Buenas noches gente hermosa! acá un fanfic algo dramático de un OC mío en el universo Harry Potter! muchas gracias por tomarse el tiempo para leerlo!

Introducción

El mes de diciembre dejó un aire extraño en la escuela de magia y hechicería, ya que había muy poco para celebrar. Los tiempos en que la oscuridad había recobrado su máximo poder, incluso había renacido más feroz de sus cenizas.

El control de los mortífagos y partidarios de Lord Voldemort sobre el colegio creció hasta hacerla parecer más una prisión que un centro de educación. Prisión para aquellos que no se imaginaron ni en sus más locas y horrendas pesadillas estar aprendiendo Artes Oscuras, y todo lo que aquello implicaba.

Parecía que pretendían crear un ejército de fieles a Voldemort, amantes de las Artes Oscuras, y asesinos y torturadores de Muggles y Sangres Sucias.

Por supuesto que, con quienes no funcionaban los métodos ordinarios de enseñanza, se recurrían a medidas más drásticas.

Todos los alumnos, o su gran mayoría, eran obligados a usar la Maldición Cruciato con aquellos que habían sido merecedores de un castigo.

El miedo parecía dominar a la gran mayoría, por lo que pocos podían resistirse a hacerlo.

Una de las pocas estudiantes que había logrado no dejarse intimidar por el miedo era Amber Corbirock.

Capítulo 1: El Sueño.

El frío aire de la noche, se sentía más vívidamente en las mazmorras, que eran parte de la sala común de Slytherin. Casi parecía un espectro helado, que habitaba en todo momento y lugar en días especialmente fríos.

Las habitaciones bajo el lago, en la casa de Slytherin, estaban iluminadas por bellas lámparas de techo.

Casi ninguna luz estaba encendida a aquellas horas de la noche, a excepción de una insignificante luz de mesa en los dormitorios de las chicas.

Una joven estaba sentada frente a la luz, con la mirada pensativa. Sostenía con su mano derecha un pedazo de pergamino recientemente abierto por ella misma. Con el entrecejo fruncido por la concentración, y sus ojos grises profundos mirando a la luz, decidió releer la carta por tercera vez.

Estaba escrita a tinta, y con una caligrafía muy apresurada.

Amber

En respuesta a tu carta anterior, debes saber que la situación aquí afuera es algo anormal. Los nacidos Muggles desaparecen, algunos son encontrados sin vida, o con signos de haber sido torturados.

Aunque en El Profeta no se mencionan acontecimientos de esta índole…

Ya falta poco para que los magos Sangre Limpia desaparezcan también.

No puedo decir más, ya que es posible que intercepten la carta antes de que llegue a tus manos.

Te pido por favor que reconsideres el regresar pronto a casa, con tu tía y conmigo. Te repito que estamos bien, y nada nos pasará. Te pido también, por favor, que no hagas nada estúpido, sabes a lo que me refiero…

Un Abrazo, tu tío Raymond.

Amber se quedó pasmada, por tercera vez en la noche. Su mente recorría una serie de pensamientos alocados a toda velocidad.

Si las cosas están de esa forma allí afuera, Raymond tiene razón, comenzarán a desaparecer magos, y no sólo de Sangre Sucia… Y Raymond se preocupa de que yo no haga nada estúpido…Debería estar preocupado por él y por Tía Triccia…

Por otro lado, esta carta podría ser la herramienta de miedo que los Carrow necesitaban para mantenerme con las riendas sujetas…

Sintió una punzada de odio florecer en su estómago al recordar a los Carrow. Eran los hermanos mortífagos que enseñaban Artes Oscuras, y Estudios Muggles.

Odiaba a los Carrow con toda su alma.

Para comenzar, eran completamente desagradables, comentaban con orgullo que los Muggles eran inferiores en todas las formas posibles, cuando ellos mismos tuvieron un par de abuelos no magos. Eso la enfermaba hasta la médula.

Y pretenden sembrar el miedo y el 'respeto' entre los estudiantes… No asustan ni a una mosca…

A ti que sabes defenderte, pero los que no son capaces de ello realmente temen a los hermanos Carrow, los mortífagos Sangre Sucia.

Ella jamás les había temido lo que pudieran hacerle, porque, claro, no era novata en hechizos de Artes Oscuras… Incluso conocía un par que su tío inventó para ella, como regalo en su décimo cumpleaños. Sabía defenderse, y eso le bastaba.

Amber apartó de su mente el odio que sentía hacia los hermanos Carrow, ya que necesitaba toda su capacidad racional para pensar, meditar.

Al no tener muchas cosas en claro, le costaba algo de trabajo comprender más allá de los hechos que conocía, que había vivido.

Pensando en sus tíos, arrugó la carta con el puño fuertemente cerrado.

Sacó la varita debajo de su almohada y pronunció la palabra FiendFyre apuntando a la carta arrugada. Al instante, de la varita salió lo que parecía un dragón pequeño, hecho de fuego rojo y puro, que escupió un torrente enorme de fuego, hasta que la carta quedó reducida a cenizas. Sonriendo mientras el dragón de fuego la observaba, Amber susurró Fiendlocked, apuntando la varita al animal. El dragón se dirigió obediente a la varita hasta que desapareció por completo, consumido por esta.

Con la mente aún como un tormentoso huracán, Amber se dejó caer sobre su cama, deseando que todo aquello desapareciera por un instante, y darle paz. Aunque aquello no era muy probable, sabía que la Maldición Imperio lograba ese efecto en las mentes.

Sin querer, la cama empezó a parecerle muy cálida, y cómoda, pero no tenía la más mínima intención de dormir. Sólo dejaría pasar la oportunidad de pensar tranquila, sin ninguna interferencia externa. Sus párpados comenzaron a caerse sobre sus ojos, cuando, sin conciencia plena de sus actos, se dio media vuelta en la cama, y quedó mirando fijo a la luz pequeña de su mesa de noche. Amber cerró finalmente los ojos, rindiéndose al pedido de descanso interno.

Y entonces, de la misma nada, se encontraba de pie, mirando a la gran sala de lo que parecía una mansión. La sala estaba decorada con muebles de fina madera, cuadros de pinturas adornaban las paredes, y en el suelo se extendía una gran alfombra, de tela fina.

-¿Dónde estoy?- preguntó para sí misma, en un susurro ahogado por la repentina ausencia de aire en sus pulmones.

Amber estaba junto a la puerta de salida de aquella sala. Lo había notado, pero no tenía intención alguna de marcharse.

Dos personas encapuchadas, un hombre y una mujer, hablaban acerca de algo, al parecer importante, a juzgar por la atención y la reacción de la mujer a las palabras del hombre. Los pies de Amber actuaron automáticamente, dirigiéndose con sigilo hacia las personas que tenía en frente.

El hombre, que era considerablemente más alto que su acompañante, pareció no inmutarse ni detener su animado discurso cuando Amber se acercaba, todo lo contrario. A medida que ella se acercaba, él dibujó en sus labios una sonrisa maliciosa, apenas perceptible, y prosiguió con más ahínco su charla.

Amber fruncía el entrecejo con curiosidad, pero debajo de este, su típica mirada suspicaz se asomó con cautela.

- ¿Quién anda ahí?- preguntó, al sentir que alguien la acompañaba, y no eran la pareja que charlaba frente a ella.

Como sin darle mucha importancia, siguió los dos pasos que le faltaban para oír bien a los extraños.

- Mi Señor…- dijo la mujer con una voz sombría, como si fuera a anunciar la muerte de alguien cercano- hay algo que debe saber sobre mí…

El hombre pronunció más su sonrisa maliciosa, y escuchó atentamente a la mujer.

- Mi matrimonio de sangre pura ha dado un fruto inesperado, mi Señor…- anunció ella con la voz entrecortada por la pena.- yo…

- Estás esperando un hijo de tu esposo…- dijo con malicia el hombre.

La mujer casi rompe en llanto.

- Perdóneme, mi Señor. Le juro por mi vida y la de mi esposo que nada me disgusta más que esta noticia. Le ruego perdonar a su servidora fiel, mi Lord. Ahora no podré servirle plenamente, que es la razón de existir…

El hombre sonrió aún más, con plena satisfacción.

- Mi querida y fiel Bellatrix…- dijo con la voz llena de maldad.- Tan sólo piensa en las posibilidades que esto trae…- dijo ante la mirada atónita de la mujer.- En el futuro… El hijo de Rodolphus Lestrange, poseedor de una mente fría, calculadora, una inteligencia excepcional, e invaluables habilidades con las Artes Oscuras…Y el futuro hijo de su esposa, Bellatrix Lestrange, una de las brujas más poderosas en las Artes Oscuras, sin mencionar que es poseedora de una crueldad admirable, temida por mis más allegados mortífagos.

Esto último lo dijo acercándose a ella más que antes, pero la mujer sólo bajó la cabeza y asintió apenada.

- ¿Qué planes tiene para mi futuro hijo, Mi Lord?- se atrevió ella a preguntar, temerosa, y con la voz que le temblaba.

El hombre dibujó en su rostro una sonrisa más macabra que la de antes.

- Primeramente, convertirlo en un fiel y poderoso seguidor…

La voz del hombre y todo el sonido se convertía en un susurro, y se escuchaba cada vez más lejano, mientras la sala a su alrededor se desvanecía.

Luego Amber se encontró en lo que parecía un hospital. La chica de ojos grises reconoció a la mujer de la vez anterior, dormida en una de las camas del hospital. Parecía agotada, y su cabello rizado estaba desordenado. Al verla Amber sonrió un momento, y se recordó a ella misma por el cabello rizado, cuando se despertaba de mal humor.

Junto a la mujer, un hombre que Amber no conocía, sostenía un bebé entre sus brazos. Estaba serio, pero los ojos profundamente grises del hombre miraban al bebé entre las mantas con ternura.

'¡Una niña!' Gritó de pronto la mujer que estaba en la cama, sobresaltando a Amber.

Después de aquello, todo se volvió un remolino de luces y colores opacos.

Amber se sintió a sí misma, despertando por alguna incomodidad que no sabía bien de dónde provenía. Abrió los ojos, sintiendo una brisa helada como el hielo recorrer su rostro.

-¿Dónde…?

Intentó hablar, pero el aire frío le llenó la garganta, de modo que de su boca no salió más que esa primera palabra. De pronto, al levantarse, sintió que su brazo derecho le dolía terriblemente, como si le clavaran una espada en llamas en el lado interno del antebrazo.

Amber vio que el lugar estaba cubierto hasta el último centímetro de una niebla espesa, casi tanto como el agua. El aire tenso y helado era casi palpable.

La joven de cabello rizado hasta debajo de los hombros, se convenció más y más de que eso no era sueño posible, ya nunca había estado en un lugar como aquel…Aunque…

Casi ahoga un grito agudo, al darse cuenta de que había estado antes allí. Era un cementerio, y ella estaba ya de pie, junto a una tumba, cuya lápida decía 'Tom Riddle'

El corazón le dio un salto horrible dentro de su pecho al leer ese nombre. Ya recordaba perfectamente la ocasión en la que estuvo allí, y no estaba deseosa de repetirla.

Su corazón se llenó más de odio al recordar cómo el mago más Oscuro de todos los tiempos, la había utilizado, había entrado a sus sueños, a sus pesadillas.

Amber miró a su alrededor, y comenzó a caminar en la niebla. A los pocos pasos, oyó un siseo cercano, de una serpiente. Sin sorpresa, al dar tres pasos más, distinguió en la densa niebla una figura alta, delgada, casi esquelética, cubierta con una capa y su capucha.

Amber escuchó como la fría voz de aquel mago le hablaba a su serpiente…

- Sí, Naginni, he llamado a la pequeña Bella Lestrange, para solicitar su ayuda…- la serpiente siseó de nuevo a modo de respuesta- Tonterías, Naginni no hay razón para…- se interrumpió a si mismo, y se dio la vuelta de repente.

Amber no reaccionó, quedó paralizada en donde estaba, mirando a la serpiente gigante, y luego al mago encapuchado. Intentó no hacer contacto visual con él, pero parecía que algo atrapaba su mirada. Los ojos profundamente grises de la joven, se conectaron un momento con los chispeantes ojos rojos de Lord Voldemort.

- ¡Pero miren quién está aquí! La pequeña Bella Lestrange. ¡Bienvenida, pequeña, bienvenida!- exclamó Voldemort, observando con regocijo la mirada atónita y llena de odio de la joven.

- Tú…- dijo ella casi sin aliento, y de forma grosera. Intentó devolverle una mirada fuerte, pero apenas podía sostenerla sin disimular muy bien el pequeño temor que sentía.

- ¡Oh, niña! Pero ¿Qué te sucede? No he visto esa mirada de temor en ti desde hace tres años… Cualquiera diría que no estás feliz de verme…- dijo con malicia, dibujando una sonrisa torcida en su cara de serpiente.

- ¿Qué… qué es lo quieres, Voldemort?- dijo, habiéndose recuperado de la fea sorpresa de verlo allí, frente a ella. Se preguntó el porqué la usaba a ella, una joven, pero poderosa, hechicera de diecisiete años, para obtener información, siendo que Voldemort tenía mortífagos a disposición suya para hacer lo que fuera, incluso morir por él.

- Verás, niña…La información que te proporciono de tu pasado, no es gratis… Me debes un favor. Y espero cobrármelo sin reproches.- respondió Voldemort, ensanchando más su macabra sonrisa…

- ¿Mi…mi pasado? ¿De qué hablas, Voldemort?- preguntó de nuevo Amber, recuperando el sentimiento de odio, y la mirada fría y penetrante en sus ojos. No le gustaba que jugaran sucio con ella.

Voldemort no hizo caso a su insolencia.

- Ya lo sabrás…ya lograrás atar los cabos sueltos. Y eso será pronto. Bella…- le respondió sin cambiar su sonrisa.

Amber jamás entendió porqué el mago tenebroso la llamaba por su segundo nombre, y su segundo apellido. Lestrange era el apellido de soltera de su tía, y Bella era su segundo nombre.

- Como sabrás, pequeña Bella, no todos mis mortífagos han sido fieles en mi ausencia. Esto me obliga rotundamente a castigarlos de forma severa por su miedo y deslealtad.- le comentó Voldemort, como hablando para sí mismo, mientras se paseaba inquietamente de un lugar a otro frente a Amber.

Ella sentía que la punzada de dolor en su brazo aumentaba conforme Voldemort le dirigía frías miradas directo a los ojos. Parecía percatarse del dolor de la chica.

- Hay un par… Que tienen sucia procedencia.- dijo con algo de asco, continuando su discurso.- Pensé que ellos realmente me buscarían cuando me hube ido…pero no, se acobardaron, y fueron los últimos en llegar ante mí.

- Los hermanos Carrow…- dijo ella, ausente, recordando a sus profesores mortífagos. En este punto, el antebrazo derecho le ardía enormemente. Apenas podía mantenerse en pie.

- Bien…perfecto. Los hermanos Carrow. Gran poder de percepción…- dijo Voldemort, deteniendo su paseo nervioso, y mirando fijamente a Amber.

Su expresión de satisfacción era aterradora, más aun su mirada.

- ¿Qué tiene que ver conmigo?

- Oh… Nada realmente, pero tú me ayudarás a castigarlos por lo que hicieron.

- ¿Haciendo…?- preguntó Amber, se había resignado.

Si tan sólo Voldemort dejara de mirarla de aquella manera, como a uno de sus más fieles mortífagos.

- Lo sabrás cuando llegue el momento… lo sabrás, Bella.- dijo ensanchando su sonrisa maliciosa.

El dolor del antebrazo derecho de Amber era insoportable, apenas podía respirar con normalidad, menos disimular la mueca de dolor involuntaria, frente a Voldemort.

Este, aun conservando su sonrisa macabra, se le acercó tan de prisa que ella no tuvo tiempo de alejarse. Amber bajó la vista a su brazo derecho, y cuando levantó la mirada de nuevo, sus ojos se encontraron con los de Voldemort

- Aléjate, Voldemort…- dijo ella, con la voz entrecortada por el dolor, pero aun así con un tono desafiante.

Voldemort tomó el brazo de Amber, con su fría y huesuda mano, disfrutando a cada momento el mirarla directo a los ojos, el mirar el temor de su alma. La joven no pudo contener un estremecimiento involuntario; a este punto ya su brazo la llevó a una esfera de dolor que no conocía.

El mago tenebroso observó que el antebrazo derecho de Amber estaba cubierto por un guante de tela sin dedos. Con su varita lo hizo desaparecer, dejando al descubierto qué era lo que le causaba tanto dolor a Amber. La joven tenía en el antebrazo una cicatriz que casi ocupaba toda su extensión.

Una forma de calavera con una gran línea curva extendiéndose hasta la muñeca.

- Con que esto ocultas al mundo… Creo que te será muy útil para lograr tu objetivo… Si tan sólo no la ocultaras…- dijo Voldemort con malicia.- Recuerdo perfectamente cuando la marqué…- dijo en un susurro, más para sí mismo que para Amber.

- ¿Qué?- preguntó Amber, incrédula, y olvidando por completo el dolor de la cicatriz, pero enseguida volvió, por lo que no pudo concentrarse bien en lo que Voldemort había dicho.- Voldemort…Aléjate…

- Es hermosa, una réplica perfecta de la Marca Tenebrosa, pero marcada al rojo vivo…- continuó Voldemort, sin hacerle caso a la joven.

- Aléjate de mí, Voldemort…- le repitió, en un tono más suplicante que el que pretendía.

- Me pregunto si los hermanos Carrow sentirán el castigo que les aguarda…- dijo levantando el dedo índice de la otra mano, la que no sostenía el brazo de Amber.- ¿Crees que oirán la llamada, pequeña Bella? ¿O no la escucharán? Tengo mis serias dudas de que se den cuenta siquiera.- le preguntó al mismo tiempo que aparecía de nuevo en su rostro la sonrisa malévola.

Amber sintió que sus piernas no resistían el peso de su cuerpo. Aunque seguía de pie, allí, mirando a los ojos a Voldemort, en realidad estaba perdida en sus recuerdos. El recuerdo de cuando Voldemort había llamado a los mortífagos de tierras lejanas, usando la cicatriz de Amber como medio.

Fue la misma noche después de que Cedric había sido asesinado, después de que Harry Potter, el niño que vivió, había pasado la tercera prueba, la misma noche en que Voldemort había vuelto con todo su poder…la misma maldita noche que, en sueños, Amber cometió el error de intentar desafiarlo.

Sintiéndose usada en gran manera, maldijo al brujo tenebroso que aparecía en sus pesadillas desde que ella tenía diez años. Pero falló.

Voldemort le sonreía de forma malévola, y reía a carcajadas por momentos. Su risa era lo que Amber más odiaba, tan fría y cruel como él, tan penetrante en la mente de uno como el viento de la noche más oscura.

Diciendo palabras que Amber no llegó a entender por el dolor, Lord Voldemort había colocado su dedo helado sobre la cicatriz del brazo de ella. El dolor era indescriptible. El mago tenebroso se regocijaba enormemente del sufrimiento de la pequeña, de catorce años en ese entonces.

Para él, era el néctar más dulce. Y… Amber tenía que admitirlo, a ella también le agradaba enormemente el dolor y la pena ajenos.

- Voldemort…Aléjate…P-por favor…déjame ir…- le suplicó Amber, sintiéndose desfallecer en aquella misma pesadilla.

- Jamás… - respondió Lord Voldemort con maldad chispeando en sus ojos rojos.

Amber no logró sostener la mirada de nuevo. Sintió la mano del mago tenebroso posarse sobre su cicatriz, y un dolor mil veces peor que el que había sentido antes. Pero fue sólo un instante, sólo un momento. Ya no sentía, después de tanto dolor, no lograba sentir nada, en todo sentido.

Voldemort seguía sin dejar de mirar hacia la cicatriz de la joven, que se esforzaba por mantenerse en pie. Luego con una sonrisa, la miró directo a los ojos, disfrutando enormemente el miedo de Amber, y la debilidad de su alma en ese momento.

Le soltó el brazo, finalmente, y Amber se dejó caer al suelo, arrodillada, exhausta.

- Bien, pequeña Bella. Has soportado mejor que la vez anterior. Sabrás que hacer, Bella, con los hermanos Carrow. Estoy seguro.- le dijo, hablando con la frialdad propia él.

Amber lo siguió con la mirada, sorprendida de sí misma por haberse recuperado en casi un instante de esa experiencia. Sus ojos grises retornaron a su mirada de suspicacia y orgullo habitual. Y también se encontró sonriendo con malicia a Voldemort.

- Lo haré, Voldemort…- le aseguró ella, alegrándose en el destino que le esperaba a los Carrow.