SP - Prólogo
—¿Dónde estoy? —se repitió Izaya Orihara, quizá por tercera vez.
—¿Me lo preguntas a mí, Orihara-kun? —dijo a sus espaldas el falso-Shinra.
"¿A quién si no?"
—Tú no sabes dónde estamos —declaró con un suspiro.
—Tienes razón, pero yo puedo irme en cualquier momento. A diferencia de ti.
—¿Y por qué no lo has hecho?
—¿Quieres quedarte aquí? ¿Solo?
Izaya no respondió. Una vez más, se acercó al vacío. Y no vio nada, absolutamente nada en aquel lugar. Solo la plataforma metálica en la cual se encontraban de pie él y el joven que lucía igual que su amigo Shinra Kishitani (salvo por los lentes que el falso-Shinra no usaba).
La forma de la superficie recordaba a la de un engranaje. Un engranaje en medio de la nada.
"¿Esto es el Valhalla?"
Dando vueltas por la orilla de la plataforma, Izaya miró con expresión despectiva sus uñas cubiertas con una capa de esmalte rosa, su ropa de color blanco, incluidos los zapatos que eran parecidos a los que estaba acostumbrado usar.
Pasó sus dedos por los adornos de la capucha de su abrigo, que simulaban ser las orejas de un conejo. La primera vez que se percató de ellas, Izaya estuvo tentado a cortarlas con la navaja de muelle que descubrió en el interior de su bolsillo, pero logró frenar el impulso. Sin embargo, sí que trató de desprenderse de la pintura de las uñas, pero cada vez que lograba arrancar una tira, no tardaba la uña en lucir como antes.
—Quiero volver a Ikebukuro —le dijo al falso-Shinra. Aquel deseo se lo había dicho ya varias veces y él mismo se lo repetía para sus adentros, como si temiera que, luego de un olvido, pudiera decidir quedarse en aquel lugar, carente de humanos...
—Entonces tienes que seguir ascendiendo, Orihara-kun.
—Dime Izaya.
—Prefiero llamarte Orihara-kun. Aunque no creo que te llamen con ese nombre si buscas marcharte de este lugar.
"¿Tiene nombre este lugar?"
"¿Estaré soñándolo todo?"
"¿Yo... estoy...?"
—¿Qué quieres decir?
—No hace falta que te lo explique. Si tantos deseos tienes de ir a casa, haz lo que te he dicho: asciende. Sube los peldaños.
—¿Y cómo se supone que haga eso?
—Solo pídemelo.
—Muy bien. Quiero ascender. Quiero ir a Ikebukuro.
"Tengo asuntos que resolver."
El falso-Shinra aplaudió y luego se volvió a una puerta que, momentos antes, no había estado sobre la plataforma. Era de madera, y recubierta por una capa de pintura azul.
—Crúzala. Si lo haces, subirás. Piensa en este sitio como una escalera. Si llegas a la cima, quizá puedas volver a casa. Sube los peldaños.
—"Quizá", dices.
—Sí. No sé cuál razón fue la que te trajo aquí en primer lugar.
"Y, si me lo pienso dos veces, me doy cuenta de que tampoco quiero saberlo."
Con aire decidido, Izaya se acercó a la puerta, tomó entre sus dedos la manija de latón y tiró de ella. Lo que encontró ante sus ojos fue un túnel oscuro que, a primeras, daba la impresión de extenderse infinitamente. Se volvió al falso-Shinra.
"Quiero regresar a Ikebukuro. Quiero regresar para jugar con mis humanos."
"Quiero regresar para protegerlos de los monstruos..."
Izaya cruzó la puerta y esperó que, adónde quiera que fuera, no llevará más su ridículo atuendo.
N. del A. ¡Gracias por leer!
