Quiero aclarar antes que nada que esta historia no es 100% mía, la hice en compañía y apoyo de uno de mis mejores amigos, así que considero que la historia es de ambos. Con el permiso de él para subirla, aquí se la presentamos. Disfrútenla y cualquier aclaración se hará.
:]
Los personajes de esta serie no son de mi propiedad.
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-1-
Cuando era pequeña vivía en una casa enorme, bueno eso parecía a mis ojos que se asombraban con facilidad. Mi padre vivía conmigo al igual que mi madre. Él un hombre alegre, cariñoso, alto de tez blanca y cabello muy obscuro junto con ese bigote tan extraño que tanto me gustaba pero aun mejor era su extraño mirar que asemejaba a la sangre. Ella una mujer muy seria, callada, fría de cabello castaño claro y ojos grises, perdida en su mundo; constantemente me preguntaba que pensaba, pero su mente era un enigma.
Lo que me gustaba de vivir ahí era mi extraño vecino, un chico con un par de años más que yo, cabello negro, tez apiñonada y su mirada felina color miel. Siempre venía a jugar conmigo, desde que tengo uso de mi memoria. Y con él la compañía de su madre que alegraba un poco nuestro hogar. Ella, una mujer más grande que mi madre por unos años, cabello negro y corto, más robusta que mi madre pero aun así se le veía su figura, madurez, eso decía su cuerpo en combinación con la manera de mirar con esos ojos negros.
Todos los días me encontraba pendiente de su llegada, cuando lo venía correr en dirección a mi casa, yo bajaba corriendo las escaleras para avisarles a mis padres que él había regresado de la escuela y que por obvias razones su madre lo acompañaba. El único que me contestaba era mi padre, que me sonreía y me daba palmaditas en la espalda para que saliera a jugar. Cuando miraba a mi madre, sentada mirando hacia la ventana, me detenía para ser notada, sin embargo nunca lo lograba.
Al llegar a la puerta ahí estaba su madre, siempre me sonreía y me decía que Reito me esperaba entre las rosas. Se hacía a un lado y yo salía disparada hacia las rosas que rodeaban mi casa, rosas de diferentes colores, tan vivos y llenos de alegría que me ponían vivaz. Cuando no encontraba indicios de mi amigo, sabía lo que eso significaba, estaba acostado en algún lugar donde no pudiera verlo, siempre terminaba encontrándolo por las anomalías que formaba entre las rosas, y al verme parada aun lado de él, me entregaba una rosa.
– Toma, me ha costado encontrarla, cuídala –me decía mientras se sentaba.
– ¿Cómo la haz encontrado? –pregunte sorprendida, pues nunca había visto rosas rojas, a mi madre no le gustaban y por ello no había fuera de mi casa.
– Pues con un poco de magia –el tan sabio, tan inteligente, interesante y sonriente.
– Es muy linda –la mire absorta en su color.
– ¿Qué haces con las rosas que te doy? –me pregunto, regularmente me regalaba rosas, pero rojas no.
– Las guardo en una caja y espero a que se sequen –aun miraba la rosa, su color me era tan enigmático. Yo no poseía nada de ese color, solo mis ojos.
– Naturaleza muerta…
– Reito, otra vez mi madre está en la ventana –dije mirando la rosa con nostalgia. El me miraba y sabia la preocupación que me invadía cuando mi madre estaba así. A pesar de mi corta edad entendía cuando a mi madre le alteraba algo.
– Se le pasara, como las otras veces –Él miraba al cielo, y sin dejarlo de hacer me preguntaba con curiosidad aparente– ¿Cómo van tus clases?
– Pues bien, la maestra de ahora es mejor –decía tratando de ver lo que él veía en ese cielo azul que lo tenía tan absorto.
Mis clases no eran como las de él. Mientras que Reito iba a una escuela, a mí me daban clases particulares en casa. Al principio iba en una como la de Reito, pero a mi madre se le pasaba dejarme en la escuela y la que lo hacía por ella era la madre de él. Cuando mi padre se enteró se enojó con mi madre, a ella no le importo, y mi padre decidió traerme maestros a la casa. Mientras mi padre trabajaba, mi madre hacia los quehaceres de la casa y yo, yo era tocada por aquel hombre. Al único que le conté de ello fue a Reito y éste aviso a mis padres que decidieron mejor traer a una mujer a que me educara.
– Esperemos ahora sea ella quien nos llame a comer –me animo Reito que volvió a sacar de tema a mi madre, yo solo lo mire con esperanza. Y eso se debía a que su madre era la que siempre nos llamaba a comer.
Mirando el cielo nos encontrábamos, yo lo admiraba en secreto y él, él no sé. Siempre estaba aislado, me producía cierto interés la gente que estaba así. Mi madre, ella tenía problemas.
– ¡Niños es hora de comer! –los dos volteamos a la puerta instintivamente, con las ganas de ver a mi madre, pero no era ella y lo sabía con solo escuchar la voz.
– Sera para la otra –me decía Reito mientras se ponía de pie y me extendía su mano para ayudarme.
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Iba manejando apresurada a casa, quería regresar a ver a la mujer a la que amaba, la que iluminaba esos días grises. Cuando llegue al edificio donde se encontraba mi apartamento entre apresurada. El hombre que vigilaba me miro y al reconocerme como que quiso decirme algo, observe su cara de preocupación, pero lo ignore y me metí al elevador. Apretando ese botón con el número que me era tan conocido, yendo al la puerta que conocía de memoria, las llaves se apresuraron hacia ésta y se abrió.
Lo que mis ojos vieron no se lo esperaban, la casa era un desorden. Parecía como si un ladrón hubiese entrado a desordenar y no llevarse nada, nada que le agradase, todo seguía ahí, pero en el suelo. Me moví con cuidado para no pisar nada, me acerque a la cocina y lo único que vi era que la llave del fregadero estaba abierta, enojada la fui a cerrar.
– ¡Shizuru! –la llame, pero no recibí respuesta.
Me acerque al cuarto y antes de abrir la puerta oí la llave del baño que se desangraba. Me dirigí al sanitario y también estaba abierta la regadera y el lugar estaba hecho un asco, papeles, fotos, ropa por todos lados. Cerré la llave porque ya estaba inundado. Ahora me encontraba enojadísima ¡¿A qué venia todo esto?! Solo salí tres días y todo estaba boca arriba. Con la posibilidad de que mi mujer se encontrara en el cuarto me acerque a pasos pesados. Al abrir la puerta de la recamara mi sorpresa fue grande, todo estaba intacto, limpio, como si sólo el huracán no hubiera pasado por la recamara. Sin embargo al estar en casa, sin ella, preocupada, enojada, todo me pareció ajeno, no reconocía nada de esto como mío. Mirando aterrada el cuarto me despabilo el sonido del teléfono.
– Bueno –conteste bruscamente.
– ¿Natsuki? –la voz del otro lado no me era conocida.
– Si, ¿Quién habla? –pregunte.
– Eso no importa, necesito que vengas por Shizuru, de inmediato –eso si me intereso.
Cuando me dijo la dirección de donde se encontraba Shizuru, salí corriendo de mi departamento. Me tarde una hora en llegar al lugar, el tráfico, las vueltas, las calles. Todo me era desconocido. La casa era enorme, muy sombría y aburrida, parecía una casa de locos, y eso me asusto aún más.
Cuando la puerta se abrió salió una chica de cabello corto con lentes y su rostro era adornado por muchas pecas en las mejillas, me miro de pies a cabeza.
– Natsuki, ¿cierto? –Me pregunto y asentí con la cabeza – Pasa y sígueme por favor.
Me llevo por un pasillo muy estrecho y largo, con todas las paredes blancas y muchas puertas de caoba. Las paredes estaban adornadas con pinturas aburridas, de rostros serios y miradas perdidas. Paisajes típicos y aburridos. Se detuvo.
– Ha llegado –dijo para adentro de la habitación, se volvió hacia mí– Pasa.
Entre a la habitación y vi a Shizuru cerca de la ventana mirando hacia afuera. Todo estaba hecho un caos, y la mujer que estaba cerca de ella, rubia, con el ceño fruncido, me miro con ojos suplicantes.
– Llévatela, por favor –esa mirada me asusto, el tono con el que me lo dijo me pedía auxilio a gritos.
– Shizuru –la llame por lo bajo, no volteo, seguía perdida mirando hacia la ventana, como si algo estuviera ahí afuera, algo que añoraba.
– Shizuru, ya llego quien tanto querías –la mujer rubia le dijo un poco más alto, y resulto.
Al voltear vi en Shizuru una sonrisa vacía, el brillo de sus ojos había desaparecido y parecía ajena a todo. Al mirarme algo en sus ojos cambio brillaron intensamente y por poco una sonrisa se asomaba de su lindo rosto. Pero no. Algo cambio drásticamente y el vacío regreso, el miedo me acogió y una sensación desagradable sentí en el pecho.
Lo más feo fue lo que me dijo, mirándome sin reconocerme, sin sentimiento alguno, en todo frio. Me cayó como un balde de agua fría en mi cálido cuerpo. Sentí como todo mi más íntimo ser me ardía y como me consumía el fuego que se creó. Al recordar esas palabras siento como si me carcomieran las entrañas.
– Perdóneme usted, pero yo no la conozco…
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N/A
Quiero agradecer a mi amigo, por apoyarme en esto [:
Y a los lectores por su tiempo para leer.
Se recibe todo tipo de comentarios.
Saludos cordiales.
