-Mi madre quiere una familia-dijo ella tan bajito que él creía habérselo imaginarlo. Bajó la mirada hacia la chica que se hallaba entre sus brazos. Todo lo que podía ver era su cabeza que parecía decidida a no alzar la mirada.

-¿Shelby Corcoran?- Casi imperceptiblemente, él siente cómo ella afirma contra su pecho. Ambos estaban tirados en el sofá de su comedor, viendo nada en particular en la tele. En realidad, él simplemente se deleitaba con el hecho de que por fin, por fin, han llegado a éste punto, donde él puede abrazarla, así, sin más.

-En los regionales, cuando tú estabas en el hospital, fui a verla. Ella me lo dijo.

-Eso es algo bueno, ¿no? –Ella permaneció en silencio.- ¿No es algo bueno?- volvió a intentar él.

-Ella no me quiere.-Oh. Él estrechó su abrazo.

-Rach…-descubrió que no tenía nada que decir y deseó desesperadamente que este tipo de cosas se le dieran mejor, lo de expresar sentimientos o, al menos, saber qué decir en momentos como ese. Pero siempre se sentía raro y torpe, siempre buscando torpemente las palabras adecuadas. Sintió húmeda su camisa y vio que ella estaba llorando, con su rostro enterrado en su pecho y sus manos amarrando fuertemente su camisa como si se tratara de un salvavidas. Su cuerpo estaba tenso, como una cuerda a punto de romperse y, mientras intentaba controlar sus sollozos, él la sentía como una roca entre sus brazos, sólo sus lágrimas como única señal de vida. Esto sí lo entendía a la perfección; esa forma de dar rienda suelta a sus sentimientos como única forma de no venirse abajo.

-A veces hay personas que dan asco- dijo él, besando su frente.- A veces les das lo mejor de ti y ellos simplemente te decepcionan. Como si no se dieran cuenta de que estás ahí, dándolo todo por ellos-La culpabilidad era enorme. Él era una de sas personas. Él le hizo lo mismo a ella. Una y otra vez. Y no pudo evitar preguntarse cuántas veces ella había intentado contener su tristeza de esa manera por su culpa.

-Eres mejor que todos nosotros. Que nos jodan. Lo siento, Rachel.-dijo esto último en un suspiro, la culpabilidad casi llenándolo por completo. Notó cómo ella cogía aire, que parecía despedazarla por dentro, y se estremeció entre sus brazos.

-Yo…yo…-ella jadeó, intentando llenar sus pulmones de aire mientras él la abrazaba fuerte, intentando calmarla. –No puedo…¿por qué? ¿por qué ella no me quiere?- Él sintió un dolor punzante desgarrarle el pecho.

-Ella no te merece.- Sostuvo su barbilla con una mano, guiando su cara hacia la de él. Sus ojos estaban hinchados y su mirada fija en algo que había a su izquierda.

-Mírame-le dijo suavemente hasta que ella le miró.- No la necesitas, Rachel. Nunca la has necesitado.

-Sólo quiero conocerla. Quiero que me conozca.-suspiró, apoyando de nuevo la cabeza contra su pecho.-Aunque quizás es lo mejor. Quizás si me conociera no le gustaría. Quizás…

-Quizás es una zorra.- dijo él como si nada. Rachel le miró, sorprendida.

-¡Finn! ¡Acabas de llamar zorra a mi madre!

-¿Me equivoco?- y Finn ve cómo sus labios se extienden lentamente en una sonrisa.

-Probablemente no.

-Dilo.

-¿El qué?

-¡Shelby Corcoran es una zorra!

-¡No puedo decir eso!-le contestó. Los dos se habían levantado y Rachel le miraba horrorizada.

-Dilo, Rachel. Shelby Corcoran es una jodida zorra. Vamos, sabes que quieres hacerlo-ella agitó su cabeza, negándose, pero sonreía. Era raro ver cómo él le pedía que insultara a la mujer que le había dado a luz. Pero Finn creía que llamar zorra a Shelby no era nada comparado a cómo ella había tratado a Rachel, rechazándola una y otra vez.

-Recurrir a la violencia verbal parea degradar a alguien no es una forma sana de expresar las emociones- replicó Rachel.

Yyyyyy…ha vuelto! Rachel ha vuelto!-piensa Finn, sonriendo.

-Claro que lo es. Shelby Corcoran es una jodida zorra. Acabo de expresar mis emociones sin ningún problema- Rachel se reía.-Por favor, Rachel, ¿por mí?

-Shelby…¡no puedo!

-¡Sí, sí que puedes! ¡Raaa-chel! ¡Raaaaa-chel! ¡Raaaa-chel!- la animó él alzando los puños y gritando su nombre a pleno pulmón.

-¡Shelbycorocoranesunazorra!

-¿Qué?

-¡Ya me has oído!

-No, no te he oído.-Rachel pegó una patada contra el suelo. Se levantó del sofá, sus ojos llameaban.

-Shelby. Corcoran. Es. Una. Zorra.- susurró suavemente, mirándolo seriamente a los ojos.

-Más alto.

-Shelby Corcoran es una zorra.

-¿Me tomas el pelo? ¿Eso es con todas tus fuerzas? ¡Vamos, Rachel!

-¡Shelby Corcoran es una zorra!-gritó.

-¡Una vez más, con ganas!

-¡SHELBY CORCORAN ES UNA JODIDA ZORRA!- su cara estaba roja y sus ojos cerrados fuertemente mientras gritaba a pleno pulmón.

Finn se preguntó qué haría ella si la atrajera hacia él y la besara como si no hubiera mañana. Prefirió optar por cogerla en brazos y dar vueltas y más vueltas, apenas sin fijarse en la mesa del café que había allí en medio.

-¡Esa es mi chica!- rieron los dos mientras se sentía ridículamente felices y sin saber por qué.

-¡Ha sido increíble!- dijo ella una vez que él la dejó de nuevo en el suelo.

-Tú eres increíble-dijo Finn sin importarle que fuera la cosa más cursi y ñoña que había soltado por la boca. A juzgar por su mirada, a Rachel tampoco pareció importarle.

Se sentaron de nuevo en el sofá a mirar la tele en silencio. Cinco minutos después la oyó sollozar. La abrazó fuerte y le besó la frente, mientras sus manos dibujaban lentos y suaves círculos en su espalda.

El lunes, en el colegio, Kurt les contó que la madre de Llovizna era Shelby Corcoran. Finn sintió cómo Rachel se tensaba y agarró fuerte su se dio cuenta del terrible e insensible error que había cometido contándoles aquello y Finn contuvo las ganas de seguir insultando a aquella mujer que no había tenido reparos en adoptar al bebé sin ni siquiera tener una relación con su hija de verdad.