Me levanté con pesadez, sentía que todos mis músculos me dolían y sabía que tenía que ver con la coreografía exhaustiva que el señor Shue nos había obligado a hacer el día anterior. Mi cama me llamaba pero no podía arruinar mi perfecto historial de asistencias sólo por algo de cansancio.
Fui hasta la cocina y encontré a mi mamá con un pastel pequeño en la mesa; no podía creer que lo había hecho aunque le había rogado que no hiciera nada para mi cumpleaños.
—Buenos días, Quinnie —le sonreí feliz, ella tenía una expresión alegre—. Feliz cumpleaños.
—Gracias, mamá —la besé en la mejilla y me senté para empezar a comer lo que me había hecho, dándole la mitad a ella. Justo el azúcar que necesitaba para ir a la escuela—. Sue me mataría si supiera que estoy comiendo algo que no está en su régimen alimenticio.
—Debería de darles más libertad, necesitan más carbohidratos —reí, la entrenadora nunca nos dejaría comer nada así. Al menos no mientras yo estuve ahí.
Seguí hablando con ella por un rato, se sentía bien tener a mi madre de nuevo y era mucho mejor sin mi padre ahí. Me despedí de ella y subí a mi auto.
El camino fue en silencio, no podía pensar en otra cosa que no fuera Rachel; la persona más irritante, arrogante y hermosa que conocía, la chica de la que estaba enamorada. No sabía que diría mi madre si algún día se lo comentaba.
Rachel Berry era una diva, quería que todo se hiciera a su modo y no dejaba que nadie tomara los solos en el coro. Al principio no podía aguantarla, tenía ganas de golpearla en la cara cada vez que abría la boca pero ahora no puedo evitar quedarme mirándola mientras habla o canta; su voz me hechiza y estoy segura de que a los demás también.
Cuando me enamoré de ella— o me di cuenta de que estaba enamorada— fue después de que le dijera a Finn que el bebé no era de él. A algunos le pareció extraño que no hubiera descargado toda mi ira con ella pero simplemente hizo algo que yo no había sido lo suficientemente valiente para hacer; me di cuenta de que no la odiaba y que había algo que me atraía hacia ella.
Cuando todo eso se había aclarado y justo cuando había tratado de hablarle de mis sentimientos, ella y Finn empezaron a salir; Santana y Brittany estuvieron en mi casa durante tres días mientras yo lloraba y echaba maldiciones al aire. Nunca podré agradecerles lo suficiente por lo que hicieron por mí en ese tiempo.
Llegué a la escuela y me estacioné en mi lugar usual, justo al lado de mi estaban Rachel y Finn besándose como si no hubiera mañana. Cerré los ojos tratando de controlarme y salí, dirigiéndoles la mejor mirada de HBIC que tenía en mi repertorio.
No pude evitar que Rachel me desarmara la mirada cuando me sonrió y se separó de Finn, quien le reclamó un poco pero a ella no le importó. Se acercó a mí y el oxígeno en mis pulmones me empezó a faltar, no podía creer que quería hablarme.
—Feliz cumpleaños, Quinn —me dijo y no pude evitar sentir una descarga eléctrica recorrer mi cuerpo.
—Gracias, Rachel —contesté tratando de que mi voz no sonara muy nerviosa y se quebrara.
Sentí como sus brazos me rodeaban en un abrazo algo incómodo para ella, imagino que no estaba segura de si yo me iba a enojar por esto. Rodeé su cintura y la pegué más a mí, tratando de hacer que su perfume se quedara impregnado en mi piel.
—El club está planeando una pequeña fiesta para ti en el salón así que llega temprano —puso su brazo sobre mi hombro y sonreí automáticamente.
—Ahí estaré —le dije y ella se fue hacia Finn de nuevo. Le sonreí de nuevo y caminé hacia el edificio.
Santana y Brittany corrieron hacia mí al verme y me abrazaron, deseándome feliz cumpleaños. Las dos se veían felices y no entendí porqué. No es que me importara saber sobre sus actividades; sabía que se veían como algo más que amigas aunque ellas no lo admitieran.
—Imagino que Berry te dijo de la fiesta que te estamos planeando en el club —dijo Santana mientras caminábamos a mi casillero.
—Sí, la vi afuera con Hudson y me lo dijo —mi sonrisa se hizo más grande al recordarlo, tanto que me dolían las mejillas.
—Te vi. Deberías de controlarte más, Fabray, parecía que estabas a punto de tener un orgasmo cuando te abrazó —la golpeé en el hombro y miré alrededor para revisar que nadie nos estuviera viendo.
—Cállate, Santana —le dije y recibí una mirada de reproche por parte de Brittany. Tengo que saber que está pasando entre ellas dos—. Tengo que ir a clase pero nos vemos en el coro.
Me fui de ahí y llegué a clase de español, esperaba que el Sr. Shue no se acordara que era mi cumpleaños hasta la hora del coro. No quería a todo el salón cantando Feliz Cumpleaños desafinadamente.
Gracias a Dios no lo recordó y mi día siguió normal. Las pocas porristas que aún recordaban mi nombre y mi cumpleaños me felicitaron, hasta Sue se acercó y me dio una media sonrisa que tomé como mi regalo.
La hora de Glee había llegado y me pareció oír a todos tratando de acomodar todo detrás de la puerta. Sonreí y entré a la habitación escuchando que todos gritaban "sorpresa" y vi a Rachel con una sonrisa culpable por haberme dicho lo que había pasado.
Todos me abrazaron pero sólo me concentraba en una persona. La que se había puesto hasta adelante y ahora era presionada contra mi cuerpo gracias a todos los demás y su abrazo grupal; ella tenía su cabeza recargada en mi pecho y mi corazón comenzó a latir cada vez más fuerte.
—Gracias, chicos —dije al aire, viendo a Rachel por el rabillo del ojo.
Me acercaron el pastel y soplé las diecisiete velas. El único deseo que se me venía a la mente era uno, y lo pedí con todas mis fuerzas: desearía estar con Rachel Berry.
Todos aplaudieron, me abrazaron otra vez y el Señor Shue cortó una rebanada para cada quien. Los chicos se veían felices y supuse que era porque tomaban cualquier oportunidad para hacer una fiesta y esta no iba a ser la excepción.
—Tengo un anuncio que hacer —dijo Finn mientras todos nos sentabamos en las sillas para comer más a gusto—. Desde que el equipo ganó su primer partido este año; soy lo más parecido a una superestrella ahora —rodeé los ojos, no podía creer su egocentrismo—. Por eso me gustaría dar algo para caridad y poner un puesto de besos.
—Tienes que estar bromeando —murmuré pero supongo que todos escucharon porque los escuché reír detrás de mí.
Es un idiota, no puedo creer que le haga esto a Rachel. La volteé a ver y tenía la cara descompuesta y la mandíbula en el piso; para mí esto contaba como engaño y lo que él dijera no me haría cambiar de parecer.
Después de muchas bromas de Santana diciéndole a todos que los besos de Finn no valían ni un dólar y una Rachel algo más estricta que de costumbre, la hora de Glee terminó y yo me dirigía a ver el entrenamiento de las animadoras— en verdad lo extrañaba, y si verlo desde atrás de las gradas era mi única opción; entonces lo haría—, cuando Santana y Brittany me pararon a la mitad del pasillo. Tomaron mis brazos en los suyos y me obligaron a caminar hasta el estacionamiento de la escuela.
— ¿A dónde vamos? —pregunté mientras las Santana entraba a mi auto y Brittany al suyo, estacionado a nuestro lado.
—Vas a ir a tu casa a cambiarte y te llevaremos a Breadstixs para que tengas una buena fiesta de cumpleaños —me explicó y prendió el auto. Ni siquiera me di cuenta de cuando tomó mis llaves de mi bolsillo pero lo dejé pasar.
—No tienen que hacer eso —le dije pero la cara que mi mejor amiga me dirigió dio a entender que eso no estaba a discusión.
—Ya hicimos la reservación y tenemos vales para un pastel y una vela gratis —me sonrió feliz y tuve que corresponderle. Ellas dos siempre se las arreglaban para sacarme una sonrisa.
Una hora después estábamos sentadas en una de las mesas más alejadas de la puerta, casi al fondo del restaurante. Santana y Brittany frente a mí, hablando animadamente entre ellas; yo no ponía demasiada atención porque no tenía idea de qué estaban hablando.
La mesera que nos atendía puso un pastel en la mesa y encendió la vela con cuidado, alejándose casi inmediatamente. Las dos chicas se movieron a mi lado y Brittany tomó una foto de las tres con el pastel en frente.
—Feliz cumpleaños, Q —me dijo Santana, poniendo una mano en mi hombro como solía hacerlo cuando no sabía cómo demostrar sus emociones.
—No, no tienen por qué hacer todo esto por mí —dije cuando me veían entusiasmadas para que soplara la vela y pidiera un deseo.
— ¿No tienes ningún deseo que en serio quieres que se cumpla? —me preguntó Brittany y lo que pedí antes se me vino a la mente.
Tenía una vida relativamente buena— si quitamos la parte en la que me sacaron de mi casa por quedar embarazada del mejor amigo de mi novio y que tuve algo de depresión después de darla en adopción—; sólo había algo, o más bien alguien, que quería y no tenía. Respiré hondo y pedí con todas mis fuerzas el único deseo que tenía que quería que se hiciera realidad.
Desearía estar con Rachel Berry
