QUÉDATE
Disclaimer: nada me pertenece
Nota de la autora: escena final perdida de Apocalypse que aun son demasiado cobardes como para incluir y que desearía ver algún día hecha canon.
Dedicada a mis queridas P, A y Annabi (mi Emma Frost particular), y a mi hermana pequeña. Por nuestras eternas conversaciones frikis y futuras sesiones de cosplay (especialmente en el cine).
Recomiendo leer escuchando Still Loving You de los Scorpions
Capítulo 1.
-¿Seguro que no puedo convencerte para que te quedes?- preguntó Charles, esperanzado
-Eres telepático, Charles- respondió Erik con una sonrisa mientras se dirigía al ascensor- podrías convencerme para hacer lo que quisieras-
La maciza puerta metálica se cerró a sus espaldas y fue entonces cuando escuchó aquella hermosa voz en su cabeza. Cuando se conocieron hacía ya 20 años se comunicaban mentalmente casi más a menudo que de ninguna otra forma.
-Podría, es cierto. Pero sabes que prefiero darte la oportunidad de elegir libremente-
Erik sonrió. Había echado tanto de menos la presencia de Charles dentro de su mente.
-Lo sé, viejo amigo. Lo sé-
-¿Por qué te vas, de todos modos?-
-Yo…- Erik se dio cuenta de que realmente no tenía argumentos, que no sabía por qué se volvía a marchar
-Sé que tú y yo no siempre hemos estado de acuerdo en todo pero… este podría ser tu hogar. Puedes compartir tu sabiduría y experiencia con los alumnos, ayudarme a entrenarlos. Nos tienes a Raven, a…- Charles estuvo a punto de decir "a Peter", pues sabía que era su hijo, pero Erik no, y respetaba el deseo del muchacho de ser él quién se lo dijera cuando lo creyese conveniente- Y a mí. Me tienes a mí. Podemos convertirnos en tu familia. Erik, puedes ser feliz aquí. Mereces ser feliz-
Erik no sabía que contestar y de todos modos, Charles lo habría sabido antes que él. Ya estaba fuera del ascensor, había atravesado todo el pasillo y se encontraba con la mano a escasos centímetros del picaporte, reuniendo fuerzas para girarlo y marcharse. Maldición. Hasta hace unos segundos estaba convencido de su decisión.
-Prometo que esta vez no tardarás diez años en volver a saber de mí- dijo Erik intentado recuperar la voluntad necesaria para obligar a sus pies a cruzar el umbral hacia el exterior- Y que será de forma amistosa. Llamaré y escribiré de vez en cuando. Acabaré volviendo y lo sabes-
-¿Puedo al menos convencerte para que te quedes a pasar la noche?- Charles hizo un último y desesperado intento
-No sé… No sé si sería buena idea. Dado nuestro historial-
Y Erik le mostró los recuerdos que tan bien conocían ambos, sus otras separaciones. Temía que si no se marchaba ahora que estaban en buenos términos, que incluso estaban de acuerdo, o al menos habían encontrado el punto intermedio en sus opiniones, puede que se separasen de forma dolorosa, otra vez. Charles lo comprendía. Él también lo temía. Pero si algo caracterizaba al telépata era su infinita esperanza.
-Por favor-
Aunque Erik no podía verlo, se imaginaba a la perfección aquellos profundos e intensos ojos azules clavándose en los suyos, llegando al fondo de su alma casi tanto como su mente.
-¿Has hablado con Moira? Sé que te gustaba, y tú a ella también, quizá ahora podáis tener algo serio-
-Erik-
-¿Qué? Hablo en serio, Charles. Quiero que seas feliz. Te lo mereces-
-Y yo lo aprecio mucho, pero te estás desviando deliberadamente de la conversación-
-Está bien- dijo finalmente, dejando caer el brazo- Solo por esta noche-
No podía ver al profesor, pero supo que sonreía porque él también lo hacía. Giró sobre sus talones y cuál fue su sorpresa al encontrarse a Peter Maximoff allí.
-¿Tú no estabas entrenando hasta hace un instante?- preguntó extrañado
-Sí, pero, salí un momento antes de que se cerrase la puerta- contestó el muchacho de manera casual- Pero tranquilo, vuelvo ahora mismo-
-¿Querías algo?-
-Sí. Decirte que…- Peter titubeó- Que creo que no deberías irte. Quiero decir, podrías compartir tu sabiduría y tus enseñanzas con estos chavales. Tu guía puede serles muy útil. Y esta mansión está muy bien, es un hogar bien chulo. Hay habitaciones de sobra. Además, el profesor parece más feliz contigo aquí y…-
Parecía que Peter quería decir algo, pero no le salían las palabras. Una lucha interna. ¿Decirlo o no decirlo?
-¿Y?-
-Pues eso que… me vuelvo a entrenar. Ya deben notar mi ausencia. Piensa bien lo de quedarte-
Y huyó antes de que Erik pudiese siquiera pestañear. Que muchacho tan peculiar. ¿Por qué insistía en que se quedase? Parecía que quería decirle algo más. Erik recordó como durante la batalla con Apocalipsis, durante el discurso de Raven, él también estaba allí y también parecía querer decir algo que finalmente pensó mejor y no dijo. "Yo soy tu…" o algo así, había dicho. De repente le vino a la mente el día que conoció a Peter, diez años atrás, el chico lo había sacado del Pentágono a petición de Charles y ese otro tío, Logan. Erik estaba un poco mareado por la supervelocidad pero el muchacho había dicho algo. ¿Qué fue? "¿Controlas el metal? Mi madre conoció a un tipo que podía hacer eso". O algo parecido. Recordó que muchos años atrás mantuvo una breve relación con una mujer a la que intentó impresionar con sus poderes. Erik se quedó helado en el sitio. ¿Por qué recordaba eso ahora? ¿Sería posible que…?
Cayó finalmente la noche. Charles y Erik se encontraban en los aposentos del profesor, jugando al ajedrez por primera vez en mucho tiempo. Durante la década que permanecieron separados, ni Charles ni Erik habían vuelto a jugar; la idea de jugar con alguien más les resultaba extraño, como si aquello solo pudiesen hacerlo ellos dos, siendo el otro la pareja perfecta para ello, la única con la que realmente deseaban jugar, desde luego siempre había sido una parte muy importante de su relación.
-¿Charles?- preguntó Erik, rompiendo el agradable silencio
-No te estoy leyendo la mente, Erik. Si vas perdiendo es solo culpa tuya, que te has oxidado con los años- aseguró Charles de manera relajada
-No es eso. Quiero preguntarte algo. Algo que seguro que ya sabes. Peter Maximoff. ¿Es…mi hijo?-
-Así es, viejo amigo-
-He notado que intentaba decirme algo pero no se atrevía. Juro que no sabía de su existencia. Tuve una relación muy breve con su madre, cuando la dejé no sabía que estaba embarazada. ¿Crees que está enfadado conmigo?, ¿que me odia? Ha visto el tipo de hombre que soy. Las cosas que he hecho-
-Creo que necesita tiempo. Necesita respuestas. Y necesita saber quién eres realmente. No las medias versiones contadas por terceras personas. Deja que sea él quien se acerque a ti, pero procura respaldar tú también el contacto. Permítele conocerte. Que vea lo mismo que veo yo en ti. Cuando se sienta preparado, te lo dirá-
-Debe tener unos 26-27 años. Ya es un hombre. Y ha vivido toda su vida sin mí. No me necesita. ¿Por qué iba a quererme en su vida?-
-Porque eres su padre y quiere conocerte. Siente curiosidad. Siente que así pondrá fin a un enigma sobre su persona-
-¿Cómo puedes estar seguro de que eso es lo que quiere? Oh, claro-
-Esto no tiene nada que ver con mis poderes. Sino con que él te ha buscado. Al menos ya tendrías una buena razón para quedarte-
-Siempre he tenido una buena razón para quedarme. Y otra para marcharme-
Y ahí estaba otra vez. La eterna discusión bizantina. Su eterna discrepancia sobre el tema mutantes-humanos. Sus puntos de vista eran incompatibles pero, ¿realmente por ello estaban obligados a estar siempre separados? Erik pensaba les separaba irremediablemente, Charles quería creer que podían encontrar un término medio. La eterna negativa de Erik a ver que había algo más dentro de él que no fueran ira y dolor; la eterna esperanza de Charles en que sí lo había. Estaban heridos, involuntariamente herían al otro, pero a la vez también eran los únicos capaces de curar al otro.
-Lo decía en serio, ¿sabes?- dijo Erik al cabo de un rato en silencio y concentrados en el juego- Lo de que quiero que seas feliz, que tengas a tu lado a alguien que te ame y a quien ames-
-Oh, Erik- dijo Charles con infinito cariño alargando la mano sobre el tablero para tomar la de Erik, que aun sujetaba un alfil en el aire- Si tan solo pudieses ver lo que yo veo-
El juego de ajedrez quedó olvidado. Erik se levantó de su silla y aproximó al profesor, arrodillándose para quedar a la misma altura, enlazando las manos con las suyas, mirándose a los ojos.
-Charles. Puedes ver en todas las mentes del mundo. Conoces toda su oscuridad y sientes su dolor. Y aun así no te rompes. Aun así siempre tienes esperanza en que puede haber algo bueno. Te he considerado un ingenuo por ello. Pero puede que seas la persona más fuerte que he conocido en mi vida-
-Puede que sea un poco de ambos-
-¿Cómo puedes seguir teniendo esperanza en mí cuando yo no la tengo? Después de todo lo que ha pasado-
-Porque lo he visto. Y me lo has demostrado. En El Cairo. Erik, por favor, convéncete de ello. No quiero perderte otra vez-
-No estoy seguro de creer totalmente en tu sueño-
-Tal vez no tengas que creer ciegamente en él. Tal vez sea necesaria una pequeña discrepancia. Contar con varias opciones, con diferentes puntos de vista. Pero un mismo sentimiento-
-¿Tu capacidad de perdón es infinita, Charles?-
-En lo que a ti respecta, Erik, eso parece-
En ese momento los ojos de ambos estaban vidriosos, un par de lágrimas rebeldes se habían escapado sin ningún tipo de vergüenza. Ambos eran muy orgullosos pero en ese momento de poco les servía el orgullo. Erik quería seguir protestando, pero Charles no se lo permitió. Le besó. Fue su primer beso en diez años. Y era tal y como ambos lo recordaban.
-Te quiero, Erik-
-Te quiero, Charles-
Y volvieron a besarse. Una y otra y otra vez, como para compensar todos los besos que no se habían dado y que debieron darse. Erik desanudó la estúpida corbata de Charles y la arrojó de cualquier manera al suelo. Tomó al profesor en sus brazos y lo trasladó a la cama, cubriéndole de caricias.
-Erik, aunque lo aprecio- consiguió articular Charles- No es necesario que seas tan delicado conmigo. No me voy a romper-
-Te he hecho mucho daño en el pasado- Erik no se refería solo a las piernas de Charles- No quiero hacerte más daño-
-No lo harás. Erik. No lo harás-
Erik tomó su rostro entre sus manos, acarició su ahora desnuda cabeza.
-No es justo. Me gustaba tu pelo. Pero calvo sigues siendo guapo- dijo
Charles no pudo más que reírse.
Ya estaba muy avanzada la noche cuando por fin reposaban el uno en los brazos del otro. Sus mentes seguían conectadas, porque así era como les gustaba.
-¿De verdad crees que puede funcionar?- preguntó Erik
-Podemos intentarlo. Somos más fuertes y mejores juntos, ya lo has visto. Permítete ser feliz de una vez, Erik- dijo Charles
-Lo fui. Encontré la felicidad y la paz durante un tiempo. Con mi familia. Y me la arrebataron, otra vez. ¿Y si vuelve a pasar?-
-Lucharemos juntos por conservarlo-
Erik no se marchó al día siguiente. Ni al siguiente. Ni al siguiente. Ni al siguiente.
-Veo que finalmente has decidido quedarte- le dijo Peter a Erik un día que se cruzaron por uno de los pasillos
-Aquí está mi familia- dijo Erik
-Bien, bien. Eso está bien-
Peter quería dar el paso y decirle que sabía que era su padre, aunque intuía que, a estas alturas ya debía saberlo, el profesor seguro que lo sabía y podía habérselo dicho. Solo necesitaba un poco más de tiempo. Necesitaba una garantía de que no se volvería a marchar. De que existía algo más en Erik aparte de Magneto. Una vez más quedó algo que decir en el aire. Pero esta vez era diferente, porque aunque ninguno de los dos había dicho nada, existía un reconocimiento mutuo. Despacio. Con calma. Erik le dio a Peter un cariñoso apretón en el hombro, y Peter no solo lo aceptó, sino que se lo devolvió, seguido de una media sonrisa.
-Bueno, me voy. Jean, Scott, Tormenta, Júbilo, Kurt y yo hemos quedado en ir a la ciudad a ver una maratón de Star Wars. Y Kurt quiere llevarnos después a no sé qué restaurante alemán que han abierto nuevo. Es imposible decirle que no. Es como un Bambi azul- dijo el joven velocista
-Divertíos. Y portaos bien- le advirtió Erik
Según se marchaba por el pasillo, Peter pudo observar que Erik se dirigía al despacho de Charles.
-Sí. Vosotros también- murmuró de manera socarrona antes de desaparecer a toda velocidad
Tengo el headcanon de que Quicksilver le confesará finalmente a Erik que es su padre regalándole una tarjeta por el Día del Padre. En plan como si no fuera importante, tipo: "Ah, por cierto, esto es para ti. Venga, hasta luego". Que, en realidad, se trata más de un mecanismo de defensa, para evitar que le hieran, que de auténtico desinterés. Terminará siendo una situación muy bonita y emotiva llena de abrazos y alguna que otra lagrimita.
