La historia es una adaptación del libro Whispers in the dark de K. I. Lynn y los personajes pertenecen a Stephenie Meyer. Recuerda apoyar al autor/a de este libro comprando el libro en cuanto llegue a tu localidad.
—Joder —gruñí, al mirar la señal colgando del ascensor en la que se leía "Fuera de Servicio" y casi rompí a llorar.
Era un día de mierda que solo estaba empeorando con cada hora pasando. Imaginé que permanecer de pie mojada por la lluvia era la guinda del pastel, pero no, estaba equivocada.
Con un pesado suspiro, e incluso una bolsa más pesada sobre el hombro y otra en la mano, di el primer paso a mi viaje de subida de siete pisos hasta mi planta. Alrededor de cuatro pisos, tuve que tomar un respiro, por lo que arrojé las bolsas en el rellano y me senté al pie de las escaleras del siguiente piso. Cerré los ojos, descansando la cabeza en los brazos que estaban cruzados sobre mi regazo.
Mis hombros dolían, mi dolor de cabeza empeoraba, y estaba empapada de lluvia de la cabeza a los pies. Tan exhausta, estaba cerca de acurrucarme en el suelo y dormir ahí, y lo habría hecho si no estuviese congelada —el hueco de la escalera no tenía la temperatura controlada.
—¿Necesitas algo de ayuda? —preguntó una desconocida voz masculina.
No miré arriba —no me importaba quien era. Un minuto de descanso era todo lo que necesitaba para continuar. Eso, y el conocimiento de que una ducha de agua caliente me aguardaba tan pronto como terminase los restantes tres pisos.
—No, estoy bien. Solo necesito un minuto. —Le di un pulgar hacia arriba y esperé a que continuase.
—¿Estás segura? —preguntó de nuevo, autentica preocupación evidente en su voz.
Tomé un profundo respiro y levanté la cabeza. Mis ojos se ampliaron cuando miré al extraño frente a mí. Su chaqueta de cuero estaba llena de gotitas de agua, su pelo marrón aplanado sobre la cabeza y mojado hasta las raíces. Sus suaves ojos verdes me atraían como un faro en la oscuridad. Nunca antes le había visto, lo cual era extraño, porque conocía a casi todos en el edificio. Solíamos tener fiestas en el jardín de la azotea, y habría recordado ver a un espléndido chico como él, incluso empapado de lluvia.
Mandíbula fuerte, pómulos acentuados, y un físico perfecto —sí, le habría recordado.
—¿Quién eres? —Las palabras salieron, y me puse la mano en la boca. Él dejó salir una risita, exponiendo un perfecto conjunto de dientes blancos—. Quiero decir… ¿debes de ser nuevo?
—Sí, lo soy. Garrett. —Extendió la mano, y la tomé.
Quería lamer cada parte de él, pero me las había arreglado para tenderle la mano por ahora… él era muy caliente.
—Bella.
Su mano era grande, cálida y rugosa. Añade a eso la sexy atmosfera en la que me estaba metiendo y las imágenes de los dos desnudos saltaron a mi cabeza.
—Encantado de conocerte, Bella.
Asentí y le miré sin parpadear, las visiones todavía bailando en mi cabeza cuando más miraba sus ojos.
—Voy a necesitar esa mano de regreso. —Su mirada se movió hacia donde nuestras manos todavía estaban conectadas. Ni siquiera me di cuenta de que no le había dejado ir. Dios santo, no estaba babeando, ¿verdad?
—¿Seguro? —Le sonreí, intentando aligerar la situación y no hacerme parecer alguna extraña psicópata.
Dejó salir una profunda risa.
—Por un ratito, pero luego puedo devolvértela.
—¿Prometido?
—Prometido.
Todo mi cuerpo se sintió más frío cuando lo dejé ir. No me di cuenta de que su presencia había repelido algo de mi penumbra, la cual volvió con completa fuerza.
—Entonces, ¿vas a estar bien si te dejo?
Puse los ojos en blanco hacia él.
—Estaré bien. Solo que ha sido un auténtico día de mierda.
—No puede ser tan malo.
—¿Si? ¿Por qué eso?
Sonrió.
—Me conociste. —Mi cabeza se echó hacia atrás con una risa mientras él avanzaba y me pasaba—. Te veré por aquí, Bella.
—Mejor. Estaré esperando esa mano.
Se detuvo en las escaleras sobre mí, su lengua saliendo para lamerse los labios.
—¿Vas a ser un problema, verdad?
Me encogí de hombros.
—Eso es lo que mi padre solía decir.
Garrett asintió.
—Oh, tenía razón.
Después de que el sonido de pasos se retirase, mi mano se levantó para avivar mi cara. No había sido así de atrevida en… meses. No desde la noche en que mi mejor amiga Alice y yo habíamos bebido demasiado en el bar de Martini de debajo de la calle.
Tomé un profundo respiro y reuní fuerzas. La llamada de la ducha estaba creciendo, y todavía tenía unas pocas escaleras por subir. Con las bolsas en la mano, terminé la subida de destrucción.
El final estaba cerca. La brillante puerta roja con el pintado en dorado 7C estaba a la vista, y mi corazón y cuerpo cantaron. Fue un poco afinado, y más como gatos lamentándose, pero de ninguna forma reducía la euforia de finalmente estar en casa.
Hasta que me di cuenta de que la llave no estaba en mi mano.
Me incliné hacia adelante, gimoteando mientras mi frente iba a descansar contra la vieja puerta de madera de mi apartamento.
Las bolsas se deslizaron de mi agarre, aterrizando en el suelo.
—Oh, suficiente con lo dramático, Bella. Solo fueron siete pisos —dijo la familiar voz de mi vecina mientras se acercaba.
—Mal día, Leah.
Sus llaves tintinearon mientras las sacaba.
—Puedo decirlo. Ese peróxido se quedó durante mucho tiempo.
—Estoy sacando la lengua, solo que no puedes verlo. Pero apuesto a que ves esto. —Extendí el brazo y le enseñé el dedo.
Ella rió.
—Encuentra tus jodidas llaves, chica. —La puerta se abrió—. Oh, y no te olvides de que vamos a encontrarnos para cenar mañana por la noche.
—¿A las seis?
—Sip, ahora a dentro. Si salgo aquí en cinco minutos y todavía estás ahí, voy a arrojar tus bolsas un tramo de escaleras abajo.
Gemí ante la idea de subir incluso más escalones.
—Eso es lo que pensé. —Su puerta se cerró con un golpe detrás de ella, y mis ojos miraron a mis pies, localizando el monedero. Encontré las llaves y desbloqueé la puerta antes de entrar.
Después de mirar detrás de mí, arrojé las bolsas abajo y me quité el abrigo. Moví la bolsa más pesada, la cual contenía mis recientes compras de alimentos, a la cocina para descargar.
Una vez hecho, me dirigí a mi dormitorio. La leve luz se filtró por la ventana del oscurecido cielo con lluvia. Estaría negro como el carbón en unos instantes, la puesta de sol aproximándose con rapidez.
Me quité los zapatos con los dedos de los pies y me saqué las ropas mojadas, tirándolas en el cesto de la ropa sucia de camino al baño.
Encendí las luces cuando entré y retrocedí ante la visión de mi misma en el espejo. Mis ojos castaños se veían cansados y mi piel estaba enfermizamente pálida, haciendo que mis mejillas pareciesen más abultadas fuera de mi cara. Lo más notable era el desastre que era mi pelo.
Mi amiga, Alice, se suponía que aligeró mi natural sucio rubio, pero fue un poco por la borda hasta el platino. Diablos, era casi blanco.
La yo del espejo frunció los labios y levantó la ceja como para decir "¿de verdad?" suspiré, atrapada con la mirada durante un rato, por lo que podría también acostumbrarme a ello. Cinco días después, todavía estaba atrapada con la confusión cada vez que me veía.
Salté en la ducha, dejando que el calor del agua me descongelase del paso por la fría lluvia.
Mi mente comenzó a deambular, y deseé que fuera viernes por la noche. Verdad, solo era un día de distancia, pero aún demasiado después del día que había tenido. Quería dormir hasta tarde en la mañana, acurrucada en la cama caliente, sin despertarme por el despertar del alba.
Pensé que había conocido a Garrett, y eso solo podía hacerme olvidar el catastrófico día. Mi cuerpo se calentó solo ante el recuerdo de su callosa mano. Habían pasado meses desde que había sido tocada por un hombre, y la rudeza me hacía suplicar tenerle sobre mí.
Me mordí el labio cuando el familiar dolor comenzó a extenderse por mis muslos, y contemplé mis opciones. Siempre había la genial comodidad del vibrador, pero con el frío que tenía, quería algo caliente que presionase contra mí.
Mi ex, Jacob, me había enviado un mensaje más temprano por la mañana para un polvo asegurado. Era una oferta tentadora, pero al ser él, no era suficiente para que lo tragara, sin importar cuan desesperada estuviera. Él siempre había sido un estúpido, y sería un saca, mete, saca y la experiencia me dejaría aun deseando. Probablemente terminaría sacando el vibrados después de que él se marchara, regresando a la opción uno. Además ahí estaban los platos sucios que él me dejaría como gracia tras su tentempié de sexo.
Ya que iba a quedar con las ganas de alguna forma u otra, mi mano bajó por mi estómago. Mis ojos se cerraron cuando mis dedos echaron un vistazo a mi clítoris. Estaba mojada, y no solo por el rocío de la ducha.
Mi dedo corazón presionó contra la familiar pequeña protuberancia que había llegado a conocer muy bien durante estos años. Dejé salir un pequeño gemido, mi respiración repuntando cuando mi mano incrementó su ritmo.
Estaba subiendo cuando Garrett vino a mi mente, llevándome más alto. Mis piernas comenzaron a sacudirse, el familiar bucle construyéndose en el centro de mi estómago. Mis ojos se abrieron, desenfocados cuando miraron a la cabeza de la ducha.
Entonces se pusieron en blanco.
Parpadeé contra la oscuridad, mis emociones deteniéndose. La sensación del agua todavía corría por mi piel, por lo que no me había desmayado.
Mis manos se golpearon contra la cortina de la ducha, deslizándola lo suficiente para abrirla a la vista. Todo estaba oscuro, ni siquiera un destello brillando a través de la ventana del edificio de enfrente o la calle bramando. Esperé otro momento, esperando que fuese solo casualidad, pero después de un tiempo me di por vencida.
—¡Joder!
Dejé escapar un áspero respiro y titubeé al apagar la ducha. Con las manos a ciegas, abrí la cortina y busqué a tientas la toalla. Una vez localizada, la tiré a mí alrededor y me aferré al borde de la bañera con patas y salí.
Mientras me secaba intenté recordar donde tenía una linterna, o algo para ayudarme a ver en la oscuridad total. Ni siquiera tenía la luna para ayudar, con la lluvia todavía golpeando al exterior. Envolví la toalla a mí alrededor, doblando la parte trasera antes de sentirla alrededor. Tropecé en mi camino, golpeando el mobiliario, incluso golpeándome el dedo gordo del pie más de una vez mientras iba por el pasillo por mi bolso. Mi teléfono móvil al menos podría ayudarme a encontrar otra fuente de luz,
Tenía unas pocas velas en el apartamento, y estaba muy segura de que una linterna estaba escondida en algún lugar en uno de los cajones de la cocina.
Después de un cuidadoso viaje y golpear más de una cosa, localicé mi bolso donde lo había dejado caer cuando entré. Suspiré de alivio cuando el brillo de la pantalla se encendió, rompiendo la oscuridad.
Con un poco de iluminación, me dirigí a la cocina y comencé a revolver los cajones. La familiar forma redonda atrapó mi atención, y saqué mi única linterna.
Suspiré de alivio, luego la encendí justo cuando la pantalla se fue a descansar.
Nada. Oscuridad.
—Joder.
Lo sacudí, lo golpeé contra mi mano, y todavía nada. No es que en realidad pensara que funcionaría, pero estaba desesperada. Incluso saqué la batería y le di la vuelta.
Muerto.
Eran baterías D, un tamaño del que no tenía repuestos, a diferencia de las AA.
Me quejé y caminé con mi improvisada linterna donde tenía un pequeño surtido de velas. Mis ojos se habían adaptado de alguna forma a la oscuridad, pero todavía era un reto moverme.
Cogí el librito de fósforos y lo abrí, maldiciendo cuando miré dentro.
—¡Tienes que estar burlándote de mí! —Sollocé, mi pecho apretándose.
El librito de fósforos estaba vacío.
No tenía forma de encender las velas.
Agitada, froté el talón de mi mano contra mi ceja. ¿Qué es lo que estaba diciendo antes? por lo que veía, el día podía ponerse peor.
Tengo que ir donde Leah —debe de tener algo para ayudarme. Ella suele fumar, y siempre tiene un encendedor o dos por ahí.
Fue la primera vez que realmente deseé que mi chimenea no hubiera sido sellada y funcionara en lugar de solo ser una arquitectura decorativa. Estas eran una gran responsabilidad en edificios viejos como en el que vivo.
No había manera de que saliera con solo mi toalla, sin importar que tan cerca estuviera su apartamento del mío, así que regresé a mi habitación para cambiarme.
Vestirme inclusive con una simple camisa sin mangas y unos pantalones fue difícil, y rezaba para que todo estuviera derecho. Ni siquiera me molesté en hacer algo con mi aun mojado pelo —solo iba a estar fuera por un minuto.
Me deslicé en mis zapatos para la casa, y con la ayuda de mi celular, me dirigí hacia la puerta delantera.
Mis pies dieron cautelosos pasos por el corredor que estaba más oscuro que la boca de un lobo, con una mano con la luz salvadora y la otra en la pared, manteniéndome estable. Por el tiempo que estaba usando mi teléfono, estaría muerto en cualquier momento.
No era una larga caminata, tal vez unos veinte pasos, pero bajo esas condiciones se sitió como si fuera una milla. Había una ventana al otro extremo del pasillo, pero apenas podía ver en donde estaba, y no había luces de seguridad, parecía otro mundo.
Dejé salir un suspiro de alivio cuando vi el letrero dorado del 7D y comencé a tocar la puerta.
—Leah, soy Bella. Necesito un encendedor. —Me detuve y esperé, pero no hubo respuesta—. Leah. Vamos, abre. Estoy empezando a asustarme. —Me detuve de nuevo antes de que mi golpeteo empezara a ser frenético—. ¡Leah! ¡Por favor responde!
Ella no estaba en casa, y yo estaba empezando a asustarme, mi pecho se apretó. No creía que fuera miedo a la oscuridad, pero era realmente espeluznante sin nadie aquí.
—Ella se fue hace como media hora —dijo una voz masculina detrás de mí.
Brinqué, mientras giraba, y me recargué en la puerta de Leah.
—Oh, hola. —Lo miré con los ojos bien abiertos, viendo como sus manos se cruzaban sobre su pecho mientras se inclinaba contra el marco. Una pequeña luz brillante se filtraba al pasillo desde adentro.
Garrett.
El sonrío con suficiencia hacia mí.
—¿Necesitas algo?
Mi postura se relajó.
—¿Que estás ofreciendo?
—Eso es una pregunta capciosa, hermosa.
Mi cara se calentó y sacudí mi cabeza.
—¿Tienes un encendedor? ¿Cerillos? ¿Cualquier cosa?
—¿Qué te parece si vienes aquí y vemos que podemos encontrar?
Asentí.
—Está bien.
Caminé hacia allá y atravesé la puerta hacia el salón con suelo de madera de Garrett mientras él cerraba la puerta detrás de mí. Cajas estaban apiladas contra la pared y en el medio del piso, con unos pocos muebles mesclados.
—Llamé a la compañía de electricidad. La tormenta ha apagado la luz en todos lados, así que estamos atorados en esta situación por un rato.
—Fantástico —suspiré.
Una lámpara que estaba sobre una torre de cajas era la responsable por iluminar la oscuridad, suficiente para aclarar el espacio como para ver formas básicas, pero era mejor que la oscuridad. Al menos no estamos tropezando.
—Así que, ¿Cuánto tiempo has estado aquí?
Comenzó a mover cosas alrededor, limpiando la mesa cafetera y ofreciéndome un asiento.
—Me mudé el domingo, pero tuve que trabajar el lunes, así que no mires el desorden.
—No veo nada. Solo me estoy preguntando como me perdí de eso, dado que tienes que pasar por mi puerta. Ese lugar ha estado disponible por meses. Me estaba preguntando si alguna vez iba a ser rentado. —Regresé al fin de semana y recordé donde estaba—. Oh, es verdad.
—¿Qué es verdad?
Apunté a mi cabeza, y recordé que ni siquiera había cepillado mi cabello antes de arrastrarme por el pasillo, al igual de lo que estaba usando.
—Oh, rayos.
Me sonrió, pareciendo saber qué es lo que pasaba por mí cabeza.
—Luces linda, no te preocupes.
Rodé mis ojos.
—Soy un caliente desastre. Estaba en medio de una ducha cuando la luz se fue.
Hizo una mueca.
—Eso no fue gracioso.
Se detuvo mientras pensaba en ello y entonces rió entre dientes.
—De hecho, si hubiera estado ahí, lo hubiera sido.
—Así que, ¿muy seguro de ti mismo? —Levanté una ceja hacia él.
Resopló.
—Oh, vamos, tu sabes que quieres verme tropezando fuera de la bañera en la oscuridad.
Sacudí mi cabeza y dejé salir una pequeña risa entre dientes.
—Está oscuro. ¿Cómo se supone que me voy a reír hasta el culo de tu estupidez?
Él presionó sus labios.
—Cierto.
Giró la luz y miró lo escrito en las cajas.
—¿Tienes hambre? Estaba a punto de hacer la cena. —Arrancó la tapa de una y comenzó a rebuscar en ella.
—¿Cómo vas a hacer eso? —pregunté. No había luz. A menos que estuviera escondiendo un generador en una de esas cajas, sospechaba que cortes fríos y pan estaban en el menú.
—¡Ah-ha! —Buscó más en la caja y sacó un extraño objeto en señal de triunfo.
Levanté una ceja y me incliné sobre eso.
—¿Qué es eso?
—Es una estufa portátil de campo. —Sonrió—. No tengo mucho, pero tengo algunos fideos de parmesano y algo de pollo en conserva, no es gourmet ni nada, pero está caliente.
Caliente como tú. Tragué, cambiando de lugar y limpiándome el sudor de mis manos en mis pantalones. En qué me estaba metiendo ¿Exaltándome solo por estar alrededor de él? He estado alrededor de chicos calientes antes.
—Puedo usar algo caliente. Mi ducha no me descongeló lo suficiente, como para quitarme los escalofríos de la lluvia.
Me sonrió con satisfacción, sus ojos se movieron arriba y abajo por mi cuerpo.
—Oh, bebe, puedo darte algo caliente, y calentarte realmente bien.
Mi boca cayó mientras mis ojos se abrieron.
—¡Oh, por dios! Te encanta ligar.
Sacudió su cabeza.
—No a ti te encanta ligar. Con todos tus dobles significados y viniendo aquí empapada y enrojecida.
—No vine aquí específicamente. Ni siquiera sabía que estabas en este piso. No lo dijiste. ¿Y cómo siquiera sabes que estoy sonrojada cuando apenas hay luz suficiente para decir si estoy usando o no un sostén?
—No.
—¿Disculpa? —Pasé mis dedos por mi cabello.
—No estás usando uno. Me di cuenta desde el momento en que te vi… —exhaló apresuradamente y sonó doloroso y erótico, o como la siguiente comida de mi gato. Demonios, estaba jodida… lo cual podía ser realmente bueno si fuera en el sentido literal—. Y tú tampoco preguntaste en cual piso estaba.
—Bueno, creo que pensé que te vería en otro momento y podría averiguarlo entonces. No pensé que me volvería a tropezar contigo tan pronto. —O me había puesto un maldito sostén. Preferentemente uno que hiciera ver a mis pequeños pechos como si tuvieran su propio código postal.
—¿Decepcionada?
Fue mi turno de mirarlo de arriba a abajo. Desde que lo vi en el pasillo, él había cambiado su ropa empapada a favor de una playera y algún pantalón seco que caía en sus caderas.
—Para nada.
Me sonrió.
—Buena respuesta. —Su mano sujetó el mango de la lámpara—. Vamos, hagamos un poco de comida.
Lo seguí y al camino de luz, a la siguiente habitación, con mostradores vacíos y más cajas.
—Entonces, ¿Qué haces, hombre sobreviviente? —pregunté. Hizo una mueca por el apodo y tomó una toalla, lanzándola mientras apuntaba a mi cabeza—. Gracias. —La sujeté alrededor de mi cabello y comencé a sacar el resto del agua que estaba goteando en mi espalda.
—Trabajo en casas. Soy como una especie de As en todo lo de construcción.
—Eso explica los callos en las manos —dije mientras me inclinaba sobre el mostrador.
—Ah, tu notaste eso, ¿eh? —Parecía avergonzado, apretando sus puños.
—Oh, sí.
—Mi ex lo odiaba.
Mi mirada regreso a él.
—¿Qué clases de enfermedad mental tiene?
Dejó salir una sonrisa y sacudió su cabeza.
—Demonios, chica.
—¿Qué?
—Sabes que, ¿Estás diciendo que te gustan mis manos? ¿Es por eso que no quisiste darme la mano antes? —preguntó mientras sacaba un par de cosas de una de las cajas, vi que estaba marcada como "Cocina-Comida."
—Podría o no podría haber estado pensando sobre eso mientras estaba en la ducha —dije, la vergüenza me inundó. Se dio golpes en la cabeza con el dedo—. ¿Qué está mal conmigo hoy? —Rodé mis ojos.
Sus ojos se oscurecieron, su lengua se asomó por sus labios. Aclaró su garganta mientras ajustaba su postura.
—Dije que ibas a causar problemas.
—Lo juro, es tu culpa. No es mi intención seguir hablando, pero, no lo sé, tú tienes esta aura que susurra en mi oído para decir todas esas cosas que están en mi cabeza, que mi cerebro trata de no decir.
Se acercó a mí, alzó sus manos y las puso en mis caderas.
—A eso se le llama atracción, y dado que los dos lo sentimos, infecta el espacio a nuestro alrededor, También es la razón por la cual viniste a mí sin sostén.
—Ni siquiera te conozco, y eso podría ser una cosa peligrosa—Incluyendo el ejercicio sin sostén. —Mi respiración se aceleró cuando sus dedos encontraron su camino debajo de mi camisa. Trazó pequeños círculos en el pequeño espacio de piel no expuesta.
—No soy de rollos de una noche. Pero si apoyo el estar sin sostén, con vecinos dulces con débiles sentido del humor que pretenden que no tienen una linterna funcionando en su apartamento a pesar de que ni siquiera han desempacado la mudanza.
—¿Se supone que eso lo hace estar bien, y que me va a hacer querer desnudarme justo aquí y ahora? —pregunté. Puse la ahora mojada toalla sobre el mostrador y sacudí mi cabello húmedo. Mucho mejor.
Se inclinó más cerca.
—Mientras eso podría ser agradable, lo que quiero decir es que me gustaría estar contigo más de una vez. Tal vez darle una oportunidad a esa cosa de las citas, porque la atracción no es un problema.
Un pequeño gemido escapó de mis labios su mano se movió hacia arriba más cerca de la curva de mi cadera.
—O, claro… tú dices eso ahora, pero ¿Qué va a pasar cuando mi sostén vulva a aparecer? ¿Crees que todavía va a haber algo aquí?
—Me gustaría descubrirlo —dijo, sus labios rozando los míos.
Mis ojos se cerraron cuando me incliné más cerca de él para presionar mis labios con los suyos, pero él no estaba ahí. Cuando abrí los ojos su mandíbula estaba rígida y su respiración pesada.
—Necesitamos tranquilizar las cosas, porque si te beso, no voy a parar.
Gimoteé.
—¿Solo uno muy pequeñito?
Dejó salir una pequeña risa.
—No, porque tú tampoco vas a ser capaz de detenerte. —Dio unos pasos hacia atrás y volvió a acomodar la estufa de campamento—. Así que, para cambiar la conversación de hermosas sirenas y su llamado increíblemente fuerte, y del oscuro poso del apartamento que succiona los sostenes y lámparas lejos, ¿A qué te dedicas?
Mis ojos se estrecharon.
—Estoy empezando a pensar que lámpara es el código de algo más. —Encogió sus hombros y me sonrió—. Bueno, para responder a tu pregunta, soy la contadora de un dentista. Nada excitante, pero paga las cuentas.
Lo miré mientras colocaba una lata sobre la estufa, entonces encendió un cerrillo. Flamas azules que se transformaban en amarillo al final salían del pequeño objeto, colocó una pequeña olla que llenó con agua hasta el tope, dejándonos esperando a que hirviera.
—Eso no suena muy emociónate, pero de nuevo, yo nunca quise un trabajo de escritorio.
—¿Es por eso que te decidiste por la construcción?
Sacudió su cabeza.
—No. Todo empezó cuando estaba en Bachillerato. Mis padres compraron esta casa que fue construida en 1893, y trabajamos juntos para restáurala. Y fue ahí donde empezó el interminable conqueteo con el amor de mi vida.
—Espera, ¿tú reparas casas?
Asintió.
—Actualmente solo edificio viejos.
—Eso es como algo emocionante, y suena divertido.
Sus dedos trabajaron en abrir el empaque de los fideos, y no pude apartar la mirada. Demonios, como quería sus manos sobre mí.
—Es solo que. Las cosas eran construidas mejor antes y con muchos más cuidados. Ahora todas son casa en serie, pero en aquella época, todas eran únicas con muchos detalles hermosos.
Levanté una ceja.
—Guao, tú de verdad eres muy apasionado con respecto a eso. ¿Es por eso que te mudaste aquí?
—Eso, y que el dueño del edificio quiere regresar la primera planta a la forma en la que se veía antes de los lindos arreglos de los ochentas.
Dejé salir una carcajada.
—Sí, realmente es terrible.
—Estoy muy emocionado por eso. He estado buscando en la historia del edificio, y no podrías creer todas las cosas que este edificio ha visto.
—¿Vas a decirme que había un burdel o algo por el estilo?
Sus labios se torcieron mientras vaciaba la caja de fideos en el agua hirviendo.
—No pero en sus primeros años había un bar clandestino.
Sonreí y puse mi mano sobre mi cadera, sacando un poco mi pecho.
—Tienes algo para tomar con nuestra cena gourmet, ¿O este es un apartamento seco?
Levanto su ceja y trató de no reír.
—Porque, señorita, creo que tengo algo de cerveza en el refrigerador.
—¿Cerveza? ¿Estufas de campamento y linternas? ¿Siempre estás tan preparado?
—Fui un boy scout, y ese es el lema.
Sacó una lata de pollo y lo secó antes de agregarla a la olla de los fideos. Olía bien, haciendo que me estomago gruñera.
Brinqué cuando sentí algo sobre mí. Era la mano de Garrett.
—Tranquila, tranquila —dijo en un tono dulce mientras palmeaba mi estómago—. Ya casi está listo.
Si su ligera mano, no hubiera ido tan despacio, estoy casi segura de que mis cachetes se hubieran sonrojado.
