Jean es un hombre serio. Podrían decirse de él muchas cosas, todas serían crueles, tristes y ciertas; pero aún José estaría equivocado al decir que conoce a su hermano mayor más que nadie. No, no es èl.
Es Rico, la niña rubia que no juega con muñecas, si no que limpia sus armas con una sonrisa.
Ella no tiene montones de peluches como Triela o un mentor que la consienta tanto como a Henrietta. Que Jean la escogiera no significaba nada. Ni siquiera podría estar segura de que Jean la valora un poquito...
La ha golpeado. Se ha mostrado con caras de furia que ningún humano ha visto dos veces, excepto ella.
Era una herramienta, una herramienta mortífera y pequeña.
Útil, mientras su cuerpo funcionara.
Infravalorada; mientras Jean siga siendo Jean.
Pero Jean le concede algo que ningún mentor le da a otra de sus ciborgs.
Jean le da realidad, porque no es falso con ella como lo hace José. No finge cariño que no siente y comienza guerras que no puede ganar contra sus sentimientos.
Jean puede ser màs brusco que Marco, pero no sabe olvidar y Rico cuenta con ello para no tener una existencia inùtil. Todo lo que entra por los ojos azules de Jean Croce se queda ahì.
Jean le dice todo. Quiera o no. Los secretos de otros apenas le interesan, pero no pone trabas para revelar los suyos. Es asunto de otros ser tan sentimental y problema de Rico si es tan duro como un meteorito.
Jean le muestra el lado malo del mundo, para que, algún día, ella pueda distinguir al brillante mundo de paz que lucha por conseguir.
Jean le dio vida. No es que tome el papel de su padre o de su madre. Le dio un cuerpo que funciona, un hogar aceptable y un objetivo por conseguir.
Y aunque se esfuerce en mantener el pelo de Rico corto, el armario vacío de ropa femenina y su piel infantil libre de perfumes o adornos innecesarios, a Rico no le importa, no los necesita.
Tampoco necesita entender por que tiene un nombre tan raro y varonil.
No, son cosas complicadas, que la ofuscan y la hacen bolas.
Sólo es feliz, como cualquier otra niña adolescente.
