Como el gran depredador que acorrala a su presa, me hallaba al acecho atenta a cualquier movimiento. En ese preciso instante en que la víctima diera el primer, temeroso y probablemente único paso, estaría preparada. Con el tan solo rozar del aire entre mis dedos aferrando el gatillo, podía sentirme viva y con un propósito, era capaz de hacer mío aquel momento en el que mis sentidos se agudizaban y me convertían en un arma letal. Pero la clave estaba en no sentir, en no pensar... y solo así poder disparar.
La víctima cree que puede escapar y es en ese preciso instante en que se llena de esperanza, que acabo con todo. El disparo apenas se funde con el sonido del viento, ya no da tiempo a un último aliento. La vida de mi víctima se apaga tan veloz como viaja la luz y un pequeño atisbo de sonrisa se asoma en mi rostro por el trabajo bien hecho. Sesgar vidas es mi cometido, el silencio mi mejor arma.
La noche oscura me envuelve con su manto, lo único que siento en mis huesos es un frío tan desolador como el que tengo en mi interior, coronado por un corazón que ya no late. Nunca he fallado una misión, pero esta vez, está resultando tremendamente difícil. Mi presa no es un blanco inmóvil ni tampoco alguien que no ve venir mis movimientos. La víctima se anticipa a mi rifle de acero, a mi bala mortífera y a mi silencio letal. Sin embargo esto no me amedrenta, me hace más fuerte. Pone aún más en alerta mis sentidos y noto como mi arma se funde conmigo en un solo ser que puede mandar con rapidez las almas al Averno.
Entonces la veo, sabe que estoy cerca, oculta tras algún edificio, dispuesta sin temor ni sentimiento a dispararle entre ceja y ceja haciendo que expire su vida para siempre. Haciendo que de ella solo quede el nombre y un recuerdo. Viaja veloz como el viento, aparece y desaparece tras una ráfaga de luz azul que me crispa por dentro. No debo ni pienso fallar... mi misión es acabar con ella y nunca he permitido que nada saliera contrario a mis propósitos. Es una soldado difícil de batir y tan persistente como yo, la segunda al mando de uno de los grupos de estrategia de Overwatch y probablemente uno de los miembros más experimentados de su escuadrón. Lo conozco todo de ella. Ni siquiera he tenido que echar un vistazo a los informes para esta misión acerca de sus habilidades y sus debilidades. No hacía falta. No era la primera vez que nos encontrábamos, aunque en esta ocasión sea para algo muy distinto.
Mi misión es acabar con su vida, así que ya puede darse por muerta.
Salto de una azotea a otra calculando la trayectoria del viento con mi gancho, intentando no caer. Mis movimientos son gráciles en el aire y me impulso suavemente tan si fuera una bailarina en su escenario. Pero esta vez duraría poco la función y no se escucharían los aplausos. Una vez se abra el telón el acto será corto, seco y frío, y la actriz principal solo una marioneta inerte a la que ni siquiera habrá tiempo de llorar entre bambalinas.
Otro chispazo de luz azul me alerta de la proximidad de mi objetivo y me coloco el visor para anticiparme a cualquier ademán. Haga o lo haga será en vano, ya estoy preparada. Pero, como un giro inesperado de mi propio guión, algo me ciega y caigo de bruces sobre el suelo de la azotea. Sacudo mi cabeza de un lado a otro, furiosa y aún aturdida e intento recomponerme lo más rápido que puedo. Sin embargo lo oigo de nuevo, el eco de su voz tras tantos años en el olvido. Es ella, sin duda. Otra vez. Lena.
—Buenas noches, Amelie, ¿esperas a alguien?—saluda, jactándose de su breve e inesperada victoria.
No contesto, la miro como si no pudiera creerlo. ¿Cuándo ha logrado anteponerse a mis planes? ¿Cómo ha conseguido cogerme por sorpresa? Sin bajar el arma, apunto directamente a su cabeza.
—No empecemos, ¿quieres?—sonríe, y frunzo aún más el ceño, invisible bajo mi visor infalible. Si quisiera ya estaría muerta. ¿Qué sería más rápido? ¿Mi bala o sus reflejos? Tengo la respuesta. Quiero mostrársela.
—Buenas noches, chèrie—contesto, dispuesta a apretar el gatillo en cualquier momento—ha pasado mucho tiempo.
—¿De verdad? No me doy cuenta del paso del tiempo, ¿cuánto crees que ha sido? ¿cinco años? ¿diez?—su jovialidad me irrita.
—¿Acaso importa? Dentro de poco ya no podrás averiguarlo, pero... ¿te gustaría contar los segundos que te quedan de vida? Tú misma puedes hacer que pasen incluso más rápido.
—Si quisieras, ya estaría muerta—contesta con una sonrisa en el rostro.
—No te queda mucho, ¿últimas palabras?
—He tenido que jugar sucio para poder acercarme a ti—utiliza su acelerador cronal para moverse rápidamente a mi alrededor. No se fía de mí—necesito hablar contigo. ¿Crees que podrías bajar el arma y escucharme?
—¿Cuál crees que sería la respuesta, ma petit?
—Un sí, si pretendes seguir con vida. Y no soy yo quién va a quitártela. Literalmente esta podría ser tu última misión si aún crees que en los que confías no van a traicionarte.
—¿Qué quieres decir?
No bajo mi arma, pero ella percibe mi duda.
—Ya no estás a salvo. No entre las filas de Talon.
Odio pensar que estoy confundida, que mi víctima me está haciendo dudar. Que en mi pensado y estructurado guión hay una fisura que puede mandarlo todo al traste. Pero sucede, en mi rostro medio cubierto se asoma la duda que no quiero que ella perciba. ¿Qué pretende? ¿Es una trampa? ¿Intenta ponerme en contra de mis aliados? Porque, si fuera verdad, ¿por qué me avisa? Debería querer que mis iguales caven un foso para mi tumba.
—¿De verdad crees que voy a tragarme eso? No intentes alargar lo inevitable. Estás muerta.
Vuelvo a coger mi pistola, pero vuela veloz y las chispas de luz iluminan la oscuridad del lugar. Por un momento parece que somos dos invitadas en un baile de máscaras, moviéndonos al compás de una música que no suena. Una detrás de otra, con las luces intermitentes cubriendo nuestros cuerpos.
Cuando se para, peligrosamente cerca de mí, noto que tiene demasiada confianza en sí misma... o bien que es una inconsciente.
—No estoy aquí por gusto—y esta vez, su semblante es más serio. Su sempiterna sonrisa se oculta lentamente, como lo hace el sol del ocaso—no quería ponerme al tiro de tu rifle, pero, ¿cómo sino iba a advertirte? Hoy, cuando vuelvas a la base... se desharán de ti para siempre.
Un segundo es el necesario para hacer que esto termine, pero me detengo. La duda no es mi mejor aliada, pero hay algo que me es familiar en su semblante. Cuando su sonrisa desaparecía...
—¿Por qué me previenes? ¿Qué sabes tú que se me escapa?
—No voy a revelarte mis secretos—replica—pero deberías agradecerme que te lo haya contado. Nadie iba a hacerlo, iban a dejarte morir. Un enemigo menos para Overwatch, un cadáver más sumado a todos los miembros desbancados de Talon.
—¿Por qué...?
—¿... quieren deshacerse de ti?—terminó mi pregunta y me odié por estar bajando la guardia. Mi corazón no siente, no padece o se lamenta, pero aquello me había minado de algún modo. ¿Por qué querrían...? ¿Acaso me importaba? ¿Era curiosidad? Preguntas sin respuesta que me ahogaban como una mano pegada a mi cuello. Si ahora tenía que ir por libre, ¿cuál sería mi objetivo?—Te han sustituido.
Tres palabras que dejaban en claro que había alguien mejor que yo. Alguien más certero, más experimentado y quizá más joven. Nadie jamás había logrado superarme, nadie había sido capaz de escapar a uno solo de mis disparos, a mi visor despiadado, a mi imbatible mirada. Nadie que me bajara de mi trono de acero y humo, venenoso cual mordisco de serpiente. Mis fuerzas aliadas, quienes habían creado lo que soy hoy, habían depositado en mí todas sus esperanzas de victoria. ¿Por qué tirarme como un despojo usado y sin utilidad? ¿Quién había sido capaz de...?
—¿Por quién?—pregunté sin rodeos. Levanté el visor y la miré a los ojos. Tras sus gafas de aviador, noté la desolación. Habían pasado los años por su mirada y aquella chica audaz y jovial que conocí en el pasado, ya no era la misma. Sus ojos han contemplado cosas que la mayoría de mortales desconocen y no verán jamás. En eso ambas somos iguales.
—A nosotros...—le cuesta pronunciar la frase, inconscientemente quiero apremiarla. Me acerco hasta que nuestros cuerpos casi se chocan. Levanta la mirada hacia mí y sus cejas trazan arcos hacia abajo, entristecida—... también nos han traicionado. Uno de los nuestros ha dejado las tropas para unirse a Talon.
—Su nombre—rujo incapaz de contener la desesperación—dime su nombre, Lena.
—Phara.
