-Sherry, necesitamos una droga que no sea detectada por los test sanguíneos normales.

Shiho miró al hombre que la había interrumpido durante el desarrollo de su nueva droga. La mirada fría y sin sentimientos que este le devolvió hizo que el segundo escalofrío de esa mañana recorriera su cuerpo. El primero lo había tenido cuando el de pelo platino hasta las caderas atravesó la puerta de su laboratorio.

-Lo sé, ¿en que te crees que estoy trabajando? Y ahora largo, que sino no la acabaré nunca.

Se puso delante del rotavapor y lo encendió. El liquido contenido en el balón fue disminuyendo y poco a poco quedó un sólido blanquecino. Apagó el aparató y sacó el balón. A continuación, le añadió agua y lo metió en el ultrasonido. El horrible ruido molestó al visitante ingrato.

-Como odio ese ruido, si no está acabada ¿porqué hay aquí unas cápsulas con el nombre de la nueva droga?

-Son un prototipo, pero no puedo asegurar que funcionen -hablaba pausadamente y con calma añadió-. Te he dicho que te largaras.

-Lo sé.

Gin se quedó plantado en el sitio, mirando la joven que tenía delante de sus ojos, se parecía algo a su madre y eso le irritaba, no soportaba a aquella traidora ni a su marido. Ese estúpido Miyano… planear su muerte fue de gran agrado, aunque la de ella fue algo agridulce. Los sentimientos estaban prohibidos en aquella organización, no era una regla, pero lo tenías que aprender para sobrevivir. Aunque el deseo… ese deseo carnal y humano siempre permanecería dentro de él, eso sí, bien oculto tras aquella sonrisa de superioridad y esos ojos inexpresivos que poseía.

El sonido del baño de ultrasonidos se apagó, la científica que se había movido hacía el ordenador para ir apuntando los avances en la creación de la droga se dio media vuelta, chasqueó la lengua y se volvió a encarar al rubio.

-¿No se supone que tendrías que estar trabajando? ¿No hay ningún chantaje, asesinato o secuestro que requiera tu presencia?

Gin sacó un paquete de cigarros de su abrigo negro, se colocó uno en la boca y lo encendió mientras salía del laboratorio.

-No te preocupes rata de laboratorio. En seguida me marcharé.

Nada más salir por la puerta se dio media vuelta y se apoyó contra la pared de enfrente de esta. Le dio una larga calada al cigarro y cogió su teléfono móvil. Marcó un número y se puso a trabajar en el próximo chantaje. Era mucho más aburrido que un asesinato, pero tenía que hacerse para conseguir dinero para las investigaciones que se llevaban a cabo.

Sherry escuchó como el hombre de negro hablaba por teléfono. Se maldijo a si misma por no ser capaz de librarse de él. Odiaba tenerlo cerca, se sentía violada con su presencia. Añadió ácido clorhídrico concentrado en el balón que contenía el agua con la droga que estaba sintetizando y poco a poco, el líquido transparente se fue volviendo blanquecino debido a la aparición de un precipitado. Preparó el embudo Büchner, cortó el papel de filtro para que encajara con este y conectó de nuevo la bomba del vacío al Kitasato. Pronto tendría preparada una nueva tanda, a esta le había hecho una pequeña modificación para poder alargar su vida de uso. La primera tanda solo se podía usar durante una semana, una vez pasado este tiempo tenía unos efectos secundarios nada agradables para el que la tomaba. Los pobres ratoncitos se retorcían de dolor y gritaban durante días para luego recuperarse poco a poco. No sería nada útil para la organización. La segunda tanda parecía que había ido mejor, pero todavía quedaba mucho para mejorar. La tanda de antes de esta era la primera que se había atrevido a encapsular, la que había visto Gin. Con ella los ratones caían muertos al instante. Pero todavía hacía falta comprobar su estabilidad con el tiempo.

Obervó como en el papel de filtro iba apareciendo un sólido. De repente sintió un gran alivio. Ya no tenía escalofríos. Se giró y pudo comprobar que Gin había desaparecido, ahora solo se escuchaba el querido silencio interrumpido por el ruido de los aparatos del laboratorio. Soltó un suspiro involuntario y se centró de nuevo en su tarea. Poner en marcha la nueva remesa de APTX 4869. Dejó una parte para encapsularla y otra la puso a analizar con HPLC, CG y ensayos fisicoquímicos, más tarde haría las pruebas toxicológicas. Una vez que hubo acabado con la identificación y caracterización de la substancia, anotó los nuevos resultados en el ordenador y encapsuló el fármaco. Se dirigía a colocarlo justo encima de la anterior caja cuando se dio cuenta que esta ya no estaba. Sin duda aquél se la había llevado sin su permiso. Cuando le volviera a ver, le caería una buena. Todavía no habían sido correctamente testados, era posible que dejaran algún rastro significativo si se realizaba una autopsia.

Un nuevo escalofrío. Shiho se giró instintivamente hacía la puerta. Efectivamente, el hombre que hacía unas horas se había llevado las drogas sin su permiso había decidido volver.

Solo se oyeron gritos durante unos minutos alrededor del pequeño laboratorio. Nadie había escuchado a la hija del ángel del infierno chillar tanto. Sherry desde luego estaba enfadada. Al cabo de un rato pareció que los ánimos se calmaban y el silencio cayó de nuevo sobre el pequeño laboratorio. Las últimas palabras que se oyeron fueron: "Habrá que abrir una investigación interna para ver que ha pasado con el chicho de Tropical Land. Estad atentos a las noticias para ver que pasa cuando descubran su cadáver. Y esto me lo quedo yo hasta que se certifique su defunción. Ahora largo de aquí, que estoy trabajando."