Disclaimer: Tsubasa y Loveless no nos pertenece, sino que pertenece a sus autores originales. Sin ánimo de lucro.

NdT: esta historia no es mía, sino que es una traducción del fanfic Wingless, de perfectworry.

Capítulo uno: Sin Destino

Fay fue el primero en despertar en el siguiente mundo. Se levantó y contempló cuanto lo rodeaba. La habitación era sencilla; había un escritorio con un extraño objeto cuadrado sobre él, una cama donde Sakura y Syaoran dormían juntos con Mokona, y un tocador. Kurogane y él mismo estaban sobre un par de futones en el suelo.

Al principio, Fay apenas pudo identificar qué era lo que estaba, de algún modo, fuera de lugar en ese mundo. Podía sentir en el aire el tenue tirón de la magia, el sentimiento localizado alrededor del tercer dedo de su mano izquierda, cosa que encontraba curiosa. Fay se echó hacia atrás y se frotó los ojos, después los volvió a abrir, intentando despejar la vista.

Sakura se dio la vuelta en su sueño, dejando de encarar a Syaoran para encararlo a él, y Fay se dio cuenta de qué era lo que se veía diferente en ella. Se preguntó no lo había visto antes, ahora que lo había entendido. Sobre su cabeza había dos pequeñas y delicadas orejas de gato, del mismo color marrón claro que su cabello, y de un ligero color rosado por dentro. Fay vio también una cola de gato a juego enroscada en su pierna. Entonces miró a Syaoran, bastante seguro de que él también habría adquirido estos apéndices adicionales, aunque éstos se parecían más a los de un perro. Rió por lo bajo, recordando su estancia en Outo, antes de centrar su atención en Kurogane.

Su risa se convirtió en una carcajada irreprimible cuando las vio; sobre la cabeza de Kurogane había dos puntiagudas orejas negras, y cuando avanzó para mirar, descubrió una cola negra con el pelo encrespado. No pudo evitar estirarla.

Kurogane se levantó de golpe y se dio la vuelta, cogiendo a Fay por sorpresa.

- Cachorro grande –se rió Fay.

- ¿De qué demonios estás hablando? –gruñó Kurogane-. Pensaba que por fin habíamos dejado esos estúpidos nombres atrás.

Fay sonrió y sacudió la cabeza, señalando hacia el espejo que había sobre ellos sin decir nada. Kurogane se levantó para mirarse, y Fay lo siguió. Se sorprendió al ver que él no había adquirido los complementos que sus compañeros tenían.

- ¿Cómo es que no las tienes? –preguntó Kurogane, mientras se estiraba las orejas de perro. Fay se encogió de hombros y alzó las manos, la auténtica imagen de la inocencia. Realmente no tenía ni idea.

El alboroto despertó a Sakura y a Syaoran, quienes se incorporaron con cara de sueño. Fay sonrió al ver que Syaoran se alejaba rápidamente de su princesa, ruborizándose.

- Buenos días –dijo Fay alegremente. Les indicó que se mirasen en el espejo. El único que tampoco había ganado cola ni orejas era Mokona.

- E… eh? –Sakura se sonrojó y se cubrió sus orejas de gato con las manos-. ¿Se me ve rara? –preguntó, paseando la mirada del espejo hacia Syaoran y hacia el espejo de nuevo. Syaoran sacudió la cabeza con fuerza, mientras cubría sus propias orejas. Sakura tomó sus manos en las suyas, de manera que ninguno de los dos pudiese ocultar su nueva apariencia.

- Opino que estás mona, Sakura-chan –Fay sonrió tranquilizadoramente.

- ¿De veras?

- Estás encantadora. Como un gatito.

Sakura le sonrió, y su corazón se derritió ligeramente.

- Bueno, pues yo creo que son estúpidas –dijo Kurogane-. Cuanto antes nos deshagamos de ellas, mejor. ¿Hay plumas en este mundo, bollo?

- ¡Mokona no es un bollo! –Mokona saltó de los cojines a la cabeza de Kurogane, donde se agarró a las nuevas orejas de perro. Kurogane intentó quitárselo de encima, pero éste se negó a soltarse.

- Mokona, ¿notas alguna pluma en este mundo? –interrumpió Fay.

Mokona paró un momento, sin soltarse de Kurogane. Sus orejas se levantaron, para después bajarse de nuevo. Realizaron una serie de movimientos que, en algunos mundos, podrían identificarse como señales de navegación.

- Es difícil de decir –admitió-. Hay mucha magia en este mundo, pero Mokona cree que hay una pluma en algún lugar.

- Vamos a buscarla, pues –dijo Kurogane secamente.

- Bien, entonces, vamos.

Fay siguió a Kurogane fuera de la habitación. Ellos dos fueron primero, seguidos por Syaoran y finalmente Sakura y Mokona, sólo por si acaso. Sin embargo, no había necesidad de preocuparse, ya que fueron saludados por una cara familiar: Sorata Arisugawa asomó la cabeza desde una de las puertas del pequeño vestíbulo, sonriendo abiertamente y saludándolos con la mano. Él tampoco tenía orejas.

- ¡Sorata-san! –gritó Syaoran, sorprendido.

- ¿Me he presentado? –preguntó Sorata; su acento era igual que el que tenía la República de Hanshin.

- Ah… esto… umm… yo… -tartamudeó Syaoran. Se retorció las manos.

- Debéis haber conocido otro yo –Sorata sonrió, y los demás se sorprendieron-. Estoy al tanto de lo de los otros mundos, y de lo de las esencias de las personas –paseó la mirada de unos a otros para asegurarse de que entendían lo que decía-. Arashi y yo le debemos un favor a la Bruja Dimensional.

Fay y Kurogane se miraron por encima de las cabezas de Syaoran y Sakura, alzando las cejas. Sonaba muy familiar; ¿quizás además de las esencias, las circunstancias eran también de alguna forma parecidas en todos los mundos? No tuvieron mucho tiempo para filosofar, ya que Arashi apareció ante ellos.

- No les hagas estar en el vestíbulo –dijo, empujando a Sorata hacia un lado e indicándoles que la siguieran al pequeño comedor. Apenas había espacio para los seis alrededor de la mesa baja, de manera que Sakura y Syaoran compartieron un lado, al igual que Kurogane y Fay. Sorata y Arashi se sentaron juntos en una esquina, con las manos cogidas sobre la mesa.

- Mi esposa sabía que ibais a venir –dijo Sorata alegremente-. Espero que la habitación sea cómoda.

- Sí, muchas gracias –dijo Sakura con entusiasmo. Sonrió ampliamente a Sorata y Arashi; aunque había dormido la mayoría del tiempo en la República de Henshin, recordaba su amabilidad hacia ella y sus compañeros y esperaba poder pagárselo de alguna forma en este mundo.

Fay estaba mirando a Syaoran, quien se sonrojó un poco por la exuberancia de Sakura. Fay no creía que fuese por su alegre personalidad, todo al contrario, sino por haber sido colocado junto a ella en la única cama, en vez de en el suelo en un futón.

- Sólo tenemos los dos futones –dijo Arashi, interrumpiendo la conversación silenciosa que Fay y Syaoran habían estado teniendo mediante miradas y pequeños gestos. Fay intentó no sentirse avergonzado-. Espero que a vosotros dos no os importe compartir la cama.

- ¡Oh, no! ¡No mucho! –la sonrisa de Sakura se ensanchó y Syaoran se sonrojó aún más. Ella se giró hacia él, con el ceño fruncido-. A menos que Syaoran-kun…

- ¡Ah! No –Syaoran negó con la cabeza, y la sonrisa de Sakura volvió.

Arashi alzó las cejas y dirigió una sonrisa conocedora a Sorata, Fay y Kurogane, que los dos primeros le devolvieron amablemente. Kurogane simplemente asintió bruscamente y apartó la mirada.

- ¿Avergonzado, Kuro-tan? –preguntó Fay mientras caminaban por la ciudad. Mokona estaba seguro de que había una pluma en algún lugar, pero era incapaz de decir dónde exactamente. No podían hacer nada excepto salir y explorar de la forma antigua.

- ¿De qué? –Kurogane frunció el ceño. No apartó la vista de la espalda de Syaoran.

- Oh, lo sabes –rió Fay, alzando las cejas.

- ¿Por tu idiotez? Sí, de hecho lo estoy.

Fay rió de nuevo, pero no insistió en el tema.

Igual que en la República de Hanshin, Sorata y Arashi les habían prestado algo de ropa adecuada y una explicación sobre la magia que Fay y Mokona notaban en el aire. Había un sistema allí, basado en batallas de hechizos realizadas mediante palabras en equipos de dos, un luchador que efectuaba el daño al otro equipo, y el sacrificio, que lo aceptaba. A diferencia de la República de Hanshin, donde todo el mundo poseía un kudan, aquí no todos tenían un "verdadero nombre", y por lo tanto no todos participaban en estas batallas. Incluso con sus fuertes poderes espirituales, Arashi no sabía si podrían unirse al sistema o no.

- Si estáis destinados a formar parte del juego, lo sabréis. Vuestro nombre aparecerá en alguna parte de vuestro cuerpo –había girado un poco el cuello hacia un lado, mostrándoles las extrañas letras que formaban el nombre que compartía con Sorata: FATELESS.

Por el momento, ninguno de ellos se había encontrado una marca parecida, pero Arashi también les había advertido que a veces las marcas tardaban en salir. Era posible que, aunque tuviesen nombres verdaderos, encontrasen la pluma y se marchasen sin haberlos descubierto.

Arashi y Sorata no dieron ninguna explicación sobre las orejas y la cola, simplemente intercambiaron una mirada conocedora y les dijeron que quizás sería mejor si lo descubrían por ellos mismos. Sorata había puesto una expresión rara, ganándose un golpe de Arashi con un abanico que ninguno de ellos había visto antes. Éste desapareció tan pronto como lo vieron.

Ahora los cuatro viajeros paseaban por la ciudad, esperando captar alguna vibración más fuerte de la pluma. Mokona iba sentado en la cabeza de Kurogane, ideal por su altura ya que era el más alto, con las orejas levantadas, buscando algo que les pudiese dar una pista sobre el paradero de la pluma.

La gente los miraba con curiosidad, pero nunca durante mucho rato. Algunos tenían las orejas de gato y la cola, aunque otros no. Parecía haber una especie de pauta en ello. Todos los niños que vieron las tenían, así como algún adulto, aunque la mayoría tenían una apariencia normal.

Los ojos de Mokona no se abrieron, pero éste cayó de su asiento, tapándose las orejas con las patas. Kurogane lo cogió fácilmente con una mano.

- ¿Qué pasa, bollo?

- ¿Kuro-malo no lo ha oído? –preguntó Mokona, destapándose una oreja cuidadosamente. Sakura extendió el brazo y éste saltó de la mano de Kurogane hacia el cálido abrazo de ella. Le acarició la cabeza suavemente y la expresión de tristeza desapareció de su cara.

- ¿Oír qué?

- Ha sonado como "fwing". Ha hecho que los oídos de Mokona doliesen –Mokona se sacudió-. Y Mokona no podía sentir la pluma, pero ahora puede otra vez.

- Bien, eso es bueno –dijo Fay-. Al menos has captado las ondas de la pluma de nuevo.

Mokona asintió.

- ¡Mokona lo intentará con fuerza y se asegurará de no volver a perder las vibraciones de la pluma!

La siguiente vez que ocurrió, los demás también lo sintieron. Sakura se cubrió las orejas y Syaoran la abrazó, colocando sus propias manos sobre las de ella. Mokona estaba encogida entre ellos. Fay hizo una mueca de dolor, cerrando los ojos con fuerza, e incluso Kurogane hizo rechinar los dientes.

- Esta vez ha sido mucho más fuerte que la anterior –gimió Mokona-. ¡Y ha ahogado por completo las ondas de la pluma!

Fay pensó sobre eso a lo largo del camino de vuelta al complejo de apartamentos donde vivían Sorata y Arashi. Era más que un simple y desagradable pitido, había un rastro de magia en él. Podía ser eso lo que ahogaba las ondas de la pluma cuando Mokona lo oía.

- Ése era el sonido de otro sistema –explicó Sorata cuando volvieron-. Si os encontráis con ellos y están listos para luchar, oiréis ese sonido.

- Mokona no se encontró con nadie.

- Estábamos en el parque –dijo Syaoran-. Apenas había gente cerca de nosotros.

- Entonces es posible que hayáis oído el sonido de dos unidades juntándose –meditó Sorata.

- El hecho de que todos lo hayáis oído significa que es probable que tengáis nombres, a menos que… -Arashi negó con la cabeza-. Deberíais mirar si los tenéis mientras os preparáis para ir a dormir. Suelen aparecer durante la pubertad, pero teniendo en cuenta que éste no es vuestro mundo, es difícil precisar.

- Esa pluma que estáis buscando… ¿es muy especial, verdad? –preguntó Sorata.

Sakura asintió.

- Entonces quienquiera que la tenga, probablemente no la entregará por las buenas. Si tenéis nombres, tendréis las habilidades mágicas para luchar contra ellos y conseguirla –esto no sorprendió a ninguno de ellos. Se había convertido en la norma de la caza de plumas.

Fay hizo una mueca ante la idea de tener que usar magia; se debatía entre su promesa y ayudar a Sakura, a quien había tomado mucho cariño. A su lado, Kurogane se animó ante la promesa de una lucha; no importaba qué tipo de lucha fuese, él estaba preparado. Una parte de él sabía que no era eso lo que la Princesa Tomoyo había querido decir con aprender el verdadero significado de la fuerza, pero a él le hizo ilusión a pesar de todo.

- Tendremos que salir mañana a buscar otra vez –Kurogane sonrió de forma lobuna. Estaba mucho más entusiasmado ahora que tenía una pelea que esperar. Los demás lo conocían lo suficiente para saber que lucharía por a pluma con las manos desnudas si no tenía la magia necesaria para hacerlo de la forma habitual.

- Mientras tanto, deberíais descansar –sugirió Sorata-. Aquí estaréis a salvo, así que no os preocupéis. Mi esposa y yo os protegeremos, y además este es un mundo amistoso.

- Que durmáis bien –dijo Arashi.