Aquí tienen otra historia mía, hecha con mucho esfuerzo y cariño para ustedes. Espero que les guste y vayan dejando reviews. Esta es muy nueva, por lo que me encantará escuchar sus comentarios y sugerencias.

Mientras vuelvo a publicar, pueden leer mis otras historias, mis dos one-shots, mi saga y la historia gemela de este fic "Yo soy la espía", digo gemelas porque ambas están en proceso y nacieron más o menos al mismo tiempo.

Sobre Malfoy y mi repentino deseo de escribir sobre él, se resume en una palabra que seguramente mis amigas Chio y Fer conocerán ampliamente, ya que ellas fueron quienes dieron con el término: sexoso jaja. Espero poder contagiarles esto, y que verdaderamente disfruten esta historia.

Granger, tenemos un problema

Capítulo I: Astrología china y un hurón

Cada año escolar empezaba siempre igual, el dos de septiembre por la mañana, después de haber disfrutado un majestuoso banquete por la noche, los alumnos de Hogwarts recibían sus horarios para poder encaminarse a sus respectivas clases. Pero este era un año especial. Este año era el último en su carrera, el más importante de todos. Este año tendría que llevar sólo las asignaturas que la especializaran para poder trabajar en la defensa de la ley mágica.

Hermione Granger tenía una meta: al finalizar aquel año, debía de conseguir un puesto en el Departamento de Aplicación de la Ley Mágica. No había segundas opciones, esa era la meta y punto. Después de todo, era una alumna con la capacidad suficiente para sacar sobresaliente en todos sus EXTASIS.

Acababa de terminar sus waffles cuando se acercó la Profesora McGongall a darle su nuevo horario.

-Aquí tienes tu horario Granger.

-Gracias profesora –dijo al recibirlo. Lo observó tranquilamente, parecía bastante cómodo, había muchos descansos, que seguramente utilizaría para estudiar o hacer tareas. Tenía Defensa Contra las Artes Oscuras, Encantamientos, Transformaciones, Runas Antiguas, Adivinación e Historia de la Magia… un momento ¿adivinación? ¡tenía que haber algún error! -¡Profesora, mi horario tiene un error!

-Eso es imposible, señorita Granger, yo misma los revisé anoche –contestó la profesora sin mirarla.

-Pero aquí dice que debo de tomar adivinación –respondió ella con la garganta algo irritada por la presión.

-Así es, es una de las materias que requieres para tu carrera –contestó la profesora con paciencia.

-¡Pero yo voy a estudiar defensa de leyes mágicas! -exclamó Hermione esperando que la jefa de su casa recapacitara.

-Y necesitas llevar adivinación. En esa carrera debes de prever, debes de ser capaz de encontrar la solución a problemas que parece que no la tienen, y para eso necesitas de la adivinación. Así como de los encantamientos reveladores, reversión de transformaciones, conocimientos de leyes actuales y antiguas y las razones por las que han sido modificadas, y la defensa contra hechizos mortales ya que obviamente en esa área tendrás muchos enemigos.

Hermione se quedó con la boca abierta. En toda su historia en el colegio, la única materia que había admitido odiar era precisamente Adivinación, la profesora Trelawney la sacaba de quicio.

-Pe-pero adivinación… ¿de qué me puede servir una bola de cristal o una tasa de té? Debo de averiguar, no de adivinar.

-Así es señorita Granger, pero me temo que el programa de su carrera así lo exige y no se puede hacer nada.

Sin decir más, la profesora se alejó con paso decidido hacia un grupo de alumnos de primero para entregarles sus horarios. Hermione se quedó en medio del pasillo entre las mesas de Gryffindor y Ravenclaw, furiosa, haciendo una lista mental de mil y un insultos para el creador de ese estúpido e inútil programa. Adivinación ¡bah! ¡Como si ella necesitara de algo tan absurdo como eso para resolver un caso!

Aún refunfuñando, tomó su bolsa bruscamente y se levantó de la mesa. Observó de nuevo su horario para ver la primera asignatura de aquella mañana. ¡Rayos! A primera hora, tocaba adivinación. Salió muy molesta del comedor, y observó de nuevo el horario. Decía "aula 4, tercer piso"… pero la profesora Trelawney nunca bajaba de su torre, y Firenze daba clases en el primer piso…

Con el ceño fruncido se dirigió dudosa al aula marcada. Cuando la encontró, la puerta ya estaba abierta, entró pero no había nadie más adentro. Sin embargo, se quedó maravillada de que era un lugar bastante amplio, y muy diferente a los otros salones donde había sido impartida aquella asignatura. No había bancas, sólo un círculo de cojines, y arriba de cada uno, se encontraba un libro grande con caligrafía china en la portada. En las paredes había pinturas de dragones y otros animales. Por todas partes podían observarse bambúes y campanas de viento.

Sin saber qué hacer, se quedó parada en la puerta, observando cada detalle del lugar.

-Buenos días, pase por favor –dijo una voz femenina detrás de ella, asustándola. Se volteó para ver a una mujer bajita y de apariencia asiática.

-Uh… buenos días ¿profesora?

La campana sonó y los pasillos comenzaron a llenarse de alumnos que iban a sus clases. Pronto el aula estuvo llena.

-Tomen asiento por favor –indicó la profesora al grupo de alumnos que miraban hacia los cojines preguntándose qué tenían que hacer- mi nombre es Mingzhu Chang y les daré la clase de adivinación con base en la astrología china.

Genial, además de ser una materia inútil y absurda, ahora estaría basada en las teorías que formulaban los chinos sobre las estrellas… ¡pero si los chinos a duras penas ven con esos ojos rasgados! ¿cómo iban a observar las estrellas? Pensó Hermione irónicamente.

-¿Alguien sabe cuáles son los doce signos del horóscopo chino? –preguntó la profesora Chang.

¿Cómo iban a saberlos? ¡Estaban en el Reino Unido, no en China!

-Si es tan amable de decírmelos, usted señor…

-Malfoy –dijo una voz arrogante a unos cojines de donde estaba Hermione. Esta se volvió hacia él sorprendida de verlo ahí. Y más sorprendida aún de que conociera los nombres de los signos de ese estúpido horóscopo. Como si esto no fuera suficiente, en su pecho lucía una insignia muy brillante que ostentaba las palabras "premio anual"- son la rata, el búfalo, el tigre, el conejo, el dragón, la serpiente, el caballo, la cabra, el mono, el gallo, el perro y el cerdo.

-Muy bien ¡diez puntos para Slytherin! –dijo contenta la profesora Chang- ahora…

-Profesora, ¿es usted pariente de Cho Chang? –preguntó Lavender Brown, la promiscua rubia estaba sentada con Parvati Patil al lado de Malfoy.

-Oh sí, Cho es mi hija –respondió la profesora sonriente. Así que además de ser adivina, es madre de una... pensó Hermione- bien, ¿quién puede decirme el nombre de los cinco elementos principales?

Esta vez la mano de Hermione no se hizo esperar para ser alzada. Y antes de que la profesora le indicara que podía hablar, comenzó a recitar, recordando la tabla periódica que le habían enseñado en la escuela muggle:

-Carbono, Oxígeno, Hidrógeno, Nitrógeno y me atrevería a considerar que el quinto sería el Fósforo o el Potasio.

-No tengo idea de qué es lo que acaba de decir, pero está equivocada, señorita…

-Granger –respondió Hermione muy roja.

-Bien ¿quién más me puede decir los cinco elementos?

-Agua, fuego, madera, metal y tierra –respondió de nuevo Malfoy.

Después de escuchar otras cinco veces los puntos otorgados a Slytherin, y de que la profesora Chang les encargara todo un ensayo sobre la personalidad de las personas nacidas bajo el signo de la rata, la clase por fin terminó, dejando a una Hermione furiosa por no haber podido responder correctamente una sola de las preguntas. Esa clase únicamente le había servido para una cosa: estar segura de que no le serviría para nada.

-¿Cómo te fue en adivinación? –preguntaron Harry y Ron cuando se les unió en la clase de Encantamientos.

-Fue lo peor –contestó Hermione arrojando violentamente su bolsa en el suelo- veremos astrología china con tu exsuegra, Harry, la mamá de Cho, sí esa zorra tiene madre –añadió al ver en su rostro una expresión de sorpresa- y para colmo, resulta que Malfoy sabe más de adivinación que la misma profesora.

-¿Malfoy toma adivinación? –preguntó Ron sorprendido.

-Así es –respondió Hermione sacando sus cosas de la bolsa, pues al parecer, una de sus botellitas de tinta se había quebrado cuando la aventó- y vaya que es un fastidio. Ganó más de cincuenta puntos hoy.

-¿Ya viste que lo nombraron Premio Anual? –preguntó Harry preocupado.

-Sí –contestó Hermione molesta- este es el Apocalipsis de Hogwarts. ¿Cómo pueden darle tanto poder al hijo de un mortífago?

-¿Y viste quién es su compañera? –preguntó Ron.

-No, ¿quién es?

-Hannah Abbott, ¿y ya supiste lo que le sucedió esta mañana?

-No, Ron ¡déjate de rodeos y cuéntame todo completo!

-Bien, pues recibió una lechuza de sus abuelos, diciéndole que los mortífagos habían atacado a su padre esta noche. Así que se ha dado de baja definitiva del Colegio.

-¡No puede ser! –exclamó Hermione levándose las manos a la boca- el año pasado su madre y ahora esto…

-Y eso no es todo, sus amigos dicen que en su familia sospechan del círculo de los Malfoy.

Alguien tocó la puerta del aula, inmediatamente asomó la cabeza de la directora McGonagall.

-Profesor Flitwick ¿me permitiría a Granger un momento?

-Claro que sí –contestó el pequeño profesor.

Hermione se levantó de su silla, mientras el profesor continuaba con la clase.

-¿En qué puedo servirle, profesora? –preguntó en cuanto salió del aula.

-Verá, señorita Granger, seguramente estará ya enterada que nuestra Premio Anual se ha dado de baja –dijo la profesora muy preocupada.

-Oh, sí, me estaban comentando –contestó Hermione guardando sus manos en los bolsillos de la túnica para que McGonagall no viera que estaban manchadas de tinta, sin saber lo que quería decir la profesora.

-Entonces entenderá que la situación es muy delicada. Y que necesitamos un reemplazo urgente para la señorita Abbott –oh no, rogó Hermione, que no diga lo que estoy pensando- quiero pedirle a usted, que asuma el puesto de Premio Anual.

-Pero profesora, yo no… -comenzó a balbucear Hermione.

-Señorita Granger, es usted o Pansy Parkinson, y sinceramente no considero buena idea tener a dos Slytherins tan… desequilibrados, como vigilantes del orden escolar. Usted como prefecta sabe que eso sería terrible.

-Sí, lo sé, profesora, pero sinceramente el puesto de Premio Anual es una responsabil…

-Y nadie mejor que tú para ello, ya que eres la alumna más responsable del Colegio.

-Pero profesora…

-Señorita Granger, cuento con usted, tome esto –dijo poniéndole la insignia de Premio Anual- felicidades. La veré después de clase en mi despacho para mostrarle el camino a su nueva sala común.

-¿Sala común? –preguntó Hermione incrédula.

-Claro, Granger, los Premios Anuales tienen otra sala común para poder concentrarse en sus obligaciones lejos del bullicio de la escuela. Si tiene algún problema con algún alumno, llévelo conmigo, ya después le daré instrucciones. Ahora por favor, vaya a su clase.

Sin poder decir más, entró de nuevo a la clase de encantamientos. Aquello de ser Premio Anual y encima tener que vivir con Malfoy en la sala común, parecía escalofriante. Y más sabiendo que el padre de Hannah había sido atacado por la familia de Malfoy.

¿Y qué había con su privacidad? No podía estar tanto tiempo cerca de Malfoy si este se pasaba el día recordándole con expresiones bastante vulgares que era hija de muggles. Tenía que ir con McGonagall y convencerla de que no podía ser Premio Anual, ya que deseaba concentrarse en sus estudios y no en hechizar al Slytherin para que se le enrollara la lengua.

La simple voz de Malfoy, lograba sacarla de quicio, su tono, su forma de caminar, sus ademanes… no, simplemente no podía tener tal grado de convivencia con esa cosa llamada Malfoy.

-¿Premio Anual? –preguntó Ron- ¿sabes el peligro al que te expones con eso?

-No es mi decisión, Ron –explicó pacientemente Hermione limpiando con su varita la bolsa llena de tinta- es una imposición de McGonagall.

El resto de la mañana, lo pasó deseando poder tomar la capa invisible de Harry y así asistir a clases. Todo el mundo murmuraba sobre su repentino nombramiento como Premio Anual, y muchas chicas, la mayoría Slytherins, la miraban con envidia pues podría estar encerrada en una sala común con Draco Malfoy a solas durante todo un año.

Lo peor fue a la hora del descanso, en la que, ni refugiada en la biblioteca, logró librarse de ser el centro de atención.

Cuando terminó la última clase, Defensa Contra las Artes Oscuras, se dirigió a la oficina de McGonagall. Estaba decidida a renunciar al puesto, no importaba si lo asumía el Calamar Gigante en su lugar.

Llegó a la gárgola, pronunció la contraseña "los fantasmas van a ganar" (sí, la Profesora McGongall era una gran fanática del hockey) y entró. La oficina estaba exactamente igual que cuando Dumbledore había sido director, sólo que esta vez, se sumaba el retrato de éste a la decoración.

-Profesora… -comenzó Hermione con determinación, pero McGonagall la interrumpió diciendo:

-Oh sí, olvidé mencionarte que todos los alumnos que obtienen el Premio Anual tienen pase directo al Ministerio, de manera que ya no es necesario obtener créditos extra.

-¿Qué? –preguntó petrificada.

-¿Está usted sorda, señorita Granger? Le estoy diciendo que…

-No, escuché perfectamente, es sólo que… no lo puedo creer –y así era. Incluso olvidó que había ido a ese despacho para renunciar al puesto. Pero, si ya tenía pase automático… ¿entonces qué problema había con ser premio anual?

Su reunión con la profesora terminó varias horas después, una vez que hubieran hablado de castigos, salidas a Hogsmeade, fiestas en las casas, la organización de los partidos de quidditch, etc…

El problema fue cuando se despedian y Hermione cayó en la cuenta del terrible lado oscuro de ser Premio Anual… vivir con Malfoy.

La profesora le indicó el camino hacia su sala común, en una torre cercana a Gryffindor, donde había una enorme armadura que le preguntaba la contraseña "la perfección es el único ejemplo" (¡vaya contraseñas!) e inmediatamente había una puerta oculta detrás de él. Al entrar ahí, se sorprendió al ver que parecía más un pequeño departamento que una sala común. Tenían una cocina, dos baños, una escalera que llevaba hacia las dos habitaciones y una coqueta sala con algunos sillones y dos escritorios, y claro, un librero lleno de títulos que Hermione ansiaba por leer.

-Granger, sé que usted es una persona seria y responsable, pero es mi deber advertirle que el acceso a las habitaciones está estrictamente restringido, esto quiere decir que sólo puede entrar a su propia habitación nada más –dijo la profesora McGonagall con expresión seria.

-No se preocupe por eso, profesora –dijo Hermione- ni nuestros ojos harán contacto.

-Muy bien, su habitación es la de la derecha, hasta mañana, señorita Granger –dijo, y salió de la sala común.

Hermione subió a su habitación. Las paredes estaban tapizadas de blanco, con detalles en rojo y dorado, los colores de Gryffindor, su cama, tenía una cabecera con un imponente león, y el edredón era dorado. Sus cosas ya estaban ahí, perfectamente acomodadas. Entró al vestidor, era bastante amplio, no lo llenaría con sus túnicas del Colegio.

Decidió cambiarse, pues el uniforme le resultaba muy incómodo. Así que como ya era tarde decidió ponerse su bata para dormir y recogerse el cabello. Su bata era rosa, sin mangas y le llegaba por arriba de la rodilla. Pero después de todo, sólo iba a sentarse en su cama a estudiar un poco, y después se dormiría.

Estudió de nuevo su lección de encantamientos y de defensa contra las artes oscuras, leyó por tercera vez en el mes el libro de historia de la magia, y comenzó a practicar los hechizos más avanzados de transformaciones, pero algo dentro de su estómago rugía y se retorcía pidiéndole algo de comer.

Así que salió de su habitación y se dirigió a la cocina para prepararse algo rápidamente.

Estaba buscando dónde guardaban la mayonesa para hacerse un sándwich, cuando escuchó una voz más que conocida, odiada, diciéndole:

-No sabía que habías obtenido este puesto para coquetearme con ese tipo de atuendos, Granger.

Hermione se volteó sobresaltada a verlo. Estaba parado en la puerta de la cocina, recargado en el marco con una sonrisa de idiota, y con la mayonesa en las manos. Y entonces recordó que sólo llevaba su pequeña bata para dormir, y se sonrojó.

-Dame la mayonesa, Malfoy –ordenó, tratando de parecer serena ante la situación.

-Está bien, Granger, pero sólo porque jamás te había visto con un algo tan… favorecedor.

Hermione preparó rápido un sándwich y se fue a cenar a su habitación, completamente avergonzada de lo que había sucedido.

Continuó estudiando, esta vez, Runas antiguas, hasta que el sueño la venció y cayó dormida profundamente en su confortable cama.

A la mañana siguiente, se levantó aún recordando los eventos de la noche anterior. Tomó su ropa y su toalla, y se dirigió al baño dispuesta a tomar un delicioso baño antes de ver al idiota que dormía en el cuarto de al lado. Tratando de no hacer ruido, salió lentamente de su cuarto. Al lado derecho estaba la puerta para el dormitorio de Malfoy, y a la derecha de ésta, la puerta hacia el baño de él. Se dirigió a su izquierda, donde estaba su baño. Abrió la puerta sin emitir ningún sonido y lo que vio le sacó el grito más fuerte y agudo de su vida.

-¿Tan temprano ya estás otra vez tratando de conquistarme? –preguntó la desagradable voz del maldito rubio descerebrado que estaba en la tina- está bien usar esa bata, pero esto de acecharme mientras tomo un baño está pasando de los limites.

-Perdón –fue lo único que atinó a decir Hermione antes de salir del baño completamente apenada y enfurecida. Pero ¡no estaba nada mal! Sacudió la cabeza. No era eso lo que debía de pensar ahora. Malfoy estaba en SU baño, en SU tina.

-Ya puedes entrar –dijo Malfoy saliendo del baño con una toalla verde esmeralda en la cintura.

-¿Se puede saber por qué estabas en MI baño? –gritó Hermione al verlo salir.

-Este baño es mejor que el mío, la tina es más amplia y tiene más grifos –explicó Malfoy tranquilamente mientras ella se enrojecía de rabia.

Tratando de no verlo, Hermione entró al baño furiosa y, sin decir más, cerró la puerta completamente avergonzada por lo que acababa de ver. Malfoy… tomando un baño en la tina…

¿Tenía que aguantar esto, todos los días, para poder entrar a trabajar al Ministerio? Suspiró, iba a ser un año escolar muy largo.

-¿Qué tal la vida en la torre de los Premios Anuales? –pregunto Ron en la clase de transformaciones, mientras trataba de transformar un zapato viejo en un florero.

-Él es el demonio vivo –dijo Hermione trazando un movimiento con la varita. Inmediatamente apareció un florero de porcelana. Les contó todo lo que le había sucedido, omitiendo los detalles de cómo era su bata para dormir.

-Y no ha parado de verte desde que entraste al salón –dijo Harry riéndose al ver que Hermione volteaba a donde estaba sentado Malfoy, junto con Pansy Parkinson. Parecían muy entretenidos, pues frecuentemente, se escuchaba la risa tonta de Pansy.

-Ojalá este año termine rápido, o me corran del cargo… porque pasar tanto tiempo con Malfoy hará que me enferme –declaró Hermione tomando otro zapato para transformar.


Bien, aquí termina el primer capítulo, díganme qué les parece, pero no sean muy duros, es sólo el primer capítulo. Sé que es muy repetitivo esto de que Draco y Hermione siempre sean Premios Anuales, pero me parece que ya es un patrón en el DHr que es muy intrigante. Y no me maten, no me sé los elementos de la tabla periódica, a pesar de haberlos estudiado tantos años, estaba haciendo fan fiction en el cuaderno cuando los explicaron en la secundaria P.

Espero sus reviews )