El doctor Potter.
El Hospital mágico de San Mungo hacia tiempo que se esperaba al genio de la medicina. La directora, la señorita Granger, le había contratado desde un hospital de España, y se decía que era el mejor médico del mundo mágico y que había curado enfermedades que ni siquiera se conocían. Sin duda alguna, el doctor Harry James Potter era un genio de la medicina y eso que el afirmaba que de pequeño quería ser Auror.
-¿Es hoy cuando llega? –preguntaban nerviosas las enfermeras.
-Seguro que es muy guapo –decían algunas pacientes.
-Pues espero que no mucho –decían los médicos, enfermeros, celadores y demás miembros masculinos del equipo del prestigioso hospital.
La señorita Granger, directora, hizo su aparición en el vestíbulo, ataviada con su traje azul, su pañuelo blanco y un maletín de cuero. Ella tenía unos treinta años y tres carreras: Medicina mágica experimental con un master en Psiquiatría, Administración y Gestión de Empresas en la Universidad Mágica de Luxemburgo en la que se graduó con la mejor nota de su curso y Tecnología Médica Aplicada al nuevo campo de la clonación genética (y fue la primera en graduarse pues la carrera tan solo hacía cuatro años que la impartían en las universidades).
Además de este asombroso cuadro de notas elevadas, la señorita Granger dominaba a la perfección el inglés, el castellano, el catalán, el italiano, el francés, el chino e incluso se defendía en griego. Pero tantos éxitos profesionales (como ser la directora más joven que San Mungo ha tenido jamás) le habían comportado una serie de fracasos personales, como tener treinta años, siete meses y dos días, y no haber encontrado un buen marido. Muchas de sus vecinas de urbanización ya la daban por perdida.
-Si se pasa el día trabajando –decían- y tiene unas patas de gallo horrorosas.
Y hoy sumaba a su larga lista dos nuevos éxitos: El primero conseguir para su equipo al doctor Potter y el segundo, reducir en un sesenta y siete por ciento sus precoces patas de gallo.
Se dirigió al ascensor y subió a la segunda planta para reunirse con el equipo que el doctor Potter debía dirigir. Este equipo también eran jóvenes promesas de la medicina moderna, y hasta ahora habían estado bajo el mando de la poderosísima Dolores Umbridge, pero la pobre mujer ya había entrado en años y tenía una gripe horrorosa que no acababa de curarse y la transmitía a todos los pacientes. Así pues, hace tan solo un mes, y sintiéndolo mucho en el alma, la doctora Granger se vio obligada a retirar a Dolores Umbridge y buscar un médico con capacidad e ingenio suficiente para dirigir a los mejores médicos de San Mungo.
Después de descartar a un par de ineptos, envió un correo a la Facultad de Medicina de España, cuya sede estaba en Palma de Mallorca, y allí le hablaron muy bien de Potter. Tardó solo unas horas en contratarle.
Y allí estaba medio hospital emocionado por la noticia, que incluso el periódico El Profeta se hacia eco de la llegada de Potter.
Entró en el despacho de sus doctores fantásticos: La doctora Weasley, el doctor Malfoy y el doctor Longbottom.
-Hoy es el día –anunció la directora.
Y los tres médicos bajaron corriendo al vestíbulo, eran las doce menos diez y el doctor Potter llegaba a las doce en punto.
Las doce
Las doce y cuarto
Las doce y media
La una menos cuarto
La una
La una y cuarto
La una y media…
-Directora Granger -se atrevió a preguntar la joven, guapa y pelirroja doctora Weasley- ¿Está segura de que era hoy, y que era a las doce?
La directora miró dentro de su bolsillo y sacó un fax de la Universidad de España, y efectivamente era hoy, día 27 a las doce. Lo miró y lo pasó a los doctores para que lo examinaran.
Fueron a comer un poco al comedor y cuando llegaron al vestíbulo otra vez oyeron un fuerte ruido de moto. Los doctores salieron corriendo para ver si había habido algún accidente y si alguien había resultado herido.
Y vieron a un chico joven, con una melena rebelde y despeinada bajar de la moto y sacarse el casco rojo. Cogió un bastón y se encaminó hacia el hospital. Se paró cerca de los doctores.
-¿Perdone quien es usted? –preguntó la directora
-Soy el doctor Harry Potter, trabajo aquí, si me disculpa.
-¡Doctor Potter! Yo soy la directora Granger, le presento a su equipo: La señorita Ginny Weasley, el doctor Draco Malfoy y el Doctor Neville Longbottom, especializado en los transtornos de la memoria.
-Encantado, y ahora ¿Me dejan ir al baño? –preguntó Potter sin esperar una respuesta.
-No parece muy simpático –comentó la Doctora Weasley.
Cuando subieron al despacho se encontraron con que Potter ya estaba allí, con las piernas encima de la mesa. Lucía unas preciosas zapatillas de marca y llevaba la camisa un poco sucia. Miraba el historial medico de una paciente con unos síntomas tan extraños que no podían averiguar que enfermedad tenía. La pobre señora tenía unos dolores insoportables en el cuello y todas las pruebas daban negativo.
-Esta mujer –dijo nada más entrar los demás miembros de su equipo- es un poco mayorcita, ¿no? No tenemos que preocuparnos mucho si la palma.
La doctora Weasley se escandalizó.
-¡No diga eso! -grito Weasley- es un ser humano, se merece toda nuestra atención y nuestra dedicación como médicos.
-Si, -contestó Potter tirando sobre la mesa el historial- solo que seguro que no está buena y que ella ya ha vivido mucho tiempo. Dadle el alta y que tome juanolas.
La doctora Weasley abandonó aireada la sala.
-UUhhh… -se burló el doctor Potter de la reacción de la doctora.
-Siempre es así, se enfada a menudo. Es una chica muy sensible y guapa –dijo el doctor Mafoy.
-Si, y tu un niño de papá que no sabia que estudiar y como tenia dinero pudo comprar un título superior de Medicina –dijo Potter.
Malfoy miró mal a su nuevo jefe, sorprendido pues nunca nadie le había calado tan bien en tan poco tiempo.
-Voy a ver a la vieja –dijo Potter cogiendo el bastón y saliendo de la sala.
-No es muy amable- dijo Longbottom cuando Potter ya se había marchado.
En la habitación 267…
-¿Es usted McGonagall? –preguntó Potter entrando sin llamar a la habitación.
-Si, soy yo.
-Soy el doctor Harry Potter.
En ese momento entró la doctora Weasley.
-¿Dónde estabas? Has salido antes que yo y has llegado más tarde, ¡¡y yo estoy cojo!! –Potter suspiró- supongo que habrás ido al retocarte el maquillaje al baño.
-No estaba… –prostestó Weasley.
-Me da igual pelirrojita –la interrumpió Potter- Señorita McGonagall, puede irse a su casa.
-Pero está enferma –dijo Weasley- no puedes hacer eso con nuestro pacientes. Nuestro deber es averiguar que enfermedad tienen, concluir en un diagnóstico y medicar adecuadamente.
Potter resopló.
-Minerva McGonagall –empezó Potter- usted no tiene nada. Lo que a usted le pasa es que ya está mayorcita y que no se atreve a decirle a su jefe que quiere jubilarse, ¿no es eso? Sospecho que además de ser su jefe es su amante, lo digo porque no está casada, pero por estas pruebas que veo aquí goza usted de una vida sana y saludable que no se consigue únicamente con una adecuada dieta mediterránea, sino también con el justo ejercicio conyugal. Así pues su solución es decirle a su jefe - amante la verdad, que ya tiene una edad y que según que posturas ya no le van bien por la columna, no se preocupe solo pueden pasar dos cosas: que lo entienda o que se busque a una más jovencita, si es que todavía no la tiene.
-¡¡DOCTOR POTTER!! –gritó Weasley roja de furia.
La señorita McGonagall rompió a llorar.
-No, doctora Weasley –intervino McGonagall sollozando- el doctor Potter tiene razón. Temo que Albus deje de amarme si me voy del colegio.
La doctora Weasley abrió la boca todo lo que pudo, incrédula.
-No me lo puedo creer –exclamó Weasley- ¡pero si la garganta la tiene inflamada de verdad!
-Fácil solución –dijo Potter echando una ojeada a su historial- es que es animaga y se transforma en gata, seguro que a su vejete director le gusta. Lo que tiene en la garganta es una obstrucción de pelo. Dale el alta y que se vaya a su casa.
El doctor Potter salió de la habitación y dijo:
-Me voy a descansar, hoy ha sido un día agotador.
-¡¡Pero si acaba de llegar!! –gritó Ginny Weasley.
La profesora McGonagall abandonó el hospital y la doctora Weasley acudió al despacho de la directora Granger, y le informó de los extraños métodos que el doctor Potter gastaba.
-Querida Ginny –dijo Hermione Granger preocupada- me pregunto si habré cometido un error contratando al doctor Potter. Ahora solo cabe esperar y ver si es un loco, o un genio.
CONTINUARÁ??...
¡¡Hola, holita lectorcitoooooss!! Esta es una parodia (para los que no lo hayáis pillado) de una de mi serie favorita que últimamente no he podido ver por culpa de los exámenes: ¡¡El doctor House!! No se si Harry de House dará la talla (esperamos que si), pero Ginny nació para interpretar a Cameron. Malfoy que ni pintado en el papel de Chasse (creo que no se escribe así) y Neville no me convence mucho como Foreman, pero le daremos una oportunidad. Eso si, Hermione es indiscutiblemente la mejor Cuddy, y ya veremos cuando aparecerá nuestro particular Wilson.
Si conocéis House bien, pero si no, os animo a que sigáis este fic, ¡¡que será sin duda, muy divertido!!
EN EL PRÓXIMO CAPITULO… Un enfermo llega a San Mungo con quemaduras muy serias de dragón por todo su gran cuerpo, se trata nada más, ni nada menos, que… Rubeus Hagrid!! ¿Cómo reaccionará el doctor Potter ante esta situación?
