Esta es una adaptación. Nada, con excepción del placer por adaptar y publicar, es mío.

Los personajes son propiedad de Stephanie Meyer y la historia... al final les digo.


ELLA Y ÉL

Cuando la ex modelo Bella Swan se entera de que unas fotos suyas muy... privadas... están colgadas en Internet, decide esconderse en un lugar soleado y –eso creía– seguro, hasta que cesen los rumores. Todo va bien en el yate en el que Bella intenta relajarse, hasta que un hombre que asegura llamarse Edward Cullen y trabajar como agente secreto del gobierno se apodera de la embarcación. Su cobertura ha fracasado y debe ocultarse de los hombres que lo persiguen.

Desde luego las razones que Edward esgrime suenan a cuento chino pero está diciendo la verdad... y encima tiene que enfrentarse a esa mujer que está literalmente echa una furia y que no le es desconocida. La ha visto, casi desnuda, en las portadas de las revistas de moda. Es más hermosa y sexy en persona, pero el problema es que cuando se enfada resulta insoportable...

Ahora, esta extraña pareja se encuentra a la deriva en medio del océano, y mientras tanto la temperatura sube sin control

… y Bella está a punto de revelarle... todo.

Prólogo

De todas las humillaciones que Isabella Swan había sufrido a lo largo de su vida (y la lista era bastante larga y jugosa), la de verse desnuda en unas fotos colgadas en Internet era, sin duda, la peor. Cualquiera que tuviera un módem y una tarjeta de crédito podía contemplarla en cueros. Cada foto era más embarazosa que la anterior. Saber que esas fotos se encontraban en Internet era una desgracia constante, un peso sobre sus espaldas, un yunque sobre su cráneo.

Aquellas imágenes eran de unos cuantos años atrás y se las había hecho su ex novio, Mike El Idiota. Mike, el chico que le había profesado amor infinito, el chico que le dijo que podía confiar en él para cualquier cosa, había utilizado sus fotografías para salir de sus problemas financieros. Cuatro años después de la ruptura, había creado .com, la mayor humillación de Bella.

Tiempo atrás, Bella había posado para fotógrafos profesionales demasiadas veces para llevar la cuenta. Pero Mike trabajaba en un banco de inversiones y había hecho las fotos con una Kodak desechable que había comprado en una máquina expendedora. En esa ocasión, que sólo podía atribuir a un momento de absoluta locura, ella permitió que le hiciera una serie de fotos en las que aparecía totalmente desnuda en la cama, sobre la bicicleta estática y encima de la mesa de cocina masticando barritas de chocolate y Doritos.

La peor foto de todas era una en la que aparecía besando una piruleta, de tamaño gigante. En ese momento, las fotos eran graciosas, eran un chiste tonto sobre su carrera, porque ella nunca ingería nada que no hubiera sido cocinado al horno, o hervido, o sazonado con una salsa sin rastro de calorías. Jamás tomaba ningún alimento graso que su cuerpo no pudiera depurar sin problemas.

Lo que no se veía en las fotos era el malestar que sufrió justo después de ese atracón de comida basura, el círculo vicioso de culpa que empezaba después de una absoluta pérdida del control, el pánico ante la posibilidad de haber ganado treinta gramos, que siempre la obligaba a correr hacia el gimnasio o hacia el lavabo.

Ésa era una compulsión que actualmente controlaba, pero que en un momento determinado había estado apunto de acabar con su vida. Incluso ahora, cada vez que se veía en fotos de cuando medía 1,79 y pesaba cincuenta kilos, escuchaba una vieja vocecilla que la tentaba a saltarse la comida o que la urgía a irse al Colonel y pedir una bandeja de pollo, puré de patatas con salsa y una diet Coke.

Peor que la humillación de que esas fotos vulgares aparecieran en Internet a la vista de todo el mundo, era la conciencia de que no podía hacer nada al respecto. Aunque lo había intentado. Había rogado a Mike que le devolviera las fotos y que las sacara de la Red. Le había ofrecido dinero, pero todavía entonces él estaba tan amargado por la ruptura que se había negado a ello. Bella consultó aun abogado y éste le dijo lo que, básicamente, ya sabía. Mike era el propietario de las fotos y podía publicarlas donde quisiera. A pesar de todo, ella llevó el caso ante los tribunales y, rápidamente, lo perdió.

Su única opción, actualmente, consistía en contratar aun matón. Opción que habría tenido en cuenta si hubiera podido saber de antemano que no sería descubierta, lo cual la humillaría todavía más, y no sólo a ella, sino también a su familia. Porque, en su familia, repleta de prolíficos pecadores, Bella había sido siempre la oveja negra. Lo cual era un considerable cumplido si se tenían en cuenta los problemas recientes de tío Phill. Ninguno de ellos había estado en prisión, aunque sí en la cárcel del condado. Y verla a ella entre rejas acabaría definitivamente con su pobre madre.

Bella sacó la revista que tenía en la maleta y echó un vistazo a su rostro, que aparecía en la portada del National Enquirer. Debajo de la foto, el titular rezaba: «La ex modelo Bella Swan, peso pesado de la profesión, continua escondida.»

Dejó la revista a un lado y llevando a Baby Doll, su pinscher enano bajo el brazo, salió del pequeño bungalow. Al parecer últimamente nunca mencionaban su nombre sin hacer algún comentario sobre los once kilos que había ganado desde su alejamiento de la profesión. «Peso pesado» era uno de los adjetivos más amables que utilizaban esos días. El menos favorito era «Gran Bella». Intentaba que esos calificativos no la hirieran o preocupasen. Pero, en lo más hondo, lo hacían.

No estaba gorda, ni tampoco se escondía. Se encontraba en una isla privada de las Bahamas, descansando, en unas vacaciones que su salud mental necesitaba hacía ya tiempo. Pero al cabo de dos días de descanso ya estaba desconsoladamente aburrida. Tenía una vida que vivir y un negocio que dirigir. Y ahora, gracias al sol y al aire fresco, tenía un bonito bronceado, la cabeza despejada y un nuevo plan.

Pensó que lo único que necesitaba para obligar a Mike a retirar la página de Internet era un buen investigador privado y algunos trapos sucios recientes. Mike nunca había sido honesto en sus negocios, y ella sabía que debía de haber mucho material del que echar mano para chantajearle. Era tan sencillo que no entendía por qué no había pensado en ello antes.

En cuanto llegara a casa, Mike El Idiota empezaría a caer en picado