Hola a quien inicie la lectura de este capítulo.

Esta idea se me ocurrió un día viendo tanto lío por los ships entre EreRi/EruRi/FaRi...
Nah, el FaRi es súper pacífico. Y necesitado.

El punto es que esta historia, para mí, es un poco arriesgada. Quiero dejar claro desde ahora que (por si alguna shippea estas parejas con fervor casi religioso, fanatismo y desmedida locura) al final solo una quedará como oficial EN MI FIC (bc es mío (?)). Lo advierto de una vez para que lo lean aquellas que tienen la mente abierta a ver a Levi con alguien que no sea de su ship, porque ya he visto que hay quienes afirman que Levi es de uno u otro personaje. (Really?)

Por supuesto, yo tengo mi OTP. Quien me conoce sabe que soy Riren hasta la médula, pero en este caso quiero jugar un poco con las parejas. Veamos qué sale o qué tan bien me queda.

Si no dejo claro desde ahora cuál será la pareja oficial, es porque no tiene sentido poner el final desde ahora.

Hecha mi advertencia, no quiero ver más adelante almas descontentas quejándose. Amo mi OTP, pero mi mente no está cerrada a posibilidades ni detesto otros ships. Abierto queda el misterio (?)

Si te sientes lista para ver a Levi con alguien que no necesariamente te gusta, adelante, sigue leyendo. Si no es así, pero te pica la curiosidad, igual eres bienvenida; pero si no te gusta por con quién termina, resérvate tu molestia o critícame, pero con la mente clara y no solo con disgusto por el pairing, porque la advertencia fue clara.

Escribo esta historia porque me agrada la trama. No escribo necesariamente para dar gusto a alguien.

Con respecto a la historia en sí misma, está basada en la película "Mamma mia!". Me encantan los musicales y la idea se me hizo demasiado adorable. Y digo basada porque si lo adaptara los protagonistas quedarían demasiado OoC. Lo que he querido hacer es tomar la idea y usarla en el fic, pero respetando todo lo que puedo la personalidad canon.

No, jamás haré un Levi súper sonriente o una Mikasa eufórica.

Quien haya visto la película, ya podrá imaginarse cómo va esto.

Espero que les guste.

Qué intro más largo. Sin dar más vueltas, aquí el capítulo.


Disclaimer: Shingeki no Kyojin no me pertenece, el autor es Hajime Isayama. La obra musical es creación de Catherine Johnson, encargada del libreto.

Advertencia: Yaoi (chico x chico), si no te gusta, no lo leas; también algo de hetero / Multipairing / Omegaverse! / M-preg / Basado en el musical "Mamma mia!".

Si a alguien le da curiosidad, dejaré el link de la canción del título en mi perfil. Digo, por si quieren escucharla.


CAPÍTULO PRIMERO

"HONEY, HONEY [1]"

Honey, honey, how you thrill me
Ah-hah, honey, honey
Honey, honey, nearly kill me
Ah-hah, honey, honey
I'd heard about you before
I wanted to know some more
And now I know what they mean, you're a love machine
Oh, you make me dizzy!
(Cariño, cariño, cómo me emocionas
Ah-hah, cariño, cariño
Cariño, cariño, casi me matas
Ah-hah, cariño, cariño
Había oído sobre ti antes
Quería saber un poco más
Y ahora sé a lo que ellos se referían, eres una máquina de amor
¡Oh, me mareas!)

.

Tenía curiosidad. Mucha. Sabiendo esto de antemano, a nadie le sorprendería verla sentada sobre las ya desgastadas tablas que cubrían el suelo, rebuscando entre viejos baúles.

Pero no. Nadie estaba enterado de su "curiosidad". Ni siquiera su padre.

Y no porque no se comunicaran, sino porque la había educado de tal modo que sabía que lo que estaba haciendo no estaba bien. Nada bien.

En relidad tenían una forma peculiar de comunicarse, pero eso no viene al caso ahora.

Como fuere, allí estaba. Tenía la nariz congestionada de tanto estornudar –el problema de estar acostumbrada a un lugar muy limpio–, el pelo cubierto por un par de pequeñas telarañas, las mejillas manchadas de polvo y unas ansias por saber insaciables. Eso poco le importaba, porque sentía que acababa de sacarse la lotería, que su esfuerzo y sacrificio al exponerse a tanta mugre –¡Dios, la mugre! Si su padre la viera la haría bañar con lejía– habían valido completamente la pena. Porque había hallado algo que la llevaría a su "destino".

Mikasa Ackerman, una muchacha silenciosa y reservada, poco expresiva, había hallado, tras caminar por su sótano y sentir que bajo sus pies este estaba hueco, luego de remover las tablas viejas del suelo y entre muchos baúles desvencijados, un cuaderno revelador. Más bien un montón de hojas sueltas agrupadas en uno, pero eso poco importaba.

Lo que sí lamentaba era que no había forma de saber quién lo había escrito, y sentía que ya no le proporcionaría un conocimiento tan personal. Ella esperaba encontrar alguna pista, claro, pero esperaba que esta fuera obra de su propio padre, de su puño, de modo que pudiera conocerle un poco más íntimamente. Esas hojas no tenían su caligrafía.

Este había sido su figura toda su vida. Un hombre impecable –en muchos sentidos–, bastante serio y directo, sin miedo a expresar sus pensamientos (quién no admiraría a un sujeto capaz de hablar sobre la mierda sin inmutarse) y con la mente lo suficientemente lúcida como para dirigir un hotel turístico, era todo un ejemplo para ella. Pero había un rasgo que le hacía admirarlo aún más: era padre soltero, la había criado él solo sin necesitar de la ayuda de nadie.

Revisó las hojas que había hallado y las acomodó según supuso debía ser el orden. Al menos tenía de guía las personas a las que se refería ya que, por los muchos años que debieron haberse quedado escondidas, las letras escritas iban borrándose por muchas partes, y ni siquiera estaba reconocible alguna fecha. En ese momento criticaba lo poco meticulosa que había sido la persona encargada de esos escritos.

—¡Mikasa!

En cuanto oyó su nombre y la voz que la llamaba, supo que debía apresurarse y darse a la fuga, no sin antes deshacerse de la evidencia. Su rostro imperturbable se mantuvo pese a la urgencia que tenía de salir del sótano, pero sus manos reflejaron su nerviosismo. Rápidamente recogió las cajas llenas boletas y facturas de adquisiciones para el hotel, la ropa pasada de moda –muy retro– y los cuadernos de registro. Acomodó todo de tal forma que nadie habría creído que alguien estuvo rebuscando lo que no debía en esa pequeña habitación, guardando debajo de la blusa que vestía su tesoro; y salió a trote, sacudiéndose el polvo del rostro y el pelo. Había olvidado que su padre le había pedido desde muy temprano que se encargue de colocar una cortina nueva en una habitación. La anterior ya había perdido demasiado su color a causa del sol y lucía muy mal. Habían querido aprovecharla todo lo posible, pero simplemente ya no daba para más.

Pero al menos ya había obtenido lo que quería. Solo hacía falta hacer uso de su habilidad e ingenio para dar inicio al plan que ya se gestaba en su cabeza.

.

.

.

.

Tres días después, Mikasa despertaba muy contenta. Había estado algo ansiosa durante el transcurso de la semana luego de su hallazgo y lo que esto había desencadenado, pero esta sensación era superada por su emoción y recordar lo poco que faltaba para cumplir su cometido. Su semblante lucía igual de apacible, pero muy en el fondo un sentimiento la carcomía.

Agradecía que su mente haya estado ocupada en la incesante reparación de alguna habitación del hotel en que vivía, ya que de ese modo no estallaba en una crisis de nervios demasiado disimulados y contenidos. Tener a su padre siempre a su lado casi todo el tiempo le hacía procurar reservar aún más cualquier atisbo, cualquier señal de alguna posible inquietud. Porque la conocía demasiado bien como para no percatarse de lo que bullía en su interior.

Ese día no había mucho por hacer. Por lo menos no para ella, ya que su padre le había ido restando las tareas paulatinamente y regalado ese día para dedicarse a su arreglo personal y ultimar detalles para la celebración. Mikasa Ackerman iba a casarse al día siguiente, ni más ni menos.

Su trabajo radicaría principalmente en recibir a algunas visitas que fueran llegando, no solo turistas sino también invitados a su boda. Su padre había acordado con ella y el novio realizar una ceremonia de cierta importancia, pero los invitados serían en su mayoría los compañeros de ambos durante su periodo escolar.

Desde su habitación, mientras terminaba de arreglar su ropa en los cajones de su armario, oyó un murmullo que le hizo detenerse de inmediato. Algo extrañada, se acercó a la puerta y asomó el rostro.

Nada.

Llegó al patio del hotel, pero tampoco. No había nadie.

Aguzó un poco la mirada, dispuesta a recibir al extraño.

—¡Mikasa! —exclamaron dos voces al unísono, rodeándola sorpresivamente.

Con tanto impulso se lanzaron sobre ella que la hicieron trastabillar. La fuente que decoraba el centro les sirvió de apoyo, por lo que no llegaron a tocar el suelo. Más repuesta, Mikasa examinó a sus visitas.

—Armin, Sasha —dijo, con apenas una leve sonrisa.

—¡No esperabas que nos perdiéramos tu boda! —exclamó Sasha, una muchacha de cabello castaño en una coleta y ojos de color semejante.

—Vinimos porque queríamos ayudarte con todo lo que estuviera a nuestro alcance —dijo Armin, un chico rubio de enormes ojos azules.

—¡Así es! Levi nos recibió, pero como tardaste un poco, se fue a ordenar otra parte del hotel —continuó Sasha—. Ya sabes, es muy quisquilloso y quiere que todo salga perfecto. Así que quisimos darte una sorpresa.

—Lo sé.

Ambos habían abandonado la isla por un tiempo, buscando alcanzar estudios superiores en otra ciudad. Querían seguir su vocación y eso los había llevado a alejarse del lugar que los vio crecer. Armin quería estudiar ciencias; y Sasha, gastronomía. Pero no podían fallarle a su amiga. Era una fecha especial, después de todo.

—Oye, ¿has estado haciendo más ejercicio? —cuestionó Armin—. Porque tienes el abdomen muy, pero muy duro.

Preocupada por que en una sorpresiva limpieza a su cuarto su padre pudiera descubrir su hallazgo, Mikasa había procurado tener casi todo el tiempo consigo el dichoso cuaderno. En ese instante había olvidado que lo tenía en el bolsillo del overol, justo sobre su estómago.

—Ah… Es un secreto —dijo Mikasa, extrayendo del bolsillo de su overol el cuaderno que había estado guardando.

—¡Cuéntanos! —exclamó Sasha.

—¡Yo también quiero saber! —se sumó Armin.

—¿No le dirán a nadie?

Ambos amigos levantaron su mano derecha, sellando su juramento.

—Bien, pero no conviene hablar de eso aquí. Vamos a la orilla, así Levi no oirá nada.

Aún más intrigados por tanto secreteo, los chicos siguieron a su amiga que ya se había echado a correr, dejando atrás la puerta principal del hotel que administraba su padre.

Era un lugar sencillo, humildemente decorado, pero acogedor como pocos. Se hallaba en el punto más alto de un risco, brindándole al turista una vista privilegiada de la isla en que estaba ubicado. La entrada, que ya Armin y Sasha habían cruzado, era una reja bastante alta pintada de celeste pastel, unida esta a bloques de piedra clara en su estado natural, apenas labradas por los arquitectos, dándole un aspecto único desde la primera impresión. Además, la hierba que trepaba sobre estas la hacía lucir como un pequeño castillo abandonado.

Mikasa iba en descenso por un sendero estrecho, hecho únicamente por los caminantes con sus pasos con el transcurrir de los años. En efecto, casi todo era natural, apenas modelado por mano de obra humana. A ambos lados del camino, la hierba crecía tranquilamente, destacando por su verde intenso. Dando pequeños brincos cuando aparecía una roca de dimensiones inesperadas, había adquirido con el tiempo mayor habilidad y ya sus níveas piernas no lucían los raspones de cuando era una niña.

Una vez que alcanzó la orilla, divisó a su lado un árbol lo suficientemente frondoso para cubrirla del sol y se acercó a este, sentándose sobre una roca próxima. No podía exponerse a los rayos de este, la piel se le ponía muy roja y por la noche Levi tendría que aplicarle lociones, restándole tiempo que bien podía ser dedicado a la administración del hotel. O eso ella pensaba. Era un problema, para ambos al ser blancos, el tema del sol. Pese a haber vivido tanto tiempo sometidos a la inclemencia de este, no habían logrado tostarse ni un poco, seguían igual de pálidos.

Armin y Sasha alcanzaron la roca a los pocos instantes y se sentaron también sobre esta, suspirando un poco luego de la carrera que su amiga les hizo iniciar. Con sus ojos muy abiertos enfocados en el viejo cuaderno que Mikasa sostenía entre sus manos y apretaba contra su pecho, le insinuaron su deseo.

—Y bien… ¿Cuál es el secreto? —preguntó al fin Armin. No era chismoso, claro que no. Solo deseaba conocer. Sí, eso era todo. Su naturaleza predispuesta a la ciencia lo inclinaba a la observación y necesidad por saber más y más.

—Encontré unas hojas. En un cuaderno. En el sótano.

—Bien… ¿Qué hay con eso? —insistió Armin. Sasha iba comiéndose las uñas sin saber bien qué decir, para eso era mejor Armin.

—Son apuntes. No sé de quién. Lo he estado leyendo mientras rebuscaba entre cosas viejas.

—Mikasa, dinos qué es lo que dice —dijo Sasha, fastidiada por la mucha parsimonia de su amiga.

—Es… raro —Ese comentario disparó todas las alarmas de sus amigos: Mikasa casi nunca usaba esa palabra—. Yo quería saber desde hace mucho quién es mi padre.

—Mikasa, tu padre es Levi —dijo Sasha, meneando la cabeza como si fuera muy obvio.

—Me refiero al otro. Al que lo embarazó de mí. Quiero conocerlo.

—¿Y ese cuaderno tiene algo que ver? —preguntó Armin.

—Sí. Lo leí y es una especie de bitácora. Alguien evaluaba el celo de Levi, y alrededor del tiempo en que debieron fecundarlo de mí, conoció a tres sujetos. Lo malo es que son hojas sueltas, no tienen fecha, así que tuve que acomodarlo como pude.

La mandíbula de Sasha estuvo a punto de caer al suelo.

—¡No-puedes-hablar-en serio! —chilló ella— ¡Tres sujetos! ¡Tiene que ser broma! —chilló, haciendo aspavientos—. Es decir, ¡estamos hablando del súper formal y serio Levi! Mira que estar con tres tipos casi al mismo tiempo… Aunque supongo que es por ser omega...

Bastó una mirada asesina de Mikasa para callarla.

—¿Qué dice exactamente el cuaderno, Mikasa? —prosiguió Armin, obviando los comentarios de Sasha.

—Al parecer Levi no tenía ni idea de que esa persona tomaba apuntes de su celo. Pero quien sea lo dejó aquí y Levi seguramente lo vio y creyó que era un trasto, por eso lo abandonó debajo de algunas tablas del suelo del sótano. Esperaba encontrar algo escrito por el mismo Levi, pero al menos tengo esto.

—Como científico, me parece muy lógico que alguien se interese por la peculiaridad de su condición —reflexionó Armin—. Es decir, no conozco a muchos omegas, Mikasa, ni siquiera tú lo eres, ni nosotros. Todos nuestros amigos son betas. Me gustaría conocer a un alfa y estudiarlo…

—Realmente debieron ser muy amigos —concluyó Sasha—. Levi tuvo que haberle contado al detalle todo lo que ocurrió con aquellos hombres para que haya podido tomar apuntes. O quizá lo presenció todo, quién sabe…

—Hay una hoja de preámbulo, dice qué características tiene Levi, luego se refiere a mis posibles padres.

—¿Podrías leernos lo que dice el cuaderno, Mikasa? Por lo menos como lo ordenaste

Con un leve asentimiento, la muchacha empezó:

"Omega: Levi Ackerman.

Alfa: Farlan Church. Un tipo de cabello rubio cenizo, ojos claros y estatura considerable. Perfecto para reproducirse, además de ser muy inteligente, por lo que he visto hasta ahora. Conoció a mi omega en la playa, desde entonces ha decidido seguirlo disimuladamente, invitándolo a salir o tomar algo. Parece realmente interesado en mi sujeto de estudio.

Me preocupa que su celo mensual está demasiado próximo. Claro, será un valioso aporte para mi investigación, pero me angustia lo pasional que se pondrá. Ya le he conseguido algunos supresores, así que podrá controlarlo debidamente. Ya se los ha aplicado antes, así que no hay riesgo: si no quiere coger, basta que se los tome para que no forniquen. Me gustaría que lo hagan, quisiera saber qué tal les fue, pero no quiero forzar a Levi".

Mikasa dio un respiro y volvió el rostro en dirección a Armin, quien tenía los ojos clavados en el cuaderno, ansioso por que continúe.

—¿Qué más? —apuró Armin.

—Son dos capítulos para Farlan.

—Entonces continúa.

"Mi sujeto de prueba parece estar hecho mierda.

Tomó los supresores –o eso me dijo, ahora sé que no fue así– y desapareció unos días. Todo iba perfecto, pero tuvo que acostarse de todos modos. No me contó todo, pero el caso es que Farlan no está. Se fue".

—O sea... que Farlan bien pudo ser tu padre, pero se fue—dijo Armin.

—Por la razón que sea, eso está muy feo —refunfuñó Sasha—. Irse y dejar solo a Levi...

—A lo mejor le explicó todo antes de irse, Levi no le contó todo al investigador —remarcó Mikasa, asomando a las narices de su amiga la página que acababa de leer.

—Bien, nos quedan dos candidatos. Sigue, Mikasa.

"Omega: Levi Ackerman.

Alfa: Erwin Smith. Un sujeto muy alto, muy rubio, de ojos azules y un porte impresionante. Luce muy gallardo y tiene un aspecto formal, parece un tipo muy importante. Bueno, no sería extraño dado que es un alfa. Conoció a Levi en una salida nocturna y se ve bastante entusiasmado con él.

En un par de días entrará en celo, así que debo medicarlo pronto si no tiene pensado follar con él".

Mikasa volvió a parar, tomando aire y dándole un vistazo a la playa. El sol había cedido un poco y las personas disfrutaban de la refrescante agua del mar. Era una vista bastante agradable.

"Mi sujeto de prueba es un I-D-I-O-T-A. En toda la extensión de la palabra, maldita sea.

Me desvivo consiguiendo supresores para él, me esfuerzo explicándole con cuidado para que su pequeño cerebrito omega comprenda sobre su celo. Pero no, ni por eso me tiene consideración. Levi se fue, se largó con él, el tal Erwin".

—¿Hay más hojas sobre Erwin? —preguntó Armin.

—Sí.

"Levi volvió a los pocos días. Demasiado pocos. No sé qué rayos le hizo el alfa, pero llegó muy tranquilo. No quiso decirme dónde estuvo, pero, para satisfacer mi necesidad de saber y por recompensarme por lo de los supresores, solo me aseguró que copuló con Erwin".

—Erwin parece más gentil, al menos llevó a Levi a conocer un lugar nuevo, ¿no creen?

—Bueno, no puedo negarte eso, Sasha. Pero aún queda un candidato, el último. Continúa, Mikasa.

"Omega: Levi Ackerman.

Alfa: Eren Jeager, un muchachito de piel tostada, cabello castaño y ojos preciosos, tienen un color entre verde y azul. Es de muy buen ver, de altura considerable y parece algo intrépido. No sé decir si es a causa de las hormonas que ya va liberando Levi o por su propia naturaleza. Levi afirma que es un tipo «divertido», y parece dispuesto a experimentar de diversas formas. No me ha contado todo, pero sospecho que es versátil.

Lo que destaco de este alfa es lo atrevido que es para su edad. Es dos años menor que Levi, pero su vigor lo lleva a remecer la vida de mi omega. Supongo que por eso dice que es «divertido»".

—Me gustaría conocer al tal Eren —afirmó Sasha, con un dedo sobre su barbilla, imaginándose cómo sería este.

"Levi ha estado encerrado en una habitación todo el día de ayer, desesperado por los calores que le suben a causa del celo. Lo encerré porque, aunque no hay casi ningún alfa por aquí, primero quiero ver cómo progresa esto. Quiero ver si el celo es mucho más fuerte el primer día, qué tanto fluido libera, si se pone violento.

Ah, pero eso le va más a Eren.

Ha estado dando vueltas por aquí, ha golpeado la puerta, pero logré contenerlo.

Bueno, mi omega está renuente a que lo examine, pero logré obtener algunas conclusiones. Le prometí que lo dejaría libre para que haga lo que le plazca, así que con eso ya me gané bastante de su aprecio".

—Iugh.

—Aún queda una hoja sobre Eren —dijo Mikasa—. Es la última, porque esta que sigue es sobre los resultados de los fluidos y algunas conclusiones.

—¡Sáltate eso! —rogó Sasha— ¡No es nada agradable! No sé cómo podré ver a Levi después de esto...

—Es natural, así se aparean los omegas —repuso Armin—. No hay por qué escandalizarse. Ya que ese sujeto ha investigado a un omega, bien podría yo analizar a un alfa.

—No estaría mal. Si hubiera puesto más sobre los alfas, ahora ya tendría claro quién es mi padre —concluyó Mikasa.

"Copularon. Lo sé. Ver a Levi tranquilo me lo confirma.

Le di los supresores, pero deduzco que no hizo uso de ellos. Eren también dejó ese lado violento suyo.

Lo que no me agrada es que Eren no se quedó. No sé qué tanto le haya afectado a Levi, pero el caso es que no ha vuelto a tocar el tema y luce más taciturno de lo normal".

—¿Eso es todo?

—No, aún hay más, Armin. Pero ya no se refiere a las parejas de Levi.

"Tenía intenciones de quedarme a ver más sobre Levi, pero me ha surgido un trabajo en otra ciudad y debo marcharme.

Espero que esté bien durante mi ausencia, porque no sé por cuánto tiempo me iré. Al menos quiero dejarle una muy buena provisión de supresores.

Queda pospuesta la investigación".

—¡Qué desperdicio! —exclamó Sasha—. Tanto tiempo invertido y no llegó a nada.

—Deberías tener en cuenta que al parecer era su amigo, Sasha, no cualquier tipo con el que estaba experimentando. A mí también me gustaría saber más, pero estamos hablando del padre de Mikasa. No hay posibilidad de preguntarle directamente tampoco—replicó Armin.

—Parece que se llevó el cuaderno durante su viaje —intervino Mikasa—, pero volvió tiempo después, y fue entonces que quedó olvidado en mi sótano.

—¿Por qué lo dices? —preguntó Armin.

—Porque tiene unas hojas más escritas.

—¿No dijiste que las de Eren eran las últimas?

—Las últimas sobre mis posibles padres, Sasha, no las del cuaderno. Aquí ya habla sobre mí.

"Levi la cagó en todos los sentidos. Y yo también, mierda. No debí irme con la latente posibilidad de que haya quedado preñado.

Llegué y esperé que me reciban. No lo encontré por ningún lado. Fui a buscarlo a su casa y no lo encontré. Me dijeron que ocupaba un pequeño cuarto en el hotel de la isla.

Cuando lo vi, estaba tirado en su cama, retorciéndose de dolor y con una panza abultada.

Por supuesto, me emocioné al verlo así: por primera vez tenía ante mis ojos a un omega en plena labor de parto. Sin embargo, me sentí muy culpable por dejarlo solo. Si hubiera estado a su lado no habría sufrido quién sabe cuántas horas tirado ahí, solo.

Me contó que se fue de su casa en cuanto descubrieron lo de su embarazo; no quería depender de su familia y por eso estaba en ese cuarto.

De inmediato me puse a trabajar. Afortunadamente la posta de la isla no estaba demasiado lejos.

Fue algo muy loco. Los enfermeros corrían de aquí para allá y Levi contenía muy bien sus gritos de dolor. Diablos, no puedo imaginar cómo lo consiguió, eso debe doler como la mierda.

La cesárea fue larga.

Pero ahora todo está bien. Nació una niña hermosa, beta. La tuvimos en la incubadora por un buen tiempo, pero ya está mucho mejor. Son idénticos [2]".

—Vaya... —suspiró Sasha—. Me imagino lo difícil que debió ser para Levi todo.

—Y desde que naciste tú se puso a trabajar en el hotel para mantenerlos, ¿verdad, Mikasa? —dijo Armin.

—Sí. Así que ahora no sé quién de los tres es mi padre. No sé en qué orden van estos pretendientes. No sé quién lo fecundó.

—¿Y qué piensas hacer? —inquirió Sasha.

—Ya he avanzado. Me comuniqué con ellos.

—¿Cómo? —cuestionó Armin—. Mikasa, tu boda es mañana y deberías ocuparte más bien de la celebración. ¿Qué has estado haciendo?

—Quiero que mi padre esté presente. Mi instinto me hará reconocerlo en cuanto lo vea. Lo sé.

—¿Jean sabe lo que estás pensando?

—No.

—¡¿Por qué?! —exclamaron ambos amigos, muy sorprendidos.

—Porque ya tiene bastante con lo de nuestra boda. Esto es sobre mí y lo soluciono sola —afirmó Mikasa con una mirada sombría.

—Bien... —susurró Armin—. Entonces, ¿cómo hiciste para encontrarlos?

—Internet. Son alfas, ahora mismo destacan en lo que hacen. Averigüé una dirección suya y les envié una invitación a mi boda.

—Espera, espera, espera —dijo Sasha, con una mano en el aire haciendo una señal de pare y poniéndose de pie—. ¿Les enviaste una invitación diciendo que crees que uno de ellos es tu padre?

—Claro que no. Solo mencioné que Levi quiere verlos.

—¡Pero eso es mentira! —chilló Sasha.

—Solo así vendrán. Dudo que hayan olvidado a un omega como mi padre.

—Y una vez que estén aquí, ¿qué harás?

—Reconocerlo de inmediato.

—Mikasa, esto va a salir mal, puedo presentirlo... Pero si estás tan segura, no puedo impedírtelo.

—Sé lo que hago, Armin. Quiero conocer a mi padre.

Armin y Sasha la conocían desde pequeña. Habían asistido a la misma escuela y, aunque les costó congeniar con una chica tan reservada, lograron ganarse su amistad. Solo a ellos les permitía saber un poco más sobre su intimidad. Así, llegaron a conocer a Levi. Este tuvo sus reparos para permitirles acercarse a él y a su hija, pero supo confiar en la capacidad selectiva de esta al momento de elegir amistades. Con el tiempo esos primeros miramientos quedaron en el olvido.

La conocían, sí, y por eso temían lo que su decisión podría acarrear. Tenía un temperamento semejante al de su padre, eran ambos de poquísimos ataques de ira, aunque de una seriedad impresionante y casi inquebrantable, además de una determinación sorprendente, por lo que era difícil hacerlos desistir de algo. Por eso temían: el choque de ambos sería todo un espectáculo. A Armin le generaba cierta expectativa ver la reacción de Levi al descubrir lo que consideraba una "travesura" de su amiga, aunque su conciencia le decía que estaba muy mal hacer eso a escondidas de todos; mientras que Sasha temblaba solo de imaginar a Levi iracundo.

—Volvamos. Levi está solo arriba y ya debe estar buscándome. No debe sospechar lo que traemos entre manos.

—¿Lo que traemos entre manos? —replicó Sasha, incrédula—. Lo que te traes entre manos tú, cariño. Cuando Levi se entere habré desaparecido.

—Sabes que bromea, Mikasa —la consoló Armin, riendo—. Volvamos, Levi debe necesitar nuestra ayuda. Aunque no sé para qué si igual limpia todo el hotel todos los días.

.

.

.

.

.

Sentía que el tiempo se le iba muy rápido. Siempre había algo por hacer y nunca quedaba conforme con cómo resultaba pese a que lo hacía una y otra vez, con más y más empeño.

Pero qué podía hacer, era una parte muy suya ser tan quisquilloso. Incluso, pese a tener acceso a la tecnología, se había negado a hacer uso de esta porque, tras ver cómo quedaba el piso de una vecina, había comprobado que las aspiradoras eran un trasto costoso e inútil, y que él mismo era capaz de hacer ese trabajo mil veces mejor.

Porque prácticamente le salía urticaria de solo ver algo sucio.

Y, pensándolo bien, a lo mejor quedaba algún lugar de su hotel que no haya sido alcanzado por su higiénica mano. Dado que siempre le surgían imprevistos en las habitaciones en las que se alojaban los huéspedes que recibía, se preocupaba por reparar los daños de inmediato para no incomodarlos y asegurarse su preferencia.

Porque todo estaba hecho un caos a sus ojos.

Había heredado el hotel de la antigua dueña tras su fallecimiento. Muy amablemente, esta le había dado cobijo al ver que era un omega en peligro al gestar una vida en su vientre. La mujer sabía muy bien a lo que este se exponía tras dar a luz: no solo al acecho de alfas –aunque eran muy escasos en la isla–, sino la suerte que podía correr su bebé. Le brindó un techo y comida, además de trabajo: ella sabía que el orgullo de ese omega le impediría recibir todo aquello gratis. Un omega único.

Por supuesto, el hotel había visto mejores épocas. Si de por sí este ya contaba con varios años al heredarlo Levi, transcurrieron casi veinte más desde ese entonces. Las bisagras de las puertas y de las ventanas chirriaban de forma espantosa a pesar del cuidado que ponía en aceitarlas; la madera que cubría el suelo se veía desgastada y algunas termitas atrevidas habían fenecido en un inútil intento por acabar con estas, aunque alcanzaron a devorar un poco; la pintura de las paredes se caía en pequeños pedazos a causa de la humedad, forzándolo a barrer a cada instante e ir pensando en cuánto tendría que invertir para poder echarle una mano encima y reparar el daño; el patio y la fuente cuyo mármol ya estaba rajándose por pequeños resquicios que solo él notaba; los baños y la cañería que se obstruían a menudo, además de las baldosas que se iban quebrando... Todo estaba viejo y a punto de colapsar.

Se le había ido la mañana haciendo la muda de sábanas y ya estaba perdiendo la paciencia. Tenía muchísimo por hacer, muchísimo por planificar: su hija iba a casarse al día siguiente. Iba a volverse loco.

Abandonó la recámara que había estado ordenando con una cesta llena de sábanas a paso rápido, mirando de reojo al suelo para no tropezar y que sus sábanas no se ensucien más. La cesta era inmensa, casi cubría su cuerpo en su totalidad, dándole un aspecto bastante cómico. Con cierta dificultad, luego de recorrer pasillos que ya conocía de memoria, alcanzó el cuarto de lavandería. Dejó su cesta y de inmediato tomó una tinaja para vaciar sobre esta un poco de detergente –solo lo justo– y agua. El detergente se disolvió con ayuda de sus blancas manos y las sábanas terminaron sumergidas en la mezcla. Decidió dejarlas remojar por unos minutos mientras se dedicaba a otra actividad.

Mientras iba secándose las manos con un pañuelo que guardaba en su bolsillo, recordó que estaba reflexionando sobre algún lugar que no haya limpiado desde hacía mucho tiempo. Las habitaciones quedaban descartadas, esas las arreglaba a todas horas; los baños los atendía con mucho más cuidado; el patio estaba prácticamente inmaculado y la pieza central de la fuente, una representación de Afrodita, brillaba de tanto pulirla. Entonces, ¿qué lugar restaba?

Claro, había un lugar que no revisaba por falta de tiempo: el sótano. No estaba precisamente sucio, solo que ahí iban a parar todas las pertenencias viejas, y Mikasa seguramente ya se había encargado, pero no estaba de más echarle un ojo. Tenía que ponerse manos a la obra pronto o no acabaría nunca. No podía permitirse, no concebía que en su muy aseado hotel quede una habitación sin limpiar.

Cuando se dirigía directamente a esa habitación, dispuesto a acabar con cuanta mugre halle en esta, preparando sus armas: un estropajo, una escoba, un plumero y mucho desinfectante, además enfundarse en unos pañuelos que cubran su boca y cabello; algo lo detuvo: tenía un compromiso importante que, de ser posible, quería evitar.

Resignado al ver frustrada su cruzada, devolvió sus pasos y se dispuso a salir del hotel, no sin antes revisar si no había algún vestigio de su tarea de limpieza en su cabello o rostro frente al espejo. Nada, se veía impecable.

Recorrió el estrecho sendero que lo llevaría hasta la orilla, aspirando la brisa marina y metiendo sus manos en sus bolsillos, fastidiado por el calor que hacía. Una vez que pisó la arena, primero dio un vistazo al puerto para no hacer el camino en vano. Parecía que iban acercándose un par de barcos, así que debía aproximarse de todos modos.

La gente del pueblo lo conocía y lo respetaba. Tenían entendido que los omegas eran tipos bastante sumisos y que destacaban poco, pero Levi era una excepción. Sabían de su embarazo juvenil, y si bien podían juzgar su poca precaución al no usar supresores, no lo hacían porque podía más su sorpresa y admiración por el gran trabajo que había hecho en la administración del hotel, además de ser autosuficiente. Nadie supo jamás de algún alfa capaz de someterlo, enamorarlo o reclamarlo. Llevaba una vida tranquila y retirada, además de haber educado a una joven tan correcta como Mikasa, lo cual no hacía más que sumarle puntos como ejemplo de vecino.

Saludando con un leve asentimiento o un movimiento de su mano, Levi se aproximó al muelle, lugar en que desembarcarían los visitantes. No solo lo hacía por su compromiso, también quería ver si entre ellos había un turista y, en consecuencia, un posible huésped. Llamó su atención un sujeto de cabello negro que parecía tener dinero, y ya se imaginaba qué habitación podía ofrecerle, hasta que el grito de una voz chillona y desesperante perforó sus oídos, haciendo que vuelva inmediatamente su rostro hacia la poseedora de esta.

La conocía muy bien. Demasiado bien. Vaya que la conocía.

—¡ENANO!

Con una resignación única y memorable en el rostro, Levi dio un par de pasos hacia adelante para recibir a su amiga. No la había visto desde hacía muchísimos años, casi desde que Mikasa tenía siete, y se había contactado con ella solo para que estuviera presente en la boda de su hija. Porque para Mikasa tanto Hanji como Petra eran como sus "tías".

Hanji poseía dinero. Había logrado ciertos progresos en medicina y con el tiempo consiguió independizarse y tener su propio laboratorio. El ser beta no fue impedimento, ya que sus superiores fueron capaces de ver cierto potencial y le brindaron muchas oportunidades. El trabajo la consumía y esto le impedía visitar a su amigo, a quien solía llamar "enanito".

Pero no solo quería pasar por la isla a fastidiarle la existencia con sus bromas.

Extrañaba mucho a Mikasa. Por eso mismo se había ganado cierto rechazo de Levi, ya que insistía en proporcionarle dinero al ver sus carencias y lo desgastado que estaba el hotel, y esto le ofendía profundamente. Lo único que le permitía era enviarle puntualmente supresores que le aseguren tener muy controlado su celo.

Una mujer solitaria que amaba su libertad y lo que conseguía por sí misma.

—¡¿Cómo ha ido todo por aquí?! —exclamó Hanji, corriendo hasta alcanzarlo para darle un muy fuerte abrazo—. ¡Te ves estupendo! Los años no pasan por ti, eh... —dijo, luego de liberarlo y examinar su figura.

—Todo iba bien hasta que tuviste que llegar.

—Oye, no me trates así —refunfuñó ella, fingiendo resentimiento con un puchero—. ¡Mira con quién llegué!

No la había notado por su muy baja estatura, pero detrás de Hanji estaba su vieja amiga Petra.

Con Petra la situación era diferente. Era una beta florista y su trabajo le permitía viajar y darse algunas vacaciones, ya que aprovechaba esos días de descanso para adquirir semillas de diversos ejemplares de flores. Siendo así, podía visitar a Levi un poco más seguido, aunque nunca tanto. Hacía cinco años que no se veían y ella lo extrañaba demasiado.

Había vivido en la isla gran parte de su vida, pero un viaje por el fallecimiento de su padre, que vivía en otro país, la obligó a dejarlo por un tiempo, precisamente cuando quedó embarazado. Ya de regreso lo encontró con una apenas perceptible barriga, dejándola atónita. Lo recordaba algo atrevido, pero jamás esperó darse con tremenda sorpresa.

Más comedida comparada con Hanji, Petra se acercó a Levi y lo estrechó entre sus brazos despacio, feliz de volver a estar reunidos los tres. Quedó más tranquila al no sentirlo bajo de peso ni muy delgado; por el contrario, como había afirmado Hanji, estaba estupendo.

—Cuánto tiempo... —suspiró Petra con una sonrisa, retrocediendo un paso tras soltar a Levi para admirar el paisaje—. Este lugar se hace extrañar.

—A los tres nos gustaba pasar tiempo aquí —afirmó Levi—. Vamos, este sol quema y no quiero exponerme más. Tenemos que subir hasta la punta del risco.

—Te oyes tan abuelo hablando así, enanito —rió Hanji—. Por cierto, ¿Mikasa ya va a darte nietos?

Al igual que su hija, Levi tenía una mirada asesina. Mucho peor.

—Bien, bien, no dije nada. ¡Pero igual tendrá hijos algún día! Me alegra que sea de la forma "correcta" —dijo, enfatizando con comillas para luego tomar sus maletas y echarse a andar junto a sus amigos—: primero va a casarse. Ahora me estoy preguntando cómo hizo el afortunado para ganarse a un suegro como tú.

—Son novios desde hace años, desde el colegio —declaró Levi, guiándolas por el sendero que los llevaría por el risco, rodeado de muy verde hierba—. Cuando me lo presentó supe que debía ser bueno como para ella lo haya aceptado.

—Awww —chilló Hanji—. Un padre que confía en su hija... Me conmueves, enano.

—¿Cuál es el nombre del muchacho? —intervino Petra, y al ver Levi que apenas podía con su maleta, le extendió su mano para ayudarle a cargarla.

—Jean Kirchstein. Se casan mañana.

—Y, tan meticuloso como eres, supongo que desde ahora estás jalándote los pelos y estás desesperado por ultimar detalles —dedujo Hanji.

—Cierra la boca. Solo soy prevenido.

Hanji y Petra se echaron a reír. Atrás habían quedado aquellos días en los que la despreocupación era su característica más resaltante. Juntos, hacía ya tantos años, habían formado un trío que se dedicaba a visitar bares o ir a diversas fiestas, siempre con el claro objetivo de pasarlo todo lo bien que pudieran. La consigna era divertirse y aprovechar su juventud. Hanji era la principal promotora; Levi accedía y disfrutaba el momento, además del hecho de llamar la atención por ser un omega; y Petra era un poco más tranquila, ya que su carácter tímido le inhibía un poco e impedía abordar a algún sujeto de su agrado.

—Me entra la nostalgia... —dijo Hanji, luego de una larga caminata en silencio y cuando al fin habían alcanzado la entrada enrejada del hotel—. Pasamos por tanto... Especialmente tú, Levi.

—Pasa de una vez —apuró él—. Te diré cuál es, te meterás de una vez en tu habitación y procurarás no salir. No quiero locas rondando por aquí. No cuando tengo tanto por hacer.

—Vale, vale. Como diga, viejo gruñón —respondió ella, ayudando también a Petra a cruzar la entrada y adentrarse en el hotel.

Llegaron al patio y tomaron un descanso sentándose sobre la fuente. Petra suspiraba y se quitaba los zapatos de tacón, arrepentida de su ocurrencia de calzarlos tras andar cuesta arriba. Hanji se ventilaba con una mano y Levi iba cargando sus maletas hasta la habitación que les correspondería. Ambas mujeres estaban muy tranquilas hasta que un jovencito de cabello castaño y ojos color miel capturó su atención.

—Hola —saludó Petra—. Creo que te conozco... ¿Que no fuiste compañero de Mikasa en el colegio?

—Buenas tardes, señora —respondió él—. En realidad, más que eso, soy...

—Jean —dijo Levi, regresando al pequeño patio—. Ellas son... Petra —señalándola—, amiga mía. Esta mujer —dirigiéndose a Hanji— es una conocida. Son como las tías de Mikasa. Vienen por su boda.

—¡Mucho gusto! —saludó Jean, con toda la galantería que le fue posible. Incluso hizo una reverencia—. Me alegra conocer a personas tan cercanas a Mikasa.

—Este chico quiere ponerme en internet —comentó Levi—. Dice que así podrán venir más turistas.

—Pero estás solo, Levi —repuso Petra—. ¿Podrás con más turistas?

—Entradas son entradas, Petra. Habrá más trabajo, pero en consecuencia más dinero.

—No me parece mala idea, la verdad —intervino Hanji—. Este lugar es hermoso y sería genial que vengan más personas.

—Solo pasaba por aquí un momento —dijo Jean, con una leve sonrisa—. Tengo que ir a arreglar unos pendientes. Iba a ver a Mikasa, pero al parecer no está... Lo veré luego, señor Levi. Espero que les agrade su estadía en la isla, señoras.

Jean se echó a correr, parecía tener mucha prisa. Una vez solos los tres de nuevo, Hanji estalló en una sonora carcajada, llevando sus brazos a su estómago, casi incapaz de respirar.

—¡Te dijo señor! —jadeó, doblado su cuerpo y golpeándose la rodilla con su puño derecho— ¡Estás tan viejo, enano!

—Soy señor desde que tuve a mi hija, idiota. Ahora pasen, ordenen sus pertenencias en la habitación que les preparé.

Así, ambas mujeres siguieron a su amigo al interior de la recámara. No era muy amplia, constaba de dos camas, un velador y un espejo de cuerpo completo, además de un baño, pero era bastante aceptable. Probablemente lo mejor era que estaba en el segundo piso de la planta y tenía un pequeño balcón, así que tenían una vista muchísimo mejor. Inspeccionando por el balcón, Hanji palpó un par de macetas que servían de decoración, y entonces vio a una muchacha de cabellos muy negros. Idéntica a Levi.

—¡Mikasa! —gritó, y estuvo a punto de lanzarse por la ventana para alcanzarla más pronto— ¡Pronto, Petra, aquí está nuestra niña!

Levi logró oír los alaridos de Hanji, pero se tomó su tiempo para descender hasta alcanzar a su hija. Suponía que había estado pasando el rato con sus amigos, así que no había por qué alarmarse. Aunque sí le sorprendió un poco su semblante más taciturno y que sus amigos no estaban con ella.

Petra y Hanji la tomaron entre sus brazos y dieron unos pequeños brincos de alegría para luego pellizcarle las mejillas. Al menos Hanji hacía eso, porque Petra se dedicaba acariciarle el cabello. Mikasa se dejaba hacer y agachaba la mirada, algo tímida.

—¡Estás bellísima! —exclamó Petra luego de disfrutar de la suavidad de sus cabellos y apreciar su brillo—. ¡Has crecido mucho desde la última vez que te vi! Eras una niña y ya eras linda, pero ahora eres preciosa.

—Imagínate cómo la recuerdo yo —dijo Hanji—. Era una pequeñuela adorable y cachetona. Pero ahora mírala, es toda una señorita. No sabes lo feliz que me hace que no hayas heredado la expresión malgeniada de tu padre.

—Dudo que quieras dormir en la calle, Hanji —amenazó Levi, acercándose a la escena y tratando de descifrar lo que le ocurría a su hija.

Mikasa notó el interés que tenía su padre en los ojos, por lo que prefirió desviar la mirada y dedicársela a Petra o Hanji. Sabía que su padre la conocía, y no quería que este descubra su secreto plan. No cuando ya lo había consumado y estaba a nada de verlo plenamente cumplido.

Armin y Sasha le habían advertido que era algo muy temerario, pero ella ya estaba decidida. Luego de revelarles lo que había descubierto, estos prefirieron ir a alguna planta del hotel para aguardar a su regreso. Mikasa les había dicho que tenía que ver a Levi para que este no se preocupe y entonces podrían reencontrarse para hablar más sobre el asunto de sus posibles padres. Pese a la insistencia de Armin, Mikasa se negó a entregarle las hojas viejas que había encontrado.

—¿Dónde están Sasha y Armin? —preguntó Levi, poniendo mucha atención a los ojos de su hija.

—Los llevé a una habitación —respondió ella, inmutable.

—Mikasa, tienes que contarnos cómo te ha ido todo —la abrazó Petra, temerosa de ese juego de miradas entre ambos—. Quiero que me digas cómo te robaron el corazón.

—¡Yo también tengo curiosidad! —exclamó Hanji.

Salvada por ambas "tías", Mikasa pudo concentrarse en la conversación con estas y eludir todo lo posible a su padre.

No tenía muy claros sus recuerdos. Habiendo pasado la mayor parte de su vida apenas rodeada por Levi y un puñado de amigos muy cercanos, como Armin y Sasha, recordaba a Hanji como aquella mujer que la hacía reír de muy niña al ver cómo conseguía que su padre perdiera la paciencia, además de regalarle golosinas y entregarle a Levi unos paquetes misteriosos que contenían una medicina que no sabía qué fin tenían. Hasta sus siete años vio a esa mujer de curiosas gafas y oficio desconocido contarle algunas historias y acompañarla de vez en cuando, junto a Levi, a la escuela. Por supuesto, desde ese entonces tuvo claro que su padre no confiaba en ella plenamente. O eso aparentaba. Levi la consideraba una loca y no le confiaba su cuidado completamente: si pasaban tiempo juntas era bajo la atenta mirada de este. Luego se marchó, con los ojos vidriosos y estrechándola en un fuerte abrazo, lamentándose por no poder permanecer a su lado. Levi no lo supo, pero Mikasa comprendió la falta que hacía ella en sus vidas. Pero no le guardaba rencor, porque, como su mismo padre le aclaró, había seguido el camino que le correspondía, guiada por sus verdaderos deseos.

Junto a Hanji, otra persona que acompañó sus pueriles años fue Petra. A veces se turnaban para llevarla a la escuela, pero esos días Levi no iba a su lado. Confiaba más en la delicadeza y cuidado de Petra, por lo que sentía que su vigilia no era tan necesaria, Ella le hacía el favor de decorar bellamente el hotel con hermosos arreglos florales, dando vida al lugar. Petra, según la recordaba, olía muy bien, siempre iba perfumada y arreglada, destacando su belleza. Una vez que Hanji se fue, al menos le quedó ella. Viajaba y volvía luego de un par de años. Sin embargo, cumplidos sus quince, también tuvo que irse, esta vez mucho más tiempo, y Levi le explicó que tuvo los mismos motivos que Hanji: siguió su camino.

Sus tías compartían momentos con ella principalmente en las mañanas, mientras se preparaba para partir a la escuela. Levi se encargaba de arreglar su cabello (jamás le permitía a Hanji tocárselo), haciéndole una coleta muy alta, dejando enmarcar su rostro unos cuantos mechones. Cuando terminaba, se ponía de rodillas frente a ella, que estaba ubicada sobre una alta silla, para examinar qué tan bien se veía, asintiendo levemente cuando estaba conforme. Mikasa podía ver entonces un brillo particular en sus ojos como pocas veces. Su padre tenía momentos muy transparentes y no era siempre un misterio.

Hablar con Hanji y Petra le hacía evocar esos momentos. Pero sus pensamientos fueron interrumpidos al recordar que había dejado a Armin y Sasha esperándola, además de que en cualquier momento aparecería, si es que no había aparecido ya, un barco rondando el muelle. Lo cual le interesaba demasiado...

—Eres idéntica a tu padre —dijo Hanji, observándola con ternura—. Más alta, claro, pero idéntica al fin. Me da tanto gusto verte así, enorme. Después de...

—Hanji —intervino Levi—. Controla tu lengua y métete a tu habitación.

Mikasa ya tenía planeado irse, por lo que giró hacia su padre y le insinuó su deseo de desaparecer un momento. En esos momentos estaba actuando bastante consentidor –a su manera–, y ella se lo atribuía a que no faltaba nada para su "gran día". Se despidió de Hanji y Petra con un beso en la mejilla y un último abrazo, echándose a correr.

—Idéntica, sí. Heredó lo precoz —sentenció Hanji—. Mira que casarse a los veinte años...

—No es idéntica a mí —enfatizó Levi—. Yo no me casé.

—Ah, pero te comiste el pastel incluso antes —rió Hanji, dándole un codazo a su amigo. Ni siquiera Petra fue capaz de contener su risa por ese atrevido comentario.

Levi no quiso discutir ese asunto, no en ese momento. En parte porque sabía que tenían razón, y también porque seguía pensando en esa mirada de Mikasa.

—Vamos, ven un momento con nosotras —propuso Hanji, señalándole la habitación que les había ofrecido y tomándolo por el brazo—. Recordemos viejos tiempos juntos. Ha pasado tanto que quiero saber si de verdad dejaste de lado esa etapa.

Con un suspiro y con pasos pesados, Levi accedió a su petición e ingresó a la habitación, seguido por sus amigas que iban tomándolo por los hombros. Quizá en el fondo, muy en el fondo, deseaba recordar ese lado de su vida para no sentir que, en efecto, se había vuelto viejo.

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Le molestaba lo mucho que estaba tardando el taxi. No había mucho tráfico, pero los mercaderes y sus puestos obstruían el camino. Entendía que estando tan cerca de un puerto, esto era muy lógico, además de conveniente para ellos, pero pensar en esas razones no mermaba su impaciencia. Antes de viajar se había informado muy bien sobre a qué hora partían los barcos que transportaban a los turistas desde el muelle hasta la isla, y cada vez que revisaba su reloj de pulsera comprobaba que si no llegaba en cinco minutos perdería el barco.

El taxista iba tarareando alegremente una melodía y sus dedos tamborileaban sobre el volante. Su cabeza, al igual que la del muñeco con figura de perro que yacía sobre el reproductor de música, iba meneándose de un lado al otro, lo cual no hacía más que crisparle los nervios a su pasajero.

—¿Podría darse prisa? —Sabía disimular bien sus ansias, pero sentía que ya no iba a poder soportarlo más. Sin embargo, el taxista no tenía culpa alguna, por lo que procuraba seguir siendo amable.

—Descuide, buen hombre —respondió el taxista, observando su rostro a través del espejo retrovisor. Llevaba unos lentes de sol y una boina, además de una camiseta floreada—. Estamos a tiempo... ¿A qué hora debíamos llegar?

Lo negligente de su pregunta estaba frustrándolo.

—Solo tengo cinco minutos —aclaró, todo lo sereno que pudo.

En semejante situación se hallaba otro "buen hombre". Su taxista más bien estaba algo nervioso y temía terminar embistiendo a algún poblador, por lo que su marcha era muy lenta y llena de frenadas estresantes. Y si algo caracterizaba a este "buen hombre" era su escasa paciencia. Iba aferrado al asiento, aguardando a que por fin se deje ver el muelle, pero tanta gente atravesándose en su camino y su conductor que estaba al borde del llanto estaban volviéndolo loco.

—¡Toque el claxon! —reclamó, meneándole un hombro, pero solo consiguió ponerlo más nervioso.

—P-Podría lastimar a alguien...

—¡Si toca el claxon estarán advertidos de que vamos a pasar!

Accedió a su petición y dio un certero golpe al centro del volante. Las personas que iban a sus lados dieron un respingo, mirándolos con reproche. Al menos se hicieron a un lado, y el pasajero apuró al taxista poniendo sus manos sobre las suyas y guiando su marcha.

Por fin, el mar se dejó ver.

Los taxistas frenaron bruscamente, haciendo que sus pasajeros agradezcan llevar puesto el cinturón de seguridad. Algo sorprendidos por su inesperada parada, sacudieron levemente sus cabezas y entonces repararon en lo que tenían al frente. No tuvieron tiempo de apreciarlo, porque sus cuerpos se movieron solos y entregaron un par de billetes a quien le había llevado hasta el muelle respectivamente.

De un solo brinco, el primero dejó atrás el taxi y corrió hasta el puerto. Cuando estaba atravesando los pequeños tablones que formaban el muelle cargando una amplia maleta de cuero, vio que el barco ya había desatracado. Detrás suyo apareció el segundo, también con una maleta en apariencia muy costosa. Su carrera había sido en vano y lo sabía.

—¡Mierda! —dijo el segundo, con el ceño muy fruncido y sacudiéndose la camisa para darse aire y evitar sudar, dándole un puñetazo al aire. El primero entonces reparó en él, ni siquiera se había percatado de que alguien estaba a su lado.

—Lo mismo digo —dijo, examinando a su acompañante—. Está claro que también iba a abordar el barco...

—Sí, tengo un compromiso. Una boda.

—Farlan Church —dijo el primero, extendiéndole la mano y demostrándole todos sus modales.

—Eren Jeager —respondió el segundo, viéndole con cierta desconfianza. El tipo que lo saludaba parecía un par de años mayor que él.

—Yo también debo asistir a una boda —comentó Farlan, con una sonrisa casual y aguzando la vista para analizar su expresión—. El próximo barco sale...

—Mañana —se apresuró a completar Eren—. Por eso me eché a correr. Pero ya ve, no llegué a tiempo.

—No me importaría que me llame Farlan, Eren —dijo—. Dado que compartimos un destino común, no nos queda bien tanta formalidad.

—De acuerdo... También tutéame, Farlan —accedió Eren, ya menos desconfiado.

—¿Eres...?

Eren comprendió a qué se refería.

—Alfa. Soy alfa.

—¡Casualidad de la vida! —exclamó, muy sonriente y sorprendido—. También soy alfa.

Eren estaba a punto de comentar algo, pero, como si de un espejismo se tratara, sus ojos le hicieron ver una pequeña embarcación. También se sabía de memoria las horas de embarque y la posibilidad de ver un barco era casi nula. Pero, dejándose llevar por su emoción, corrió más adentro del muelle y se aproximó al pequeño transporte.

—Si no es de aquí, del muelle, tiene que ser de un alfa —dijo para sí mismo, pero Farlan alcanzó a oírle.

Un tercer sujeto hizo aparición, saliendo de la embarcación hasta quedar de pie frente a ellos. Su rostro de una expresión tranquila y bastante amable invitaba a cualquiera a acercarse. Pero Eren tenía ciertos reparos.

—Creo que necesitan un barco —dijo el extraño con una sutil sonrisa—. Podría llevarlos conmigo.

—Ya veo... —susurró Farlan. En el fondo estaba bastante contento de que su suerte iba mejorando.

—¿Por qué? —repuso Eren.

—Porque tengo un barco y también voy para la isla —contestó el hombre—. Mi nombre es Erwin Smith. Este pequeño bote es mío.

—Vaya, los tres vamos al mismo lugar... —reflexionó Farlan—. ¿Será que también va a una boda?

—Así es. Me invitaron hace apenas un par de días y de inmediato me decidí a venir.

Farlan y Eren volvieron a presentarse, estrechando sus manos con Erwin y accediendo a tutearse. Como ya habían hecho entre ellos hacía unos momentos, lamentaron su suerte y, finalmente, se animaron a subir al transporte que amablemente les acababan de ofrecer. Eren aún estaba algo renuente, y Farlan observaba con cuidado cada rincón de la embarcación, pero sin borrar su atenta sonrisa.

Erwin les aseguró que el viaje no tardaría demasiado, pero debido a que muchos comerciantes de la isla intercambiaban mercancía con los recién llegados, al barco que acababa de partir, dejando a Eren y Farlan en el muelle, le tomaba demasiado tiempo volver, además de abastecerse de más provisiones importantes y dinero que debían los de la isla a los mercaderes del otro puerto.

De ese modo, en medio de una plática entretenida, a los tres hombres el tiempo se les fue volando y de pronto ya se encontraban frente al puerto de la isla.

Si querían llegar a tiempo para instalarse y ver a cierta persona antes de arreglarse para el gran día, debían darse prisa.

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Continuará

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[1]: Esta es la segunda canción que suena durante el musical, la primera es "I have a dream". La versión de Amanda Seyfried (quien vendría a ser Mikasa en la película) la pondré en mi perfil por si alguien quiere oírla. Escúchenla, esa mujer es tremendamente adorable y hermosa, ella y su voz.

Si bien Mikasa no es una persona muy expresiva ni se la pasa sonriendo, tiene sentimientos. Creo que eso lo tenemos claro todos.

Debo decir que no es un personaje que me guste, pero no por cuestión de ships o boberías semejantes, sino porque no me agradan los personajes que dependen emocionalmente de otros. Sin embargo, en mis historias jamás la pondré como una malvada. No, tan cruel no soy (? Además, aquí es la hijita de Levi :3

[2]: Bien, sé que no son idénticos. Parecidos sí, el color de piel y el cabello. ¿Pero quién si no podría ser su hija? La escogí precisamente porque es ella quien más se le parece físicamente, de modo que el misterio sobre su padre no se sabe ni por sus rasgos xD. Sé que ahora no se aprecia mucho, pero en un capítulo posterior trataré más a profundidad su relación padre-hija.

N.A: Primer capítulo completo. Espero que les guste.

No creo que el fic tenga muchos capítulos, unos seis o siete a lo mucho. Contarán aproximadamente con esta misma extensión, quizá un poco menos, no son muy largos. Creo.

Si encuentro algún fanart lindo de Levi como padre de Mikasa además del que uso como portada, también lo pondré en mi perfil. Para esto buscaba imágenes RivaMika shota :P

Gracias a quien le esté dando una oportunidad a esta historia pese a las muchas advertencias que puse arriba xD No sé, quiero probar suerte.

Actualizaré dentro de una semana y media o dos semanas.

¡Nos leemos!