Hola a todos, soy GeishaPax, y si no me falla la memoria, llevo activa desde el 18 de mayo de 2005. Soy mexicana de nacimiento, de una población muy cercana a la capital. Tengo unos veinte y tantos años en la tierra haciendo el mal.
Me encanta el anime, los videojuegos y la literatura. Según mis papeles oficiales soy ya licenciada, pero yo me declaro amante de la comunicación, tengo también otra carrera como actriz.
Específicamente del fandom Resident Evil me considero amante del Cleon, pero a recientes fechas me he vuelto tolerante con otras parejas y he experimentado con otras, no me desagrada el Creva, el Nivanfield e incluso lo que dije odiar, que era el Wongfield. Tengo una relación amor-odio con el Weskerfield, me gusta pero me asusta je je.
Para los que me conocen, mi súper historia eterna hasta hace unos años fue Umbrella's Revival y su secuela I'm losing you, creo que mucha gente me ubica por esa historia aunque actualmente no me agrada tanto (ya la editaré en cuanto pueda). Pero para las generaciones más nuevas soy conocida por: Who Wants To Live Forever, Falling In To You, Olvida Tu Temor y el más reciente The End Of My Road. Por ahí circulan algunos one shots de retos y algunas cosas medio enfermas como Sleepy Beauty que es un incesto.
Espero que les agrade mi trabajo y se animen a unirse a nuestro fandom. Yo los dejo por ahora y disfruten mis criaturas de las montañas Arklay.
RESIDENT EVIL es propiedad de Capcom, así que ya valió jaja
Nota de la autora: Este one shot entra en las actividades de origen de los personajes del grupo FF: DSTLO. Nos encontramos con el relato de personajes en primera persona.
Agradezco a los lectores que visitan el humilde trabajo de ésta escritora, un agradecimiento especial a Pily-chan que hace su debut como mi beta reader, a las hermanas malvadas por ser pacientes con mi sorpresa, al foro FF: DSTLO o Behind the horror.
Resident Evil Origins: Leon Scott Kennedy
Por GeishaPax
Me levanté enseguida sonó el despertador, casi no dormí pero tendría que ser discreto. La verdad no me importaba dormir poco, pero estaba muy emocionado; me apresuré a ir a la ducha, me quité de un jalón el pantalón de la pijama con todo y calzoncillos. La playera de mi pijama en alguna parte del trayecto al baño desapareció de mi cuerpo.
No quise demorarme lo acostumbrado, me encanta relajarme en el baño, pero este día no sería posible. Salí y me puse una playera azul con gris que me dieron mis padres en Navidad, y un pantalón de estampado militar gris.
Bajé, tomé mi desayuno, metí todo a mi mochila. Me despedí de mi madre y me detuve frente a la acera, a un lado del buzón.
Pronto sería el verano, iría a Raccoon City con mis abuelos, así que despedirme de la ciudad con una gran experiencia sería lo ideal.
El tío Robert tocó el claxon del auto, sacándome de mis pensamientos para pasar de nuevo a la emoción.
—Tu padre cubrió turno en la comisaría pero prometió llegar a tiempo para hablar de su trabajo en la clase.
Asentí sonriente y empecé a hacerle preguntas a mi tío sobre cómo era mi padre en el trabajo.
Sabía que era un hombre responsable, que luchaba contra el mal, que incluso una vez apareció en las noticias al salvar a unos niños de un contenedor cercano a la costa.
—Siempre dice que debemos perseguir nuestros objetivos.
—¿Y te gusta estar en narcóticos, tío?
—¡Hey, esa pregunta no es normal de un niño de ocho años!
—Solamente preguntaba…
—Es gradual pequeño, todos vamos escalando por un lugar mejor dentro de la policía.
—Tenemos robo cerca de la zona de Madison. —La radio nos interrumpió, por un momento parecía que no íbamos en una patrulla, sino en un simple auto…
Mi tío empezó a maldecir, era nuestra zona.
—Voy en camino, necesito refuerzos y alguien que se quede con el pequeño Scott.
—Mandaremos a alguien.
—Leon, creo que vamos a llegar tarde a tu escuela.
Yo sonreí, estaba feliz.
Llegamos a una zona cercana al banco y mi tío me pidió me quedara en el auto. Le hice caso pero en cuanto se alejó, yo me pegué a la ventanilla para observar lo que pasaba a lo lejos.
Una camioneta vieja, supongo yo que de los ladrones, estaba estacionada a unos metros de mi.
Miraba ansioso hacía el banco, no veía nada extraño en el exterior, solamente policías poniendo vallas de seguridad y empezando a correr a los curiosos. Esto era lo más emocionante que había vivido en mi corta vida.
Me sentí brevemente en Duro de Matar, película que no debí ver pero, al diablo la niñera, yo quería ver películas de acción.
Entonces vino lo inesperado: claramente escuché unas detonaciones… Un grupo de asaltantes salió, dos con escopetas y uno —supongo yo era el jefe— que iba rodeado por un grupo de rehenes, amarrados de las manos y como un gran escudo.
El tío Robert iba a desarmar a uno, pero vi cómo uno de los asaltantes le disparaba a sangre fría y el pobre hombre salía volando por el impacto.
Mi padre estaba llegando en ese momento así que, decidido corrió a socorrer a su hermano mientras los demás policías cuidaban a los rehenes.
Sentía la adrenalina creciendo en mi cuerpo al ver como se acercaban los maleantes a mi, por un momento olvidé que la camioneta en la que ellos viajaban estaba a unos pasos de mi.
Afortunadamente no me vieron en el auto, estaban demasiado preocupados por llegar a su vehículo y huir. Soltaron a los rehenes cuando todos estuvieron dentro de la camioneta y empezaron la huida.
Mi cerebro en ese momento actuó solo, era un poco más alto de lo normal para mi edad. Así que al ver que el coche era automático y las llaves con el llavero de Cancún colgaban del enchufe, no lo dudé más.
De un salto me pasé del lado del conductor, puse mi mochila en el asiento para quedar más alto y como pude encendí el auto y arranqué con todo lo que daba hasta impactar la patrulla contra la camioneta. Le di un buen choque.
Lo siguiente que recuerdo por la conmoción es ver a mi padre histérico cargándome fuera del auto y al tío Robert con la camisa abierta y el chaleco antibalas casi perforado en su totalidad gritando a todo el personal que eran unos inútiles, incapaces de cuidar al hijo del jefe de policía.
—¿Pero en qué demonios estabas pensando Leon? — me preguntó mi padre una vez que le dijeron en la ambulancia que estaba bien gracias a la bolsa de seguridad.
—Bruce Willis… —respondí bajito.
—Nos va a matar Doris, se va a enterar por las noticias… —el hermano de mi padre estaba realmente estresado por mi madre.
Y no se equivocó, saliendo de la escuela y de relatar al final toda nuestra experiencia, papá llegó conmigo y lo primero que escuchamos fue el grito de mi madre:
—¿Cómo pudo hacer eso Robert?, ¿en qué estabas pensando Leon?
—¡Quiero ser policía! — grité a los cuatro vientos dejando a mi madre más pálida de lo normal y provocando la carcajada de Henry.
.
Esta noche es la noche.
Y volverá a ocurrir una vez, y otra vez.
Tiene que pasar.
Bonita noche…
Nueva York es una ciudad maravillosa, me encanta la comida de todas partes del mundo que se ofrecen en diferentes zonas, empezaba a gustar de la comida cubana pero empezaron a cambiar mis planes.
Los sándwiches de cerdo son mis favoritos, pero ahora mi hambre tendrá que hacer una pausa. Miro por la ventanilla y encuentro el lugar de mi destino; me estaciono, apago el motor, me reviso la camisa y salgo del vehículo.
Solamente a mi madre se le ocurriría hacer la reunión en un lugar así.
Abro la puerta y me encuentro con un gran grupo de personas en la sala adaptada en una pequeña fiesta para lo que esperaba. Claro, mi madre haciendo méritos con la gente de la academia aunque hubiese sido uno de los diez mejores de mi generación.
Sonrío al ver a los jóvenes novatos cantando una canción, se nota que están un poco ebrios.
En la madrugada de este día habíamos resuelto un caso previo a la pequeña fiesta de graduación, un loco director de coros juveniles que violaba niños y los sacaba de la ciudad para deshacerse de los cadáveres, un caso muy desagradable para el más experimentado.
Tenía criterios, nunca pude soportar con tanto aplomo casos de niños. Pero mantuve la compostura a la altura de las circunstancias.
Aún tenía el olor a muerte, podredumbre y mofeta muerta clavado en mis fosas nasales. Esperaba nunca tener un olor similar a ese.
Allí está, Mike Hall, el director y mi principal referencia para ingresar al departamento de policía de Raccoon City, mi mentor. Disfrutando de una charla con una de las instructoras del FBI, una tal Clarice Morgan.
Las personas fingen muchas interacciones humanas, yo siento que finjo todas y las finjo muy bien. Pero no culpo a mis padres, Henry y Doris Kennedy fueron padres increíbles, pero ahora no están juntos.
No los separé yo. De veras.
Mi nombre es Leon, Leon Scott Kennedy, no sé lo que me hizo ser como soy, pero lo que sea que haya sido me dejó un agujero adentro.
—Eres diferente Leon. — dijo una voz detrás de mi.
—¿Qué quieres decir, papá?
Giré y encontré a mi padre sonriendo ligeramente.
—Ya lo sabes, eres demasiado listo, mucho más de lo que aparentas. Un aprendiz prolijo.
No dije más y caminé hacia la mesa con mi tío Robert.
—Te ves mal, hijo.
—No dormí nada, terminé mis maletas y cuando estaba a nada de dormir, nos llamaron.
—Lo extraño de ver una escena de asesinato en la madrugada, es que hace que los asesinatos en pleno día se vean como una salida a Disneyworld. Los asesinatos de madrugada se ven más grotescos y armados.
—Tienes razón, pero por la cara de Ginny, será mejor que hablemos de otra cosa en la cena.
Ginny es mi prima de doce años, pese a tener una apariencia de chica dura, no tiene estómago para este tipo de temas. De hecho es temerosa desde el caso en donde murió mi padre por cubrir a mi tío, hace un mes.
—No pongas esa cara niña, vamos a celebrar la última noche de tu primo Leon con nosotros en la Gran Manzana.
La pequeña niña rubia se levantó y me abrazó. Correspondía el gesto y le acaricié la cabeza.
—¿Por qué tienes que irte a un pueblo tan horrible, Leon?
—Raccoon no es horrible, es una pequeña ciudad pacífica…
—¿Pacífica con un loco asesino?
Miré con reproche al tío Robert, pero su rostro de confusión me hizo comprender que no sabía cómo su no tan pequeña hija sabía eso.
—Ginny se cree que son perros salvajes o lobos…
—Leon, encontraron una prostituta descuartizada en una alberca de un hotel en las afueras… —Ginny se aferró más a mi cintura cuando dijo eso.
—De acuerdo Ginny, es hora de dejar a Leon divertirse con sus amigos antes de que sigas recordándole lo horrible que es tenerte revisando mi radio a escondidas.
El hombre se llevó a la niña, seguro sería un regaño algo severo.
Lo que había ocurrido en Raccoon City había sido horrible, pero no habían atrapado a los asesinos, y lo cierto es que la investigación apenas había comenzado. En cuanto los asesinos caníbales estuvieran entre rejas, Raccoon City sería un lugar ideal de nuevo, una comunidad tranquila y limpia asentada entre las montañas como un recóndito paraíso.
Los directivos de la escuela, los policías novatos y algunos políticos nos llamaron al centro del pequeño salón. Era el momento de la celebración y esas ceremonias que no lograba comprender del todo.
Pasaron varios minutos en los que decidí quedarme una hora más en la mesa, retirarme discretamente e ir a casa para meter lo demás de mis pertenencias y rogar llegar a tiempo a dejar mi ropa restante al pequeño apartamento tipo estudio en el distrito Trask, un barrio de trabajadores; pero mis planes fueron frustrados por mi madre y el resto de la familia.
Me pidieron salir con ellos a una parte con un pequeño jardín en donde me esperaban todos con sus cámaras fotográficas. En estos casos nunca supe que hacer, pero decidí esperar con paciencia a que hablara alguien.
—Es algo que preparamos tu padre y yo, sé que no es el arma oficial que te darán en el pueblito de los abuelos, pero, creímos que sería de utilidad. —abrí la caja de regalo después de hojear la tarjeta aún con la letra de mi difunto padre, era una Desert Eagle 50AE Magnum, un arma de fabricación israelí con un cañón personalizado de diez pulgadas.
Levanté la mirada y ví a Henry sonriendo. Mi mente seguía mostrando a mi padre a mi lado.
No sé si es un mal proceso de duelo en el que me aferro a no dejarlo ir, pero muchas veces esa extraña visión de él a mi lado me hizo cerrar casos en la academia, pasar ratos amargos o tomar la estúpida decisión de ir a un pueblo en las montañas lejos de todo lo que me recuerda a el.
—Gracias. — sonreí.
En ese momento supe que la decisión de ser policía iba a llenar mi vida de muchos dolores y a la vez de satisfacciones, que esa experiencia infantil había calado dentro de mi. Había logrado marcarme hasta este punto.
Tal vez mi vida no tendría que acabar en tragedia como aquel intento de secuestro en donde mi padre no sobrevivió.
Visitaría el bar de Kelly alguna vez, conocería a una chica que haría sentirme menos extraño de hablar con mi padre muerto, tal vez me compraría una moto. Sería promovido a los S.T.A.R.S por haber resuelto el caso de los caníbales y tendría tres hijos.
Sería sencillo vivir en Raccoon City, lejos de todo y todos.
.
Ahí estaba yo, con una resaca marca diablo, metiendo mi última maleta a la cajuela del Jeep en lo que ponía mi portatraje colgado a un costado del asiento trasero del copiloto. Con suerte podría pasar a despedirme de papá en el cementerio o llegar tarde a Raccoon.
Miré el reloj, tenía seis horas.
Algo me decía que no tendría problemas en llegar. Así que arranqué al cementerio.
Caminé relativamente poco, mi padre había reservado hace tiempo un buen lugar no muy lejano de la entrada. Me agaché y dejé las flores.
—Estoy orgulloso de ti, hijo.
—No sé qué decirte Henry, te fuiste muy pronto. — lo ví pararse a un costado de la lápida y observar las flores.
—Tal vez, pero yo sabía que harías algo grande. Pero esta vez tendrás que recordar solo, tendrás que poner en práctica todo lo que te he enseñado y yo no estaré para protegerte.
—¿Ya no te veré?
—Creo que será lo mejor.
—Te voy a extrañar, Henry.
—Y yo a ti hijo, pero podrás con lo que se avecina.
.
Apreté un poco más el pedal del acelerador, aunque el jeep acababa de pasar al lado de una señal que le indicaba que estaba a media hora de Raccoon City.
La carretera estaba extrañamente muy despejada. Con excepción de un par de coches, no había visto a nada de tráfico o accidentes en el camino. Era un cambio agradable comparado con el atasco de tráfico que había sufrido en las afueras de Nueva York y que me había costado la mayor parte de las horas que había previsto de camino al cementerio.
—Te vas a ver cool llegando tarde, un tache a tu lista de cosas sin hacer. — me dije con ironía.
Empezaba mi noche con el pie izquierdo, tenía que estar a las nueve y ya pasaban de las ocho.
¿Qué más podría salir mal?
