Prologo: Secretos

El dulce tintineo de la campanilla quebró el silencio que reinaba en la tienda, reverberando en las paredes de la estancia hasta apagarse de nuevo

—Lo siento, pero ya hemos cerrado. Vuelva usted mañana— replicó una tenue voz proveniente del fondo de la trastienda

—Descuide, no he venido con la intención de comprar ninguno de sus artículos—

El leve ajetreo de cajones y estantes cesó de pronto y a continuación se escuchó el ruido de unos pasos menudos y un tanto erráticos. Poco después un hombre de baja estatura y espalda encorvada apareció tras el mostrador. Parecía cansado, más por una pesada carga que por el paso del tiempo; y pese a sus intentos por ocultarlo, sus manos temblaban por la edad.

—En tal caso, ¿En qué puedo ayudarle? — preguntó el anciano oteando la entrada de su tienda en busca del cliente

Los días eran cada vez más cortos a medida que el invierno se aproximaba a Hogsmeade. El sol se había ocultado horas antes, y el pueblo permanecía en la penumbra, iluminado únicamente por los farolillos de la calle y las luces que brillaban en el interior de las viviendas

El misterioso visitante surgió de entre las sombras. Lucía una túnica completamente negra sobre un elaborado traje con bordados verdes, y escondía su pelo bajo una capucha. Una máscara plateada con la forma de una calavera cubría su rostro, confiriéndole un aspecto aterrador

—Esperaba que pudiera proporcionarme algo de información, señor Locksmith— la fría y tenebrosa voz del hombre brotó tras la máscara

—Nunca le contaré lo que quiere saber— exclamó el dueño de la tienda sin la menor intención de huir

El extraño cliente realizó un ademán con su varita y el pesado cerrojo de la puerta se deslizó con un ruido metálico. Al mismo tiempo las cortinas enrolladas sobre las ventanas se desprendieron de sus ataduras y rodaron hasta cubrir por completo los cristales

—En ese caso tendrá que ser por las malas— murmuró el hombre apuntando con la varita al anciano, cuyas manos no paraban de temblar.