RENCUENTROS

La mañana era fresca, junto al rio se divisaba una solitaria muchacha, en su rostro habían huellas de haber llorado mucho y en sus ojos se veía una fuerte determinación. La joven se levanto del pasto, no sin cierta dificultad y con paso seguro y lento (como si la lentitud podría mejorar o arreglar alguna cosa) se dirigió hacia el punto de encuentro. La decisión ya estaba tomada, pero tenia que ver si sus amigos estaban bien y aunque no pensaba despedirse de ellos por lo menos quería verlos por ultima vez y además aunque le doliera debía hablar un par de palabras con Inuyasha.

-Kagome- escucho gritar al dulce Zorrito -Te estamos esperando...- pero algo en el caminar de la muchacha, en el rostro le indicaba que algo no andaba bien, y al acercarse a ella, algo en el olor de ella lo hizo sobresaltarse. Shippo giro su rostro hacia Miroku y Sango, ellos también habían detectado algo extraño en la joven.

-Te esperábamos para desayunar- dijo Miroku dando una rápida y expresiva mirada a su compañera.

-Pensamos que se podrían haber perdido- exclamo Sango, mirando también a su compañero (de viaje, no piensen otra cosa) para luego desviar la mirada hacia una figura roja que caminaba desde el bosque.

-Vamos perro tonto- grito shippo -que tenemos mucha hambre-.

Kagome, rápidamente empezó a ayudar a la cazadora y el zorro a terminar el desayuno mientras en joven hanyou se acercaba al campamento. Todos se sentaron alrededor del fuego y cuando Kagome le entrego su plato a Inuyasha, este no levanto la mirada y solo se escucho un simple Gracias, lo que hizo estremecer a todos los presentes.

Miroku miro a Inuyasha, este se estaba comportando extraño ese día, generalmente era el más hambriento, el más grosero y eso de dar las gracias, eso si que era increíble. No había que ser muy inteligente para darse cuenta que algo grave había pasado el día de ayer entre esos dos, primero llega Kagome, con rastro de haber llorado largamente y después aparece Inuyasha, primero no venían juntos, y llega realmente raro, hasta educado, de verdad algo muy grave tendría que haber pasado para mantener a estos dos tan silenciosos, porque se notaba que esto había sido más que una simple pelea, en Kagome no había furia, sino más bien pena, desesperación, frustración y otro sentimiento que el no podía lograr descifrar y de Inuyasha ni hablar porque todo este rato ni siquiera había levantado su rostro, y de golpe Inuyasha levanto su rostro, como presintiendo que era observado y miro profundamente a Miroku y bajo su mirada.

Miroku quedo sin palabras, lo que había observado era vergüenza????

Llevaba horas caminando, tenían que llegar el día de hoy a la cabaña de la Sacerdotisa Kaede, ya faltaba tan poco para conseguir los últimos fragmentos disponibles y la batalla decisiva con Naraku, estaba muy próxima.

Miroku sintió como Sango le tiraba suavemente de la túnica, y un significativo cruce de miradas le dio a entender que algo serio había pasado entre esos dos.

Ya estaba atardeciendo cuando llegaron a la aldea donde vivía Kaede, y saludo a sus jóvenes amigos.

Todos comían frente a el fuego que servia de cocina en la cabaña de Kaede.

-Recuperamos 8 fragmentos de la perla- hablaba Inuyasha -solamente nos falta los fragmentos que están en poder de Naraku, por lo que debemos preparar nuestro siguiente paso- dijo mirando a Miroku, ya que para todos era sabido que la planificación no era su fuerte, y el monje se caracterizaba a pesar de todo de ser bastante sabio.

Kagome miraba a todos, ella partiría esa misma noche, ya nada le quedaba que le atara a ese lugar, el enfrentamiento con Naraku era absolutamente personal para el monje y el hanyou, ella solamente sobraría penso amargamente.

-Debo regresar a mi casa por unos días- dijo Kagome- tengo prueba y esta vez no puedo faltar- y su voz sonaba tan fuera de sitio que Inuyasha la miro profundamente, mirada que no paso desapercibida por Miroku- así que estaré de regreso en algunos días dijo al tomar su mochila.

-Kagome, es muy tarde para que marches sola, espéranos y te llevaremos- dijo la joven cazadora.

-No yo la llevare- al momento que se levantaba Inuyasha para acompañar a la joven.

Llevaban varios minutos caminando en silencio, y en el ambiente se sentía tan frío y filoso que asustaría a cualquier moustro incauto que se atreviera a acercarse a los jóvenes en ese momento.

Kagome ya veía el claro donde se encontraba el pozo y se acerco resueltamente a él, cuando sintió que la sujetaban del brazo, y aunque no era con violencia esa mano atrevida no la soltaría.

-Perdón- fue lo único que escucho, penso que había escuchado mal, pero la verdad es que sabia que había llegado ese momento, donde no habría vuelta atrás, donde no habría palabras para suavizar su pena, su la rabia.

-Perdón por que? - y su voz sonó fría y vacía, como si le costara pronunciar cada palabra, como si las escupiera para ser más exactos.

-Perdón por qué? - su rabia estaba tomando niveles incontrolados, su pena, desesperación, vergüenza, furia, odio? broto como lava hirviendo.

-Perdón por qué?, por no amarme?, porque al tomarme solamente pensabas en Kikyo?, porque al poseerme solo gritabas su nombre?, por romperme el corazón?- y su voz se quebró, su esperanzas se quebraron, la ilusión se desvaneció como un mal truco de magia, sus sueños destrozados sin piedad, por el ser que ella más amaba, se desplomo y escondiendo su rostro en sus manos sollozando suavemente.

Inuyasha se sentó a su lado, sabia que no debía tocarla (tampoco seria seguro), por una momento de pasión y debilidad la había lastimado y seriamente, le arrebato cosas importantes. Como explicarle que las cosas no eran así de simples, que los sentimientos no se manipulan, que aunque era cierto que todavía amaba a Kikyo, ella no le era indiferente, jamas la hubiera tocado si no la quisiera, que para él el tiempo no transcurrió, que solamente fue despertado de un mal sueño, y que el dolor al ser confinado por esa flecha había sido consolado al saber que habían sido engañados, y entonces ella apareció arrebatándole de apoco el espacio de Kikyo en su corazón, que dentro de él pasaban emociones y impulsos que difícilmente podría controlar, y que se sentía como un gusano, un mal sujeto, porque cuando estuvo con ella la confusión se hizo mayor, la figura de Kagome y Kikyo se fusionaron en un solo ser y se sintió culpable por amar a Kagome, por traicionar a Kikyo, la verdad no sabia que había gritado su nombre, y Kagome no se fijo que al terminar y abrazarla fue su nombre y solamente el suyo el que pronuncio en un susurro como si con eso la esperanza de un nuevo futuro con Kagome a su lado fuera bendecidos por los dioses, pero también sabia que una pasión salvaje los había consumido y entendía que ella estuviera asustada, nunca la dañaría, y aunque su aroma y gemidos lo habían vuelto loco, en todo momento procuro no lastimarla más de la cuenta y entendía perfectamente el estado en que ella se encontraba, sabia que necesitaría tiempo y lejanía, que estaría mejor un tiempo separada de el, así también pondrían las cosas en claro, y ante todo él era un hanyou con honor y se responsabilizaría de lo que había hecho, porque antes que su propia confusión estaba el honor de Kagome.

Y escucho su voz, y fue como hielo cortando sus venas- Yo ya tome una decisión -dijo mientras se paraba, caminaba al pozo y se sentaba en el borde de este.

-Ya tome una decisión, también hay parte de responsabilidad mía en esta situación, yo sabia que no me amabas pero eso no me importo, me degrade tratando de darte algo que ella jamas te daría, por eso y por que no me gusta la mujer en que me convertí es que no deseo volverte a ver, quiero recuperar la poca dignidad que me queda- dijo seriamente Kagome.

-No quiero que me busques, no quiero verte nunca más, y sabes que deberás respetar mi decisión- y sin más se arranco el medallón de la perla y se lo arrojo mientras su cuerpo se perdía en el pozo.

Inuyasha, se sentó y sintió como las lagrimas recorrían su rostro, hace mucho tiempo que no lloraba, no recordaba sentirse tan angustiado desde la muerte de su madre, cuando perdió lo único que tenia y que lo amaba, además sabia que no podría ir tras ella, sus palabras lo habían amarrado a una promesa no dicha, y sabia que la perdía y para siempre, y se maldijo por no hablar, por no tratar de explicarle a ella, por quedarse sentado viendo a la única mujer que amaba y deseaba como compañera, desaparecía para siempre de su vida, y todo por cobardía.

Continuara