¡Hola, queridos lectores!

Finalmente tri. terminó y aunque pudo no ser lo que algunos esperábamos, fue lindo recordar la nostalgia de nuestra infancia. [Spoiler] El final de ambas Mei fue triste, en serio, me hubiera gustado que las dos fueran felices juntas y en compañía de los demás. Pero como el final fue bastante abierto, aprovecho para iniciar un pequeño proyecto que espero sea de su agrado.

Aclaraciones: Digimon es propiedad de Toei.


Aun en la distancia

I.

Aunque la decisión del Profesor Mochizuki de regresar a Tottori era repentina, Meiko parecía bastante tranquila con ella. La ciudad que había sido destruida, comenzó su reconstrucción apenas salió el sol de un nuevo día y lentamente, las personas afectadas se reponían de lo acontecido.

A su manera, ella también lo intentaba.

—¡MeiMei no puede irse! —Mimi alzó la voz, enojada—. No podemos dejarla sola.

A su lado, Sora le colocó una mano sobre el hombro, tratando de calmarla.

—Tal vez solo sea por un tiempo —Takeru respondió, comprensivo—, ha sido mucho estrés para ella, es normal que la quieran llevar a un lugar tranquilo.

Taichi escuchó vagamente los comentarios de los demás. Tenía un sabor amargo en la boca, las ausencias de Meicoomon y del Profesor Nishijima dolían a todos, pero perder a Mochizuki en ese momento, se sentía como una pérdida total. ¿En realidad habían ganado algo luchando?

—Pero… no deja de ser triste —respondió a Takeru.

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Cuando regresaba al complejo departamental, observó un camión de mudanza al que subían varias cajas. La silueta alta y delgada de la pelinegra, quien verificaba dónde colocaban las cosas, lo hizo detenerse a unos pasos.

—Hola —saludó.

Ella volteó.

—Yagami-san —le sonrió, apenas.

El moreno se sintió intrigado de pronto, ¿en serio lo seguía llamando por su apellido y con tanta seriedad? En realidad, (posiblemente) era al único que seguía llamando por su apellido.

—Eres muy formal —sonrió bobamente.

—¿De verdad? —ella pareció no comprender.

Cerca de ellos, los trabajadores comenzaron a subir algunos muebles.

—¿Cómo va la mudanza? —preguntó serio.

—Bien…

La mirada de Meiko lucía bastante cansada, con ojos hinchados detrás de sus lentes. Taichi no pudo evitar observarla con preocupación, después de la partida de Meicoomon, no la había visto llorar de nuevo. Probablemente, lo hacía a escondidas.

—Es curioso, ¿sabes? —decidió cambiar de tema—, más o menos, así fue como nos conocimos.

—¿Así? —repitió curiosa.

—La primera vez que nos vimos, estaban descargando la mudanza cuando pasé con mi bicicleta.

La pelinegra hizo memoria por un par de segundos, hasta que su expresión cambió.

—Ya recuerdo —asintió, con una pequeña sonrisa—. En ese momento no imaginaba que serían niños elegidos, fue una gran sorpresa para nosotras.

Y entonces ella dejó de hablar, su semblante volvió a decaer.

—Escucha…

Taichi sintió un vuelco en el estómago y la necesidad por decir algo, sin embargo, sus palabras fueron interrumpidas por los trabajadores. Meiko volteó a verlos, para después regresar la mirada a su amigo, con pena.

—Lo siento, debo ir a ver —habló.

—Está bien —le sonrió—, después hablamos.

El pensar que después podría ser la última vez, lo hizo sentir el peso de la realidad.

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El ambiente en el grupo era triste, aunque algunos no lo expresaran abiertamente, compartían la misma duda. ¿Qué habían ganado? Por el contrario, se sentían derrotados. Además, ¿cómo podían animar a la triste chica que pronto abandonaría la ciudad?

—¿Y si hacemos una fiesta? —Hikari tomó la palabra.

Los demás, reunidos en la oficina de Koushiro, voltearon a verla.

—¿Una fiesta? —Mimi, de quien se esperaría ese tipo de ideas, la miró con duda.

—Es una buena idea —Takeru asintió pronto.

—Podemos tener una reunión aquí por la noche —Koushiro asintió también.

—Entonces debemos comprar bocadillos —Joe igual parecía convencido.

—Podemos cocinar algo —Yamato se sumó y todos voltearon a verlo con sorpresa, haciéndolo sonrojar por la atención.

—¡Hornearé un pastel! —la castaña alzó la mano, a lo que todos hicieron un gesto de preocupación, Mimi no era precisamente la mejor cocinera del mundo.

—Yo te ayudaré.

Sora le sonrió, aliviando también a los demás. Por lo menos, tenían la certeza de que el pastel no tendría mayonesa por betún.

—Onii-chan y yo la traeremos —Hikari lo miró—, ¿verdad?

—Ah, sí.

Para dar tiempo a los preparativos, la reunión se llevaría a cabo al día siguiente.

Ambos Yagami se presentaron en la puerta de los Mochizuki, tocando un par de veces. Esta se abrió a los pocos segundos, revelando la figura de la madre de Meiko, quien de inmediato les sonrió.

—Ah, ustedes son los hijos de Yuuko-san —habló animada—, ¿vienen por Meiko?

—Sí —Hikari asintió.

La joven mujer se adentró al departamento por un momento, para que después, fuera su hija quien saliera al pasillo.

—Chicos —saludó inclinándose—, que sorpresa.

—Meiko-san, vinimos por ti —la menor se mostraba entusiasmada.

—Pero…

—Tienes que acompañarnos —Hikari infló las mejillas, fingiendo una mirada enojada.

Meiko se sobresaltó de principio, buscando apoyo en la mirada de Taichi, quien solo sonrió divertido. Tenía que reconocerlo, su hermanita tenía artimañas para convencer a las personas.

—Anda, ven —dijo él.

—Sal con ellos, Meiko —la joven mujer volvió a asomarse, empujándola fuera del departamento—. Yo puedo con lo que hay aquí.

—Está bien —asintió.

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Por su seguridad, los Digimon habían regresado al Mundo Digital. El tema era delicado y preferían no exponerlos, el gobierno consideraba la existencia de los seres digitales un peligro potencial y la opinión de la sociedad no era favorable tampoco. No obstante, Koushiro trabajaba en crear una puerta con las distorsiones, sin la necesidad de usar los D-3.

Cuando la puerta de la oficina se abrió, esta estaba llena de globos y serpentinas por doquier y las mesas con bocadillos y refrescos.

—Surprise, MeiMei! —Mimi corrió a abrazarla.

—¿Qué es esto? —preguntó sorprendida—, ¿es para mí? —volteó a ver a los hermanos Yagami.

—Por supuesto —Sora se acercó—, queremos compartir todo el tiempo posible contigo.

—Gracias —sonrió. La punta de su nariz se puso de un rojo brillante, pero aun así contuvo su llanto.

—Toma —Takeru se acercó con un vaso con líquido naranja.

—¡Muy bien! Hablemos de cosas divertidas —la castaña habló con emoción—. Joe-senpai, ¿cómo conociste a tu novia?

—¿Existe? —Yamato volteó a verlo con asombro.

—¡Ustedes son muy groseros! —el aludido refunfuñó—, claro que existe.

El resto comenzó a reír. La única consigna de todos, era no hablar de los Digimon y el Mundo Digital, por obvias razones.

—Ya no le dices nii-san a Yamato, ahora le dices aniki —Joe comentó a Takeru.

—Takeru-kun está creciendo —contestó Hikari.

—Y seguro es más popular que Yamato —Taichi se rió y después empezó a discutir con el agraviado.

Meiko, si bien no reía con el mismo ánimo de los demás, se notaba más distraída con las historias que escuchaba. Era como un pajarillo herido, que silbaba triste una canción, pero que con el tiempo necesario para sanar, volvería a volar. Taichi la observaba y eso le parecía, e inconscientemente, deseaba protegerla.

Empatizaba.

Luego recordó lo que deseaba decirle.

—Oye —en un momento, le puso una mano sobre el hombro.

Mochizuki volteó a verlo, con curiosidad.

Taichi permaneció unos segundos en silencio, dudando. La noche había avanzado más y la partida de su compañera se había vuelto más cercana, más consciente para todos. En un arrebato, Mimi se arrojó a la pelinegra, abrazándola con fuerza.

—¡MeiMei!

Meiko la sostuvo, sonriéndole a modo de disculpa, después volvió a ver a Taichi con intriga. Pero con el gesto que había iniciado la castaña, el resto se acercó, absorbiéndola por completo. Yagami solo sonrió, no había podido hablar.

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Al día siguiente, Meiko regresó a Tottori.