Capítulo I

Bienvenido a casa

Sakura abrió sus ojos con desgano y pesadez, tratando de encontrar en la oscuridad el aparato que no paraba de sonar. Sentía el ruido penetrar como un taladro su cerebro, estiro el brazo molesta para apagarlo y maldijo internamente cuando en vez de agarrarlo termino tirándolo aún más lejos. A pesar del golpe el reloj nunca paro, demonios sí que era resistente, pensó.

Bufo. Vaya día le esperaba si comenzaba así. Y todavía ni se imaginaba lo que le esperaba.

Se levantó casi sorprendida de tener las energías suficientes para hacerlo, aún tenía puesta la ropa de la noche anterior, restos de maquillaje y un fuerte olor a alcohol y cigarrillo. Había caído en su cama derrotada por el sueño. Qué más da, esperaba que con un baño no quedara ningún rastro de aquello aunque sabía que nadie se preocuparía si lo notaba, todos seguirían simulando que las cosas estaban bien y que todo seguía su curso normal. No habría consecuencias.

¿Qué más podías pedir? No tenía que rendir cuentas, tampoco había alguien presente que lo demandara y era consciente de que muchos en su posición lo disfrutarían, la tan preciada libertad en esa edad rara en la que todavía no era lo suficiente madura para ser adulta ni tan pequeña para ser una niña. Pero a veces… a veces era un trago amargo. No podía mentirse a ella misma aunque era buena intentándolo, terca como una mula como solía decirle su padre.

Había cambiado y mucho. Actuaba de una forma que en otro momento hasta ella misma se cuestionaría si estaba bien, si era prudente. A veces pensaba que todo aquel asunto se le estaba yendo de las manos y que lo único que estaba a su alcance era tratar de apagar ese dolor que la estaba ahogando, de cualquier forma por más efímera que fuera. Dolor. A fin de cuentas cada uno lo sobrellevaba como podía.

Se apuró en prepararse, ya se le estaba haciendo tarde. No podía llegar tarde, recién era el segundo día de clases y nada más y nada menos que de su último año. Bah, como poder puedo, pensó la pelirosa, si no fuese por su estúpida lesión, su tobillo todavía le dolía un poco. Y por el Uchiha, quien se había ofrecido a llevarla al instituto hasta que se recupere, aunque sabía que detrás de ese espontaneo gesto de amabilidad estaba Mikoto Uchiha. Nadie se negaba a hacer lo que la mujer pedía, ni su hijo ni ella misma.

Abrió el grifo de agua caliente, la habitación se inundó de vapor, entro arrastrando los pies, vaya que se sentía cansada. Necesitaba una buena ducha, café y una aspirina, la resaca la estaba matando.


Mikoto Uchiha siempre era la primera en levantarse. Recorría los pasillos de aquella enorme mansión mientras saludaba con una sonrisa al personal doméstico, bajaba las escaleras y se dirigía directamente a la cocina. Siempre fue así. Sabía que contaba con los recursos necesarios y mucho más que eso para contratar a alguien que se encargue de aquello, como de todas las demás tareas, pero la cocina era su lugar, su territorio sagrado, lo disfrutaba y no estaba dispuesta a renunciar a ello.

No solo supervisaba que todo en el hogar estuviese en perfecto orden sino que se ocupaba siempre de tener los mejores ingredientes, los más frescos del mercado para que sus platos fueran simplemente perfectos. Y de hecho lo eran, sus comidas eran una delicia, cualquiera que probara tan solo un bocado quedaba fascinado.

Como todos los días ahí estaba ella con el desayuno ya listo en la mesa, la primera comida y la más importante repetía la mujer siempre que podía y no iba a dejar que sus hombres salieran al mundo con el estómago vacío. Miro su reloj con fastidio, su hijo todavía no bajaba al comedor, llegaría tarde.

– Te preocupas mucho, ya vendrá. – dijo Fugaku leyendo los pensamientos de su mujer, sin despegar la vista del periódico que tenía entre sus manos. Y tenía razón, apenas unos segundos después apareció Sasuke, saludo con poca energía, definitivamente madrugar no le sentaba bien aunque tampoco se caracterizaba por ser el más expresivo y simpático de la familia. Algo que sin lugar a dudas sus hijos habían heredado de su padre.

– Tienes que comer algo querido. – le dijo su madre, ella conocía el mal genio del más chico y tenía una paciencia con eso que a muchos le resultaba formidable. Sasuke no se sentó en la mesa, solo agarro una tostada y estaba dispuesto a irse de la habitación. – ¿A dónde vas? Vas a ..

– Sasuke hazle caso a tu madre y arréglate esa camisa. – la interrumpió el hombre con tono severo, dando una orden directa. Dejo lo que estaba leyendo y se levantó para retirarse. El muchacho por su parte no dijo nada, solo abandono el lugar.

Ella suspiro y se despidió de su marido, a veces deseaba que no sea tan rígido y estricto, especialmente con él. Se parecían tanto aunque había un abismo que los separaba. Fugaku nunca fue bueno para expresar lo que sentía, solo se encargaba de presionar a sus hijos para que destacaran pero ella no tenía dudas de que él estaba orgulloso de lo que ambos habían logrado; no estaría mal que lo demostrara, eso suavizaría un poco las cosas.

Volvió al comedor y se quedó un rato sentada, perdida en sus pensamientos.

– ¡Buen día Mikoto! – la voz dulce de la muchacha la volvió de regreso a la realidad. – Lamento la tardanza.

– Sakura, mi niña, buen día. – la mujer le dedico una tierna sonrisa que se convirtió en una mueca de preocupación cuando la miro con un poco más de atención. La conocía desde que era pequeña, la familia Haruno vivía al lado, tenía la misma edad que su hijo menor por lo que prácticamente crecieron juntos. Era casi como una hija más para ella y no podía evitar tener una actitud maternal. – Luces un poco cansada hoy ¿te sientes bien?

– Si, nada de qué preocuparse, es solo que no dormí muy bien anoche. – sonrió despreocupada, tratando de quitarle importancia. En parte era cierto, había dormido apenas hora y media, ni siquiera llego a sacarse la ropa. – Una buena taza de café lo solucionaría ¿Y Sasuke?

– ¿Tampoco has desayunado? – pregunto con un tono de desaprobación y Sakura negó con la cabeza. – Ustedes algún día me mataran del disgusto. Vamos a la cocina, hay café recién preparado, y te daré algo para que comas que estas muy delgada. – se quejó mientras caminaba seguida de la pelirosa.

Sakura se sentó, dejando sus libros a un lado mientras la mujer depositaba enfrente de ella una taza. – Toma, Sasuke no tarda en bajar. Ahora busco algo para que comas, anoche hice unos muffins, espero que te gusten.

– Todo lo que cocinas me gusta.

– Me alagas mi niña pero debes alimentarte bien si quieres recuperarte rápido – dijo mientras deposita un pequeño plato en la mesa.

La muchacha no dijo nada, solo bajo la mirada.

– ¿Cómo está tu tobillo? – pregunto tratando de romper el silencio que se había formado.

– Oh, bien… mejorando. – hizo una breve pausa mientras bebía el café – El viernes tengo control médico, ya veremos que me dicen. – aunque todavía me duele, pensó pero ese detalle era mejor omitirlo, mejorar estaba tardando más de lo que Sakura se había imaginado y eso la fastidiaba de sobremanera.

– Me alegra mucho oír eso ¿Y tu madre como se encuentra?

– Bien, trabajando como de costumbre. Últimamente no la he visto mucho.

– Es muy dedicada cuando se trata de la clínica.

– Si, eso parece.

La mujer noto un poco de tristeza casi imperceptible en la respuesta de la chica, tal vez pretendía sonar desinteresada en el asunto pero vamos, la conocía desde el momento en que recién había comenzado a caminar. No la podía engañar. – Sabes que para ella tampoco es fácil… – hizo una pausa meditando si lo que estaba a punto de decir era lo correcto. – Perdió a su compañero y es difícil seguir adelante, pero ella te ama y está haciendo su mejor esfuerzo.

Ya habían pasado casi cuatro años desde la muerte Kizashi Haruno, como pasa el tiempo pensó. Después de eso Mikoto se dio cuenta que algo en las integrantes de la familia vecina se había roto y que en vez de unirse, cada una trato de ahogar su dolor por separado. Y cada vez se alejaban más la una de la otra.

– Lo sé.

– ¿Sabes? Te has convertido en toda una mujer, tu padre estaría muy orgulloso.

– Estamos bien no tienes que preoc..

– Oh lo se cariño, solo quería que lo supieras. – la interrumpió con una mirada cariñosa.

Sakura esbozo una media sonrisa. – Perdón si últimamente he sido una molestia, quería agradecerte por hablar con Sasuke para que me lleve al instituto. No era necesario. – agarro uno de los muffins del plato y le dio una mordida.

– Tonterías, sabes que para nosotros nunca serás una molestia. – hizo una pausa mientras le daba la espalda a la chica y buscaba algo en una de las alacenas. – Aparte fue su idea. – la mujer escucho como se abría la puerta, se dio vuelta para dirigirse a su hijo - ¿O no Sasuke?

– Hola mamá.

Mikoto se dio vuelta sorprendida al escuchar esa voz, un poco más grave, la voz de su hijo mayor, de su Itachi. La había reconocido instantaneamente pero no podía creerlo, encontrarse con la imagen del muchacho que le sonría desde la entrada. No le había avisado nada. Que increíble, que hermosa sorpresa después de tanto tiempo sin verlo. La emoción que tenía no cabía en el cuerpo de la mujer, ahogo un pequeño grito de alegría y corrió a abrazarlo como si este hubiese regresado de la guerra.

Volvía a casa, estaba de regreso. – ¡Itachi! Qué bueno es verte hijo, te hemos extrañado mucho. – dijo mientras agarraba cariñosamente con sus manos su rostro, y volvía a abrazarlo con fuerza.


La cocina era el lugar más hermoso de la residencia, definitivamente el ambiente con la mejor iluminación y un calor hogareño que a Sakura le resultaba acogedor. Era por eso que la chica no podía entender como la familia no lo utilizaba. Tenía un amplio desayunador que ella amaba, siempre que podía se quedaba con la Uchiha mientras esta cocinaba. Las dos pasaban bastante tiempo solas en aquellas casas enormes y vacías, en eso se parecían mucho pensó, por eso disfrutaba de hacerle compañía.

Sakura escuchaba a Mikoto mientras comía algo, tenía que admitir que una parte de la conversación se había vuelto un poco incomoda. No podía culpar a la Uchiha, solo intentaba contenerla y animarla, siempre había actuado amable y amorosa con ella.

Es solo que no le gustaba hablar de su padre, ya no. Tampoco de su madre, hacía mucho a la muchacha le había dejado de molestar su ausencia, la mujer trabaja casi sin descanso como doctora en un hospital y cuando no lo hacía se dedicaba a sus investigaciones. Sakura la entendía, ella había soñado también en algún momento con poder hacer lo mismo.

Esbozo una sonrisa que desapareció cuando se dio vuelta al escuchar cómo se abría la puerta y lo vio.

El.

Por un momento todo a su alrededor se detuvo, el tiempo parecía ir más lento, dejo de escuchar lo que la mujer le decía a su hijo y a ella – Itachi – susurro sorprendida, noto como aquellos ojos color ónix se posaron en ella, su corazón se detuvo por un segundo y se sintió desnuda ante aquella mirada. La nostalgia la invadió. Lástima que ella ya no era aquella niña dulce que él conoció, ella había cambiado. Trato de ocultar su sorpresa y suavizo un poco su mirada dedicándole una fingida y desinteresada sonrisa. – Tanto tiempo, bienvenido. – dijo sin moverse de su lugar.

– Sakura – le respondió el a modo de saludo y se acercó a ella lo suficiente para posar su dedo índice y corazón en la frente de la chica y darle un suave golpe, dedicándole una pequeña sonrisa – Has crecido.

Todavía sigue haciéndolo, pensó. Su boca se abrió levemente pero ninguna palabra salió, no supo cómo responder. Para su suerte no tuvo que hacerlo.

– Itachi – dijo Sasuke mientras hacía acto de presencia en el lugar, y el mayor dejo de posar su atención en ella para mirar a su hermano menor – Vaya, parece que este año Navidad se adelantó.

– A mí también me da gusto verte.

– Hn… – soltó sin emoción para luego mirar a la muchacha – Vamos.

Sakura se levantó, colgó su mochila al hombro tomo los libros y siguió al muchacho que ya se había adelantado mientras se despedía con rapidez, ella ya se había acostumbrado a eso.

Entro al automóvil recostándose en el asiento, llevo sus manos directo a su cabeza esperando que milagrosamente su malestar despareciera, era una tortura. Y Sasuke no ayudaba, vio como el chico seguía subiendo el volumen de la música, los parlantes retumbaban.

– ¡Oye! – reprocho el susodicho cuando Sakura apago la música.

– ¿Black Sabbath? ¿En serio?

– Tsk… eres una molestia.

La chica lo miro enojada tratando de controlar cada musculo de su cuerpo para no golpearlo. Estaba manejando, tampoco era suicida pero ganas de darle su merecido no le faltaban.

– Mira yo tampoco desbordo de alegría con esto pero con suerte solo serán unos días y no tendrás que hacerlo más. Solo pido un poco de tranquilidad.

El no dijo nada y el resto del trayecto al instituto fue silencioso. Ella solo miraba por la ventana del copiloto sin mucho interés, pensativa. No podía evitarlo ¿Qué hacia Itachi de vuelta? Era raro que el viniera de visita en esta fecha, era raro que viniera directamente, en los últimos años las visitas del Uchiha habían sido muy pocas, solo las necesarias ¿Habría pasado algo que ella no sabía?

Estaban a punto de llegar cuando Sasuke la miro de reojo – Te vi salir anoche. – le dijo casi como si hubiese estado meditando si debía o no hablar de aquello, automáticamente cuando las palabras salieron de su boca tuvo la atención de la pelirosa sacándola de su burbuja interna de pensamientos y preguntas.

– ¿Y? – lo miro tratando de adivinar a donde quería llegar con eso. – No me digas que me estas espiando. – Sakura le resultaba divertido hacer comentarios que sabía que iban a irritar a su amigo.

– Era muy tarde.

– Sigo sin comprender. – Mmm… no le estaba gustando, podía presentir lo que él quería decirle.

– Hn…

Pero ella siguió sin hablar, esperando a escuchar lo que el tenia para decirle.

– No sé en que estas metida, o con quien, pero debes tener cuidado.

Justo lo que se imaginaba aunque no lo esperaba de su parte ¿Qué más iba a decir? ¿Le iba a dar un sermón de lo que podía y no podía hacer? Grave error, quien se pensaba que era, aquello sí que le había molestado. El auto se detuvo en el estacionamiento.

– No es asunto tuyo. – dijo tajante bajando del vehículo. – No te metas – le advirtió antes de cerrar de un portazo.


A Itachi no le sorprendió para nada la reacción de su hermano. Le alegro en cierto sentido que nada hubiese cambiado.

Lo que si llamo su atención fue la chica que estaba sentada en la cocina de su casa.

Sakura.

Ha crecido pensó. Tan solo la había visto por unos minutos pero pudo apreciar que los años le habían sentado bien, simplemente se veía hermosa. Su cabello de aquel peculiar color rosa le llegaba casi a la cintura, el uniforme ceñido a su cuerpo marcaba bastante bien sus curvas y dejaba al descubierto sus largas y fornidas piernas.

Sus labios carnosos resaltaban con un poco de brillo labial con un leve olor a chicle que pudo sentir cuando se acercó a ella. Sus ojos verdes levemente delineados hacia que se destacaran más. Una combinación letal.

Aunque igual lucia rara, no por su aspecto, era algo más profundo que eso; su mirada parecía vacía. Podía jurar que también se sentía un poco incomoda con su presencia pero no tenía una explicación del por qué.

Definitivamente, nunca se imaginó que la dulce e inocente chica terminaría usando ropa apretada, la falda más corta de lo que estaba seguro que el reglamento permitía, maquillaje y una infinidad de aretes en sus orejas. No porque estuviese mal que lo haga, tampoco tenía que ser una monja yendo a un convento, a fin de cuentas era bastante normal para su edad. Simplemente no creía que ese fuera su estilo. Al parecer lo era ahora.

Pero si es eso, tan solo es una niña, se recrimino internamente por haber estado pensando aquellas cosas. Seguro el cambio de horario le había hecho perder la razón.

Entro a su vieja habitación dispuesto a darse un baño y descansar, odiaba viajar por tanto tiempo, y todavía le esperaba un largo día. Todavía le esperaba una charla con su padre y una buena explicación de su prematuro regreso.

Sonrió al ver que el lugar estaba tal y como la había dejado, miro algunas fotos de el con su familia, con su primo, su hermano y con una entonces pequeña Sakura.

Las cosas se iban a poner interesantes.

Toco la puerta del departamento por segunda vez antes de ver al muchacho con el cabello alborotado y de un peculiar color naranja vestido tan solo con un pantalón de jean desabrochado, dejando al descubierto su torso finamente marcado.

– Princesa. – dijo el chico haciendo una graciosa reverencia.

La chica no mostro expresión alguna, por lo general él siempre la hacía reír pero hoy estaba cansada, tenía un mal día o simplemente se estaba juntando mucho con el Uchiha.

– ¿Estas ocupado? – pregunto ella refiriéndose precisamente a si estaba tal vez con alguien más, no le sorprendería.

– ¿Tu no deberías estar en clases? – inquirió el mientras se apoyaba en el marco de la puerta y la miraba con una sonrisa burlona.

– Sabes que detesto que respondas una pregunta con otra pregunta.

El comenzó a reírse. – Creo que alguien está de pésimo humor. Pasa. – el camino directo a la heladera y saco una cerveza. – ¿Quieres una? – le ofreció mientras la pelirosa negaba con la cabeza mientras tiraba en el sillón su mochila y se dirigía al cuarto.

El departamento estaba desordenado, había restos de comida, platos y vasos sucios y ropa tirada por todas partes. Las cortinas permanecían cerradas por lo que la iluminación del lugar era bastante tenue, para ella era mejor así.

– ¿Me prestas una camiseta? – pregunto Sakura mientras se desabrochaba la camisa y la tiraba en algún rincón de la habitación.

– Busca alguna limpia en el armario. – escucho que le respondió desde la cocina. Con movimientos lentos se quitó los zapatos y el sostén, se colocó la camiseta y se dejó caer en la cama. Al fin, cerró los ojos disfrutando aquel momento, su respiración se hizo más lenta y estaba a punto de quedarse dormida cuando sintió levemente el cuerpo del muchacho encima de ella, ni siquiera lo había escuchado cuando entro.

– ¿Estas dormida? – le susurró al oído mientras le daba cortos besos en el cuello.

– Eso intentaba. – dijo ella con desgano, su voz sonaba casi como un murmuro. Todavía tenía los ojos cerrados, sentía como las manos de su acompañante acariciaban sus piernas y subían hasta sus muslos. Sonrió, sabía lo que quería, disfrutaba de sus caricias pero no tenía energías ni ganas para hacer algo más.

– Vamos Yahiko, solo quiero dormir un poco. – corrió suavemente sus manos. Él se levantó, murmuro algo que ella no llego a escuchar y le dio un suave beso en la frente antes de que se quedara dormida.


¡Hola! Bueno, solo quiero decirles que es mi primer fic, al fin me anime a publicar y todavía estoy tratando de acostumbrarme un poco a como es. Espero que les guste el capitulo y la historia y diganme que les parece, toda critica, opinión, consejo y demás serán bien recibidos. Besos y hasta la próxima !