Advertencia: El fic contendrá en capítulos mas adelante, material explícito, o sea, lemmon. xD pero yo lo especificaré. No será muy largo, a lo mucho cuatro capítulos de los cuales, tengo tres que iré subiendo cada semana. La pareja principal es el Sasuke x Naruto, pero se ve también el Itachi x Sai -un poco-, a petición de una amiga linda a quien le cumplo el capricho.
¤†¤ Pεcαмîиöŝα Tзитαcïóи ¤†¤
— ¿Qué se le ofrece el día de hoy Sr. Uchiha? – preguntó apenas el moreno de ojos negros estaba cerca de él, había prácticamente murmurado la pregunta debido al lugar en el que se hallaban.
— Me ofende su pregunta, padre. – mencionó algo serio. – Como todos aquí, vengo para tranquilizar mi alma y estar un rato con dios. – mencionó burlándose de manera obvia de las personas que calladas y cabizbajas oraban a dios, ya sea por ellos mismos o para la salud de algún pariente, quizá alguno para agradecer.
— No lo dudo Sr. Uchiha, solo que nunca le he visto orar. – aclaró.
Sasuke Uchiha era un hombre que a sus veintiocho años trabajaba a diario en la empresa familiar, como cualquier persona. Por lo general su atuendo siempre era bastante formal, llevando unos muy bien lustrados zapatos, pantalón de vestir del mismo color que el calzado y camisas bien planchadas, faltándole únicamente la corbata y el saco para completar todo un cuadro de formalismo al vestir. Ese día llevaba una camisa guinda que lograba resaltar su pálido color de piel, la demás parte de su atuendo era negra como solía llevarla generalmente.
— Seguro porque no soy tan obvio. O talvez mi presencia le distraiga de cierta forma y no se de cuenta. – arrastraba las palabras pretendiendo desviar el sentido de éstas.
— Le aseguro que presto mi atención en cosas de importancia, Sr. Uchiha, y si me permite… debo ocuparme de ellas ahora. – un movimiento de cabeza fue suficiente por parte del rubio, quien con la última disculpa siguió su camino hasta perderse tras el altar, de camino a la sacristía.
Los ojos negros no perdieron de vista al otro, quien vestía un traje negro, con una especie de cuello alto que mostraba un cuadro blanco al frente. Todo aquel atuendo haciendo juego con los brillantes ojos azules del rubio, quien llamaba la atención de hombres y mujeres al por mayor. ¿Y porque no?. Era joven, de veinticinco años, piel dorada, cabellera rubia y ojos de un azul intenso que contrastaba perfectamente con su piel y cabello. Sin contar el buen humor que tenía y lo excelente amigo que podía llegar a ser si se le trataba, todo un conjunto que a ojos del Uchiha era un regalo divino.
Sasuke sonrió de lado ante la respuesta obtenida por el sacerdote de esa iglesia, siempre solía ser igual, desde una ocasión en donde por pura casualidad había pasado, y el decir pura casualidad era literalmente, porque él, para ser honesto, ni siquiera creía en alguna religión. Pero un muy buen día, llevaba prisa para llegar a su trabajo, el cual queda relativamente cerca de ahí, aunque claro, esto si se viene en automóvil, porque de otro modo, la distancia es bastante. Ese día tenía una junta muy importante y por razones casi increíbles iba tarde, cosa que siendo modesto, jamás le había ocurrido con anterioridad.
— ◊ — Flash Back — ◊ —
Justo ese día no pintaba para ser muy agradable, puso sus ojos tal cual demonio sobre el reloj despertador que estaba apagado, ni siquiera había sonado, gruño molesto y se puso de pie casi en un salto, caminando a prisa al baño para ducharse, cambiarse e irse a su trabajo, puesto que el poco tiempo que le quedaba no sería suficiente como para desayunar, al diablo con el desayuno, su estómago seguro podía esperar, su virtuosa puntualidad no.
Salió apenas en una diminuta toalla envolviendo su cintura, sacó el atuendo que ya tenía preparado para llevar esa mañana y retirando la toalla, la pasó por su cuerpo secando el exceso de agua que aún le corría por la piel, se puso un bóxer negro de licra y rápido se vistió.
Tomó su maletín, revisando que todos los papeles que ocuparía para la presentación fueran dentro de éste, nada podía fallar hoy, ya que esta junta definiría su actual situación dentro de la empresa, odiaba que todos en la familia pensaran que era tan solo un hombre con mente de chiquillo malcriado, a quien sus padres le habían dado todo a manos llenas sin él hacer esfuerzo alguno. No negaba haber obtenido beneficios por nacer bajo el apellido Uchiha, pero eso no significaba que fuese lo que los demás pensaban, y justo lo iba a demostrar.
Quitó la alarma a su auto y subió, dejó su maletín en el asiento del copiloto y se dispuso a partir no sin antes echarle un ojo al caro reloj que sobre su mano derecha llevaba puesto. Justo le quedaban treinta minutos para llegar a su trabajo, con suerte y llegaría bien.
Sacó de la cochera el ya mencionado transporte y se dio cuenta que el cielo estaba casi negro, poco faltaba para que una torrencial lluvia bañase la ciudad completa, bufó molesto cuando a mitad de su camino, el ya obvio suceso, ocurrió. Aunque apenas había comenzado a lloviznar, eran leves y esparcidas gotas las que le llenaban el parabrisas obligándole a prender los encargados de limpiarlo para poder manejar.
Tocó las bolsas de su pantalón como buscando algo, abrió sus orbes negras de más, al notar que algo faltaba, giró su vista al asiento junto al suyo, abriendo el maletín mientras intercalaba su vista del camino hacia su búsqueda dentro del mencionado objeto. Maldijo mentalmente cuando se dio cuenta que en efectivo, tal y como pensó, su teléfono móvil no estaba, seguro por las prisas se le había quedado en la mesa junto a su cama.
Un gran día, sí, seguro ese sería un excelente día. Pensó para sí
No le dio importancia y siguió su camino acelerando aún más para llegar con algo de ventaja, llevaba buena velocidad y para su fortuna, la vía por la que salía casi directo a su trabajo no era de las más transitadas, de hecho estaba desértica generalmente, ni siquiera había casas. Pero el pensar en la palabra fortuna no significaba que fuera buena, ya que de pronto salió un perro que parecía de meses de edad a mitad de la calle, obligándole a frenar haciendo patinar las llantas traseras y barrerse por lo húmedo del pavimento, aunque no fue suficiente ya que tuvo que torcer el volante para no matar al pobre animal, que por el estruendoso ruido se hizo bolita en media calle.
Bajó para asegurarse que no hubiera lastimado al que parecía tan solo un cachorro, ya que aunque fuera aparentemente rudo y sin sentimientos como le decían algunos, no le gustaba lastimar a un ser indefenso como un canino, pero grande fue su molestia al darse cuenta que por el movimiento una llanta cayó en un bache, dejándole como regalo la misma pero, sin aire.
Pateó con uno de sus bien lustrados zapatos la llanta, únicamente logrando que el calzado se le ensuciara con lodo.
— Genial, mil veces genial. – renegó conteniendo la enorme furia que amenazaba con explotar en su interior si no hacía algo para calmarse.
Olvidando su descuido buscó en el interior de sus bolsillos y recordó en ese momento que para completar el hermoso cuadro, su celular estaba en casa. Respiró profundo y miró a su alrededor, para empezar no había ni una maldita casa, no había nada en varios metros, mucho menos un teléfono público, y aunque lo hubiese, no solían aceptar billetes.
— A buena hora se te olvida el estúpido celular. – se dijo auto regañándose por el hecho. Volvió a respirar con profundidad. Metió las manos dentro de su pantalón y sintió la que parecía ser una fuerte brisa, pero en realidad era una ligera llovizna.
Tomó las llaves de su auto y lo cerró, dejó bajo el asiento su maletín para que no fuera a ser una tentación para cualquier ladrón, más de la que ya era en sí el caro auto en el que viajaba. Guardó bien las llaves, no fuera a ser que con la buena suerte que hoy le acompañaba, también se quedara sin transporte.
Miró su reloj de mano y notó que faltaban quince minutos para la hora, así que, encogió los hombros cubriendo su cuello un poco al levantar el de la camisa, metió sus manos a los bolsillos del pantalón negro que llevaba e inició su caminata.
A lo lejos podía identificar lo que era una iglesia, seguro ahí podrían prestarle un teléfono para poder comunicarse. Tras dar varios pasos, avanzó quizá un par de metros de su auto y escuchó en ese momento el andar de alguien más, muy cerca de él, había que mencionar, eso le alertó los sentidos, pero entonces recordó al causante de tal incidente. Su vista giró hacia el piso y ahí junto a él, como si nada malo ocurriera o hubiese ocurrido, caminaba el perro, era un cachorrito de una raza que si no mal recordaba le decían bóxer, el perro era medianito, casi podía decirse que chico, se notaba que aún le faltaba mucho por crecer, talvez tuviera unos cuantos meses. Sus orejas saltaban graciosamente con cada paso y su colita había sido cortada, por lo que le dio a entender que tenía dueño, pero no contaba con un collar que indicara lo dicho. Su trompa era chata y sus ojos grandes y expresivos, de cuando en cuando subía la mirada y movía el pequeño rabito para hacerle notar su empatía.
— Ni siquiera te diste cuenta del daño que me causaste, ¿Verdad? – preguntó sonriendo al animalito, que al sentir atención por parte del hombre se paró en sus patas traseras, recargándose con sus patas delanteras en la pierna del Uchiha, quien gritó espantándolo al ver las pequeñas pero muy notorias huellas con lodo del perro, que hacían gala de todo su esplendor en el costado cerca de su rodilla. — Lo que me faltaba. Al menos no intentaste orinar en mí. – trató de verle el lado positivo, haciendo referencia al tan conocido dicho, cuando las cosas no van bien.
En cierto modo, estaba furioso, sus zapatos sucios, su pantalón con huellas de perro, él tenía frío y solo faltaba que comenzara a llover con mas fuerza, el viento se hacía más fuerte y para colmo, estaba seguro que ya no iba a poder llegar a su trabajo, ni tarde y mucho menos a tiempo.
— Justo tenía que sucederme todo el día de hoy. – se dijo ya de forma cansina, había pasado por todas las etapas de los fuertes corajes. Primero por la ira, después la decepción, intentó bromear hasta con el animalito que aún le seguía el paso, y finalmente había terminado un poco triste, mezclado con coraje.
Pateó una pequeña roca en su camino, cual niño pequeño, sintiendo en ese momento sobre sus hombros como el destino se desquitaba con él.
El agua le golpeaba con fuerza, mojándole completamente, desde la cabeza a los pies, su cuerpo se estremecía sintiendo el rudo y sobre todo frío viento chocando contra su pecho, que casi podría decirse estaba al descubierto al no llevar saco, solo la camisa que ya se había pegado a su cuerpo.
Cuando por enésima vez tirito de frío, recordó entonces y miró al perrito a su costado, quien parecía también sufrir las inclemencias del clima, ya resignado a no llegar a su destino ese día, tomó al cachorro entre sus brazos, acurrucándolo para evitarle aunque fuese un poco de frío, ya que ambos estaban mojados y sintiendo el viento golpearles el cuerpo.
Al fin de varios minutos, llegó a la puerta de la iglesia, la cual se hallaba sola, pero para su fortuna, abierta.
— O no son muy religiosos, o el clima les afecta. – se dijo en voz baja, la cual no fue lo suficiente para que el padre de ese lugar no escuchara.
— Generalmente vienen cuando las campanas llaman a misa, aunque no puede culpar la falta de gente cuando el clima fuera es pésimo. – aclaró acercándose hasta el hombre que desde que le vio, no apartó la mirada de su atuendo.
El recién llegado clavó sus profundos orbes negros en los azules que le miraron desde lejos.
—Y a veo. – fue la escueta manera de contestar.
— Permítame ayudarle señor… -
— Uchiha. Sasuke. – agregó recibiendo una pequeña inclinación como saludo por parte del otro.
— Yo soy el sacerdote de esta iglesia. – afirmó lo ya obvio. – Permítame ayudarle, sígame por favor. – se portó amable, mientras con una seña de su mano le indicaba para donde caminar.
Sasuke no perdía de vista como el hombre que caminaba frente a él, movía graciosamente sus caderas, no era algo que le hiciera ver mal, ni mucho menos exagerado, pero al observarle con detenimiento, le hacía ver, peculiar.
— ¿Qué fue lo que le pasó Sr. Uchiha? – mientras preguntaba, habían entrado a lo que parecía ser un enorme cuarto largo con varias camas vacías y muy bien arregladas. Dejó vagar su vista por el lugar, ignorando la toalla que se le ofrecía con amabilidad. — ¿Señor? - llamó por segunda vez la atención del hombre.
— Oh si, disculpe padre. – la forma en que le había llamado fue arrastrada de un modo poco convencional, que al rubio le hizo sonreír.
Sasuke tomó la toalla con una mano, deteniendo al cachorrito en la otra, sin pensarlo dos veces llevó dicho trapo a la cara del animal, retirándole el exceso de agua y envolviéndole después con esta misma para que fungiera como cobija en aquel pequeño ser.
— ¿Y… cual es su nombre padre? – cuestionó frotando al animal con la toalla, ante la atenta, y sorprendida mirada del aludido.
— Naruto. Por cierto, pensaba darle algo para que también secara al cachorro, no era necesario usar esa… - apenas y apuntó la toalla y el otro solo sonrió de lado.
— No se preocupe, solo necesito que me preste su teléfono. ¿Tendrá? – indagó dudando del hecho.
El rubio tan solo asintió y le pidió al hombre una vez más que le acompañara. Caminando relativamente poco y entrando a lo que parecía ser una oficina. Un pequeño y modesto escritorio se dejaba ver en cuanto entrabas, un par de papeles sobre éste, un portarretratos, una figura religiosa que parecía de cristal y un teléfono en la esquina.
Naruto tan solo indicó el aparato y miró como Sasuke comenzaba a marcar, saliendo inmediatamente de la habitación para darle privacidad a aquel hombre con su llamada. Momento que Sasuke aprovechó para echarle una mirada mas escrutadora al lugar, observando un librero repleto, parecía que no cabía ni un solo libro más, en la pared junto a la puerta una cruz, y tras el escritorio una ventana de buena proporción, si contamos el poco espacio que había en el pequeño lugar.
— ¿Itachi? –preguntó sorprendido al notar la voz masculina que le contestó del otro lado de la línea. — ¿Qué rayos haces contestando el teléfono?. ¿Dónde está Ino?, Ella debería hacer eso que para algo se le paga un sueldo. – renegó antes de que el mencionado pudiera decir si quiera una sola palabra.
— Ella está aquí, nos quedamos esperando en la sala de juntas, no has llegado y ya han pasado diez minutos de la hora que acordamos, aseguraste tener una buena propuesta. Y como no es propio de ti llegar ni un minuto después. – hizo una larga pausa en la que Sasuke apretó un poco contra su pecho al canino que aún permanecía envuelto en la toalla, el animal lloró ante la fuerza aplicada y fue que el moreno se dio cuenta del daño que le hacía, pero no había sido esa su intención, no, al contrario, se dejó llevar por la molestia que le causaba escuchar la voz de su hermano, la burla que llevaban cada una de sus palabras, y sintió la ira apoderarse de él tan solo de imaginar una enorme sonrisa triunfal en los labios de ese a quien siempre tuvo como su mayor rival en vez de su hermano. – Imaginé que esta llamada sería tuya. – culminó luego de varios segundos que eternos habían parecido. — Y no me equivoqué…
— Pásame a Ino. – exigió no queriendo darle una sola explicación a su hermano Itachi, mucho menos iba a decirle ni la mitad de todo lo que le había ocurrido ese día, o tendría material para molestarle de por vida… aunque con solo estar vivo ya era material suficiente para Itachi.
— ¿Te sucedió algo querido hermanito? – pero no hubo respuesta luego de que Sasuke cortara la comunicación.
A buena hora Sasuke Uchiha se venía dando cuenta que no tenía amigos, ni siquiera conocidos que le pudieran hacer el favor de hablar a una grúa para llevarse su auto, o en el mejor de los casos llevarle a él a su casa para desde ahí arreglar todo, y contar con los recursos suficientes ya que no solía cargar con demasiado efectivo en su billetera, la cual, seguramente debería estar empapada como él. Así que tomar un taxi no parecía buena opción, menos si contamos con que éstos no aceptan tarjetas aún.
— ¿Le sucede algo? – preguntó Naruto viendo salir al Uchiha como un rayo de la oficina, llevaba en brazos aún al animalito y parecía, no, estaba furioso.
— Sucede todo, padre, siempre profesando que dios esto y dios para allá, la verdad ni siquiera creo que exista, o en verdad no soy su favorito porque no parece acordarse de mí en estos momentos. – reclamó mientras caminaba. A su camino se encontró con un jovencito que seguro era el que le ayudaba en aquella grande iglesia.
— Le pido de favor que no blasfeme dentro de la casa de dios. – pidió atento, siguiendo al ojinegro.
Sasuke solo giró su cuerpo y estuvo a nada de contestar alguna grosería, pero la fría y segura mirada del ojiazul le detuvo, algo le gustó en ese rostro, la seguridad que aparentaba le transmitía un sentimiento que no supo explicar.
— Necesito que me lleven a mi casa. ¿Podría ayudarme? – preguntó de manera seca y nada amable. Naruto quiso negar con la cabeza, pero no para responder, sino por la manera tan reprobatoria en que el joven hombre estaba hablando en ese lugar, además que en sí, no parecía ser muy amigable.
— Yo puedo llevarle, pero tendrá que esperar una hora, porque falta poco para la misa matutina. – apenas y dijo cuando la primer campanada resonó, dejándose escuchar en muchos metros a la redonda.
Sasuke arrugó el entrecejo y no le quedo más que aceptar.
— ◊ — End Flash Back — ◊ —
— Medio año ya. – se dijo parado una vez más al final del recinto, detrás de todas las bancas que ya estaban ocupadas por gente de todas las edades, quienes tenían su atención puesta en el joven que parecía increíble que fuese un sacerdote.
Justo cuando el sermón terminó, pasaron una pequeña charola en donde la gente depositaba limosnas para el mantenimiento y la mejora de dicho recinto, Sasuke miró que la niña que traía la pequeña charola se acercaba a él, por lo que sacó su cartera y tomando un par de billetes de la más alta denominación que había en su moneda, los dejó sobre dicho objeto, la niña sin conocer el valor alto que significaban aquellos pedazos de papel, tan solo sonrió por amabilidad y se retiró.
Naruto terminó entonces el sermón y la gente levantándose de sus asientos comenzó a salir. Un par de personas se acercaron hasta el rubio y parecían agradecerle algo, mientras le besaban la mano, éste solo sonreía con la sinceridad y pureza dibujando sus facciones.
Tanta inocencia junta en un hombre de esa edad no era concebible para su mente, quizá ya pervertida con los años.
El rubio terminó de hablar con aquellas personas y se dirigió hasta Sasuke, quien se encontraba cruzado de brazos y con media espalda recargada en la pared junto a la puerta. Los perturbadores ojos negros no se despegaron de los azules que poco a poco se iban acercando, acortando la distancia que les separaba. Aunque Sasuke hubiera preferido que fuera todavía mayor aquella cercanía, solo se dedicó a mirar al rubio, no habló esperando a lo que el otro fuese a decir.
— No le comprendo señor Uchiha… – la manera en que se dirigía con tanto respeto hacia su persona de cierto modo le gustaba, pero claro, eso cuando imaginaba alguna de las miles cosas sucias que junto a ese rubio se le ocurrieron. Pero no era agradable cuando siempre se dirigía así para llamarle, parecía colocar un muro de hielo enorme cada que le hablaba de esa manera.
— Solo llámeme Sasuke, no soy tan viejo. – afirmó, aún refiriéndose al rubio con respeto. Que por supuesto en sus pensamientos, quedaba lejos, muy lejos.
— No es por la edad Sr. Uchiha. – contestó, dejando clara la negativa ante la petición del moreno. – Es una manera respetuosa de referirme a usted. – completó mirando fijamente los ojos negros.
Sasuke dio un paso al frente al no sentirse observado, quedando a un solo paso del rubio, quien era un poco menor de estatura. Inclinó leve su rostro y habló prudentemente a centímetros del oído ajeno.
— Entonces podría perderme el respeto. Que yo encantado se lo perdería a usted.- ante la descarada oferta que estaba claramente echa en doble sentido, Naruto dio un paso atrás ignorando el comentario. – Dígame, ¿Qué iba a decirme que no entiende? – desvió el tema, viendo el caso perdido en esa ocasión.
Tras un breve silencio en el que Naruto desvió su mirada a otra parte. Su clara voz se dejó escuchar una vez más.
— No entiendo si es demasiada su bondad, o mucha su culpa. – dijo mostrándole el par de billetes que había dejado en la charola de las limosnas. – La gente de aquí es humilde señor, y si, la iglesia ocupa dinero, pero, no abuse de su posición económica. – Naruto tomó la mano de Sasuke entre las suyas y le devolvió el dinero, cerrando él mismo el puño del Uchiha.
Acción que por supuesto Sasuke no desaprovechó. Subió su mano libre y detuvo la de Naruto invirtiendo ahora los papeles. Volvió a dar el paso que Naruto había dado para alejarles, quedando a una prudente, pero cercana distancia del rubio, mirándole fijamente a los ojos, llevó la mano del rubio hasta su pecho, a la altura de su corazón, aún manteniéndola entre sus manos.
— En verdad lo hago de corazón. –
— Por favor Sr. Uchiha, no es correcto que… -
— ¿Qué?. ¿Mi cercanía? – indagó acercando el rostro mientras cuestionaba, un movimiento apenas sutil. - ¿Mi deseo?. ¿O el suyo? – se permitió afirmar.
Naruto estuvo a punto de pegar un salto en su lugar por tan osadas palabras. Pero se tranquilizó y solo se apartó con cuidado de no ser grosero.
— Le agradezco su gesto, pero para la próxima, no sea exagerado. – dijo refiriéndose al dinero que ahora descansaba en las manos del Uchiha, quien aún las tenía sobre su pecho. — Con permiso, tengo algunas cosas que hacer. – dijo retirándose.
Naruto entró a su oficina y tan solo se dejó caer sobre la silla tras el modesto escritorio con el que contaba, en ese lugar era donde pasaba largos ratos leyendo en su tiempo libre, aunque su principal función era para hacer las cuentas, ya que personalmente se encargaba de administrar lo que se tenía y aprovechar al máximo los recursos para una mejor distribución de ellos.
— Naruto-sama – se acercó el jovencillo de unos trece años que ayudaba al rubio en el mantenimiento de la Iglesia, así como ayudaba de sacristán.
— ¿Qué pasó Sai-kun? – preguntó recibiendo al muchachito que sonreía de manera singular, entrando apenas a la oficina.
— Le buscan en la entrada, no sabía si dejarlo pasar así que preferí avisarle.- dijo cerrando sus ojos, mostrando su perenne mueca feliz.
— Haz hecho bien, ahora voy. – avisó cerrando el cuaderno que apenas segundos atrás de la llegada del chico, había tomado.
Sai corrió saliendo de la pequeña habitación, azotando sin querer la puerta, cosa por la que sabía después, el rubio le reprendería.
— Naruto-sama ya viene. – dijo el chico ladeando su rostro en un gesto que parecía no borrarse de este en ningún momento.
— "Vaya mocoso" – pensó el hombre, sin dejar de verle en ningún momento.
Asintió para hacerle saber al menor que le esperaría, así que se dirigió a la primera banca frente al enorme altar y se sentó, subió ambos brazos a cada costado, recargándolos sobre el respaldar de la banca, mientras que estiró las piernas a todo lo largo, subiendo una en la otra.
La presencia del menor aún seguía ahí, pero este, se dirigió al altar y se dedicaba a limpiar los restos de cera dejados por las numerosas velas que había, echándolos en algún recipiente y por supuesto, retirando las que ya no tenían para más tarde colocar otra en su lugar.
El mayor se le quedó viendo de una manera nada sana si se le analizaba un poco, aunque no se debía ser un genio para notarlo.
— ¿Cómo te llamas chiquillo? – preguntó elevando la voz, el chico que le había estado dando la espalda se giró para encararle y contestar educadamente como era debido.
— Sai, señor. – declaró abriendo sus ojos.
— ¿Qué edad tienes? – preguntó entrecerrando sus ojos, sin quitar la mirada del otro en un solo momento.
— Trece años. – respondió.
— Bueno, ya no eres tan pequeño, ya debes entender muchas cosas… - afirmó sonriendo de lado con una mueca poco descriptible en el rostro.
— Efectivamente Sai-kun no es tan pequeño para no entender. – secundó la voz del rubio. – Sai, déjame hablar con el señor a solas, por favor. – pidió con amabilidad, el chico con la sonrisa habitual asintió y se encaminó al interior donde no cualquiera podía estar. – Pero si es menor como para no saber lo que está bien o mal. – completó aquello que parecía ser una frase ya terminada.
— ¿Y que cosa está mal o bien? – cuestionó sin mover su postura, solo girando su cabeza para contemplar al rubio.
— En sí no hay una definición exacta, ya que meramente es un punto de vista, pero le puedo asegurar que interrogar de ese modo a un chiquillo, no se ve bien. – dijo acercándose más a la banca donde se encontraba sentado el hombre. — ¿Qué se le ofrecía Sr. Uchiha? – cuestionó conociendo por el físico tan parecido al de Sasuke, el apellido del hombre.
Al parecer esos Uchiha's no eran muy diferentes unos de otros, y no solo en lo que concierne al físico.
— Solo quería conocerle. Y ver por mis propios ojos, la causa de que mi hermano se haya vuelto religioso de repente. – se puso de pie, su postura era imponente, su apariencia elegante, y su físico cautivador, sin duda alguna el hombre era muy, muy parecido a Sasuke, pero se notaba que era mayor, además que algunos rasgos eran diferentes, pero eran mínimos, como el cabello más largo y las facciones endurecidas. Talvez por los años de diferencia.
— El Sr. Uchiha no es religioso como usted asegura. Visitar la iglesia no te vuelve creyente. – afirmó no queriendo hacer mención de la obviedad a la que se refería el mayor de los Uchiha.
— Claro, claro. – habló pareciendo ignorar las razones del rubio. – Lo que no me queda claro, es si usted, padre, le corresponde. – la cuestión salió de lo más natural, ni siquiera parecía haberla pensado antes de decirlo, Naruto por primera ocasión arrugó el entrecejo mostrando molestia en su faz.
— No comprendo a que se refiere, y si me disculpa, tengo asuntos importantes. – y una vez más, ahí estaba Naruto, escapando a la pregunta, porque eso estaba haciendo.
Se dejó caer sobre su silla, una inexplicable inquietud le apoderaba, como cuando estuvo con Sasuke, cuando le tomó la mano y se acercó, susurrándole palabras, cuestionándole tonterías. Porque no eran mas que eso, él había hecho una promesa, servir a dios, y eso implicaba el celibato.
Pensó por largo rato sobre lo sucedido, sobre la mirada inquisidora que el menor de los Uchiha siempre le dedicaba, recordó la pregunta hecha por el hermano, y temerosamente, se preguntó lo mismo.
¿Le gustaba Sasuke Uchiha?
Recargó ambos codos sobre el escritorio y acomodó entonces su barbilla sobre sus manos ya entrelazadas, miró aparentemente a la nada, dejando volar sus pensamientos lejos, trayendo a colación varias ocasiones en que el otro le miraba, en que le hablaba, insinuando cualquier cosa.
— ¿Se le perdió algo en este lugar joven? – indagó al Uchiha que estaba en la puerta donde se desplegaban todas las camas para las personas que se quedaban ahí cuando sucedía algo, ya que la iglesia fungía como albergue para los necesitados.
— Solo tenía curiosidad. – enmarcó sin despegar la mirada de todas las camas.
— ¿Sobre que? – instó a que continuara.
— Por saber que se hace en todas estas camas. – el comentario fue, a primera instancia sin doble sentido, eso Sasuke debía admitirlo, solo deseaba saber para que se ocupaban, pero cuando se dio cuenta de la extraña forma que sonaba esa pregunta una vez dicha en voz alta, quiso sonreír ante el diminuto sonrojo que mostraron las tostadas mejillas del rubio.
— Esto es una iglesia. – comenzó, Sasuke giró y estaba por preguntar si 'ese' tipo de cosas no eran permitidas cuando el ojiazul continuó. – Así que damos albergue a gente necesitada, aunque generalmente solo esta lleno cuando hay alguna catástrofe natural, y gracias a dios no ha habido una en mucho tiempo. – se limitó a contestar desviando cualquier sentido que la plática pudiera llevar con doble intención.
Naruto recargó su espalda completamente en la silla, llevó una de sus manos hasta su boca y ahí mantuvo sus dedos, demostrando una expresión pensativa. En realidad eran ya muchas las ocasiones que en ese tiempo, ya medio año si no calculaba mal, había entablado conversaciones con el moreno, incluso una ocasión ya le había invitado a salir, aunque eso no tenía mucho, quizá un par de días.
Apenas y el rubio miro que toda la gente se había ido ya, se sentó en la primera banca, miró el altar y pensaba que en verdad estaba cansado, había estado teniendo insomnio y no sabía el porqué. Llevó una de sus manos a su hombro contrario, apretando mientras giraba el cuello, dándose un masaje para relajar la parte tensa de su nuca y hombros.
Para su buena fortuna, era la misa de la noche, así que podía ir a descansar aunque fuese un rato, tratar de dormir. Cerró sus ojos recordando como hoy no se había sentido observado, y aunque buscó la mirada negra que ya solía estar en cada misa que daba, ese día no estuvo, así que podía sentirse mas tranquilo.
Pero apresuradas fueron sus conclusiones.
Sintió como le era retirada la mano del hombro y un par de manos le comenzaban a dar un masaje, estiró hacia atrás la cabeza para ver al culpable, pensando que se trataba de Sai, el niño que le ayudaba. Y grande fue su sorpresa al recibir la intensa mirada negra que no había recibido ese día, y que de alguna manera le perturbó. Se intentó poner de pie pero ejerciendo fuerza en ambos hombros, Sasuke le detuvo, se agachó hasta casi rozar el oído y habló.
— No se asuste, dios sabe que ocupa un momento de relajación, que estoy dispuesto a darle. – y luego de aquellas palabras, se irguió siguiendo con el masaje que recién inició en los hombros y nuca ajenos. Naruto cerró los ojos sintiendo en verdad como su cuerpo de alguna manera se relajaba ante aquella acción.
Pero irónicamente, también le perturbaba.
Continúa…
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"…Lo único capaz de consolar a un hombre por las estupideces que hace, es el orgullo que le proporciona hacerlas…"
.Oscar Wilde.
†††††††††††††††††††††††Listo. Eso es todo por hoy, en una semana subo el siguiente capítulo, espero les guste la idea, no se preocupen, con esta no tardo tanto porque ya casi la tengo lista.
Saludos y gracias de antemano a quien se tome la molestia de dejar un comentario al respecto.
