Los nombres de algunos personajes corresponden a sus debidos autores. La historia que leeras a continuación es de mi creación con el único fin de entretener.

PEQUEÑA TRAVIESA.

Capítulo 1

L.A. California.

Luego de haberse dado el gusto de asistir al mejor evento de sus vidas, las dos jovencitas se dirigían hacia la calle en busca de un taxi. Eran más de las tres de la madrugada.

—¡Esperame, Ariel! —se quejaba una morena que en ese momento era rubia, debido a que llevaba puesto el disfraz de Alicia en el país de las maravillas, con enormes tacones.

—Ya deja de llamarme así y date prisa.—su amiga iba disfrazada de la sirenita Ariel. Apenas podía caminar con la falda larga que se ajustaba desde sus caderas hasta los tobillos, sumado también a los Louis Vuitton de diez centímetros que llevaba puesto. Y una gran peluca roja.

—Nos vamos a meter en un terrible lío, y todo por tu culpa.

—Jajaja pero admite que nos divertimos.

—Bueno... si. Estuvo genial... pero...—admitió la morena que trataba de alcanzar el paso.

—...Pero si no nos damos prisa van a descubrirnos.

—No lo harán. Deja de preocuparte tanto. No sé de qué te quejas. Cuando eres tú la de la idea yo no pongo peros a pesar de que siempre nos estamos metiéndonos en líos con tus locuras.

—Bueno...pero esta vez es diferente. Vamos ya deja de hablar tanto. Tenemos que conseguir un taxi.

—Creo que llegaremos más rápido caminando que en taxi. Porque hasta ahora no he visto uno.

—¡Tengo una idea!—dijo levantado una de sus delgadas y bien marcadas cejas.

—Oh no... no y no. Tú y tu ideas siempre nos meten en líos. Estas vez no aceptaré que hagas una locura.—dijo alarmada.

—Tú, tranquila. Sólo sigueme la corriente, ok?

—¿Qué vas a hacer, Candy?—la vió recostarse sobre el pavimento. En medio de la calle.—¿Estás loca?

—Finge Patty, que ahí viene nuestro chofer— la morena se giró a ver, y unas luces la encandilaron. Era un porsche negro que se acercaba a toda velocidad.

—Levantate Candy, ese auto nos arrolladorá —la cara de la morena palidecía más y más.—Ay Candy por Dios. No me hagas ésto. Quiero estar presente mañana en nuestra graduación y no en mi funeral. Me voy a hacer pis encima.—suplicaba su amiga.

—Shhh... finge llorar.—no hizo falta fingir, las lágrimas de terror de su amiga rodaban por su mejilla como si nada.

Ésta cerró fuertemente los ojos cuando vio que el auto se iba encima de ellas.

Se oyó el rechinar de las ruedas y al instante dos portazos.

—¿Están locas?—dijo una voz varonil, bastante irritada. Haciendo que la morena se horrorizara más.— Pude haberlas matado ¿qué hacen en medio de la calle?

—Cálmate, Terry.—trató de tranquilizar al castaño.— ¿Qué pasó?—le preguntó a la chica.

—Se... se-ñor—tartamudeo la jovencita.—Mi... mi ami-ga se descompuso y no la pude levantar.

—¿Quiere que la llevemos a un hospital?—se ofreció el joven más tranquilo mientras que el otro echaba humo por las narices.

—No Archie, no podemos. Mejor le llamamos una ambulancia.—agregó Terry irritado caminando de un lado a otro pasando sus dedos por su cabellera larga, que le llegaba un toque más de los hombros.

—Oh ...no no.—se adelantó la morena a responder. —No. No será necesario, ya mi amiga esta recobrando el conocimiento—la pellizcó bien fuerte en el muslo para que reaccionara o se meterían en un gran lío, más de lo que ya estaban por haber importunados a los dos castaños.

—Ouch... ¿qué qué me-paso?—decia mientras trataba de incorporarse.

—Ay amiga, ¿te sientes mejor?—ambos jóvenes la miraban atentamente. Candy era una chica muy hermosa, tenía un cuerpo que muchas de sus compañeras envidiaban y no era para menos con las generosas curvas que Dios le había mandado. Sumado al sexy traje de sirenita que llevaba puesto. Unas conchas cubrían sus redondos pechos, y en su vientre plano todo descubierto era adornado con un pieircing de varias piedras blancas que formaban una pequeña hilera con las cuatro piedritas. La falda ajustada le impedía flexionar las piernas, por lo que le costó levantarse.

—¿Eso es lo que le pasa por salir del agua?—se burló el castaño que antes estaba enfadado. Ella lo miró con el ceño fruncido sin entender.

—¿Perdón?—lo miró fijamente. Era un chico de unos veinticuatro o veintisiete años más o menos. Alto, cuerpo atlético unos ojos azules impresionantes.

—Digo...—le señaló el disfraz. Ella soltó una fuerte carcajada.

—Si, claro.

—¿Se siente mejor?—Archie se acercó a su lado y la ayudó a ponerse de pie. Pudo observar de cerca lo hermosa que era.

—Si, gracias.

—Será mejor irnos, amiga.—dijo la morena que se sentía incómoda porque ninguno de los hombres la miraba. Ella era una chica algo tímida, se dejaba influenciar por su loca amiga. Jamás mostraba su cuerpo. Salvo que Candy la obligara a usar cierta ropa. Era bonita, un poco más rellenita que la rubia pero unos cinco centímetros más alta que ella.

—Podemos acercalas. ¿Viven lejos?—pregunto Archie.

—E-eh no...

—¿Dónde?—cuestionó Terry, sin apartar la mirada de la rubia.

—Vamos al colegio San Pablo.—dijo Patty con una tímida sonrisa.

—Ah ya... un colegio de niñas ricas y malcriadas—se burló Terry. Ganándose una mirada fulminante de la rubia.—¿Las llevamos o qué?

Ambas se miraron dudosas. A lo que Archie entendió.

—No comemos niñas, mi nombre es Archie y el es mi amigo Terry. Pueden estar tranquilas que no les haremos daño. ¿Suben o se quedan?

—¡Subimos!—dijeron las dos al mismo tiempo.—los chicos le abrieron las puertas y ellas ingresaron al coche.

Sólo tardaron quince minutos en llegar al colegio.

—Bien, llegamos.—anuncio Terry.

—Gracias.—dijeron las mientras descendían del coche ayudadas por Archie, quien les abrió la puerta. Los dos las observaban dirigirse hacia el gran paredón y no al portón por donde cualquier persona razonable entraría.

—¿Qué hacen?—pregunto Terry al ver que trataban de subir el muro.

—Entrar... —dijo la rubia encogiéndose de hombros.

—Pero... ¿porque no por la puerta principal?

—Porque no queremos ser descubiertas—siguió hablando la rubia mientras Patty estaba colgada en el muro.

—Apúrate Candy.—dijo su amiga ya desde el otro lado.

—No puedo. Esta maldita falda me lo está haciendo difícil —se quejó.

—¡Déjame ayudarte!—dijeron ambos hombres al mismo tiempo. Ella levanto una ceja y observando a ambos acercarse.

—¡Puedo sola!—dijo seria. Mintió. Los dos se rieron por que ni siquiera podía levantar la pierna.

—Como tú quieras.—dijo Terry. Pero el falso movimiento que hizo ella logró que la prenda se rasgara y mostrará sus largas y torneadas piernas.

—Ups—emitieron ambos.

—Perfecto—dijo ella con una sonrisa. Levantó fácilmente sus piernas y trepó la pared, una vez arriba miró a los castaños. —gracias chicos por el aventon. Y desaparecieron tras el enorme mural.

—¡Vaya chica!—comentó Archie mientras Terry mantenía su mirada fija en donde había desaparecido la rubia.

Continuará...

Bueno... ésta es una nueva historia... mía y muy mía.

Espero que les guste.