De nuevo su mirada la encontraba.

Esos ojos zafiros, tan azules como el mismo cielo, resplandecían ante la noche con el mismo vigor que las estrellas sobre ellos. Sus cabellos azulados se batían grácilmente por la brisa nocturna, la mano le picó por querer al menos rozar uno de sus mechones. ¿Qué tan suaves serían? ¿Cómo sería el contacto directo sin sus trajes? ¿Cómo sería ver su hermoso rostro descubierto?

Pues sí, pese a que su lady y él ya han aclarado más de mil veces ese punto, simplemente no puede borrar ese deseo de su mente. Un anhelo que lo persigue incluso dormido. No había ninguna noche en que no soñara con ese momento ideal, donde ambos se encontraran frente a frente, sin máscaras ni barreras de ningún tipo. Ambos viéndose a los ojos y reconociéndose mutuamente como los compañeros que día tras día se cubrían las espaldas.

Él como su sombra, ella como su luz.

La combinación más perfecta.

Los mejores amigos.

Pero eran sus fantasías y esa línea llamada "amistad" era algo que su conciencia y moralidad atravesaban sin pudor.

En sus sueños ella le sonreía como nunca antes la había visto, corría deprisa, directo hacia sus brazos. Y él la recibía con gusto, apretándola contra sí. Sintiendo la suavidad de la tela en vez de la textura del latex rojo. Aspirando su aroma florar, tratando de llenar sus pulmones con su esencia. Se aferraba a ella como un niño mientras su dulce voz susurraba palabras de amor en su oído, y sus dedos se perdían entre sus hebras doradas. Él gozaba de ese momento, besando cada tramo de su cara, sin dejar ni un solo centímetro que no haya sido recorrido por sus labios. Suspirando los "te amo" que había retenido por tanto tiempo ante el miedo a la negativa de la chica entre sus brazos.

Je. Al parecer Plagg tenía razón al decirle tonto enamorado.

Lo más difícil era que, justo cuando su lady abría su boca para entonar las palabras que más anhelaba su corazón, sus ojos se abrían para encontrarse con el techo de su propia habitación.

De nuevo encerrado en su jaula de oro. Corrección: nunca salió de ahí

Vaya, que novedad.

Realmente era un soñador sin remedio.

Pero eso era así. Día tras día. Noche tras noche. La imagen de su dama lo perseguía sin descanso. Y el encantado a más no poder con su visita, sintiendo que debía aprovechar el momento antes de que todo se desvanezca y el rostro enamorado de Ladybug fuera reemplazado por una mueca indiferente.

"Soñar no cuesta nada", decían. Y él lo sabía más que nadie.

Era su mundo, su fantasía, su hermoso irreal. Y él se conformaba con eso.

Solo que, nunca pensó que su pequeña utopía, se hiciera realidad.

Y mucho menos pensó que fuera así.

Las lágrimas caían de sus ojos pero no eran de felicidad. El frío se apoderó de su cuerpo, dejándolo congelado.

Había una chica en frente de él correspondiéndole sus sentimientos. Marinnette, su compañera de clase. Su amiga y, al parecer, su lady.

Cumplió con lo que más deseaba.

Pero ¿Por qué se sentía tan vacío?

Él no se dio cuenta de que su "te amo" se había transformado en un grito agónico. Y el latir de su pecho se había detenido por completo.

¿Ese era su sueño?

No.

Esa era la realidad.