Publico la versión española ahora, ya que por primera vez ha salido antes el texto en inglés... qué cosas.
Este fic en tres capítulos está dedicado a Lily Moonlight, que tanto me ha ayudado en la traducción de "No puedo decirte adiós" al inglés.
Los personajes no me pertenecen a mí, sino a los creadores de CSI NY.
Mi número 1
Capítulo 1
Hawaii, 13 de febrero de 2011
El doctor Sid Hammerback no era un habitual de los congresos médicos. Su trabajo y su familia absorbían todo su tiempo, y los escasos días de vacaciones que solía tomarse prefería pasarlos alejando su mente de todo lo que tuviera que ver con su profesión, para recargar baterías y retomar su labor con entusiasmo. Aunque su especialidad, la Patología Forense, podría resultar escabrosa para mucha gente, él estaba convencido de su importancia y utilidad y nunca, a lo largo de su carrera profesional, se había arrepentido de la elección que en su momento hizo. En esa elección, tuvo su cuota de culpa, precisamente, un hombre que era la razón de que Sid estuviera ahora en Hawaii para participar en uno de esos eventos. El Congreso de Patología Forense iba a rendir homenaje a una leyenda viva de la profesión, el doctor Alvin Hunt, profesor y mentor de Sid en sus primeros tiempos. Y se esperaba que el propio Dr. Hunt, que a sus 99 años de edad vivía retirado en Hawaii, participase en carne y hueso, aún animado y ágil, tanto física como mentalmente.
El hecho de que el congreso se celebrase en las islas, donde la temperatura media en febrero era tan agradable en comparación con la racha de tormentas de nieve que estaban teniendo en Nueva York, había sido un aliciente más para el viaje, y la Sra. Hammerback había cargado las maletas con bañadores y ropa veraniega, más que contenta.
Todavía sin haberse habituado a las cinco horas de diferencia respecto al horario de Nueva York, Sid se había levantado muy pronto esa mañana. Su esposa murmuró algo entre sueños de que era demasiado temprano, pero Sid no tenía realmente sueño, por lo que decidió vestirse y bajar a disfrutar del sol que ya levantaba sobre la preciosa playa a los mismos pies de su balcón. Tras caminar durante casi una hora, Sid se dirigió al salón de desayunos reservado para los asistentes al congreso médico. Era el primero, o al menos el único, pero le apetecía tomar algo antes de volver a su habitación y vestirse de manera formal para asistir a la primera conferencia. Se sirvió un zumo de piña, un plato de bacon y huevos revueltos y un café, dirigiéndose a una mesa junto al ventanal. Unos minutos después, otro hombre entró en el salón y tras servirse se dirigió a su mesa.
"Buenos días, ¿Le importa que compartamos mesa? Parece que somos los más madrugadores. Soy el Dr. Charles Beauvais, de Nueva Orleans."
"Buenos días, encantado de tener compañía. Yo soy el Dr. Sid Hammerback, de Nueva York."
Los ojos del expresivo Dr. Beauvais se abrieron, indicando sorpresa.
"¡Dr. Hamerback! ¡He oído muchas cosas sobre usted!"
Esta vez fue el turno de Sid de sorprenderse. Levantando las cejas, preguntó:
"¿De verdad? Cosas buenas, espero."
"Sí, claro, naturalmente. Verá, creo que compartimos más que profesión. También tenemos el mismo puesto, sólo que en ciudades diferentes. Usted el Patólogo Forense del laboratoio de los CSI en Nueva York, y yo ocupo esa plaza en el de Nueva Orleans."
Sid comprendió entonces cómo el Dr. Beauvais había llegado a oír cosas sobre él. Stella.
"¿Entonces usted trabaja con mi querida Stella Bonasera? ¡Qué casualidad!"
"En efecto, Stella es la jefa. Excelente jefa, por cierto, todos la queremos en Nueva Orleans, y la apoyamos. Especialmente ahora, que está pasando por unos momentos tan delicados."
Sid intentó disimular la sorpresa. Por suerte, el Dr. Beauvais estaba poniendo mantequilla en su tostada y no pudo ver su expresión. Sid no sabía cómo seguir la conversación para que su colega continuara hablando. Si le decía que no sabía nada de lo que quiera que le estuviera sucediendo a Stella, el otro deduciría que si ella no había contado nada a sus antiguos compañeros, es porque no quería hacerlo, y en buena lógica, no debería ser él quien lo dijera. Por fin se decidió a seguir, tanteando.
"Bueno, no sé qué tiene Stella que se hace querer, ¿verdad? Lo peor de ella es que siempre estuvo tan sola, que a veces le resulta difícil apoyarse en los demás, cuando todos estamos dispuestos a ayudarla, lo mismo que ella hace por nosotros."
Las palabras de Sid dieron confianza al Dr. Beauvais.
"Es exactamente así. Cuando ha tenido que ser ingresada es cuando nos hemos enterado de que en realidad no estaba tan bien como nos estaba haciendo creer, lo cual no es extraño, dado su nivel de trabajo. El estrés y el poco descanso no son buenos aliados en su estado, claro."
Ahora Sid ya estaba más alerta y no dejó que las palabras del doctor le impactaran. Apretó la boca, que de otra forma se hubiera abierto de par en par por la sorpresa. ¿Su estado? ¿Se refería a...? Sid hizo un cálculo mental. Hacía casi ocho meses que Stella se había ido a Nueva Orleans. Se decidió a intentar sonsacar un poco más a su colega.
"Vaya, no he tenido noticias de ella en los últimos días." (Eso era cierto... de alguna manera. Stella no se había puesto en contacto con ellos desde que en julio del año anterior había dejado Nueva York) "¿Entonces se encuentra bien? A ver si cuando sea una hora prudente la llamo. Para mi esposa y para mí es casi como una hija.
"Bueno, sí, se encuentra bien, en realidad. Pero su médico fue tajante en cuanto al reposo absoluto, por eso la ingresó hace una semana. Presentaba algunos síntomas preocupantes, como la tensión arterial muy alta, y cuando se quejó de dolor de cabeza, el Dr. Roberts no esperó más. Es un gran ginecólogo y neonatólogo, y tiene el mejor departamento del Estado en su hospital, el St. Mary. No crea, Sid, a nosotros tampoco nos había dicho nada hasta la semana pasada, el día mismo en que tuvo que dejar el laboratorio a cargo de su asistente con la instrucción, la orden, casi, de que no nos preocupemos por ella. Pero se emociona como una niña cuando vamos a visitarla."
"Sí, típico de ella, no querer molestar. ¿Y tendrá que quedarse en el hospital?"
"Sí, creo que son cuatro semanas más hasta que llegue a término, y el médico quiere que esté allí por si los síntomas desembocan en una preeclampsia y tienen que provocar el parto. Parece que los bebés ya podrían nacer en cualquier momento, tienen peso suficiente, pero, claro, sería mejor que todo discurriera de forma natural, si no hay complicaciones."
La mente de Sid procesaba información a toda máquina. Su médico era el Dr. Roberts, estaba en el hospital St. Mary. Le quedan cuatro semanas, eso quiere decir que... lleva ocho meses de embarazo, o sea que cuando se fue de Nueva York ya estaba embarazada. Y, seguramente, aún no lo sabía. Ay, Dios, qué lío. Tardó en asimilar las últimas palabras de su colega de Nueva Orleans. Los bebés tienen peso suficiente... ¿Los bebés? ¡Ay, Dios, ay, Dios! Casi se atraganta con el último sorbo de su café. Se levantó de la mesa, tendiendo la mano al Dr. Beauvais.
"He tenido un gran placer en charlar con usted. Ahora debo subir a cambiarme para la conferencia inaugural. Espero que podamos compartir más momentos."
"Lo mismo digo, Dr. Hammerback. Encantado de haberle conocido."
Sid se dirigió al ascensor, y hacia su habitación. Su esposa acababa de salir de la ducha y, aún envuelta en su albornoz, estaba consultando el programa de actividades de los acompañantes. Cuando vio a Sid se dio cuenta de la cara extraña que traía.
"Cariño, ¿qué pasa? Parece que hayas visto un fantasma..."
Sid se sentó en la cama. ¿Qué debía hacer él ahora? ¿Entrometerse en la vida de dos de las personas que más apreciaba en el mundo? Porque sería una intromisión, eso era seguro. Si Stella no había dicho nada a Mac es porque no quería que lo supiera. Sid daba por descontado que Mac sería el padre de ese bebé... ¡o bebés, al parecer! Pero ¿Y si no lo era? ¿Por qué Stella no se lo había dicho, de todas maneras, fuera o no el padre? ¿No eran los mejores amigos del mundo? Cierto que la marcha de Stella a Nueva Orleans fue un episodio raro... Hasta el último momento Sid esperó que Mac manifestara su oposición, que la pidiera quedarse, pero no lo hizo. ¿Esperaba ella que lo hiciera? Sid hubiera jurado que sí, pero en aquellos últimos meses su relación parecía haberse vuelto extraña. Ahora Sid se hacía una idea del porqué. Si habían empezado una relación a otro nivel y por alguna razón habían discutido... O si Stella había iniciado una relación con alguna otra persona... Probablemente Mac lo habría llevado muy mal. Pero ¿qué esperaba?, ¿que Stella estuviera siempre disponible para él, pero demorando indefinidamente un compromiso mayor que la simple amistad? Ay, Dios, pensó de nuevo. Qué pareja tan complicada. Bien ¿y qué hacía él ahora?
La Sra. Hammerback se estaba empezando a asustar de veras. Sid permanecía sentado en la cama, la mirada perdida...
"Sid, ¿qué pasa?"
Con un suspiro, Sid le contó todo. Lo que había sabido, lo que se imaginaba... Su esposa se había sentado junto a él. Ella también quería mucho a Mac, y aún más a Stella.
"Tienes que decírselo a Mac, tienes que hacerlo, Sid. Están perdiendo un tiempo precioso, algo que deberían compartir... Probablemente por un malentendido, una cabezonería... esto es un sinsentido. Stella no debería estar sola. Ahora seguramente estará más vulnerable y asustada que nunca. Todas las mujeres lo estamos en nuestro primer embarazo, y ella está sola, con complicaciones, y ¡por partida doble! Pobre Stella."
"Solo espero que sea doble, y no triple..."
Ambos sonrieron. Sid consultó su reloj. Eran las 8.30. Calculó mentalmente qué hora debía ser en Nueva York. Cinco horas más... las 13.30, buena hora. Tal vez Mac estaría en la pausa para comer. Decidió no pensarlo más y enviarle un mensaje de texto. No quería hablar con él, sería demasiado... embarazoso, nunca mejor dicho.
Sid tomó su teléfono móvil y empezó a escribir, pensando bien las palabras.
Mac, he sabido que Stella está ingresada en el hospital St. Mary, en NO. Su médico es el Dr. Roberts. Yo iría, si fuera tú. Sid.
Envió el mensaje y desconectó el teléfono. Sabía que la primera reacción de Mac iba a ser llamarle, pedirle más explicaciones, pero no quería ser él quien le dijera que iba a ser padre... quizás... o quizás no.
Continuará.
