¡Bienvenidos al Himalaya!
Descargo de responsabilidad: Ni KHR ni sus personajes me pertenecen.
Advertencias: OOC y destrucción del canon.
Con tenso temple que se visualizaba en sus movimientos y en su rostro, la joven figuraba se aventuraba por el camino con incertidumbre en casa paso, marcado con sus ojos solemnes que no se separaban de la vista del cielo y sus dormidas nubes y su suave sol. Aguantando el peso de sus maletas y sus piernas y un firme agarre en su cámara llevo su mirada al frente, donde se alzaba en esplendor el edificio que lo llevaría hasta la tierra de los samuráis.
Sus alborotados cabellos castaños se mecieron fuertemente ante el golpe de aire que los ventiladores del aeropuerto lanzaban a la entrada del caluroso recinto, tanto que sus marrones ojos se cerraron con fuerza y sus labios generaron una mueca de disgusto arrugando su tostada piel, la que por años jugó bajo el sol. Su figura era intimidante a pesar de medir sólo un metro setenta y nueve puesto que su porte de rey intimidaba a cualquiera, con la frente en alto y la mirada fiera, pero amable. Sus ropas eran una mezcla de formalidad y desastre, con una camisa roja y un suéter anaranjado algo arrugado encima, para dar paso a unos pantalones negros con dobles por la parte de abajo y unos zapatos que dejaban a la vista sus tobillos, y no llevaba calcetines.
Volvió a mirar desganado su cámara y decidió que era momento de encenderla y terminar con el asunto lo más pronto posible. Antes de encenderla decidió mirar a la casi ignorada jaula que descansaba colgando de su mochila más grande: era un regalo de Mamá Rosa y Marcelo, no podía simplemente evitarlo todo el tiempo, por más que quisiera fingirlo era una tarea que a buenas primeras no podía realizar. Suspirando, encendió el aparato y después de enfocar su camino empezó la grabación.
― ¡Bueno chicos! — Dijo en un tono alegre y animador, después de años en el rubro podía fingir perfectamente ese sentimiento que cautivaba al público — Hoy desde el aeropuerto de Santiago les habla A-Tuna, su fiel servidor, para comunicarles esto: ¡Me quiero cortar la pija! —.
Aquella exclamación acaparó la atención de unos cuantos pobres transeúntes que tuvieron la desdicha de encontrarse en la furia del adolescente, quien con total normalidad dio nulo interés a las miradas de reproche y perturbación de la gente a su alrededor.
—Como muchos deben saber, yo me mudé a Chile cuando tenía unos dos o tres años, ahora tengo quince, han pasado unos doce años y esto es una basura — Continuó su diatriba avanzando por los pasillos sin aparente dirección, casi como si dejase que sus pies hicieran todo el trabajo mientras su mente se encontraba quejándose de la vida — Prácticamente me abandonaron aquí y nunca más se comunicaron conmigo, ahora quieren que regrese ¡Después de doce malditos años sin saber quien mierda son mis padres! No, olviden eso ¿Saben qué? Mi única madre es Mamá Rosa y punto — En ese instante la cámara captó como un anciano cambió su expresión de extremo disgusto a sorpresa seguido de lastima, pero el moreno aún no acababa con su introducción/ queja de su vida — Ahora debo volver a un país del que apenas me acuerdo el idioma ¡Mi maldito nombre es más largo que la mierda! Osven es sin duda más cómodo—.
Y con eso daba por finalizado su monologo de "Mi vida apesta-pero-no-tanto". Al castaño no le gustaba hablar mucho sobre su vida personal, menos en un lugar público como lo era el aeropuerto, pero estando tan encabronado con su situación actual es pequeño gramo de sentido común que su mente aún no exterminaba parecía incluso más mínimo. Decidió dar una pausa a su rabieta y empezar otro tema de inmediato.
—Todos saben que soy un hombre de pocos sentimientos ¡Y si no lo hacían ahora lo hacen! Pero todo generamos apegos a lo largo del tiempo, por eso a pesar de vivir en el tercer mundo prefiero eso a Japón ¿Han visto la tasa de suicidios? ¡Por los cielos! — Osven comenzó a caminar hacía una dirección exacta y empezó a hacer la fila para hacer el chequeo para su vuelo, con un desgano digno del tipo más flojo de la tierra — El machismo es alto, y ni hablar de los enfermitos mentales ¡Dios me guarde! —.
Pero no podía simplemente hablar mierda del país sólo por no querer volver allí, no, Osven es un tipo de conocimientos y también debe comunicar las bellezas de la tierra asiática.
—Pero viendo el lado positivo puedo aprender mucho más sobre una nueva cultura con mis propios ojos. Japón es conocido por imponer moda con lo extraño de su tierra, las tribus urbanas tales como los Akiba-kei, Gals, ganguros, los yankii o los gyarou, los extensos templos y la rica economía que se ve año tras año en su tierra — La cámara captaba cada persona que se iba de la fila tras terminar su tramite y las miradas extrañadas de algunos y los saludos de otros (Principalmente niños) — Por una parte no soy entusiasta de este asunto, pero los puntos a favor llegan en parte a superar los que me ponen en contra —.
El larguirucho se quedo callado cuando su turno empezó, la joven que lo atendía parecía algo nerviosa al tener una cámara frente a ella por lo que Osven optó por grabar otro ángulo y así no incomodar. Demoraron varios minutos en el chequeo debido a un asunto con su nombre, pero al fin y al cabo terminaron el asunto rápido. Ahora debía hacer el papeleo en migraciones que tomó un poco más de su tiempo, por suerte había llegado temprano y conseguido unas buenas tomas para rellenar el video al no poder hablar tanto como quisiese; otro asunto era la revisión del equipaje donde tuvo que dar explicaciones por un guardia que confundió su anillo con un arma de fuego. Después de que el encargado se disculpará con él pudo finalmente ir a la zona de embarque y descansar, estaba muerto de ganas de comer un completo.
— Quería un completo pero acá no hay, así que deberé conformarme con un Barrosluco y un cafecito para el frío — comentó con la cámara enfocando a su persona por primera vez en toda la grabación, sus ojos se veían cansados pero su expresión era alegre, y eso era solamente porque le gustan esos sándwiches — vamos a esperar un rato acá hasta que nos tengamos que ir, así que voy a apagar esto un rato ¡ari-ari-arrivaderci! —.
El de ojos oscuros se quedo en esa mesa, solo. Eso era lo triste de no tener hermanos, ibas a tener que pasar por mierda sin compañía y sin apoyo que entienda como te sientes o por lo menos una aproximación a ello, pero tampoco le gustaría traer a alguien a esa misma situación, bueno, Osven no podía dar un opinión claro sobre ese tema ya que no tenía hermanos de ningún tipo y todos sus amigos habían dado excusas para no tener que ir a acompañarle.
Suspiró en seco y de inmediato escuchó la llamada de su vuelo, se sobó el cuello e inmediatamente se levantó para ver por donde debía subir. Dándose cuenta de que su actitud llamaría demasiado la atención decidió fingir y caminar de nuevo con la frente en alto, con el único bolso con el que se quedó y su confiable cámara.
Ya estando en su asiento, después de procurar el no confundirse entre números, se acomodó para echarse una siesta en cuanto despegase el avión pero su compañero tenía mayor interés en hablar que en dormir, bueno, era mejor que dormir 30 horas. Según sus papeles de viaje tendrían que hacer un receso en Sidney y de allí tomar otro avión con otra compañía para ir a Tokio, era una molestia tener que hacer todo eso para su persona, a parte de que no tenía gusto por lo aviones, prefería los barcos pero eso demoraría meses. Después de unas horas de charla tanto su compañero, cuyo nombre era Allen Crows, un joven de cabello oscuro, piel pálida y ojos grises, y él estaban somnolientos y cayeron dormidos antes del anochecer, diez horas después despertaron por el sonido de aviones y explosiones: una señora y su hijo estaban delante de ellos observando una película de accidentes aéreos.
Osven decidió encender su cámara y disfrutar.
—Miren este pequeño granuja, a este le gusta el caos — susurro grabando cada segundo de cuando el niño se volteaba y sonreía ladino — Oh, niño, vas a llegar lejos — El castaño y el pelinegro estaban muertos de risa ante la actitud del niño al ser descubierto mientras la madre de este los observaba confundida— Bueno, aprovechando que estamos despiertos y alentados, dime Allen ¿Por qué viajas a Japón? —
El joven de dieciocho años pareció pensar un momento la respuesta.
—Tengo un, hum, hermano pequeño que se va a quedar allí durante un tiempo y, hum, nuestro, ah, padre me pidió a mi y algunos otros de mi hermanos que nos quedásemos con él— Osven miró confundido a Allen, el chico no parecía muy seguro de algunas de sus palabras, quizá tenía problemas con la familia como él.
— ¿Tus hermanos vinieron contigo? — Preguntó por pura curiosidad ¿Si tenía más hermanos debería ir con todos ellos no? —.
— Vivimos en distintos lugares, mi hermano pequeño vive en España, los otros tienen mi edad o son mayores que él por casi 4 años así que andamos donde queremos, pero Arashi tiene doce, así que si va a un lugar sin nuestro padre debemos ir con él — terminó de explicar el joven algo nervioso de tener que revelar mucha información, Osven notó eso pero lo ignoró por su gusto de conocer —.
— ¿Arashi? ¿Tienen madres distintas? —
—Puede decirse que sí — Allen captó el juego del asiático, pero decidió darle las respuestas — Arashi es parte japonés parte italiano, yo soy de Croacia, otros dos de la familia son alemanes y los últimos dos vienen de España e Italia — El joven decidió que eso sería lo ultimo que diría—.
Osven solo asintió cabeceando un poco y se quedó callado, al haber notado que el croata no le diría nada más, y ambos jóvenes se quedaron ensimismados en sus propios pensamientos. Ya hace tiempo el castaño había guardado su cámara y estaba escuchando música mientras Allen jugaba en su consola casi sin interés.
Los minutos se volvieron horas en segundos y las últimas once horas para aterrizar en Sidney habían pasado, la encargada dio aviso de abrocharse los cinturones para poder descender e inmediatamente se empezó a sentir como el vehículo descendía con gracilidad a través del viento. Osven se dedicó a mirar por la ventana como minuto a minuto la distancia con la tierra se hacía menor, eran cerca de las ocho de la mañana y se sentía cansado. En cuanto tocó tierra les avisaron de que el equipaje de los que tomaban el siguiente avión a Japón sería trasladado al siguiente avión que despegase a esa ruta, ya más relajados, tanto Osven como Allen fueron a descansar a la casi vacía zona de embarque, por suerte había un Café abierto y decidieron tomar algo.
El castaño dio un par de mordidas a sus galletas y tomó la mitad de su café antes de terminar dormido en la mesa a completa jurisdicción del croata, quien solamente continuó comiendo de sus papas y tomando su propio café, tenían una hora libre antes de que fuera hora de despegar he ir a la tierra del Sol naciente. Allen por suerte tenía un increíble aguante a la hora de estar cansado, a parte de sentirse algo responsable al tener a un niño un poco mayor que su hermano para vigilar: su pequeño Arashi aún no cumplía los doce años.
Se levantó suavemente cuando escuchó el llamado de su avión y al notar que el asiático no despertó con el ruido lo sacudió suavemente hasta despertar al soñoliento adolescente, observó como las cansadas facciones en el rostro del chico poco a poco iban acostumbrándose a la luz de sitio y como sus ojos expresaban el desgano, la molestia y el rendimiento mientras poco a poco se iba incorporando al mundo otra vez.
— Debemos ir al avión, viejo — dijo simplemente mientras tomaba el tercer café que había ordenado, señalando con su mano libre el camino a seguir.
El chico, ahora completamente de pie, tomó sus galletas y se dejó guiar por el mayor. Allen vigilaba que el de ojos oscuros no se tropezase con sus propios pies al caminar y sujetaba la mochila con la que se había quedado Osven al ver que sin duda la iba a olvidaren su estado. Después de entregar tanto su pasaje como el del menor subieron de inmediato y ayudó al otro a recostarse en su asiento: son las nueve de la mañana y en otras nueve horas ambos estarán en su destino.
Llevaba siglos sin escribir, espero les haya gustado .
