Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, Ghost hunt es propiedad de Fuyumi Ono.
Advertencias: Posible OOC.
Notas de autora: Este drabble es mi respuesta a un request, no estoy tan conforme con el resultado, pero espero guste. Es algo sencillo en tanto edito y termino transiciones, gracias por el apoyo.
Early in the morning.
—Ghost hunt—
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Los primeros rayos del sol se hicieron paso por la ventana, y fue entonces cuando se vio a sì misma despierta, hundiendo su rostro en la almohada buscando volverse a dormir.
Por supuesto, no fue posible.
No lo fue porque por alguna razón, la habitación se sentía más iluminada que de costumbre.
Abrió sus ojos, y se encontró con la extraña visión de las cortinas completamente corridas y los rayos del sol ingresando en completa libertad por el amplio ventanal.
¿Qué estaba pasando?
Recorrió la habitación con su mirada, para hallarse con la espalda de su novio, sentado junto al escritorio, leyendo un libro.
—¿Naru? —llamó y él no tardó en voltear.
—Mai —saludó—. ¿Te desperté?
Algo en su tono se sintió extraño, casi como una afirmación y no una cuestión. Eso la hizo sospechar. Naru jamás interrumpía sus horas de sueño.
—¿Tu abriste las cortinas?
—Necesitaba algo de luz.
Mentiroso. Oliver Davis podìa ser un excelente mentiroso, pero Mai lo conocía demasiado bien. Su mirada azul serena, se notaba sospechosa con su ceño ligeramente fruncido.
—¿Qué pasó en realidad?
—Dormías demasiado.
Pero eso jamás había sido una molestia antes.
—Naru…
—Sentí la presencia de Gene —admitió y aunque al principio no lo entendió, al hacerlo, no pudo más que reír.
Oliver Davis, estaba celoso.
—¿Y temías que estuviera hablando con él en mis sueños?
El investigador no respondió.
—¡Naru!
—Estabas riendo. Por más de una hora.
Y probablemente lo hiciera, había estado soñando con él. Pero no se lo diría, ¡no lo merecía!
—No estuve hablando con Gene.
—No dije que lo estuvieras.
—¡Naru! —intentó un reproche. pero se vio silenciada por la presencia de su novio en su cama, sentado junto a ella.
—No me molesta que hables con mi hermano —incluso más que él mismo—, siempre y cuando sea necesario. No lo es tan temprano en la mañana.
Y Mai podría jurar que lo vio fruncir sus labios, casi en un pequeño mohín.
—No hablaba con él —rió—. Pero no sabía que podías sentirte celoso.
Él carraspeó.
—No estoy celoso.
Por supuesto, el gran Oliver Davis jamás admitiría estar celoso.
—Claro, y abriste la ventana sabiendo que ya no podría dormir porque repentinamente te interesan mis horas de sueño.
—Ocho horas son lo aconsejable.
—Cállate —bromeó y se acercó a él, para depositar un beso en su mejilla, ajena a la sonrisa complacida que se formaba en los labios de su novio.
Al menos, despertarse temprano había valido la pena.
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—416—
—Gracias por leer—
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