Japón. Año 1986.
-¡Resiste, Shannon!
Maldita sea.
No sabía dónde habíamos ido a parar. A duras penas había conseguido llevar de nuevo la lancha hasta la orilla de lo que yo creía era la isla de Niijima. Corriendo como un loco con Shannon sobre mi espalda, no tenía tiempo de pensar en eso ahora.
-….tler….- la débil voz que Shannon exhaló en mi hombro me hizo temer lo peor. Su respiración sonaba aterradora, apenas un silbido agudo intermitente. Las manos de Shannon iban soltándose de mi camisa y cayendo a medida que la chica perdía la consciencia. Lo que más me descomponía era la sospecha de que ella ya no deseaba aferrarse a la vida.
-¡HEY!- agité los brazos para zarandearla- ¡No cierres los ojos! ¡Agárrate fuerte, ¿me oyes?!- mi voz sonaba muy brusca para estar hablándole a una mujer herida. Pero estaba desesperado. No podía dejar de correr. No sabía en qué lugar estábamos. Solo veía arbustos y árboles a nuestro alrededor. Buscaba una carretera, una autopista, algo... me bastaba cualquier atisbo de civilización que pudiese ayudarnos. Que pudiese ayudarla.
Las manos de Shannon débilmente volvieron a sujetarse entre los botones de mi camisa. Bien. Chica obediente.
Afortunadamente no tuve que correr mucho más. Me pareció escuchar el zumbido de automóviles al frente, así que aceleré el paso, aunque mis piernas estuvieran agarrotadas de dolor. Salimos de entre la maleza para ir a parar a lo que parecía ser una carretera secundaria. Podía ver carteles con las indicaciones propias de la isla de Niijima. El sonido de un vehículo aproximándose. Un coche asomó desde una curva e impulsivamente me planté en medio de la carretera.
-¡EEEEH! ¡PARE, POR FAVOR!
Continuará...
