Disclaimer: Sólo las ideas aquí planteadas son mías. Naruto y sus personajes son propiedad de Masashi Kishimoto.
Obsesión.
No puedo creer que llegamos a eso, comenzó como un simple juego pero se volvió un deseo, una necesidad, una obsesión, entre nosotros llegó a ocurrir mucho más que sólo un amorío de infantes prohibido provocado por la mera curiosidad, se volvió algo que rebasa las expectativas de cualquiera, para mí ya era necesario verla, tocarla, abrasarla, besarla. Ya no era sólo curiosidad, sentía que la necesitaba casi de la misma manera que el agua, el estar con ella era algo vital para mí; el saber que era mía, sólo mía y nadie lo sabía con excepción de ella y yo, era secreto, prohibido, pero al mismo tiempo era dulce y placentero.
Lo nuestro, si es que así se le podía llamar a lo que manteníamos oculto, llegó a los extremos de lo que jamás pensé; ya nos necesitábamos el uno al otro, no podía pasar un solo momento sin que supiera que ella es mía, sin que ella me demostrara ésto mismo, yo necesitaba besarla, abrazarla, a cada segundo del día, pero todo tenía que ser oculto, nadie podía enterarse de lo que existía entre... Mi prima y yo.
Hiashi casi nunca estaba y Hanabi era el mismo caso, el problema era que tanto ella como yo salíamos de misión muy seguido y casi no teníamos tiempo para 'nosotros'. Cuando yo estaba de misión no dejaba de pensar en ella, en ocasiones esta misma falló por mi falta de concentración, Lee siempre lo malentendió todo; nunca pude decirle la verdad a mi mejor amigo.
Aquella noche Hanabi estaba de misión, Hiashi había salido, volvería hasta el día siguiente. Hinata y yo, Estaríamos solos en la mansión toda la noche.
—Neji —pronunció con ese sonrojo en ambas mejillas que nunca faltaba las pocas veces que lográbamos estar juntos—… ¿Esta-mos so... solos? — Prosiguió con una increíble inocencia, como si no supiera la situación en la que estábamos. Como respuesta dí un paso para acercarme a ella, sus plateadas orbes demostraban lo nerviosa que estaba, centímetros separaban nuestros cuerpos y por lo tanto, nuestros labios, esperé a que ella tomará la iniciativa y acortara esa distancia, los segundos se pasaron eternos en mi espera, pero por lo visto ella no iba mover un sólo músculo por lo que tuve que acortar esa distancia por mis propios méritos, la besé con desenfreno, como pocas veces tenía oportunidad de hacerlo, ella posaba su mano sobre mi pecho sin empeño en alejarme, seguía los movimientos de mis labios completamente a ritmo, había valido la pena contener mis ganas de besarle.
—Vámonos de aquí.
—¿A dónde?
—A un mejor lugar... tu habitación, por ejemplo.
