Los gritos resonaban en la arena mientras el grupo siguiente de gladiadores esperaban para salir, nadie parecía darse cuenta, pero entre los fornidos gladiadores, hay un niño de quince años, puede que menos, tiene la tez morena, los ojos jade, el cabello castaño, es hispano y se llamo Antonio. Cuando han retirado los cadáveres del anterior grupo sale este, Antonio ve como se abre la verja, salen y Antonio ve como el hombre que va antes que él se tiembla. Llegan ante un palco donde hay un señor vestido con una túnica.
-Ave Cesar, los que van a morir te saludan- oye que dicen y Antonio lo repite, ha acabado ahí por que en Roma, su captor, lo saltó la mano y se perdió.
-Luchad dice el tal Cesar
El grupo se separa y Antonio mira su cimitarra. La cimitarra que Cartago, al que consideraba, su padre, pues no había conocido al original, le había regalado antes de morir, ahora él lo usaría para librarse de esos romanos igual que había tratado de hacer cuando invadieron su casa, pero no pudo, resistió pero lo ganaron y pasó a llamarse Hispania.
-¡Muere!- le escucho gritar a uno de los gladiadores que alzó su espada para matar al niño.
Cinco segundos, en cinco segundos la cabeza del gladiador fue separada de su cuerpo por el corte de una cimitarra, y la sangre manchó la cara del niño que no era niño, el niño que dejo de ser niño cuando comenzó a matar a los romanos y el niño que perdía su infancia a cada gota de sangre que derramaba, y se sentía bien, porque odiaba a Roma.
En diez minutos los gladiadores estaban muertos, el último cayó abatido tras un gran corte en las tripas que le sacó los intestinos y Antonio reía y río más cuando mató al león que soltaron rió y rió hasta que todo se volvió negro, lo último que vio fueron los ojos opacos, sin vida del gladiador que antes de salir temblaba.
Despertó agitado y desubicado, estaba en casas, cuando le reconoció salió de su cama y fue al baño, con el estomago revuelto, vomito y mientra el agua se llevaba aquellos restos se miró al espejo y toco su piel comprobando que no tenía sangre.
-¿Estas bien?- le preguntó un niño se seis años rubio de ojos verdes violáceas que vestía un pijama co girasoles bordados -¿mamá?
-Si, Shasha – le dijo tomando al niño en brazos- solo ha sido una pesadilla.
Fueron ambos a la cama donde un hombre rubio y de ojos violeta les esperaba,
Antonio asintió a la pregunta no formulada de si estaba bien.
-Todo está bien- dijo cuando notó como el brazo del rubio pasaba por su cadera abrazándole- Todo esta bien.
Si, todo estaba bien, por que tenía una familia intocable que sabía controlarle y lo más importante, que le quería, todo lo demás formaba parte del pasado era simple y llanamente una pesadillas
