprendió al oír un ruido en el coche: su móvil. Lo sacó de su bolsillo, puso el manos libre (ya sabéis de que Edgeworth no es malote y no habla por teléfono mientras conduce XD) y respondió:
-¿Sí?
Probablemente era algún fiscal de la oficina, o Gumshoe que le informaría del próximo caso.
-Miles Edgeworth, necesito que me lleves. ¡Ya!
Se sorprendió al oír aquella voz, aquella inconfundible voz... no podía ser otra. Era una voz fría e imperativa, que él conocía muy bien. Incluso se podía oír a alguien gemir al otro lado de la llamada, seguramente siendo castigado por ese látigo, como a tantos otros. Miles no pudo evitar esbozar una sonrisa.
-¿Dónde estás?,- preguntó él, tras unos segundos de silencio.
-En el aeropuerto, terminal 4. Y deprisa, Edgeworth, tengo cosas que hacer.
Dicho esto, colgó, dejando al fiscal lleno de incertidumbre. Ella había estado en Alemania estos últimos tiempos, y que él supiera, nada ni nadie la retenían allí. ¿O sí? ¿Por qué volver ahora?
Con estas preguntas en mente, tomó la salida hacia el aeropuerto.
-¿ Qué estás tramando ahora, Franziska?
